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avellutor, el destructor
Radiografía detallada de la gestión de Pablo Avelluto al frente de la Secretaría de Cultura (antes Ministerio) de la Nación: cuatro años en los que la inversión estatal disminuyó, los cines, teatros y espectáculos musicales perdieron gran parte de su público e incrementaron sus costos, mientras la industria editorial arribó a una de las crisis más grandes de su historia. Repudiado por propios y ajenos, el legado de uno de los más inspirados pioneros del “mejor equipo de los últimos cincuenta años” deja mucho que desear.
Ilustraciones: Panchopepe
25 de Noviembre de 2019

 

Si el macrismo fuera un virus, Pablo Avelluto sería una de sus cepas más puras, gestada desde las tertulias electorales del “Grupo Manifiesto”, donde junto al futuro Secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura de Argentina, Iván Petrella, y a Hernán Iglesias, futuro Coordinador de Políticas Públicas de la Jefatura de Gabinete, difundían entre curiosos y oportunistas las ideas del todavía candidato a la presidencia Mauricio Macri.

Cuatro años mas tarde, y ya en plan de retirada del Estado, Avelluto fue uno de los primeros macristas en intentar una precoz enjuagada pública de su imagen, para pegar el salto cualitativo de funcionario olvidable a cuadro político e ideólogo. A horas del cese de sus funciones, Avelluto incluso se adjudica ser el autor intelectual de la campaña presidencial que Juntos por el Cambio llevó adelante después de las PASO, y que le permitió a Macri reducir la distancia que lo separaba de Alberto Fernández. “Ahora, también creo que algo de eso se quebró en el último tramo de la campaña electoral, donde algo de esa épica, de esa narrativa ligada a los valores constitucionales, a las libertades públicas, emergió”, dice el todavía Secretario, en línea con el pensamiento del filósofo oficialista Alejandro Rozitchner (que habla de una “rebelión de los mansos”), luego de lamentarse por la escasa aceptación del macrismo entre los jóvenes.

Pero más allá de la melancolía teñida de amarillo, lo que queda al medir una gestión son los números. Y según los datos oficiales publicados en el último reporte sobre la “coyuntura cultural” en octubre de 2019 por el Sistema de Información Cultural de la Argentina, durante el año 2018 “los sectores culturales mostraron una evolución heterogénea”. Una forma diplomática de describir el desastre.

En términos reales el presupuesto de lo que supo ser un Ministerio y el macrismo degradó al estatuto de Secretaría, es alrededor de un 60% menos que en 2015.

 

los números de la gestión

Lo más favorable que pueden decir los analistas de la Secretaría para despedir a Avelluto es que, al dividir la cultura en categorías mensurables como cine, libros, diarios, revistas, música, internet, teatro y televisión, “se mantienen los consumos audiovisuales realizados en el hogar”; pero lo que irremediablemente se derrumba es la cantidad de “espectadores de teatro, música en vivo y cine, además de la cantidad de libros impresos”. Es decir, las áreas en las que las políticas públicas deberían marcar una diferencia.

El caso más emblemático para entender lo que representó el macrismo en las industrias culturales probablemente sea el número de espectadores de cine registrados durante 2018. Tratándose de un gobierno que tuvo entre sus publicistas al ganador del Oscar Juan José Campanella, el dato resulta casi una ironía: aunque “la venta de entradas creció un 13,47% en relación a 2017, alcanzando una cifra récord de 5491 millones de pesos”, como indica el informe de la Secretaría, en realidad el número real de espectadores cayó 6% en relación al año previo, “y si se considera que según el Índice de Precios al Consumidor la inflación acumulada de 2018 fue del 48%, la recaudación real cayó un 15% y el precio promedio de las entradas pasó de 98 a 118 pesos”.

En terrenos como el teatro, la caída fue de un 8% de los espectadores en el circuito comercial y público en relación con el año 2017, aunque si tomamos los espectadores sólo del teatro comercial el descenso es del 15%. Sin datos oficiales respecto al teatro independiente, la prueba de que las cosas tampoco marchan bien ahí se refleja en el estrangulamiento de la escena, dañada por el incremento de las tarifas para mantener abierta una sala y la recesión con inflación que complica pagar una entrada.

Casi cualquier repaso por los números de la gestión Avelluto varían entre lo malo y lo pésimo. En términos reales el presupuesto de lo que supo ser un Ministerio y el macrismo degradó al estatuto de Secretaría, es alrededor de un 60% menos que en 2015. Mientras que en relación con el mismo año la partida del Teatro Nacional Cervantes es un 30% menor, el de la Biblioteca Nacional alrededor de un 50% menos y el del Instituto Nacional del Teatro un 30% inferior. El único organismo bajo la esfera de poder de Avelluto que sí tuvo un crecimiento presupuestario real, explican en la Secretaría, fue el Fondo Nacional de las Artes, dedicado a las becas y subsidios; sin embargo también se le impuso el financiamiento de programas dependientes de la administración central, violando su autarquía y contribuyendo a un eventual vaciamiento. La intervención provocó el despido abrupto de Carolina Biquard, su presidenta hasta diciembre del año pasado, al negarse a ceder 19 millones de pesos del presupuesto para la Secretaría.

Otro conflicto fue la presencia argentina en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO), por la que en marzo de 2017 Avelluto quedó imputado por irregularidades en las contrataciones (en torno a los 3 millones de euros) para un evento que, según dijo el funcionario en su defensa, tuvo como “gran impulsora” a la primera dama Juliana Awada, en virtud de “su relación de muchos años con el mundo de las galerías”. Acusado por defraudación contra la administración pública y negociaciones incompatibles, se sospecha que Avelluto, interesado en estimular “una nueva mirada sobre nuestro país” en Madrid, habría beneficiado en la selección de artistas argentinos “exportables” a María Calcaterra, una de las sobrinas de Mauricio Macri e hija de Ángelo, y al Secretario Legal y Técnico Pablo Clusellas, a través de la contratación directa de los servicios de su primo Mariano para la organización del stand argentino. Entretanto, está por resolverse todavía qué fue lo que hizo la mujer de Avelluto, la directora de cine documental y fugaz asesora ministerial Carolina Azzi, cuando confiscó sin ninguna autorización legal los equipos de trabajo del Centro de Producción e Investigación Audiovisual en enero de 2016, tal como muestra con filmaciones del episodio el documental Los ñoquis.

La lista de fracasos es extensa e incluye desde la privatización parcial de las muestras en el Museo Nacional de Bellas Artes y la desarticulación de diversos coros hasta la desaparición de programas culturales.

 

alienación y vida cotidiana

Orgulloso de su coraje para despedir, forzar jubilaciones y precipitar el retiro de unos 1600 trabajadores del por entonces Ministerio de Cultura, el día a día bajo la dirección de Avelluto deja varias instantáneas instructivas. Por ejemplo, con la excusa de permitir el ingreso a la Argentina de “conocimiento” se abrían las puertas a la importación indiscriminada de libros, libelos y folletos, lo cual contribuyó a afianzar una caída de alrededor del 50% en la edición de libros entre 2015 y 2019.

Sin embargo, los despidos, las jubilaciones y los retiros implementados de manera forzosa no parecen reflejarse necesariamente en una mayor eficiencia. La distribución actual del empleo dentro de la Secretaría supone un uso discrecional de las Unidades Retributivas, mediante las cuales el Estado fija los pagos complementarios de los salarios. Concentrando en su favor los cargos jerárquicos, de por sí mejor remunerados que el promedio –alrededor de unos veinte mil pesos, dicen los trabajadores–, el uso de estas Unidades Retributivas les permitió a muchos de los nuevos funcionarios macristas reconvertir lo que, hasta la gestión previa, se utilizaba para compensar los salarios de los trabajadores en una herramienta de mejoramiento salarial propio.

En medio de estos vaivenes, la gestión continuó sin pausa su propio proceso de degradación. La lista de fracasos es extensa e incluye desde la privatización parcial de las muestras en el Museo Nacional de Bellas Artes y la desarticulación de diversos coros (como el Polifónico para Ciegos, sin recursos para las partituras en Braille), hasta la desaparición de programas culturales. Entre los más notables, sirve tener en cuenta que el concurso federal de bandas juveniles “Maravillosa Música” intentó ser reemplazado por el programa “Vamos las Bandas”, aunque fue “completamente desfinanciado”, según los trabajadores de la Secretaría, mientras que el “Festival para Todos”, destinado a incentivar actividades musicales en todo el país, en su nueva versión macrista “Festejar”, redujo su apoyo año a año, hasta que en su edición de 2019 se involucró con menos de cincuenta fiestas populares en todo el país.

Al mismo tiempo, los despidos y las reducciones de presupuesto afectaron, entre otras, al área dedicada a los programas de Acceso Igualitario y Promoción de los Derechos Culturales, que incluía el programa “Lenguas Originarias”, a la vez que el Fondo Argentino de Desarrollo Cultural, destinado al subsidio de artistas y gestores culturales, redujo su presupuesto hasta ser trasladado a la órbita del Fondo Nacional de las Artes. Por su lado, el Mercado de Industrias Creativas Argentinas (MICA) también redujo el número de inscriptos a una cuarta parte de lo que era en 2015, y no tuvo ningún incremento en su presupuesto.

libros y bibliotecas

Las cifras del derrumbe en la industria editorial argentina son impactantes. Según la Cámara del Libro, las caídas en las ventas representaron un 10%, 8% y 12% en 2016, 2017 y 2018, respectivamente. Es de esperarse que los números sean aún más desalentadores el año en curso. En el mismo período, según datos de la propia Cámara, la ocupación en la cadena de valor cayó un 20% en lo que respecta al empleo directo en el sector editorial y un 15% en cuanto al empleo indirecto generado por esta actividad. En el sector librero, el empleo registra una caída del 15%. Según la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines, en el sector gráfico se perdieron 5000 empleos entre 2016 y 2018.

Este panorama es reconocido por el propio Avelluto, que acusa a la industria de ser excesivamente dependiente de las compras del Estado. “Entonces, cuando el Estado dejó de tener plata para comprar libros, la industria crujió mucho”, dijo en la conversación publicada por Infobae. Se refiere a las compras de libros realizadas por el Ministerio de Educación, que quedan fuera de su área de influencia. Pero también, presumiblemente, al programa de compra centralizada de libros que llevó adelante la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) hasta 2015, y que fue discontinuado durante su gestión. El organismo estatal designaba un Comité que realizaba postulaciones temáticas cada año, los editores presentaban una propuesta y, si el material era seleccionado, el Estado compraba una tirada de alrededor de 1200 ejemplares por libro, con el 50% de descuento, que les llegaban a las bibliotecas. “Para una editorial chica, era una venta que marcaba la diferencia”, asegura una fuente en la industria del libro. “La última vez que se hizo fue en 2015”.

El Programa Libro%, por su parte, se lleva adelante desde el año 2008 y no fue discontinuado. Consiste en un subsidio para que los bibliotecarios viajen a Buenos Aires durante unas jornadas destinadas especialmente a ellos en la Feria del Libro y puedan adquirir material bibliográfico a precios especiales. De esta manera, quienes mejor conocen los intereses de los lectores, eligen los títulos que van a parar a los estantes de las bibliotecas. Ese programa se mantuvo a lo largo de los años, pero el monto del subsidio nunca empató a la inflación, de manera que se fue desfinanciando con el tiempo. Así, con el dinero que en 2015 se compraban 350 libros, en 2019 se compraron 70.

La apertura de las importaciones de libros no constituyó, según los testimonios consultados para esta nota, un factor relevante para la caída de las ventas. Las restricciones a las importaciones se habían impuesto en 2010, cuando la industria española invadía de libros a bajo precio las librerías argentinas. La situación en 2016 era otra, las tiradas españolas se redujeron y el poder adquisitivo de los compradores argentinos también disminuyó, así que el libro importado se transformó en un consumo de lujo, ocasional, que no constituyó una competencia desleal para las ediciones nacionales. Y a partir de la devaluación de 2018, su presencia se volvió irrelevante.

Cabe preguntarse si la Secretaría de Cultura contribuyó con alguna medida de fomento a la industria del libro. Los empresarios del sector no recuerdan ninguna, mientras que desde el punto de vista del mercado editorial la sensación es la de “desamparo” . Todavía resuena en los oídos de los editores el consejo de Avelluto durante la apertura de una de las Ferias del Libro: “Reconviértanse”. Sin embargo “es muy complicado el nivel de reconversión que pidieron”, reflexiona un representante del sector: “En 2016 y 2017 el mensaje que bajaba era ‘importen libros’; nos decían: ‘Háganlos en China, tráiganlos de España’. Pero en 2018 y 2019, después de las devaluaciones, el mensaje cambió a ‘exporten libros’. Esa inconsistencia no es un reclamo exclusivo a la Secretaría de Cultura, sino a la política económica general del gobierno de Mauricio Macri. Pero la gestión de Avelluto no contribuyó en nada a resolver los problemas, directamente no apareció”.

Todavía resuena en los oídos de los editores el consejo de Avelluto: “Reconviértanse”. En 2016 y 2017 el mensaje que bajaba era "importen libros’" pero para 2018 y 2019, después de las devaluaciones, el mensaje cambió a "exporten libros". Las caídas en las ventas del sector representaron un 10%, 8% y 12% en 2016, 2017 y 2018, respectivamente.

 

lo dicho y lo hecho

Como entre los viejos burócratas de la última Unión Soviética, el ego de Avelluto no parece medirse por los resultados de su gestión sino por la multiplicación de retratos de su figura. Importa más lo que se dice, lo que se publica, que aquello que se hace. Desde agosto de 2017, con la renuncia de Enrique Avogadro, señalado como su “segundo”, Avelluto se transformó en la cabeza indiscutida del Ministerio, luego Secretaría. Los rumores hablaban de una mala relación entre ambos. “Cuando ves que no estás pudiendo lograr determinados propósitos de gestión, lo mejor es dar un paso al costado", declaró entonces Avogadro, hoy Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.

A lo largo de estos cuatro años, Avelluto se multiplicó en notas y entrevistas. En una de ellas, que reproduce una conferencia en el Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefaradí, hizo un pormenorizado repaso por las raíces de su abolengo: “El nivel de prejuicio entre nosotros es muy alto. Y no hablo de prejuicio político solamente. Prejuicio cultural, prejuicio intelectual. Y la verdad es que si hay algo que a mí desde chiquito me entusiasmó es el desmantelamiento de los prejuicios”, señala en otra entrevista para el sitio web de la Casa Rosada.

Es un discurso repetido: para defenderse de las críticas, Avelluto suele enumerar logros que considera indiscutibles. En el reciente balance publicado por Infobae cierra con “diez logros de gestión” enviados directamente por la Secretaría de Cultura. Uno de ellos sostiene: “Se saldó una demanda histórica del sector que es la devolución del IVA para la industria editorial. Con esta medida las empresas editoriales y gráficas pueden solicitar la devolución del IVA en los insumos como el papel, la impresión, la tinta y otros costos de producción”.

Pero la realidad suele ser distinta de lo que aparece en la letra: aquellos que se encuentren inscriptos en el IVA pueden tomar el beneficio casi inmediatamente. El problema, según las fuentes del sector, es que la mayoría de los editores son exentos de IVA porque el libro no tributa ese impuesto. Esta medida hubiera permitido recuperar el importe que se paga, por ejemplo, en el IVA del papel. Lamentablemente, siempre hay un “pero”: el aplicativo que desarrolló la AFIP para exentos es de aplicación imposible y su uso está condicionado por una interminable y engorrosa cantidad de trámites. La medida es correcta pero, hasta que no se subsanen esos problemas, quedará en el limbo de las buenas intenciones, o de las malas intenciones que se hacen pasar por buenas. La solución deberá resolverse en el futuro, y esa es una franja de tiempo en la que ni sus máximos colaboradores en la Secretaría de Cultura de la Nación esperan volver a saber de Pablo Avelluto.

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