Antes de protagonizar una eventual guerra mundial, la energía nuclear estaba en boca de políticos y tecnólogos de los Estados Unidos por otras razones: su potencialidad para alimentar data centers de inteligencia artificial (IA), que cada vez demandan más energía. A fines del año pasado, mientras los trabajadores del sector nuclear argentino protestaban por sus salarios de pobreza, el presidente Javier Milei anunció que nuestro país estaría a la vanguardia del desarrollo atómico mundial. El proyecto de Milei incluye un nuevo tipo de reactor y una llamada “Ciudad Nuclear” en la Patagonia. Quien se presenta como el cerebro detrás de este pretencioso Plan es Demian Reidel, que el lunes 21 renunció a su puesto como jefe del Consejo de Asesores del Presidente.
“La IA impulsará un crecimiento exponencial de la demanda energética. No la tenemos; no hay forma de abastecerla —dijo a crisis Reidel—. Lo que sucederá en el sector nuclear es tan importante estratégicamente que puede poner a la Argentina a la vanguardia de esta revolución energética mundial”. Físico del Balseiro y exfuncionario de Federico Sturzenegger en sus tiempos de banquero central del macrismo, Reidel era un desconocido para el sector nuclear argentino, bien asentado antes de la llegada de los libertarios a la Rosada. Aun así, a fines de 2024 el gobierno creó un organismo a su medida, el Consejo Nuclear Argentino, a cargo del megaplan. Reidel lo preside. La administración también le entregó la presidencia de Nucleoeléctrica Argentina S.A., NASA, la empresa estatal que administra las centrales nucleares del país. La compañía está en la lista de “sujetas a privatización” de la Ley Bases.
A pesar de que haber perdido su silla en el fantasmal Consejo de Asesores, la influencia de Reidel se extiende. Pero también lo hacen las dudas sobre su audaz plan, ideado con los recortes en el sector como telón de fondo. ¿Se trata de otra bomba de humo o de una nueva estrategia para poner las capacidades estatales al servicio de empresas extranjeras?
motosierra nuclear
Brasil, México y la Argentina son los únicos países latinoamericanos que poseen plantas nucleares para producción de energía. Concretamente, en nuestro territorio hay tres centrales: Atucha I, puesta en marcha en 1974 durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón; Embalse, que inició actividades diez años después con Raúl Alfonsín como primer mandatario; y Atucha II, que brinda energía desde 2014 cuando Cristina Fernández de Kirchner promediaba su segundo mandato. Las Atucha están ubicadas en un complejo en la localidad bonaerense de Lima, Partido de Zárate, a 120 kilómetros de la capital, mientras que Embalse se ubica en Río Tercero, Córdoba. Casi un 6% de la energía nacional se produce en estas tres centrales, que son administradas por NASA.
Hubo planes para construir una cuarta: en febrero de 2022, los gobiernos nacional y bonaerense, más NASA, firmaron un acuerdo con el presidente de la Corporación Nuclear Nacional China (CNNC), Yu Jianfeng, para que diseñara y construyera Atucha III, con una potencia eléctrica bruta de 1200 megavatios (MW). Sin embargo, después de varias idas y vueltas, el gobierno libertario la detuvo. “Íbamos a hacer Atucha III. Había un proyecto con los chinos. Teníamos la opción de hacerlo. No vamos a ejercer esa opción”, dijo Reidel este año.
Para Diego Hurtado, físico y exvicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el gobierno cedió ante las “históricas presiones de Estados Unidos sobre el sector nuclear argentino”. “La Argentina siempre tuvo que dar batalla para demostrar [ante Estados Unidos] que su plan nuclear no es proliferador. Nuestro país siempre dio señales ostensivas de que su programa es pacífico”, agregó.
Apenas tres meses después de firmado el acuerdo con los chinos, una funcionaria del Departamento de Estado estadounidense se reunió con representantes gubernamentales y del sector nuclear local. La subsecretaria adjunta principal de la Oficina de Seguridad Internacional y No Proliferación, Ann Ganzer, mostró incluso “una simulación de lo que le ocurriría a Buenos Aires si se produjera un accidente nuclear”, recuerda Adriana Serquis, extitular de la CNEA. Para la científica, el gobierno estadounidense estaba empecinado en disuadir a la administración de Alberto Fernández de construir el reactor chino. “Yo intentaba explicar que eso no tiene sentido porque China no tiene constancia de ningún tipo de accidente”, agrega. Lo cierto es que la construcción de esa central, llamada Hualong One, que contaría con un presupuesto de 8300 millones de dólares, jamás se inició.
Existe otro proyecto que el gobierno actual también quiso desmantelar. Los funcionarios oficialistas, en privado, se refieren a él con particular saña: el CAREM, un reactor modular pequeño (SMR, por sus siglas en inglés) diseñado íntegramente en Argentina. Los SMR son reactores transportables, que producen menos energía que una planta nuclear, pero se ensamblan in situ y pueden alimentar una amplia gama de instalaciones. Hasta ahora, solo China y Rusia tienen SMR operativos. Otras potencias mundiales, como Estados Unidos, están “en carrera” para construir el próximo. El concepto del CAREM fue presentado por primera vez en 1984 en Lima, durante una conferencia del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). En 2014, la CNEA inició su construcción pero, poco después de asumir el cargo en diciembre de 2023, Milei recortó drásticamente los fondos del proyecto. El año pasado la construcción de la obra civil, que había avanzado en un 85%, se paralizó completamente, alegando problemas de ingeniería. En su discurso de fin de año, Guido Lavalle, hoy titular de la CNEA, afirmó que el CAREM no es “comercialmente viable” ni “económicamente competitivo”.
La motosierra también llegó a los salarios del sector. Desde 2023, perdieron un 64% de poder adquisitivo, según la Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina (Fetera). “Casi el 80% de los trabajadores de la CNEA está cobrando por debajo de la línea de pobreza —dice un ingeniero de la Comisión que pidió hablar de forma anónima luego de que las autoridades comenzaran a descontar días de paro—. Los profesionales con cuatro o cinco años de formación renuncian porque están cobrando menos de un millón de pesos. Por ejemplo, un especialista en materiales prefirió irse a asesorar sobre soldaduras a la industria del aluminio, a una fábrica de bicicletas”.
El plan nuclear, sin embargo, no solo implica recortar lo existente, sino que incluye una serie de iniciativas audaces de cuya factibilidad varios dudan.
tenemos un plan
El anuncio no cayó bien en la comunidad nuclear argentina. El presidente Javier Milei, su ex asesor estrella Demian Reidel y el titular del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, presentaron el Plan Nuclear en una conferencia de prensa conjunta. Milei dijo que, “después de décadas de declive”, la energía atómica tendría “su retorno triunfal”. Pocos en la CNEA tenían conocimiento del lanzamiento. Es más: ese mismo día trabajadores de ese ente organizados en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) estaban protestando en la sede de la comisión, justamente, contra “el ahogo presupuestario en el sector” y “el freno en el avance de proyectos estratégicos”, como el CAREM.
El anuncio de Milei incluyó la promesa de desarrollar un SMR en la sede de Atucha. En ese momento, no estaba claro si el objetivo era retomar la construcción del CAREM, frenada por su propia administración. Con el correr de los días, el gobierno revelaría que tenía otros planes. La idea de Reidel consiste en acoplarse a la revolución en curso de la IA que hoy, bajo el primado de la estadounidense OpenAI, busca desarrollar la llamada Inteligencia Artificial General (AGI), que a su vez demanda cada vez más energía. De hecho, Stargate, el masivo proyecto anunciado por Donald Trump, planea invertir 100 mil millones de dólares para construir data centers, y alimentarlos parcialmente con SMR es una de las opciones en danza.
Para Reidel, Argentina puede jugar un rol allí: los data centers de las Big Tech yanquis podrían instalarse en la Patagonia, chupando energía nuclear argentina. “No hay tantos lugares donde tengas grandes extensiones de tierra, clima frío, acceso al agua y energía”, dice sobre nuestro país. Para el físico, la energía nuclear es la única que cumple con los tres requisitos para alimentar data centers: “limpia, escalable y estable”.
La pieza central del plan nuclear de Reidel es un SMR, pero no el CAREM: se trata del ACR-300, patentado en Estados Unidos por la empresa tecnológica estatal INVAP el año pasado. “Los tres ingenieros que hicieron esto son Palito, Vivi y Ancoro. Te lo digo así, conozco los apodos. Uno de ellos era mi compañero de clase. Sé de esto hace mucho tiempo. Son mis amigos, así que vengo de esa tradición. Esto es algo viable que podemos construir en cinco años”, dijo Reidel. Quienes aparecen en la patente registrada en Estados Unidos como "inventores" del reactor son Pablo Florido, Rodolfo Carlevaris y Alberto Patrignani. Pero, según un documento del proyecto al que accedió crisis, la responsable técnica del ACR-300 es Viviana Ishida, ingeniera nuclear del Balseiro que tuvo a su cargo el CAREM en la CNEA. Hoy Ishida se desempeña como responsable del área de centrales nucleares de INVAP.
El proyecto inicialmente busca producir cuatro reactores ACR-300 en el complejo Atucha, justo donde se iba a construir la abandonada Atucha III, la planta china. El ACR-300 es un modelo completamente nuevo, muy distinto al CAREM. Este último contiene un reactor de potencia (30 MW en su diseño actual, con estudios hechos para llevarlo a más de 100 MW) cuyos generadores de vapor están dentro de la vasija de presión, sin bombas ni un presurizador convencional. El ACR-300, en cambio, apunta a tener una potencia de 300 MW, núcleo tradicional y generadores de vapor horizontales en vez de verticales, con mayor grado de compactación y menos cañerías. Este año desde la CNEA lo empezaron a llamar “CAREM 2.0”, o plantean que “el CAREM sirvió para aprender”. Sin embargo, es solo una concesión retórica para calmar a los críticos, según argumentan quienes lo cuestionan.
Para colmo, Reidel dijo que la construcción de este nuevo SMR será una “joint venture que cuenta con capital de Silicon Valley e INVAP aportando la propiedad intelectual”. Argentina no invertirá un peso en el reactor, añadió, sino que será accionista, aunque no reveló qué porcentaje poseerá el Estado ni cómo funcionará esta nueva estructura. También se negó a nombrar al inversor. Personas ligadas al proyecto consultadas por crisis dijeron no saber quién está poniendo la plata. La opacidad es tanto más alarmante si se tiene en cuenta que la inversión de una empresa privada extranjera en el sector nuclear argentino es inédita. Las tres centrales existentes son propiedad del Estado. Los establecimientos nucleares de la región, situados en México y Brasil, también son estatales.
“Si vas a usar los recursos del Estado para ayudar a un proyecto privado, que eso vuelva de alguna forma, ¿no? Y no que digas: ‘bueno, todo lo que hizo la CNEA durante 40 años no sirve para nada’ y después le pidas que te ayude —dijo una persona cercana al proyecto—. Es como medio contradictorio eso”.
Milei ya intentó cortejar a grandes empresas tecnológicas para que se unan a la iniciativa. En mayo de 2024, realizó una gira relámpago por Silicon Valley y se reunió con Elon Musk, Mark Zuckerberg y Sam Altman, entre otros. Hasta el momento, no se anunciaron inversiones importantes de empresas tecnológicas estadounidenses. Solo la gigante multinacional Oracle, el año pasado, anunció que estaba “explorando” la posibilidad de instalar el que sería su primer data center en Argentina, aunque todavía no comenzó a construir nada en el país.
Pero el ACR-300 solo es la primera fase del plan nuclear. La segunda etapa se le ocurrió a Reidel cuando estaba solo, en lo que él llama su “momento Eureka”. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el uranio de Argentina era la clave para convertir al país en un centro nuclear de inteligencia artificial. “Grité un poco”, recuerda, emitiendo un aullido. Prevé convertir a Argentina en un país exportador de uranio y vender “el reactor más el uranio” a otros países. Sin embargo, estos reactores necesitan uranio enriquecido, un proceso que Argentina no realiza.
La tercera fase del plan es la “Ciudad Nuclear”, una metrópolis alimentada de energía nuclear en la Patagonia que Reidel espera atraiga a empresas tecnológicas globales para instalar sus data centers. “Quiero hacer la primera ciudad sin combustibles fósiles: el mejor aire del mundo, los mejores ingenieros, los mejores restaurantes y teatros. Porque vamos a tener una red de estos reactores que pueden tener energía ilimitada”, dijo.
la guita
La estructura que Reidel creó para garantizar la inversión privada se llama Meitner Energy, empresa radicada en Delaware que no revela públicamente a sus accionistas. La estatal Invap, a través de su subsidiaria estadounidense Black River, posee el 40% de Meitner Energy, según sus estados financieros de junio de 2024. Si bien Reidel no quiere decir quién es el inversor misterioso, hay un nombre que apareció varias veces durante esta investigación: Ansari, una prominente familia iraní-estadounidense propietaria de empresas tecnológicas y energéticas, aunque sin experiencia en el sector nuclear.
Una fuente con conocimiento en la materia dijo que el Grupo Ansari fue nombrado en reuniones de entes estatales relacionados con la financiación del nuevo reactor. El principal representante de los Ansari en Argentina es Pablo Franzetti, empresario que desde 2016 hasta al menos 2023 se presentó ante el gobierno nacional y el de Jujuy como socio de las empresas propiedad del grupo estadounidense. En marzo de este año, Franzetti firmó un acuerdo confidencial entre una universidad nacional y Meitner Energy Argentina, en nombre de esta última. El contrato preveía obtener “servicios, tareas de asistencia técnica, realización de cálculos, revisión de documentos relacionados al diseño, desarrollo, licenciamiento y construcción de un reactor nuclear". Según pudo averiguar crisis, se trata del ACR-300. El documento fue borrado de la web de la universidad, donde estuvo público hasta finales de junio.
En octubre de ese año, Reidel se reunió con Anousheh Ansari, una de las jerarcas del clan. Ingeniera y astronauta, Anousheh se hizo conocida al manifestarse contra Donald Trump en los premios Oscar de 2017. “Hoy, el mundo entero tiene sus ojos puestos en Argentina, inspirados por la profunda transformación que está liderando el presidente Milei”, publicó el ex asesor en X tras la reunión.
¿explota?
En el sector nuclear argentino existen varios cuestionamientos al plan: primero, la factibilidad de que un ACR-300 esté operativo en cinco años. En rigor, el nuevo reactor no es ni siquiera un diseño. “Es solo una patente, un reactor de papel”, dijo Diego Hurtado. Serquis recalcó: “No tiene ningún tipo de detalle de ingeniería”. Para construir un reactor, primero se debe licenciar: se realiza un informe preliminar de seguridad y se valida cada uno de sus aspectos, como la fabricación, operación y desempeño. El ACR-300 no tiene nada de eso. Por caso, el HTR-PM, primer SMR operativo de China, tardó unos once años desde su diseño hasta su lanzamiento comercial.
“Mi opinión técnica es que [el ACR-300] es muy atractivo”, dijo, en cambio, en una entrevista al medio Rest of World Alfredo Caro, científico nuclear de la Universidad George Washington y exdirector del Centro Atómico Bariloche, centro de investigación y desarrollo de la CNEA. Como está previsto que utilice componentes disponibles en el mercado, puede hacerse a un coste relativamente bajo, añadió.
Un ingeniero nuclear de una importante empresa estadounidense que analizó la patente del ACR-300 puso en duda esta supuesta ventaja. “No hay ningún lugar en el mundo donde puedas conseguir componentes nucleares en el mercado”, dijo. El ingeniero agregó que sus aspectos novedosos (la eliminación de ciertas tuberías, que podrían sumar seguridad) añaden un grado extra de complejidad y, por lo tanto, de tiempo: no es un diseño probado y puede que ni siquiera funcione.
Una fuente de la CNEA dijo que “necesitás un programa de desarrollo de modelado computacional y su validación experimental en condiciones reales de operación. Falta todo aún: el balance de planta, layout, cableado, la obra civil, todo. Es una obra gigante”.
Tampoco está del todo claro que las grandes tecnológicas deseen invertir en el proyecto. Google no respondió a las solicitudes de comentarios. Nvidia, Microsoft y Oracle se negaron a pronunciarse sobre las inversiones en energía nuclear en Argentina. Un vocero de Amazon dijo que las actuales inversiones en energía nuclear de la compañía “están basadas en Estados Unidos”. Las estimaciones sobre el número de data centers en Argentina hoy oscilan entre 29 y 35 centros de datos, según empresas de investigación de mercado.
Un ingeniero de la CNEA, que habló bajo condición de anonimato, aseguró que él y sus compañeros ven el proyecto como “la entrega de parte del territorio” para “satisfacer necesidades” extranjeras. “Argentina es un país muy amplio, con mucho territorio, con necesidad de conectar muchos pueblos que no están en el Interconectado Nacional. Para eso podrían servir los SMR”. Para el ingeniero, el proyecto de convertir a la Argentina en una nación exportadora de uranio tampoco cuaja. “No tenemos tanto uranio para hacer eso. Somos de la idea de que tiene que ser un mineral estratégico, dedicado solamente a nuestras centrales nucleares”, agregó.
Mientras la construcción del ACR-300 parece lejos de comenzar en Atucha, varios miembros de la CNEA siguen trabajando, acaso bajo el radar libertario, en el CAREM, que consideran un “caballito de batalla” de la institución. Aunque esencialmente desfinanciado y defenestrado por la gestión actual y con la obra frenada, hay personal altamente calificado, críticos del plan libertario, que siguen abocados a mejorar la ingeniería del proyecto cuya construcción inició en 2014. “El CAREM es lo único real que tiene Argentina en materia de SMR —dijo una fuente de la CNEA—. Al CAREM ya le conocemos los problemas técnicos y sabemos cómo abordarlos, con el ACR-300 sería recomenzar la historia”.
fake nukes
En Silicon Valley existe una frase, un mantra que describe la forma de hacer negocios de las startups tecnológicas de California: fake it till you make it, es decir, “fingí hasta que lo logres”. Implica exagerar el progreso o la capacidad de un futuro producto, incluso basándose en pruebas no validadas o directamente en la nada misma. La idea es atraer inversores y, con ese dinero, desarrollar el producto prometido. Este enfoque, aunque ha probado su éxito a la hora de conseguir financiación, conlleva riesgos significativos como demostró el escándalo Theranos: una empresa que prometía revolucionar los análisis de sangre con una máquina que podría hacer todos los estudios a un paciente extrayendo solo una gota. Miles de millones de dólares después, el aparato nunca se fabricó y su fundadora, Elizabeth Holmes, terminó presa.
Las promesas extravagantes del Plan Nuclear, cuestionadas por ingenieros e incluso por los mismos expertos que trabajan en el proyecto, más la opacidad del origen de los fondos y las dudas de las Big Tech ponen al menos en tela de juicio su factibilidad. Sin embargo, el apetito privatizador y la fascinación del gabinete por los tecnomagnates son locomotoras potentes, siempre que haya quien compre. Por el momento, parece que los data centers en el continente están siendo instalados en Brasil, el país del “comunista” Lula da Silva. Mientras la motosierra en el sector no se detiene, resta ver si el proyecto atómico libertario pasará a la historia como una fugaz extravagancia o si cambia la cara de la industria nuclear argentina para siempre. Lo cierto es que la conducción de los destinos nucleares de la patria parece regodearse en su fase faking till they make it. ¿Lo lograrán?