PASO: de la grieta a la fractura expuesta | Revista Crisis
elecciones 2021 / el peronismo unido fue vencido / dos años no es nada
PASO: de la grieta a la fractura expuesta
Fotografía: Gala Abramovich, Fotografía: Pool Argra, Fotografía: Télam
13 de Septiembre de 2021

José Brusco / Pool Argra

Foto: José Brusco / Pool Argra

Lo de ayer quizás haya sido algo más que un voto castigo: ¿estamos ante la reaparición del voto bronca?

No hay dudas de que existe un perdedor nítido: el peronismo que se creyó imbatible solo por haberse unido y parece atascado en la desorientación, no solo por la escasez de horizontes e ideas, sino también por la impericia en los rubros más básicos del comando estatal (ayer el aparato justicialista del conurbano juraba, hasta la publicación de los datos oficiales, que ganaba la Provincia por seis puntos). De confirmarse o empeorar la foto de estas Primarias, deberá acometer dos años gestionando la escasez con la espina de una gobernabilidad renga.

Las PASO también arrojan un beneficiario evidente: Juntos por el Cambio, que logró diseñar un formato exitoso para las primarias y si logra revalidar estos guarismos en noviembre va a acrecentar sus posiciones institucionales de manera considerable. Cuenta, además, con el beneplácito del poder económico que festejó la perspectiva de un retorno al gobierno antes de lo imaginado. Aunque deberá seguir desactivando diferencias internas que no son tan fáciles de sincronizar (por ejemplo: ¿conviene ir por el nocaut ahora mismo o dejar que el contrincante tome aire para ganarle por puntos?).

Sin embargo, es posible que esta sea solo la primera capa de lectura de una elección atípica. Y la más superficial. Vamos a ensayar aquí una segunda interpretación, que no se opone a la anterior, pero la complica.

Rodrigo Néspolo / Pool Argra

Foto: Rodrigo Néspolo / Pool Argra

 

¿a dónde fue a parar el Clío gris?

La hipótesis sería que el castigo al oficialismo comienza a convertirse en un rechazo más profundo hacia el sistema político. Dos piñazos tan potentes, consecutivos y dirigido a destinatarios opuestos, no auguran una alternancia muy ordenada. Hace apenas dos años, el receptor de la ñapi fue el bando amarillo; ahora el pueblo acaba de dejar grogui a los de celeste y blanco. En este sentido las Primarias parecen estar manifestando, mejor incluso que las elecciones generales, ese sustrato de amargo descontento que aún no encuentra expresión callejera. Por eso, quizás en este caso el mensaje no sea tanto el medio, sino más bien el fondo. Vamos a leer entre líneas algunos números porque hay ciertas notificaciones que no se advierten a simple vista. La inmersión en las cifras se restringe por ahora a los dos principales distritos del país, por una cuestión de tiempos.

La primera pregunta es: ¿a dónde fueron a parar los votos que perdió el Frente de Todos en la Provincia de Buenos Aires (PBA)?

La sangría respecto de 2019 es escalofriante: 1.700.000 votos menos. Más de 15 puntos porcentuales por debajo de lo obtenido hace apenas dos años.

Ahora bien, ninguno de esos sufragios se fugó hacia el peronismo no kirchnerista de la Provincia, verdadero cuco que cimentó la unidad que duele. Si comparamos la elección de Florencio Randazzo ayer con la de Graciela Camaño en 2019, también se registra una merma de 300 mil votos (en porcentajes la caída es del 6,8% al 3,7%). Se podría decir entonces que el peronismo perdió dos millones de votantes solo en el principal distrito del país –que no pudo interceptar el ortodoxo Guillermo Moreno, quien ni siquiera reunió 80 mil voluntades.

Raúl Ferrari / Telam

Foto: Raúl Ferrari / Télam

De semejante hemorragia, Juntos por el Cambio solo pudo recolectar 300 mil votos, que es lo que crecieron las listas de Santilli y Manes sumadas respecto de lo conseguido en 2019 por Vidal. Apenas el 15% de lo que regaló el peronismo.

Y entonces, ¿a dónde fueron a parar los otros 1.400.000 apoyos que se les escabulleron al Frente de Todos?

Veamos: medio millón pueden haber sido atraídos por expresiones “antisistema”, como los liberales de José Luis Espert, que sumaron 400 mil votos (en 2019 no contaron con listas a legisladores nacionales); y la izquierda trotskista, que creció 100 mil votos respecto de la última elección.

Restan un millón: que es precisamente lo que engordó en estos comicios la sumatoria de abstención + voto nulo + voto en blanco en la PBA. Hubo 4.810.000 personas que no optaron por ninguna de las ofertas electorales, lo que suma el 37,6% del padrón total. Mientras en 2019, ese universo alcanzó los 3.850.000 de ciudadanes, el 29% del total habilitado para sufragar.

Una primera conclusión: el desplazamiento del electorado se verifica como un éxodo de las fuerzas mayoritarias hacia expresiones de descontento o desafección, aunque estas últimas son imposibles de desglosar o catalogar especialmente en el contexto de pandemia.

Y una nota al pie: analizando la progresión en el distrito más populoso del país de este sector que no participa o lo hace a través del rechazo frontal, puede decirse que el salto de casi 9% en los últimos dos años ubica al registro de 2021 más cerca del 2001 (cuando entre los que se abstuvieron, votaron en nulo o impugnaron totalizaron 4 millones, que en ese entonces representaba al 42,7% del total) que del 2019. Para decirlo mal y pronto: estamos, con el 37,6% de ayer, a solo un 5% del patrón de conducta electoral que se manifestó en las primeras elecciones de medio término del siglo, cuando todavía no existían las PASO.

Gala Abramovich

Foto: Gala Abramovich

¿de dónde salieron los votos de Milei?

La principal novedad política que arrojaron las PASO en la Ciudad de Buenos Aires es la emergencia de la ultraderecha libertaria, cuya caripela visible es Javier Milei. ¿De donde vinieron los 238 mil votos que cosechó el economista de la escuela austriaca? Podría decirse que, ya en 2019, el sector había recibido cerca de 60 mil respaldos, si contamos la lista de legisladores nacionales que acompañó la candidatura presidencial de Espert pero apoyó al Jefe de Gobierno del macrismo. Habría que averiguar entonces a quien le sustrajeron los 178 mil sufragios que sumaron en esta ocasión.

En el segundo distrito más grande del país también hay que mirar hacia arriba para entender de dónde llovieron los votos, porque si bien las fuerzas mayoritarias salvaron las papas en lo relativo al porcentaje, en todos los casos sufrieron pérdida de sufragios, aunque en distinta proporción.

Comencemos por el Juntos, que logró resistir el agobio de ser oficialismo en pandemia y mantuvo su hegemonía en la Capital Federal. Pero aún así, cuando sumamos las tres listas que compitieron en la interna, se verifica una caída de 30 mil votos con respecto a 2019. En cuanto al Frente de Todos, el drenaje fue torrentoso, cediendo 170 mil electores en dos años. Y hay que contabilizar también los 155 mil sufragios que consiguió Marco Lavagna en la última cita electoral, en nombre de un peronismo no kirchnerista que esta vez no presentó candidate. Así las cosas, la cantidad total de votos que perdieron aquellas fuerzas políticas cuya función esencial consiste en garantizar la gobernabilidad y el status quo fue de 350 mil, lo que representa casi el 14% del padrón.

La mitad de ese caudal fue a parar, entonces, a “La Libertad Avanza”. Otra buena porción de ese desgaste pasó a engrosar el universo de abstención + voto en blanco + impugnados, que creció en 150 mil personas respecto a 2019. Y las fuerzas de izquierda también recogieron sus frutos, comenzando por el FIT que sumó 18 mil votos en dos años y consiguió su mejor elección en la Ciudad de Buenos Aires.

La irrupción de los libertarios no fue una sorpresa y no se trata de una invención televisiva, como anuncian los reduccionistas de siempre, sino de la emergencia de una narrativa que sintoniza bien con ciertos flujos anímicos del presente. El discurso de Milei tiene un fuerte contenido ideológico, pero es sobre todo su gesto de desacato lo que conecta con una legión creciente de desesperados.

Si el caudal libertario de ayer se sostiene, el 14 de noviembre además de Javier Milei y José Luis Espert ingresarán al Congreso sus acompañantes Victoria Villarruel y Carolina Píparo. Ambas pueden ser leídas como la expresión electoral del victimismo de derecha, también nacido a comienzos del siglo: aquello que no logró Juan Carlos Blumberg, finalmente está sucediendo. Detrás de las figuras masculinas que despliegan las tesis del ultraliberalismo económico, hay dos mujeres que le pusieron el cuerpo a la batalla cultural de la derecha: la restitución del orden (incluyendo la puesta en valor de la violencia estatal) y un antiprogresismo cultural que no le teme a la cancelación.

Pero además, tienen cancha para crecer: en la ciudad de Buenos Aires van por los votos que recibió Ricardo Lopez Murphy; mientras en la Provincia hay un archipiélago de listas que se presentaron a la derecha de Juntos por el Cambio y que no lograron superar el piso de las PASO, pero recolectaron el 5,1% de los votos (Hotton 1,5 + Cinthia Fernández 1,1 + Gómez Centurión 0,7 + Biondini 0,6 + Alancay 0.5 + Cúneo 0,4 + Neves 0,3). 

¿Podrá “La Libertad Avanza” consolidarse y llegar a ser un movimiento histórico consistente? La respuesta involucra aspectos subjetivos, como el temperamento y la coherencia de sus principales referentes, sus dotes organizativas y muchos otros aspectos contingentes. Pero también hay cuestiones objetivas, que por ahora abonan su enraizamiento: por un lado, la impotencia cada vez más angustiante de las elites estatales y empresariales vernáculas para ofrecer soluciones reales al malestar de la sociedad; por el otro, la neutralización de las fuerzas antisistema de contenido progresista o de izquierda, ya sea por la rutina repetitiva de sus expresiones más osificadas, ya sea por la anestesia de las rebeldías que supone aceptar los rituales y jerarquías de una rosca política insustancial.

Gala Abramovich

Foto: Gala Abramovich

agónica polarización

Hay una especie de mensaje encriptado en estas extrañas PASO que acabamos de vivir: el crecimiento del descontento comienza a desbordar al oficialismo de turno y apunta al sistema político como tal. Tal vez el formato mismo de representación que surgió del 2001, veinte años después se esté agotando. Las dos principales narrativas que surgieron de aquella crisis inolvidable, parecen agotadas en su capacidad de entusiasmar o indicar un horizonte superador: el kirchnerismo está encasquillado en una coalición que no funciona y cuyo principal argumento es el idílico pasado perdido, mientras el macrismo conserva su pericia gerencial, pero carece de densidad histórica y de imaginación programática.

Pero al mismo tiempo se da algo paradójico: el electorado parece castigar los amagues de moderación o los arrestos de sensatez de las dos fuerzas mayoritarias, por eso los votos fugan hacia los extremos o la desafección, mientras el centro se desfonda. La polarización se sostiene, ahora más lánguida, sin que aparezcan los tan deseados consensos que resolverían todos nuestros problemas. La polarización se recuesta en el rechazo, no en la propuesta. Y la grieta comienza a ceder el protagonismo, cediéndole su lugar a la fractura expuesta.

Todo parece indicar que viene rock and roll.

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