tribus libertarias | Revista Crisis
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tribus libertarias
Son despreciados pero también temidos por los progresistas. Viven en tensión con la derecha conservadora que pretende subsumirlos. Intercambian lecturas y linajes teóricos con el mismo fervor con el cual aportan datos falaces en las redes sociales. Los jóvenes libertarios aparecen como una deformidad, una oscura manada de púberes a los que cuesta tomar en serio. Ezequiel Saferstein habló con varios, intentó ordenar sus argumentos y nos trae un mapa de estos hijos díscolos del neoliberalismo.
Ilustraciones: Ezequiel García
15 de Marzo de 2021
crisis #46

 

Por el ruido que generan en las redes sociales, por las intervenciones de sus referentes en las pantallas y por su presencia cada vez más visible en la calle, los jóvenes libertarios son uno de los grupos más dinámicos de los últimos tiempos. Son identificables gracias a banderas y remeras de “Milei Presidente”, “Partido Libertario”, o la insignia de Gadsen, la serpiente defensiva de independentistas estadounidenses, cuyo lema “Don’t tread on me” (“no me pises”) pasó a ser consigna. Su militancia en contra de los impuestos y de la intromisión estatal puede congeniar con elementos como el rechazo que muchos profesan hacia cualquier forma de igualitarismo, como la llamada “ideología de género”.

La corriente libertaria, sin embargo, no nació asociada a ideas reaccionarias. Surgió de lecturas cruzadas de pensadores liberales y anarquistas, de ahí las reminiscencias de una nomenclatura históricamente asociada al mundo de las izquierdas anarcas. Con acuerdos básicos sobre el principio de no agresión y la garantía del derecho de propiedad, hay desacuerdos que promueven debates internos y subdivisiones: están los minarquistas, que aceptan un estado mínimo que solo se ocupe de la justicia y la seguridad, los anarcocapitalistas (ancap), que buscan la total disolución del aparato estatal, y los paleolibertarios, la versión más conservadora y derechista que pondera las instituciones tradicionales.

Desde una mirada más holística, los libertarios pueden ubicarse dentro del universo neoliberal, a su vez presente en el campo de las derechas. Para los cientistas políticos Sergio Morresi y Martín Vicente, el neoliberalismo no es solo un proyecto económico sino sobre todo uno político, moral e institucional, que promueve un orden en el que el Estado apuntala al mercado y asegura, por medio de la promoción de ciertas desigualdades, una jerarquía que se considera necesaria para el crecimiento. Por su parte, en su libro, ¿La rebeldía se volvió de derecha?, recientemente editado por Siglo XXI, Pablo Stefanoni encuentra en la trayectoria del estadounidense Murray Rothbard una clave para entender el nexo entre el libertarismo y el conservadurismo. Si para el austriaco Friedrich von Hayek el avance socialista ponía en riesgo la economía y la civilización, para Rothbard había que articular estas ideas con una ponderación de la autoridad de la familia, la iglesia y las empresas, instituciones voluntarias y no coercitivas como el Estado.

Están los minarquistas, que aceptan un estado mínimo que solo se ocupe de la justicia y la seguridad, los anarcocapitalistas (ancap), que buscan la total disolución del aparato estatal, y los paleolibertarios, la versión más conservadora y derechista que pondera las instituciones tradicionales.

 

viboritas criollas

En el paisaje libertario local podemos ver esta cintura para la articulación de distintas culturas políticas. La centralidad de la temática económica no se separa de discursos políticos y morales que tiñen a su gesta como una “batalla cultural” contra las izquierdas que supuestamente dominan las industrias culturales. El “dato mata relato” que popularizó Fernando Iglesias también es clave para libertarios que lanzan cifras y casos empíricos aunque estos no siempre estén chequeados, contextualizados o no superen lo anecdótico: los femicidios no existen porque las estadísticas de la OMS muestran más muertes de varones que de mujeres; la ideología de género queda reducida a una marginal iniciativa legislativa de un partido izquierdista sueco para que los hombres orinen sentados; el feminismo abraza la pedofilia porque Simone de Beauvoir firmó en 1977 una carta por la liberación de tres hombres acusados de tener sexo con menores.

Entre las intervenciones que buscan ridiculizar o subestimar este fenómeno existe cierta extensión de la idea de que los libertarios se forman “viendo videos de Milei”. No es tan así. Claro que YouTube cumple una función importante en la viralización, y las intervenciones rimbombantes del economista están entre las más buscadas por los internautas de la viborita. Sin embargo, la acción violenta en redes tiene su correlato pacífico en prácticas cotidianas no virtuales. Los militantes libertarios también estudian en colegios y universidades privadas y públicas, se juntan a discutir en foros, estudian a la Escuela Austríaca y leen y comparten libros de sus pensadores.

Kevin, de 21 años, jugador de básquet y estudiante de economía en Ucema, dice que su universidad es “como la Escuela de Chicago en Latinoamérica, son todos liberales clásicos. Yo soy ancap”. Se lamenta porque “no hay casi nada de Escuela Austríaca, los ven como locos, más filósofos que economistas”, aunque leyó a sus exponentes en una materia optativa. Los conoció de manera autodidacta antes de la universidad, por leer autores de finanzas de Estados Unidos, que lo llevaron a descubrir a libertarios contemporáneos como Ron Paul y Jesús Huerta de Zoto. “Los liberales clásicos creen en la política económica. Para los ancap el Banco Central y el Estado son el enemigo”. Si en Ucema los contenidos libertarios son percibidos como outsiders, ni qué hablar en la UBA, espacio donde muchos libertarios también se forman sin ahorrar críticas a la educación pública. Es el caso de Matías, de 37 años, licenciado en Filosofía, becario doctoral y, como Kevin, anarco capitalista. Confiesa que realizó ese camino solo porque en la UBA se encuentran los mejores profesores: “Hay que abolir la universidad pública, no te voy a decir que no. Pero si yo tengo que ver dónde enseñan los mejores y están las mejores publicaciones, es obvio que es el que tiene más presupuesto”.

Los minarquistas debaten con los ancap por su postura utopista sobre el Estado. Kevin reconoce que hay pocos ejemplos de “sociedad ancap, una es la Irlanda celta en la Edad Media o los piratas somalíes. Parece difícil encontrar un ejemplo histórico, pero tampoco es tan necesario”. El anarco capitalismo de estos jóvenes no aparece como un imposible, sino más bien como camino a seguir, que tiene objetivos de máxima, aunque vayan encontrando medidas y pasos intermedios tolerables. Con una remera con la leyenda “Stop the Fed”, (“detener a la Reserva Federal”, título de un libro de Ron Paul), Matías sintetiza: “Hay que pedir por Rothbard y quedarnos con Irlanda; pedir por la abolición de la educación pública y, si no se puede, nos quedamos con vouchers educativos”, y pondera el sistema educativo chileno.

 

aborto y estado, asuntos separados

El aborto es un tema álgido. Mayoritariamente la “comunidad libertaria” se opuso a la ley, pero hubo discusiones. Una postura está en contra porque el liberalismo a gran escala promueve la defensa irrestricta del proyecto de vida de los demás y el aborto constituye una interrupción, por ende, un asesinato –agravado por el vínculo, según Javier Milei. La otra postura, fiscalista, acepta su despenalización –como así también la liberación de la prostitución y las drogas, de la movilidad de fronteras y de la portación de armas– pero nunca de modo “gratuito”, porque esto en realidad esconde la regulación del Estado. Que cada quien use su propio dinero para pagar su propio aborto o “regalárselo” a la persona que lo necesite (¿una gift card de abortos?).

Matías repasa esos argumentos recuperando a Ricardo M. Rojas, que “plantea que pagarle una asignación por hijo durante toda una vida a alguien que no abortó es más caro que liquidarlo. Si abortar es un costo, no abortar puede ser más costoso”. Para Pamela, una paleolibertaria de 35 años, lectora de Rothbard y amiga de Agustín Laje, esa respuesta “es una barbarie”: “Yo fui proaborto y cambié, cuando un amigo y su novia tuvieron un embarazo imprevisto y él quería tenerlo y ella no. Mi eye opener fue que vi un padre que tuvo que ceder. El liberalismo defiende los derechos naturales que preceden al Estado y a la propiedad, entonces está la discusión de cuándo empieza la vida y dónde la propiedad”. La progresión de su postura paleo la acercó a la causa celeste, a la que acompaña con militancia comunitaria, con la escritura e intervención en debates sobre el aborto, los femicidios y la ESI. Prepara un libro sobre el feminismo.

Además de los foros y grupos virtuales donde se comparten videos y notas, el libro impreso ocupa un lugar fundamental, como objeto que tiene y da prestigio. Por eso, una plataforma para la promoción es Unión, una editorial española con sede en Argentina que publica, traduce y difunde libertarios.

 

hegemonía y estrategia antipopulista

Además de los foros y grupos virtuales donde se comparten videos y notas, el libro impreso ocupa un lugar fundamental, como objeto que tiene y da prestigio. Por eso, una plataforma para la promoción es Unión, editorial española con sede en Argentina que publica, traduce y difunde libertarios. Los clásicos austríacos von Böhm-Bawerk, Von Mises, Menger y Hayek, los académicos españoles Trigo Portela y Huerta de Zoto y el norteamericano Rothbard conviven con referentes argentinos de distintas escuelas: los economistas Alberto Benegas Lynch (h), Javier Milei y Diego Giacomini, Ricardo López Murphy e Iván Carrino, el libertario cultural Laje y los conservadores derechistas y pro dictadura militar Nicolás Márquez y Sebastián Miranda.

Unión está presente en todos los eventos del liberalismo argentino y su director, Rodolfo Distel, es un articulador del mundo liberal y libertario. Coordina el partido de López Murphy, pero no es un purista: organiza la feria de libros en la Expo Economía, Finanzas e Inversiones de La Rural, al mismo tiempo que emplaza una austera mesa en los eventos de Milei, Laje y Márquez, este último muy crítico del establishment de las fundaciones. Quien busque la sede de Unión en San Isidro la reconocerá al toparse con una bandera de Gadsen en su entrada. Además de libros, Unión vende cuadernos, remeras y tazas de Milei, de los liberales clásicos y de los pensadores de la escuela austríaca: una estética ramonera y con el águila norteamericana reemplazada por el águila imperial del escudo austríaco, con los nombres de cada autor alrededor de su perímetro.

En un video publicado en su canal de YouTube titulado “¿Cómo me defino políticamente?”, Agustín Laje afirma identificarse como paleolibertario y en parte minarquista pero, ante todo, de derecha, por la “indeterminación conceptual que abre juego a la articulación política”. Esta indeterminación, que responde en parte al pragmatismo de este referente, pero también a las dinámicas de un proyecto en construcción, promueve tensiones. Los ancap como Kevin o Matías y los minarquistas discuten sobre lo que es ser un verdadero libertario, diferente a la derecha. Pamela y Nicolás, en cambio, se sienten más cómodos con esa unión. Ella dice que “lo que más se acerca a la derecha es la corriente paleo. El individuo debe ser autónomo y no necesita del Estado, la moral conservadora es el núcleo que puede garantizar la ética de libre mercado”.

Matías le retruca y responde que Rothbard no hizo eso porque fuera de derecha sino por su lectura realista del momento: “cayó el muro de Berlín y vio una oposición al gasto militar en el típico yanqui nacionalista, vago, sin conocimiento de economía. Y ese es el articulador”.

Nicolás, por su parte, con 20 años, ya pasó por el Partido Libertario, votó a Gómez Centurión en las PASO y en octubre a Macri. Dice estar “para el lado de la derecha pero no lo quiero afirmar directamente. Me siento identificado por la idea del individuo y hasta dónde se puede limitar la libertad. Voy escuchando y leyendo liberales y libertarios, me parece interesante ver en qué caso es necesario el aparato estatal y en qué caso no”. Además de participar en manifestaciones “celestes” y “anticuarentena”, es uno de los coordinadores locales de la fundación Estudiantes por la Libertad.

Hay incomodidades, que los más jóvenes encuentran especialmente en el tema de las dictaduras. Nicolás dice que “no a todos los que agarraron fueron culpables, aunque no estoy convencido de la cifra de los 30.000”. Kevin, en cambio, cuenta que discutió “con unos que decían que estaba bien la dictadura porque si no hubiésemos sido Cuba. Cómo van a decir algo así, están defendiendo una dictadura siendo liberales. No tiene sentido”. Sin embargo, Hayek no opinaría lo mismo y gran parte de los libertarios argentinos tampoco.

 

¿árbitros?

Más allá de los intelectuales y dirigentes que los representen, los libertarios van construyendo sensibilidades y sentidos comunes. Su identidad política y cultural puede ser entendida como parte de un proceso que se encuentra en construcción, y que va abrevando de distintas tradiciones y tendencias que no responden a la coyuntura inmediata sino a un contexto amplio en el que el discurso de la “antipolítica” funciona como una de las bases constitutivas. Si bien son todavía electoralmente marginales por sí mismos, los libertarios tejen redes y se cruzan con las derechas mainstream (el ejemplo más evidente es el llamado de Patricia Bullrich y la estima que muchos libertarios le tienen) e inciden en la radicalización del debate público. ¿Hasta dónde llegarán? ¿Cómo se ordenarán electoralmente? ¿Estamos ante un movimiento que no tiene techo, ante una tercera fuerza que dificultará el triunfo del neoliberalismo realmente existente, ante la columna norte de las juventudes cambiemitas?

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