A 552 kilómetros del Congreso, siguiendo el debate desde un pueblo del interior pampeano, también hubo magia. No están los cuerpos al lado, claro, ni las pantallas gigantes, ni el canto en coro masivo. En vez de batucadas y bailes se escuchan los grillos, el aullido del viento, alguna moto a lo lejos, pero la expectativa se sostiene y circula en las redes y en los grupos de WhatsApp. A las 3 de la madrugada, 44.709 espectadores miran en YouTube la transmisión en directo del Senado. Habla Luis Carlos Petcoff Naidenoff y Cristina vuelve a su silla para presidir el último tramo de la sesión.
Si al inicio había todavía ciertas preguntas y dudas, a esta hora de la madrugada sólo se pide la hora, referí. Los discursos del lado celeste se van pinchando, flota en el aire la idea de que en poco más de una hora se dirá que es ley. Y de un lado y el otro los ánimos responden en consecuencia.
“Hola Eli, sale ¿verdad?”, vuela un mensajito ansioso en el pico del nerviosismo nocturno. “Sí, salvo que todo sea un desastre, debería salir”, responde la ministra de las Mujeres desde algún palco del Senado. Y específica: “Salvo que un par se den vuelta a último momento”.
en sigilio ha tenido que ser
La votación en Senadores de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo se vivió como una final en la que de alguna manera no se celebraban sólo años de lucha del movimiento feminista para pelear, entre otras cosas por el aborto legal, seguro y gratuito, sino que también se vivía como hacerle un gol a un año que pegó duro con pandemia, ajuste, la muerte de Maradona y más.
Pasaron, como bien contabilizó Nancy González –que se llevó los laureles entre las mejores exposiciones de la noche–, 873 días desde aquel ahora lejano 2018 en el que se trató el proyecto pero llegó sólo hasta el senado. Y pasaron diecisiete días de la aprobación en Diputados, cuando Vilma Ibarra, autora del proyecto, en la madrugada y con la media sanción ganada dijera: “Con los senadores nunca se sabe. La única manera de garantizar que se cumplan nuestros derechos es estar en la calle”. Y se estuvo. En la calle real y en la virtual, se estuvo.
A un minuto de arrancar la sesión, el canal de YouTube de la Cámara de Senadores tenía 8502 espectadores y crecía segundo a segundo: 8716, 8808. ¿Cuándo hubo tanto público en un evento así? A las 16:06, cuando arrancó, ya eran 16047 personas mirando el canal oficial. En todo el país había ciento veinte lugares de vigilia. Desde localidades pequeñas a capitales de provincia. Desde Olavarría, en el sur bonaerense, a la Plaza de los Niños en Villa Yacanto, en Córdoba.
“No estamos difundiendo poroteos, creemos que hay que esperar al momento de la votación, pero somos optimistas”, decían temprano desde la Campaña. Pero el poroteo estuvo. Los números que circulaban sembraban la duda: se especulaba con 35 a favor, 32 en contra, 2 ausentes, 3 indecisos. ¿Desempatará Cristina?, se fantaseaba. Los nombres que concentraban la atención eran Lucila Crexell, Alberto Weretilneck, Stella Maris Olalla, Sergio Leavy y Oscar Castillo, los indefinidos.
¿lo dijo o no lo dijo?
Silencio, silencio, silencio.
–¿Senadora Olalla?
–Estamos todos esperando su discurso, senadora Olalla.
El voto de la senadora entrerriana era una de las incógnitas más grandes. Pero empezó a hablar y algunas palabras dieron cuenta de su final: “clandestinidad”, “salud pública”. Adentro. Pasó lo mismo con los otros. La elección de esos términos era la coordenada para ver para dónde rumbeaba la votación. Por la tarde en el Congreso se decía: “Lo que están diciendo acá es que estarían todos votando a favor. Hasta ahora el único voto disonante fue el de Silvina García Larraburu”. La senadora rionegrina había votado en contra en 2018 y esta vez votó a favor pese a que, como denunció temprano el periodista Santiago Rey, recibió presiones bien ampulosas: le pusieron cruces de niños muertos en su casa, y a las dos de la mañana un cura había ido con una biblia bajo el brazo para tirar agua bendita.
Antes de la medianoche el resultado estaba sobre la mesa.
“La calle acá es una rave", decían los mensajes desde el Congreso.
“Estamos a full. La plaza Independencia está llena. Quince mil personas”, decían desde Mendoza capital.
“Gélida pero hermosa vigilia, por suerte paró de llover”, contaba Daniela Liska, desde Bariloche. Y decía que aunque no habían tenido contacto con García Larraburu y se enteraban de la situación por trascendidos, habían intentado desde las organizaciones difundir flyers y hacer movida para darle apoyo porque había recibido muchas presiones.
“¿Lo dijo o no lo dijo?” era la pregunta ante cada exposición de quienes estaban como indecisos y jugaban al misterio alargando el sí o el no. Otro que había tenido presiones en la calle había sido Leavy. Pasacalles, afiches con su cara, twitteos de Amalia Granata: “¿De qué depende su duda? ¿De quien le ordene o quien le dé más? Por favor ocupe con dignidad y honor el puesto que le dio el pueblo”.
Un cambio en el texto sumó dos votos, el de la neuquina Lucila Crexell, que se abstuvo en la votación de 2018, y el del rionegrino Alberto Weretilneck que apoyó el dictamen pero pedía reformas. Con su voto, quienes rechazaban la legalización del aborto ya no podían dar vuelta la situación. A la 1:46. Oscar Castillo, de Juntos por el Cambio, que se contaba como indefinido, ya había confirmado su voto favorable. Faltaba un rato pero ya estaba el partido definido.
Dicen que Dora Barrancos, Nelly Minyersky y otras históricas cantaban en el ascensor del Congreso Tarda en llegar y al final hay recompensa. Al momento de la votación, el clima era de final de Copa del mundo, aunque enrarecida por la pandemia, que sigue: muchos senadores participaron de la sesión desde sus despachos.
Los grupos de WhatsApp ardían a la madrugada. Si las calles del Congreso explotaban, los mensajes por celular ardían con igual intensidad. La distancia de kilómetro 0 no borró la expectativa. La vigilia seguía en las 120 ciudades y en las miles de casas. ¿En estos años, cuántos grupos se armaron para darle fuerza a esta ley desde distintos ámbitos? En los barrios, en los trabajos, en distintos sectores, como periodistas, escritoras, actrices. Con diferentes intensidades y formaciones pero igual constancia para sostener en el tiempo. Algo de eso se veía en los mensajes de la madrugada. Sororas de la Paternal, por ejemplo, fue uno de esos. Reunidas en 2018 por primera vez, ayer hicieron acciones en el barrio para luego encontrarse también en la vigilia.
se hizo la ley
A las 4:05 fue la votación. Presentes: 68. Ausentes: 4. No identificados: 4. Hay quórum. 38 a favor. 29 en contra. 1 abstención. La distancia fue mayor de la prevista. El jujeño Guillermo Snopek se abstuvo (en 2018 había votado en contra) y dos de los que se esperaban votos negativos estuvieron ausentes: Adolfo Rodríguez Saá y Clara Vega. “Se convierte en ley y se gira al Ejecutivo”, dijo Cristina, 36 años después de la primera marcha para pedir aborto legal, seguro y gratuito en Argentina.
Explotó la calle en Congreso y en los puntos de vigilia, y se celebró en esos lugares dispersos. Como en este pueblo desde donde se escribe esta nota, en el que la votación pasó bastante desapercibida y la vigilia la hizo el viento que soplaba como lobo, pero donde igual a partir de ahora se gozará de la ley que establece el derecho de las personas gestantes a elegir sobre el propio cuerpo.
De nuevo de madrugada, pero esta vez con ley aprobada, los micrófonos de los periodistas apuntaron a Vilma para preguntarle si le preocupaban los palos en la rueda.
–¿Palos en la rueda? Las mujeres estamos acostumbradas a eso desde que nacemos.