Vilma Ibarra (VI) toca el timbre y pronto queda frente a un hombre joven, Edgardo Fontana, que conoce del juzgado. Es agosto de 1988. Ella tiene 28 años. “El doctor Sañudo va a retornar a Juliana con la familia Treviño”, le advierte de un tirón. Edgardo es hermano de Liliana Fontana y cuñado de Pedro Sandoval, una pareja desaparecida durante la última dictadura militar. Le pide mayores precisiones pero ella le aclara que es lo único que se sabe en el juzgado Federal de Morón, en donde trabaja como prosecretaria jefa.
Juliana es adoptada legalmente en 1978 por José Treviño y Carmen Rivarola. Una década más tarde, el matrimonio decide presentarse en Abuelas de Plaza de Mayo para saber si la niña es hija de desaparecidos. Se le efectúa la extracción de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand y el examen de histocompatibilidad (HLA) es contundente: más de un 99% de probabilidad de vínculo biológico con las familias Fontana y Sandoval. El juez de la causa, Juan María Ramos Padilla –jefe de VI– convoca a una audiencia y en un trámite exprés ordena la inmediata restitución a la familia sanguínea. Los Fontana se niegan, no quieren que semejante acontecimiento sea así de brutal, pero el juez los aprieta: “O se la llevan o la mando a un Hogar”
Los Treviño no se conforman. Sus pesquisas revelan que existen tres meses de diferencia entre la presunta fecha de nacimiento en cautiverio y la edad de Juliana. También saben que los Fontana buscaban a un varón. Ramos Padilla deja su cargo y el juez subrogante Alejandro Sañudo ordena un segundo examen de HLA que confirma lo mismo. Sin embargo, Sañudo convoca a la familia Fontana, con quien vive Juliana, y les comunica la decisión de restituirla con los Treviño a fin de respetar sus derechos adoptivos. Esa decisión es la que supo anticiparles VI. Fontana acepta pero pide que no sea por la fuerza. Es tarde: los agentes ya están sacando a la menor por los techos del juzgado de Morón.
Recién dos años después se sabrá la verdad. Dado el buen vínculo entre los Treviño y los Fontana, quienes visitan dos veces por semana a Juliana, a finales de 1989 ambas familias deciden en conjunto someterse a unos novedosos estudios de ADN en el extranjero. Los resultados son inequívocos: no hay vínculos filiales con Pedro Sandoval y Liliana Fontana.
Ana María Di Lonardo, entonces directora del BNDG, explica que efectivamente la niña compartía el árbol genético con las dos familias pero solo por un extraño azar y no por nexo biológico. El problema había sido el método científico utilizado, previo al infalible estudio del ADN que despejó las dudas existentes.
la federada
La echan en 1974. La toma del colegio Nacional de Buenos Aires tiene consecuencias drásticas. Ya muerto Juan Domingo Perón, el país entra abiertamente en una fase política represiva y las autoridades van a fondo contra el combativo cuerpo de delegados que ella integra. Pero un recurso de amparo deja sin efecto la medida. Uno de los impulsores es Aníbal Ibarra, su padre abogado, exiliado paraguayo, militante del Partido Febrerista Revolucionario, una izquierda moderada que padece las persecuciones del dictador Alfredo Stroessner. Vilma forma parte de la Federación Juvenil Comunista, cuyo responsable en el Nacional Buenos Aires es su hermano mayor Aníbal. Dos años más tarde, a pocos de iniciada la dictadura, él es expulsado definitivamente del colegio.
Aníbal rompe con la Fede en 1976; Vilma se mantiene aunque recién puede salir a la superficie cuando la represión amaina. Su participación se termina en la guerra de Malvinas porque no acuerda con el apoyo belicista del partido. En los años ochenta los Ibarra cumplen al pie de la letra el modelo paterno: se convierten en abogados y viran hacia una izquierda moderada. Aníbal ingresa al Poder Judicial y, en 1986, asume como fiscal federal, en donde impugna la constitucionalidad de los indultos. Su ascendente carrera le permite influir para que Vilma ingrese en la justicia penal porteña.
En 1990 Aníbal es convocado por Carlos “Chacho” Álvarez y Juan Pablo Cafiero para que se sume a la filas del Frente para la Democracia y la Justicia Social (Fredejuso). Vilma tiene su propio estudio jurídico y participa también de esa tercera vía que impulsan los desencantados de la reconversión neoliberal del peronismo liderada por Carlos Menem. Allí conoce a Chacho Álvarez, una figura clave para su futuro político. Su hermano entra como legislador porteño en 1991 y ella se convierte en la apoderada legal del naciente Frente Grande. Todo empieza a precipitarse y de la mejor manera.
raras siglas nuevas
La arremetida es furibunda. El Pacto de Olivos sellado por Menem y Alfonsín abre una oportunidad. Los Frentistas denuncian el acuerdo, critican a la clase política, la tildan de corporativa y reclaman una nueva institucionalidad, más moderna y progresista. Se presentan a los comicios para elegir congresales en la Convención Constituyente de 1994 y meten un batacazo: terceros (13%), muy cerca del radicalismo (19,74%). VI se suma como asesora jurídica a los 31 congresales del Frente. Está en su salsa: el análisis jurídico de alta gama, con la reforma de la Constitución Nacional como momento culmine.
Un año después Menem logra la reelección con holgura. Para esa contienda nace el Frente País Solidario, otra sigla más del laboratorio de los desencantados. La fórmula encabezada por Octavio Bordón y Chacho Álvarez ahora sí fisura el bipartidismo. Sale segunda, trece puntos arriba de los radicales. En 1996, VI es convocada como Prosecretaria Parlamentaria del Frepaso en Diputados. El país está a las puertas de una recesión infernal y los Frentistas hunden las patas en la realpolitik sin sonrojarse: acuerdan con el mismo radicalismo del Pacto de Olivos. Nace la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, otra sigla jeroglífica y sin metáfora.
En 1997, Graciela Fernández Meijide, una de las líderes del espacio, le gana a Chiche Duhalde en las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires. Para los comicios nacionales de 1999 los principales Frentistas quieren a Chacho como candidato a jefe de Gobierno. “No puedo, la Alianza no tiene una institucionalidad mínima para que no se rompa, si ganamos tenemos que estar los dos jefes políticos juntos en la fórmula”, les responde y se ubica como segundo del conservador Fernando De la Rúa. Meijide va como candidata en Buenos Aires y Aníbal Ibarra como jefe de Gobierno. Sale casi todo bien: ganan las presidenciales, pierden la provincia de Buenos Aires y triunfan al año siguiente en ciudad de Buenos Aires (CABA).
los servicios
El presagio de Chacho no se cumple: la Alianza implosiona rápido, el piso se fisura y traza el mapa del desastre por venir. Vilma asume en diciembre de 1999 como prosecretaria de Coordinación Institucional en Senadores. En los hechos es la secretaria legal y técnica del vicepresidente. Desde su posición maldice los ataques de oficialistas y opositores contra Chacho Álvarez; los vincula con los intentos por bajar los gastos que ella misma negocia sin suerte con cada uno de los senadores. Está convencida de que para revertir la impúdica cultura institucional heredada del menemismo hay que poner límites a los privilegios de la casta política.
El gobierno envía en enero de 2000 un proyecto de ley para una nueva flexibilización de los derechos de los trabajadores. Es el principio del fin. La CGT de Daer apoya pero Hugo Moyano explota cuando se aprueba: “Cuando yo le dije al ministro de Trabajo Flamarique que en el senado había mayoría peronista y que la ley no iba a pasar, él me dijo: para los senadores tengo la Banelco”. Alberto Flamarique es de extrema cercanía con Chacho Álvarez. Pero el golpe decisivo lo ejecuta Antonio Cafiero desde el Senado cuando abre una investigación y después declara en la justicia: “En las coimas están involucrados tres compañeros de mi bancada y un senador radical”. Vilma responde a Chacho Álvarez, quien está convencido de la veracidad de la denuncias.
Ese mismo año VI acompaña la candidatura a jefe de gobierno de su hermano en la lista de legisladores porteños. No tiene privilegios, ocupa el lugar quince. El triunfo es arrasador (49,5%), pero días antes de la asunción sufre un golpe artero: Buenos Aires amanece empapelado con la tapa de una revista en cuyo centro se destaca un Chacho Álvarez personificado como James Bond, a la derecha su esposa y funcionaria Liliana Chiernajowsky, y a la izquierda –con un vestido rojo sensual– Vilma. El mensaje es claro. Chacho Bond titula La Primera de la semana, un pasquín del empresario Daniel Hadad. Vilma queda devastada, es uno de los momentos más traumáticos de su vida. Nunca olvidará semejante ataque misógino. Chacho filtra en la prensa que la operación se cocinó en la SIDE que dirige Fernando de Santibañes, la misma cueva desde donde salieron los fondos para aprobar la reforma laboral. La decadencia institucional se empasta con el ajuste económico perpetuo.
El 6 de octubre de 2000 Chacho Álvarez presenta la renuncia a la vicepresidencia. Vilma lo considera (hasta hoy) un verdadero gesto ético y sentencia que la Alianza pasa a estado vegetativo. “En realidad Chacho nunca se bancó el poder”, la contradice la exfrepasista Diana Conti.
ser o no ser
VI cultiva desde siempre un bajo perfil, pero avanza. En 2001 integra la lista de Senadores debajo de Rodolfo Terragno, reciente ganador de las internas contra el delarruismo. “A veces las mujeres contamos con la desventaja de tener que explicar si somos esposas y hermanas de”, responde cuando le preguntan si fue decisión de su hermano; luego critica duramente el ingreso de Domingo Cavallo en Economía y afirma que no se siente parte del oficialismo a pesar de estar en la lista del Alianza. “Tenemos que lograr articular con sectores progresistas del peronismo como el que encarna Néstor Kirchner”, agrega en su despacho con los cuadros de Perón y Evita colgados en homenaje a su madre, la única peronista de la familia.
En julio de aquel 2001, Alberto Fernández reúne a los Ibarra con Cristina Fernández. “¿Así que vos sos la hermana de Aníbal?”, le pregunta Cristina. No es el mejor comienzo, pero Vilma calla. Alberto va al grano y propone que el ibarrismo se una a Néstor Kirchner y apoye una posible candidatura de Cristina como senadora por CABA. Aníbal elogia la propuesta pero se niega a dinamitar los restos de la Alianza.
Cuando asume en el Senado, VI deja en claro su desapego con las estructuras partidarias y arma un monobloque. Ese 10 de diciembre el peronismo, que es nueva mayoría, pretende imponer a Ramón Puerta como presidente de esa Cámara para que quede primero en una línea sucesoria vacante tras la renuncia de Chacho Álvarez. El oficialismo denuncia un golpe institucional y confirma que no dará quórum. Pero ella no acata. Antes de bajar al recinto vomita, está mareada, pero se sienta en su banca y argumenta su voto en contra mientras la abuchean.
El 19 de diciembre se desatan las luchas callejeras que ponen punto final al gobierno de De la Rúa. Ramón Puerta asume la presidencia provisional pero dura un rato, lo mismo que Eduardo Camaño y Adolfo Rodríguez Saá. Recién aparece cierta calma cuando el peronismo postula a Eduardo Duhalde. VI toma la palabra en esa sesión histórica, ahora sí parece comprender la verdadera magnitud de la tragedia que causó la Alianza: “Creo que ante esta situación el nuevo presidente tiene que ser propuesto por el justicialismo que tiene la mayoría parlamentaria. (…) Pero sería necesario (…) saber qué va a hacer frente a la emergencia y qué va a hacer durante su mandato. Con esta reserva voy a apoyar la nominación hecha”.
otra vez diciembre
Es un año bisagra. VI presenta, en 2004, un proyecto de ley para despenalizar el aborto en caso de embarazos provenientes de un abuso sexual o cuando se haya diagnosticado la “inviabilidad de la vida intrauterina del feto”. Hasta entonces la ley autoriza la interrupción en esos casos pero solo para “una mujer idiota o demente”. Así empieza su más trascendental ciclo político: la lucha por la ampliación de derechos civiles para las mujeres y para la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales, queer y asexuales (LGBTIQA+). El proyecto queda en la nada, pero marca un rumbo. En 2012 la Corte Suprema de Justicia emitirá un fallo en la misma dirección que su proyecto.
Aníbal Ibarra transita su segundo mandato después del agónico triunfo frente a Mauricio Macri. En 2004 la lucha callejera se apaga al calor de una economía que resucita. Pero otra vez diciembre. El 30 por la noche, mientras toca la banda de rock Callejeros frente a 2800 jóvenes en República de Cromañón, un boliche precario completamente excedido, lanzan desde el público bengalas que encienden la media sombra que recubre el techo –de toxicidad mortal; la puerta de emergencia cerrada adrede termina de sellar el desastre. Los jóvenes caen desplomados cuando respiran el cianuro de hidrógeno y el dióxido de carbono. El saldo es la mayor tragedia no natural de nuestra historia: 195 muertos y 1500 heridos. Aníbal Ibarra no asiste esa madrugada al boliche ni se pronuncia los días posteriores.
Si una represión salvaje fue el epílogo catastrófico de la Alianza, la desidia y la corrupción endémica en Cromañón barren con el último refugio de esa tercera vía socialdemócrata iniciada en 1991 por Chacho Álvarez. La carrera política de Aníbal Ibarra acaba de terminarse. Pero Vilma intentará evitarlo.
Se organizan marchas masivas para responsabilizar al jefe de Gobierno y al dueño del boliche Omar Chabán. En su primera declaración Ibarra admite que “no caben las justificaciones. Necesitamos nuevos consensos a partir de la tragedia”. Vilma queda pronto en el ojo de la tormenta cuando se conoce su estrecha amistad con Fabiana Fiszbin, la subsecretaria de Control Comunal. “VI es la jefa política de los inspectores del Gobierno de CABA. En el sistema de loteo con que se manejaba la gestión de Ibarra, todo esa área esta constituida por militantes y dirigentes políticos de su espacio político”, denuncia el legislador Milcíades Pena. Una acusación similar realizan los familiares de las víctimas. Vilma niega haber designado a Fiszbin y contar con un aparato político propio. Los familiares más expuestos denuncian que, desde la Jefatura de Gabinete de Alberto Fernández, por ese entonces pareja de Vilma, se organizan ataques mediáticos acusándolos “de golpistas, antidemocráticos y macristas”.
La oposición impulsa el juicio político. El kirchnerismo ejerce una defensa tibia. Al cierre de 2005 se aprueba la suspensión de Ibarra y se pone fecha para juzgarlo. “No voy a renunciar”, advierte el ex fiscal. Ahora sí Vilma sale a enfrentar con furia al macrismo: “No hablo de un golpe de Estado con fusiles. Pero le quiero decir que la historia de Macri habla de esto, no de grandes vocaciones democráticas”; y embiste contra el abogado José Iglesias, cuyo hijo murió en Cromañón: “Es un difamador profesional; viene de una historia negrísima. Fue apoderado de empresas off shore y está procesado e investigado por el vaciamiento del Banco Mayo. No hace otra cosa que hablar de Ibarra porque necesita un deudor solvente. Vienen por la plata de los contribuyentes”. Iglesias le responde: “Yo era el personaje a voltear porque representaba al mayor número de querellantes y como es natural en estos casos a uno no lo voltean con argumentos sino inventándole cosas del pasado”.
El 7 de marzo de 2006 la Sala Juzgadora destituye a Aníbal Ibarra. Cinco meses más tarde la justicia lo exime de cualquier responsabilidad penal. Los funcionarios del área de inspecciones, Fabiana Fiszbin, Ana María Fernández, y Gustavo Torres son condenados a prisión.
sí, quiero
VI porta un feminismo silvestre y visceral, forjado a contramano de una familia con una estricta división sexual del trabajo: la madre es ama de casa y el padre el responsable económico exclusivo. No integra organizaciones de mujeres. Su militancia se concentra en la discusión jurídica y en la laboriosa escritura de leyes en el parlamento. En ese entramado normativo se concentra para ella la verdad política.
En 2006 da un paso inédito en la historia del Senado: presenta un proyecto integral de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Pero la iniciativa corre la misma suerte que otras y naufraga.
Un año después el Frente para la Victoria (FPV) anuncia la candidatura presidencial de Cristina Fernández. Néstor Kirchner le propone a Vilma ser segunda en la lista de diputados. Pero la campaña pronto la deprime: detesta el lacónico “Cristina, Cobos y vos” y las acciones en CABA directamente la sacan de quicio, no concibe que solo se le hable a los convencidos. Entonces patea el tablero. El 17 de octubre de 2007, día de la lealtad, a días de los comicios, presenta en el Senado un proyecto de matrimonio igualitario. Cuenta con el aval de las organizaciones de la diversidad sexual, con quienes inicia una relación política muy intensa, pero el FPV se entera por la prensa. Es un escándalo. Un ruido disonante para una campaña planchada. “Néstor y Cristina creen que se los oculté en complicidad con vos, y no puedo convencerlos de lo contrario”, le recrimina Alberto Fernández, todavía jefe de Gabinete. No es la primera vez que le traslada el fastidio de Cristina contra ella.
A Vilma ese intento por disciplinarla la indigna. Y no retrocede: asume como diputada y vuelve a presentarlo. Allí reposa una iniciativa similar presentada, en 2005, por Eduardo Di Pollina y, en 2007, por su compañera socialista Silvia Augsburger. En 2009 el kirchnerismo sufre un fuerte revés electoral y Vilma teme que en diciembre la oposición la corra de la presidencia de la Comisión de Legislación General; se suma que Augsburger a fin de año deja la Cámara. Las dos mujeres acuerdan en avanzar a fondo con ambos proyectos. En octubre dan un paso decisivo, logran que se debata por primera vez en Argentina la modificación de la Ley de Matrimonio Civil. Vilma declara que “si el gobierno no juega en contra, el matrimonio gay sale”. Pero el oficialismo se retira de la Comisión. Hay una nueva oportunidad y el kirchnerismo vuelve a borrarse.
En medio de la decepción, una jueza porteña aprueba la solicitud de casamiento de dos militantes de la Federación Argentina de LGBT (FALGBT). Pero el día de la boda un fallo de la justicia nacional detiene todo. VI no puede creerlo. La solución llega desde Tierra del Fuego, cuando la gobernadora Fabiana Ríos autoriza que el casamiento se realice allí. Los amparos judiciales pronto se multiplican, lo mismo que los apoyos sociales a la ley. Una encuesta nacional revela un 70% de aprobación ciudadana. La FALGBT opera sobre los legisladores y los medios, al igual que Vilma y Augsburger. Recién en diciembre de aquel 2009 la presidenta de la Nación le da el visto bueno. Antes, Vilma convence a la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), de histórico rechazo a la institución matrimonial, para que apoye. El camino está allanado.
En 2010 ella misma inaugura el tratamiento en la Comisión de Legislación General que preside y logra el dictamen. El 5 de mayo el despacho de VI y diputados afines se convierten en centros de operaciones de la FALGBT y la CHA. La aprobación se logra muy tarde en la madrugada. El país es otro, es mejor. Pero las organizaciones de la diversidad sexual van por más. Vilma cumple con su compromiso antes de finalizar el mandato e impulsa el proyecto de Ley de Identidad de Género. Su aprobación en diciembre de 2011 compromete al Estado a reconocer a las personas a partir de la identidad autopercibida, a emitir un DNI acorde con esa percepción e insta a que los tratamientos médicos de adecuación física sean reconocidos por las obras sociales.
vilma versus vilma
En 2011 queda excluida de cualquier lista oficialista en las elecciones nacionales. Los motivos son claros: sus posiciones críticas en los últimos años y la relación amorosa con Alberto Fernández, el desterrado. VI decide alejarse de la política. Pero no es fácil volver al llano. La oportunidad llega en la Corporación América de Eduardo Eurnekian. Se suma a un área menor, con un salario estándar. Tampoco tiene mayores desafíos para una mujer acostumbrada al frenesí del parlamento. Solo con el tiempo comienza a asumir responsabilidades de mayor envergadura, lo que le requiere viajar y capacitarse en derecho administrativo y laboral. Pronto participa en reuniones de alto rango para cerrar convenios y contratos multimillonarios. Se la ve activa, recuperada del desgaste de la política. Eurnekian valora su solidez y honestidad, al punto de convertirla en su mano derecha jurídica.
Recién en mayo de 2015, VI sale del ostracismo político con un libro. La protagonista es Cristina Fernández de Kirchner, esa figura que admira pero con quien siempre han tenido recelos mutuos. El libro, Cristina versus Cristina. El ocaso del relato, se suma a los cientos de voluminosas publicaciones que se editan con títulos similares. Su método es riguroso, incluso obsesivo. Hay un verdadero trabajo de fuentes, lecturas minuciosas de versiones taquigráficas en el parlamento, un perspicaz análisis discursivo, pero las conclusiones no son novedosas: Cristina construye un relato de sí misma que no coincide con lo hecho en el pasado. Señala el acompañamiento al menemismo en los noventa y su posterior condena lapidaria, las contradicciones en torno a YPF, su doble vara para juzgar casos de corrupción, la barbarie en el Indec, su rechazo al aborto, su indiferencia y posterior intento de apropiación de la ley de matrimonio igualitario, su visión de la Justicia antes y después de ser presidenta. “Lo obsceno no es el pasado sino la manipulación de ese pasado y la actitud épica y beligerante del presente como si lo sucedido años antes no hubiera existido”, escribe. El libro así como deconstruye con eficacia un relato, en simultáneo inflama esa otra gran novela que escriben las voces más opositoras.
Sin embargo no escribe con la pretensión de volver a la política, más bien lo contrario. Parece una despedida. Tiene fobia por la rosca y el cinismo, siente que su momento político ya pasó. Pero un sábado como cualquiera de 2019 se entera de que Alberto Fernández –su expareja– será el candidato a presidente junto a Cristina. Y todo transcurre demasiado rápido. La fórmula Fernández-Fernández demuele a Mauricio Macri en las primarias y Alberto la convoca: “Tenés que venir conmigo al gobierno”. Ella lo felicita pero rechaza el ofrecimiento. Recién cuando el presidente electo le ofrece formalmente la Secretaría Legal y Técnica, ella acepta. “Yo soy una enamorada de las leyes”, declara a poco de asumida. Nadie, ni siquiera sus más severos críticos, dudan de su solidez jurídica parlamentaria y capacidad de trabajo. “Es el cargo perfecto para ella, coherente con su trayectoria jurídica y su perfil político”, resume un exministro de Néstor Kirchner.
Los movimientos de mujeres saben que se abre una oportunidad única en el Palacio. “Está listo el proyecto de legalización del aborto”, asegura VI a la espera de transformarlo pronto en una histórica verdad jurídica.