
En el antiguo recinto del Poble Espanyol en Barcelona, tiene lugar el Mozilla Festival, un evento que desde hace 15 años propone volver a una “internet de comunidad” para llegar a un futuro digital más abierto, basado en derechos fundamentales. El escenario principal parece un invernadero: no tiene paredes y la luz del sol le entra desde cualquier ángulo. Hacktivistas de todo el mundo la esperan. Finalmente, sale a escena. Su look preciso contrasta con el fondo naranja. Es, para los que estamos allí, una leyenda viva.
Chelsea Elizabeth Manning: activista, tecnóloga, científica de datos y consultora de seguridad informática. Vive en Nueva York y lucha por la adopción de medidas éticas al usar machine learning en seguridad, medicina y derecho. Busca estándares de rendición de cuentas y transparencia, entendiendo que los sistemas de inteligencia artificial están configurando la vida humana. En su tiempo libre coqueteó con ser DJ de Drum and Bass, pero lo abandonó. También dejó las redes sociales y hace lo posible por no volver.
Chelsea Elizabeth Manning: así eligió llamarse inmediatamente después de ser condenada a 35 años de prisión el 30 de julio de 2013 por cargos relacionados con la obtención ilegal y entrega de información de inteligencia. Antes, como soldado de inteligencia del Ejército estadounidense, descargó del Combined Information Data Network Exchange los reportes de las guerras en Afganistán e Iraq. Los copió en un CD regrabable que tituló “Lady Gaga” y se convirtió en una fuente clave de WikiLeaks, el portal liderado por Julian Assange.
Esos archivos contenían los 720.000 documentos clasificados que filtró ese sitio: cables diplomáticos como el análisis de la salud mental y discursos de Cristina Fernández de Kirchner, espionaje y secretos de Estados Unidos como “Asesinato Colateral”, un video que muestra un helicóptero militar estadounidense ametrallando a más de una docena de personas en Nueva Bagdad, Iraq, incluidos periodistas de Reuters y niños que resultaron gravemente heridos. “Look at those dead bastards [Miren a esos bastardos muertos]", se escucha decir a los perpetradores.

refactorizar el código
Después de ser indultada por Barack Obama en 2017 por esos cargos, Chelsea volvió a prisión en 2019 al negarse a declarar en una investigación sobre WikiLeaks que tenía el objetivo de condenar a Julian Assange a 135 años de cárcel. Es comprensible que en el último tiempo le incomode hablar de su pasado, el que la convirtió en figura pública. Ya pretende dar vuelta la página. Para eso escribió README.txt, una autobiografía en la que relata sus intentos de suicidio en prisión, su transición de género en el encierro, una complicada adolescencia y las razones por las que se unió al ejército, además del juicio que enfrentó y visibilizó la disputa del derecho público y los secretos gubernamentales. Tras aprender y desaprender, Chelsea sigue alzando la voz y poniendo el cuerpo contra la concentración en pocas manos de los datos y las tecnologías. Quiere reinventar eso que la desespera: su mundo de ceros y unos no admite alternativas no dicotómicas.
La hipervigilancia masiva de las grandes tecnológicas es considerada legal porque los usuarios “aceptan” los términos y condiciones. Pero exponer irregularidades de los gobiernos en nombre de proteger la democracia y transparencia es considerado ilegal. ¿Se puede pensar en leyes que sean positivas para la ciudadanía?
-Cuando se aprobó la GDPR (General Data Protection Regulation, la Regulación General de Protección de Datos, en 2018) y surgió el derecho a la privacidad en Europa, me preguntaban: ¿Va por buen camino? He pasado los últimos siete años argumentando que la regulación no es suficiente, no podemos depender solo de leyes que pueden ser modificadas, volverse más suaves, rebajarse y diluirse. Eso es precisamente lo que ha estado sucediendo en la última década.
La GDPR es la norma de privacidad y seguridad de datos, autoproclamada la más estricta del mundo. Impone obligaciones y multas a quienes recopilen datos de personas de la Unión Europea o infrinjan sus estándares. Se convirtió en un faro para los países que buscan diseñar sus propias regulaciones. Sin embargo, desde su implementación, las multas a las Big Tech son irrelevantes en relación a su facturación y las empresas apelan continuamente: los pagos, si es que los hacen, demoran años.
Chelsea amplía: “La recopilación de datos y la vigilancia masiva se han normalizado tanto que se han vuelto abrumadoras para la gente. Es interesante observar cómo los gobiernos se centran menos en el uso de estas herramientas tecnológicas por parte de los ciudadanos y más en cómo sirven a sus propios fines, como amenazas contra la población. En Estados Unidos en particular se puede prescindir de analistas y expertos como aparato de vigilancia”. Ella sabe de qué habla: era analista de inteligencia del ejército estadounidense cuando fue arrestada. Hoy, las herramientas de recolección de datos y análisis están automatizadas. Agrega: “Ahora los ciudadanos recopilan datos para el Estado o para terceros interesados con tan solo usar redes sociales. Es algo novedoso. Por ejemplo, un activista que acosa a una miembro de una junta escolar comparte su información con aliados, y el Estado la puede usar para reprimir disidencias. En la década de 2010 hubo un cambio, el foco estuvo en la vigilancia vertical, de arriba hacia abajo.”
Ese año fue un punto de inflexión: surgieron distintas tendencias tecnológicas y políticas que revelaron la vigilancia masiva y el monitoreo estatal-corporativo. Muchas explotaron mediáticamente tras las filtraciones de Edward Snowden en 2013, pero sus bases datan desde entonces: troyanos espías gubernamentales, expansión de cámaras de seguridad con reconocimiento facial, Facebook convirtiendo las interacciones privadas de sus usuarios en mercancías y la incorporación del concepto de vigilancia algorítmica. De hecho, en la actualidad se combinan plataformas y usuarios que sirven de servicios de inteligencia: “Las redes sociales han moldeado el panorama, ahora los mismos ciudadanos con sus cámaras de celular y dispositivos son quienes están enviando la información al gobierno.”
En su conferencia, Manning propuso desconectarse del “rectángulo negro de bolsillo”, y llamó a tocar el césped y a canalizar el aburrimiento como “una fuerza genuina”. “Hemos estado construyendo vidas alrededor de estos ’rectángulos de bolsillo’ que cargamos todo el tiempo, que sirven de portales para las instituciones”, dijo.
internet ha muerto
Durante la conferencia planteaste la idea de una Internet insegura que obstaculiza las conexiones humanas, pero ¿es reversible? ¿Es posible volver a una internet de comunidades y personas reales?
-Ya no estoy tan segura. Creo que ya no tenemos Internet. Lo dije hace un año y lo sostengo: lo que conocimos como Internet fue una excelente racha que duró 30 años. Ahora está compuesto por cinco empresas como Amazon Web Services, Microsoft, Meta [más Alphabet y Apple]. Todo está en la misma infraestructura en la nube. Eso ya no es Internet, es Splinternet. Vivimos en un mundo en el que cada Estado tiene su propio conjunto de herramientas y recursos a su disposición. China con WeChat, EE.UU, tiene su propio ecosistema, Rusia con dispositivos propios. Eso es Splinternet y hace que cada individuo vea algo diferente.
De acuerdo a Internet Society, “Splinternet”, o la balcanización de Internet, es la idea de que la Internet abierta y conectada globalmente que todos usamos se divide en una colección de redes fragmentadas controladas por gobiernos o corporaciones. De este modo, cada gobierno crea cámaras de eco digital esforzando la realidad que les sea conveniente.
¿Cuál es el mecanismo con el que Splinternet, esta nueva manera de desarrollar e instrumentar Internet, se ha expandido?
-Se suman los algoritmos que eliminaron la igualdad de condiciones. Por medio de la recolección de datos, las plataformas diseñan lógicas para mantenerte conectado basándose en tus rasgos de personalidad, intereses, edad e historial. [Pero] podemos crear algo nuevo que recupere algunos de nuestros propios valores como personas. Uno de los problemas que hoy tenemos con Internet es que ya no está centrado en los humanos; está orientado a una eficiencia arbitraria, motivado por las ganancias el lucro u objetivos ideológicos estatales. Necesitamos hacer un sistema que sea una comunidad más humana basada en valores. Pero no sabemos cómo hacerlo sin una reestructuración radical de toda nuestra sociedad, mucho menos de Internet.
Tor o Noise Generation Mixnet (NMG) – en esta segunda vos has colaborado – son redes que se presentan como soluciones alternativas a la Internet de hoy para mantener la privacidad con una lógica de descentralización. Sin embargo, solo las usan una pequeña porción de internautas con conocimientos en informática, quedando inaccesibles para el usuario promedio. ¿Cómo se puede llegar a la población general con sistemas de este tipo que protejan la privacidad?
-Mmm… no estoy segura. Cuando trabajé en NMG hasta que lanzaron su producto, luché con eso mismo. ¿Cómo hago para que la gente se interese?, ¿cómo hago para que se involucre?, ¿importa tener privacidad en Internet?, ¿sigue siendo Internet un espacio de empoderamiento? No tengo la respuesta de cómo, pero llegué a la conclusión de que necesitamos resolverlo, entenderlo y hallar respuestas.
¿Tenés pensado visitar Argentina?
-Gracias, pero no creo que vaya en los próximos dos años.
Lo confirma levantando una ceja. No es cuestión de distancias: sus motivos son políticos.






