El triunfo de Juan Monteverde en la interna del Frente Juntos Avancemos, que reúne al peronismo rosarino y al partido de izquierda popular Ciudad Futura, es una de esas noticias que quedan en un segundo o tercer plano de las portadas mediáticas, pero tienen un significado especial porque revelan algo imprevisto. Un rayo de luz, en medio de la noche invernal. El ahora candidato a intendente tiene el desafío de ganar la elección general del próximo 10 de septiembre, en un interesante mano a mano con el actual alcalde radical, Pablo Javkin.
Que una fuerza joven, decididamente municipalista e identificada con un cambio emancipador, tenga la posibilidad de ganar la tercera ciudad en importancia del país, y la más violenta, es una rareza que puede ser excepción o anuncio. “Este era el partido contra México, el más difícil”, dijo anoche Monteverde en referencia al último mundial, mientras esperaba el llamado de reconocimiento de su rival Roberto Sukerman. “Ahora viene un balotaje que no tengo dudas que ganaremos, porque se va a discutir continuidad o cambio”. En el comando electoral (nadie aquí le llama búnker) que Ciudad Futura compartió con sus aliados del Movimiento Evita, la sensación era de euforia. Pero los festejos no parecían decretar un punto de llegada. En cierto modo sabían que esto recién comienza.
La muy mala performance del peronismo a nivel provincial, en una Santa Fe que se tiñe decididamente de amarillo de la mano del radicalismo, le otorga aún más virtualidad al resultado. Es una señal de que se pueden recuperar la disrupción y el ímpetu de transformación para las fuerzas identificadas con el campo popular, rescatándolas de su captura por parte de una derecha cada vez más antidemocrática. Lo llamativo es que ese guiño de rebeldía provenga de un territorio tan castigado, que parecía asfixiarse de miedo. En cierto modo, hay una analogía con Jujuy. Justo allí donde todo parecía perdido, surge algo que remite a la esperanza.
qué es ciudad futura y por qué ganó
Dos afluentes militantes que provienen de la primera década del siglo confluyeron en 2013 para la fundación del partido Ciudad Futura. De un lado, la agrupación Giros, en las que se forjaron entre otros los hermanos Monteverde y Caren Tepp. Del otro, el Movimiento 26 de Junio Darío Santillán, con una fuerte inserción en los barrios rosarinos y cuna de los hermanos Salinas. Desde entonces, esta nueva generación se dedicó a la tarea de construir una maquinaria electoral autónoma, ingeniosa y con una hipótesis obsesiva, de la que no se desviaron un minuto: ganar la ciudad de Rosario. Municipalismo consecuente. Marketing sí, pero con la política delante del carro.
En su primera incursión eleccionaria quedaron a nada de meter un concejal. En la segunda metieron tres. Diez años, seis comicios y algunos altibajos después lograron dar el sorpasso, difícil operación que consiste en salir segundo para quedar a tiro de la victoria. Fueron varias las circunstancias que se conjugaron para abrir el camino, entre otras la crisis que fulminó al socialismo, tradicional partido de centro izquierda local. Pero hubo una jugada de diseño que fue clave: la conformación de unas primarias dentro del peronismo, sin que eso implique sacrificar su singular impronta. Ayudó el sistema electoral de boleta única, que solo existe en Santa Fe y (una versión distinta) en Córdoba. El acompañamiento de los referentes del movimiento Evita local, entre ellos Eduardo Toniolli, Lucila de Ponti y Gerardo Rico, coronó el ascenso.
Esta vez Ciudad Futura consiguió en las PASO la misma cantidad de votos que había logrado en las dos últimas elecciones generales: 78 mil votos. Lo cual le permitió superar con comodidad (más de 15 mil votos) a su rival interno, quien reporta al Jefe de Gabinete del Gobierno Nacional y precandidato a vicepresidente de Unión por la Patria, Agustín Rossi. La ventaja respecto al perdedor de la interna oficialista, el periodista Migue Ángel Tessandori, en cambio fue por apenas 500 votos.
la madurez de una fuerza joven
La carga de datos en la web del gobierno provincial tardaba mucho la noche del domingo. O quizás la ansiedad era excesiva en la Sala de las Artes, mítico boliche del barrio Pichincha, famoso por los conciertos de Pappo de antaño. Aquí Ciudad Futura decidió esperar los resultados porque su propio espacio cultural, el Distrito 7, quedó chico para tanta expectativa.
Un software construido para la ocasión recibía los números que enviaban directamente los fiscales desplegados en todas las escuelas de Rosario. Ese conteo artesanal iba más rápido y cerca de las 21 horas contaba con una proyección cercana al 70% de las mesas de votación, que anunciaba el triunfo por 10 puntos en la interna. El escrutinio oficial todavía mostraba otra cosa.
El primer llamado que recibió Monteverde fue del intendente Javkin, cerca de las 22, quien le confirmó que sus mesas testimoniales también le daban ganador. Entonces se desató un primer festejo en los camerines. El reconocimiento de Sukerman llegó casi a la medianoche e inmediatamente después el candidato de Ciudad Futura salió al escenario a festejar con la multitud que poco a poco fue colmando el Willie Dixon. Anunció que tenían por delante una campaña difícil contra la política tradicional, pero que había llegado, finalmente, el momento de gobernar.
“Para construir una nueva Rosario se necesitan tres cosas”, le dijo a quienes “nos están mirando ahora desde sus casas”, consciente de que ocupaba quizás por primera vez el centro de la escena: “Primero, una fuerza potente y capaz, y ya la tenemos aquí reunida; segundo, un plan coherente y eficaz, que en estos diez años nos hemos preocupado por construir; tercero, la valentía para llevarlo adelante, es decir políticos y políticas sin miedo”.
La última frase indica la inmensidad de la pelea que tiene por delante esta generación militante, en la ciudad del boom que devino ciudad del bang. No es ganar una elección y hacer botella. Monteverde, Tepp, Salinas y sus compañeres cargan con varias heridas en el propio cuerpo, como la mayoría de los y las rosarinas que hace una década atraviesan una guerra civil de baja intensidad, entre el crecimiento de la pobreza y la ostentosa exhibición de poder de las bandas criminales que terminaron por cooptar a las instituciones. Son esquirlas que todavía duelen, como las de la Masacre de Villa Moreno, en 2012, cuando el movimiento recién estaba dando sus primeros pasos. O el crimen del pastor Eduardo Trasante, asesinado en 2020 luego de haber sido elegido concejal.
No será fácil, pero a veces el dolor, en lugar de paralizar, se convierte en un combustible inagotable que no admite concesiones. Hará falta también inteligencia, incluso astucia, obviamente algo de suerte. Pero lo primero que se requiere, aquí en Rosario, para que la Ciudad Futura deje de ser un slogan y comience a hacerse carne, es avanzar sin miedo.
bonus track sobre la elección provincial
radichetas al poder: sesenta años no es nada
por Juan Pablo Hudson
La política nacional tenía ayer domingo los ojos puestos en Santa Fe, la tercera provincia en importancia en materia electoral, en una sola categoría: la gobernación. Se descontaba un triunfo del Frente Unidos para Cambiar Santa Fe (FUCS) -que reúne al PRO, al radicalismo en sus diferentes versiones y al otrora partido fuerte, hegemónico durante treinta años en Rosario, el socialismo) por sobre el peronista Frente Juntos Avancemos.
Las verdaderas dudas y tensiones surgían en torno a la resolución de la feroz interna entre los radicales Maximiliano Pullaro, ex ministro de Seguridad entre 2015 y 2019, actual diputado provincial, y la incontinente Carolina Losada, senadora nacional desde 2021, sobre quien publicamos un preciso perfil la semana pasada.
Al exministro lo apoyaba a nivel nacional el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y a la periodista la aupaba la exministra de Seguridad de Mauricio Macri, Patricia Bullrich.
Votaron 1.628.702 personas, lo que representa un 63.05% sobre el padrón total, con un 7.25% de votos en blanco.
Las suspicacias, sin embargo, duraron nada porque pasadas las 20 horas apareció casi corriendo, en un búnker semi vacío, Carolina Losada y su compañero de fórmula, el presidente nacional del PRO, Federico Angelini. Con un discurso breve y errático, visiblemente impactada, la periodista admitía la apabullante derrota casi sin nombrar a su contendiente, en una continuidad de esa furia que supo desplegar en campaña.
La diferencia entre ambos fue abrumadora: Pullaro obtuvo 491.703 votos y la rosarina 325.688. En el tercer lugar apareció la socialista y ex intendenta de la ciudad durante dos períodos (2011/2019), Mónica Fein, con 135.050 sufragios.
Todo un golpe para la sheriff Bullrich, quien estuvo en la provincia pero no puso la cara, solo publicó un tuit tratando de subirse a la victoria frente el PJ. A pesar de las insistencias de sus rivales internos, la intratable Losada no apareció por la sede del triunfador para sacarse una foto de unidad.
Su ausencia no opacó la euforia de los porteños Larreta y Martín Lousteau -¿explicitación de una alianza para la ciudad de Buenos Aires?-, que posaron junto a un contenido Maximiliano Pullaro, casi seguramente el próximo gobernador de Santa Fe. Los radichetas volverán a poner un hombre propio en el Ejecutivo luego de sesenta años. La última vez había sido entre 1963 y 1966, con la gobernación de Aldo Tessio en épocas de proscripción del peronismo.
llegó el bicoalicionismo
El otro gran dato político es el derrumbe del Partido Justicialista. No había mayores expectativas teniendo en cuenta el desmadre de la violencia en Rosario, la ciudad más grande y con mayor cantidad de electores; y también ante el fracaso del Frente de Todos a nivel nacional que repercute en Santa Fe, cuya zona núcleo, en el agrícola interior provincial, desprecia como pocos al kirchnerismo. Ciertas encuestas -ese discurso falso que insólitamente todavía alimenta la previa de los comicios-, le daban alguna pálida esperanza de no quedar tan lejos. Pero ni a palos. El FUCS, con Pullaro a la cabeza, obtuvo 952.441 votos (58,5%), y el PJ, en sus diferentes propuestas, muy lejos con tan solo 421.883 (25,9%). Mas del 100 por ciento de distancia. El periodista filo kirchnerista, Marcelo Lewandowski, quien llegó con el visto bueno del gobernador Perotti, será quien ponga la jeta en las elecciones generales.
La provincia que en las elecciones pasadas dividía su electorado prácticamente en tercios -Juntos por el Cambio (el PRO + radicales amarillos), Frente Progresista Cívico y Social (socialistas + radicales) y el PJ)- pasa a un biacoalicionismo tardío que acumuló casi el total de los votos a gobernador. Recordemos: en 2015, Miguel Lifchitz (fallecido en 2021 por COVID), cabeza de lista del Frente Progresista obtuvo el 31,74% de los votos, segundo fue Miguel del Sel con 31.65% por Cambiemos y tercero apareció Perotti con el 30,35%. Una división en tres casi perfecta. En 2019, esa división en tercios crujió pero mantuvo su forma: el PJ de Perotti con el logo Juntos obtuvo el 40,54%, segundo salió el Frente Progresista con el 36,32% con Antonio Bonfatti y tercero apareció Cambiemos con 19% de la mano de José Corral.
Habrá que esperar a la consagración de Pullaro para tener indicios sobre si el FUCS se mantendrá efectivamente unido o si esta alianza con fórceps fue tan solo una efectiva estrategia electoral que no tendrá su continuidad en la gestión.
En el caso del PJ, se confirma una etapa realmente sombría (sin respuestas para apaciguar la violencia y envuelta en escándalos de corrupción), que puede oscurecerse todavía más si la debacle se hace extensiva en las nacionales y Unión por la Patria aporta escasos diputados y senadores.
No es fácil, sin embargo, trasladar estos resultados a las presidenciales que ocurrirán el próximo 13 de agosto. Se trata de una provincia atravesada por una avalancha de asesinatos y balaceras en su principal centro urbano como no ocurre en otro territorio del país. Pero el peronismo nacional debe haber transpirado mientras llegaban las cifras oficiales anoche, ese momento que barre sin piedad la ficción de las encuestas.