las autodefensas vecinales contra la represión trumpista | Revista Crisis
resistencia migrante en el imperio / la hora de los silbatos / el mejor organizador es el dictador
las autodefensas vecinales contra la represión trumpista
El gobierno de ultraderecha de Donald Trump lanzó una cacería contra los migrantes que arrasa con el estado de derecho. Pero Chicago, una de las ciudades con mayor población latina de Estados Unidos, respondió con una impactante resistencia callejera y vecinal. En este artículo te contamos cómo la comunidad se organizó a través de talleres de formación, entrenamientos colectivos y herramientas de comunicación ingeniosas, para construir estrategias de autodefensa que logran frenan las redadas y bloquean la maquinaria represiva.
11 de Diciembre de 2025

 

El 8 de noviembre, la calle 26 del barrio La Villita, conocida como “el México del medio oeste yankee”, en Chicago, despertó en caos. A eso de las 9.30 de la mañana, hombres con uniforme militar llegaron en camionetas negras blindadas, descendieron con armas y pasamontañas. Un vecino reconoció al único que no llevaba máscara. Se trataba de Gregory Bovino, el jefe de la patrulla fronteriza (CBP), uno de los ungidos por el presidente Donald Trump en su cruzada para capturar migrantes y a quien movió de su mando en la frontera sur para aplicar sus cuestionables métodos en las ciudades: detener a personas a partir de un perfilamiento racial (gente marrón, de ascendencia asiática o negra), allanar ilegalmente, romper vidrios de automóviles, atacar con perros y golpear, incluso cuando no hay resistencia, para después subir las caras de los detenidos a sus redes sociales. En La Villita muchos lo conocen como “el mercenario”. El sonido de la música ranchera, la cumbia y la salsa que habitualmente sale de los comercios de una de las comunidades latinas más grandes de Estados Unidos fue opacado por un estruendoso “priiiiiiiiiiiiiiiiiii”. No venía de los agentes militares, sino de los silbatos que cargaban encima algunos vecinos. Los chicaguenses conocen bien el código: significa que “La Migra“ está ahí. “Se activó el grupo de respuesta rápida y pronto la calle estaba llena de personas que rodearon a los agentes para que no entraran en el barrio y se llevaran a nuestra gente”, dice Byron Sigcho López, un hijo de migrantes mexicanos y quien ahora es Concejal del Distrito 25 por el partido Demócratas Socialistas de América, que incluye a ese y otros barrios latinos de Chicago.

En pocos minutos la famosa calle comercial se convirtió en un campo de batalla al aire libre. Los agentes apuntaban con armas a los vecinos que prendían sus cámaras para filmarlos, les gritaban “fascistas” y hacían una cadena humana para evitar que avanzaran. Pero no solo eran los habitantes de La Villita. “Cuando estaba en camino, me topo con un güerito [un hombre rubio] que me dice: ¿dónde queda la calle 26 para ir a darle al ICE [el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas]”. Byron supo que el “gringo” se había enterado de la redada por los silbatos, por las decenas de videos subidos a las redes sociales, las transmisiones en vivo y por los chats que se activaron en toda la ciudad.

Ese día la patrulla fronteriza golpeó a algunos manifestantes, detuvo a al menos tres personas, intentó entrar a casas sin órdenes judiciales y acosó a una adolescente de 15 años para que le diera información sobre su familia. En el momento de mayor caos, las patrullas llamaron al 911 para pedir apoyo de la policía de Chicago. Aseguraban que “alguien del barrio les había disparado”, aunque a la fecha nadie ha sido procesado. Lo que Gregory Bovino y sus hombres no lograron hacer fue la redada que había prometido cuando dijo que “iba a capturar al mayor número de invasores de la historia”. 

Una semana después, Bovino y sus más de 200 agentes abandonaron Chicago, no sin antes publicar en Instagram una fotografía de su equipo frente al “frijol gigante”, un monumento icónico de la ciudad. Él posaba con un arma de alto calibre entre las manos. En la descripción de la publicación aseguraba que, desde que la CBP había llegado a la ciudad habían disminuído los homicidios, los tiroteos, robos y secuestros. Sin embargo, según la información que ellos mismos proporcionaron a una jueza federal, de casi 3000 personas que la patrulla fronteriza y el ICE detuvieron en Chicago, solo el 3% tenía antecedentes penales. El presidente Trump respaldó la salida de los agentes de la ciudad pero lanzó una amenaza a la población de Chicago: “En algún momento, simplemente entraremos y lo haremos como queramos”. 

El sonido de las rancheras, la cumbia y la salsa que domina en una de las comunidades latinas más grandes de Estados Unidos fue opacado por un estruendoso “priiiiiiiiiii”. venía de los silbatos que cargaban algunos vecinos. Los chicaguenses conocen bien el código: significa que “La Migra“ está ahí.

 

operación relámpago
 

Lo que pasó en La Villita no es una escena aislada. En otro barrio, guardias de seguridad privada le impidieron al ICE entrar a un shopping, dijeron que tenían órdenes de sus superiores latinos de no permitir el ingreso de ninguna fuerza federal. En un barrio al norte, vecinos de clase media-alta, en su mayoría blancos, protegieron a tres centroamericanos que estaban pintando el techo de una casa cuando agentes con máscaras esperaban abajo para arrestarlos, dijeron que harían lo que fuera necesario para “defender a sus trabajadores”. En algunas escuelas los estudiantes de secundaria, latinos y yanquis, organizan patrullajes y vigilan las esquinas junto a sus padres para evitar que se lleven a sus compañeros.

 

 

Si las estrategias se repiten no es casualidad. Desde que el trumpismo anunció el desembarco de agentes migratorios en esa ciudad con la Operación Midway Blitz West (Operación relámpago de medio oeste) miles de personas comenzaron a entrenarse para responder: asistieron a talleres, se organizaron entre vecinos y levantaron una red autogestiva capaz de actuar ante una redada.

Hoy Chicago es una de las ciudades mejor preparadas para enfrentar operativos migratorios. Sus tejidos de defensa comunitaria son una referencia, no solo para otras ciudades estadounidenses, sino también para países donde la ultraderecha copia el modelo yanqui que impulsa políticas que ponen en riesgo a las comunidades migrantes y propone una limpieza étnica y social. 

Si las estrategias se repiten no es casualidad. Desde que el trumpismo anunció el desembarco de agentes migratorios en esa ciudad, miles de personas comenzaron a entrenarse para responder: asistieron a talleres, se organizaron entre vecinos y levantaron una red autogestiva capaz de actuar ante una redada.

 

ciudades santuario
 

Chicago es históricamente una ciudad de migrantes, con una larga tradición de lucha obrera y sindical. Solo en La Villita, el 77% de los habitantes son mexicanos o hijos de mexicanos. En otros barrios como Rogers Park, Albany Park y Aurora se han asentado comunidades trabajadoras centroamericanas y, más recientemente en barrios del sur, comunidades venezolanas y de otros países sudamericanos. Según el censo de 2023, alrededor de una tercera parte de la población de la ciudad es de origen latino, la otra es blanca, y la otra afroamericana. Aunque en menor cantidad también conviven familias italianas, filipinas, polacas y ucranianas.

Por eso, durante más de 40 años,la tercera urbe más grande de Estados Unidos se consideró una ciudad santuario”, que adopta leyes y políticas locales para proteger a las comunidades migrantes. Allí, donde el partido demócrata gobierna ininterrumpidamente desde 1933, la policía local y otras instituciones municipales no cooperan con el gobierno federal en procesos de deportación ni tampoco se destinan recursos a ello. Si bien no implica una protección absoluta para personas indocumentadas, por décadas se le dio tranquilidad a miles de familias que son parte importante del motor económico y laboral que sostiene el territorio.

Eso ha permitido que se formen decenas de agrupaciones, coaliciones y organizaciones en defensa de las personas migrantes. También ha propiciado la cohesión entre los barrios de clase media y trabajadora blancos con los latinos, con los que comparten espacios comunitarios, lugares de trabajo y vecindarios. Antonio Gutiérrez, directorx de Comunidades Agrupadas contra las Deportaciones (OCAD), explica que, aunque la ciudad es conocida por ser un foco progresista, las verdaderas tensiones se manifiestan en los extremos: “Existe mucha segregación entre los barrios más al norte, casi exclusivamente [destinados] para blancos ricos, con los del sur, donde se asientan los más pobres, afroamericanos e inmigrantes.”

 

 

Esta tensión se agravó en 2022 cuando el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, comenzó a enviar autobuses llenos de migrantes hacia las “ciudades santuario” en una suerte de venganza contra los gobiernos demócratas. “Continuaré desplegando tantos autobuses como sea necesario para aliviar la tensión causada por el aumento de cruces ilegales”, dijo en el primero de los envíos. En estos últimos tres años lo siguió haciendo y se estima que Chicago recibió al menos 23 mil personas indocumentadas. Eso causó presión sobre el gobierno local. 

“Como Trump no logró su cometido en su primer mandato, lo que hizo al llegar al poder esta segunda vez fue declararle la guerra a nuestras comunidades”, agrega Antonio Gutiérrez, de OCAD. La guerra a la que se refiere es la ofensiva antinmigrante que el trumpismo ha desplegado en todo el país desde que asumió en enero de 2025 y en cuyo centro está la deportación masiva. En estos primeros nueve meses de su gobierno, alrededor de 220 mil personas han sido detenidas, ha militarizado decenas de estados en todo el país y convertido a ciudades como Chicago, Nueva York y Los Ángeles en objetivos bélicos donde incluso desplegó ilegalmente a la Guardia Nacional, una fuerza de reserva militar. 

También ha abierto cárceles para migrantes y pactado acuerdos con otros países, como El Salvador, para convertirlo en una especie de Guantánamo centroamericano donde deportar “ilegales”. En estos meses, su gobierno tiene abiertas causas por desapariciones forzadas y torturas en centros de detenciones de migrantes, en los que han muerto al menos 15 personas. La frase célebre que Kristi Noem, su secretaria de seguridad, pronunció en un anuncio reproducido en miles de celulares, radios y televisiones dentro y fuera de Estados Unidos, resume la cruzada trumpista: “los buscaremos, los cazaremos y los enviaremos de vuelta”. 

 

 

Ante esta avanzada autoritaria, el gobierno demócrata de Chicago ha respondido con fuerza que iba a proteger a sus vecinos a toda costa. Brandon Johnson, el alcalde, firmó un decreto en el que prohibía expresamente a la policía local ayudar a cualquier fuerza del gobierno nacional. "Yo no sigo órdenes del gobierno federal”, ratificó. 

Además, OCAD y otras agrupaciones y colectivos vecinales hicieron estallar chats y grupos de Facebook e Instagram en los más de 70 distritos de la ciudad con flyers para asistir a los Migra Watching Trainings, o talleres de defensa comunitaria. Son entrenamientos dirigidos a vecinos, iglesias, centros comunitarios, escuelas, guarderías e incluso pequeñas y medianas empresas que quieren proteger a sus trabajadores ante el avance militarizado del ICE. La respuesta fue inesperada incluso para quienes llevan décadas en el activismo. “Personas que nunca habían estado involucradas, o que no eran latinas; incluso ciudadanos estadounidenses blancos de barrios acomodados empezaron a mostrar interés en asistir a los cursos y a difundir información valiosa”, dice Miguel Alvelo Rivera, director de la Unión Latina de Chicago, una organización que defiende a jornaleros. 

Ante los intentos de fracturar un tejido social histórico, Byron Sigcho López asegura que, en los barrios al noreste y sur de la ciudad, los migrantes y las comunidades blancas trabajadoras más progresistas terminaron de afianzar sus lazos para protegerse de la avanzada ultraconservadora. “El mejor organizador es el dictador –dice– porque lo que ha hecho es unificar a nuestra ciudad como nunca antes”. Kyle Cubr, gerente de operaciones del Music Box Theater —un cine emblemático de la ciudad—, es uno de esos güeritos que llevó a su equipo a capacitarse en un taller: “Lo hice porque nadie debería ser arrancado de su casa solo porque el presidente es un maldito racista”. 

 

alerta vecinal
 

“Solo en el área donde vivo hicimos tres reuniones comunitarias; cada una con entre 500 y 600 personas. Estamos hablando de 1500 a 2000 personas entrenadas, y eso contando únicamente los eventos grandes y públicos de un solo barrio de un solo distrito”, asegura Alvelo Rivera. Si bien no existen datos oficiales sobre cuánta gente ha recibido entrenamiento, las estimaciones de Miguel permiten dimensionar el fenómeno: en una ciudad con 70 distritos y unos 2.7 millones de habitantes, al menos una tercera parte habría participado en algún tipo de formación. Algunos ya se autodenominan “Los ICE Breakers”, “los rompehielos”, aludiendo tanto a la traducción literal como al nombre del servicio migratorio.

Si bien los talleres dejaron de ser una práctica exclusiva de las organizaciones de migrantes y se masificaron, incluso en las poblaciones más blancas, la mayor parte de ellos comparte la misma “pedagogía de entrenamiento”, dividida en dos niveles principales. El primero se enfoca en los divulgación de derechos fundamentales: se enseña que cualquiera persona —migrante o no— tiene derecho a guardar silencio ante un oficial; que en propiedades privadas no pueden entrar sin una orden judicial y que los agentes deben identificarse. “Algo que la administración ha violado sistemáticamente, pues ocultan las caras con máscaras, llegan en autos sin patente y secuestran gente sin dejar rastro, como si fueran nazis”, dice Byron Sigcho, desde La Villita. 

 

 

El segundo nivel es el entrenamiento de los grupos de respuesta rápida, centrado en la identificación y en la documentación. Allí se enseña a distinguir qué tipo de fuerza está presente en el barrio: policía local, federal o militar. “Hemos constatado que tanto el ICE como la patrulla fronteriza usan etiquetas que dicen ‘Policía’ para confundir. Les enseñamos a reconocer los uniformes, los cascos, los autos y hasta las armas que portan”, explica Antonio Gutiérrez del OCAD. 

La formación también incluye instrucciones sobre cómo actuar ante la presencia de un agente: activar redes por WhatsApp, Signal, Telegram, mensajes de texto alertando a los vecinos mediante gritos y silbatos. Y se enseña a documentar un arresto: cómo grabar, qué preguntar y cómo reportar de forma segura en las redes sociales. También se habilitaron líneas de respuesta rápida donde se pueden denunciar redadas o reportar capturas.

 

La formación también incluye instrucciones sobre cómo actuar ante la presencia de un agente: activar redes por WhatsApp, Signal, Telegram, mensajes de texto alertando a los vecinos mediante gritos y silbatos. Y se enseña a documentar un arresto: cómo grabar, qué preguntar y cómo reportar de forma segura en las redes sociales.

 

el silbido de la resistencia
 

“Me atrevería a decir que no hay nadie en Chicago que no ande con un silbato o que no tenga uno en su casa o en su negocio. Y más de una vez agentes del ICE han decidido no seguir adelante con una redada por eso”, afirma Alvelo. Gutiérrez, Alvelo y Sigcho —cada uno desde un punto distinto de la ciudad— coinciden en que el uso de silbatos es hoy una de las estrategias más efectivas porque alerta a los vecinos, impide que la gente salga de sus casas y, al mismo tiempo, disuade a las patrullas. Los códigos son simples: silbidos intermitentes cuando hay sospecha de presencia de ICE; silbidos continuos cuando ya están en la zona. Ese sonido fue una de las señales que activó a barrios como La Villita, uno de los primeros en usar esta táctica nacida en Los Ángeles y hoy extendida en todo Chicago y otras ciudades del país. Incluso cuando llegan agentes armados, el ruido es ensordecedor: la alerta corre rápido y quienes no tienen documentos saben inmediatamente que no deben salir. Los mismos vecinos se encargan de avisar.

Pero en realidad el uso del silbato como alerta vecinal no tiene una historia muy loable. En Estados Unidos se remonta a la época de la segregación, cuando barrios de gente blanca, en su mayoría de gran poder económico, lo usaban para alertarse de la presencia de afroamericanos “sospechosos”. En América Latina también se utiliza como herramienta de control racial. En Argentina —como contó el Equipo de Investigación Política en una investigación para crisis— algunos vecinos usan este tipo de herramientas sonoras (los megáfonos también son comunes) para reportar a personas “sospechosas”, casi siempre racializadas. 

 

 

En Chicago es exactamente lo contrario. “Aunque en realidad se usaba para actos racistas, nuestros barrios lo supieron resignificar. Ahora es un símbolo de resistencia”, dice Gutiérrez. Recientemente, la Unión Latina de Chicago, junto a otras organizaciones, lanzó otra estrategia: “adoptar una esquina”. Se trata de cubrir —con presencia comunitaria activa— los puntos donde suelen reunirse los jornaleros. Según Alvelo, hay al menos diez zonas que, desde que Bovino desembarcó en la ciudad, se convirtieron en blancos de ICE y de la patrulla fronteriza. Se trata de los estacionamientos de Home Depot —una especie de Easy estadounidense—, donde los jornaleros esperan recibir diariamente ofertas de empleo, en su mayoría en trabajos de construcción. Por eso los vecinos se organizan para ocupar” esas esquinas: su presencia intimida a los agentes y, además, se convirtieron en puntos de protesta contra los dueños de los establecimientos, acusados de colaborar con las capturas. 

Chicago se ha convertido en un punto clave de resistencia, cuyos esfuerzos se viralizan en TikTok, en reels, en cadenas de mensajes. Otras comunidades —dentro y fuera del país— ya la toman como referencia.

 

Chicago se ha convertido en un punto clave de resistencia, cuyos esfuerzos se viralizan en TikTok, en reels, en cadenas de mensajes. Otras comunidades —dentro y fuera del país— ya la toman como referencia.

 

En Nueva York, por ejemplo, el alcalde electo del partido socialista Zohran Mamdani ha llamado desde sus redes sociales a tomar el ejemplo de esta ciudad y proteger a sus vecinos través de silbatos y resistencia comunitaria.  “Porque estos fascistas pueden venir con las armas que quieran, pero nos van a encontrar acá, preparados, con la dignidad de un pueblo que aprendió a defenderse”, dice Byron. 

En Chicago, la migra tiene que pensársela dos veces.

Destacadas
podcast de revista / sexta temporada / análisis de coyuntura
Por Colectivo Editorial Crisis
manifiesto / simpatía por el diablo
Por Colectivo Editorial Crisis
políticas de lo digital / yonkis de las pantallas / el mundo que quieren los tecnomagnates
Por Solana Camaño, Por Mariano Caputo
ir y ver / pacto de negación / rugby y doping
Por Francisco Delavalle