apuntes desde la roca madre | Revista Crisis
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apuntes desde la roca madre
Desde hace poco más de una década, Vaca Muerta es el escenario de un boom que ya comienza a verse, aún sin desplegarse del todo. Las expectativas de soberanía energética y superávit comercial se machacan sobre una huella en los territorios que es variada y sostenida. Postales y preguntas urgentes desde la meca del hidrocarburo no convencional.
Fotografía: Martín Álvarez Mullally , Fotografía: Emiliano Ortiz
10 de Mayo de 2024
crisis #62

 

La hora pico. A las 18 de un día de semana, a la salida del alto de Añelo, Neuquén, sobre la ruta 7, a poco más de cien kilómetros de la capital provincial, se repite un desfile afiebrado. Un enjambre de vehículos en el que los nombres de las compañías que explotan la zona en diferentes etapas de la cadena productiva circulan sin parar: CBS Servicios, Pecom, Halliburton, Crexler, Schlumberger, y así. A fin de cada jornada, la meca del fracking deja ver largas filas de camiones que llevan líquidos, herramientas, tubos y combis con trabajadores que van al descanso con el día encima y dormitan o pierden la mirada en los celulares con sus cabezas en la ventanilla, o algunos turistas que asoman con sus cámaras en buses de viaje. A un costado, las bardas, los bordes filosos de la meseta. Más abajo, el casino. A unos metros, una estación de servicio en la que una chica atiende mecánicamente a hombres en mameluco que compran golosinas. Todo forma parte de un engranaje que se asienta sobre las bases de una roca madre, 30 mil kilómetros cuadrados de una placa negra que hasta hace una década parecía inaccesible pero que finalmente, a la fuerza, cedió y convirtió al lugar en una de las regiones más apetitosas para quienes todavía buscan exprimir este tipo de combustibles hasta que la persiana se baje, si se cumple lo que pide el Acuerdo de París firmado en 2015.

A pocos minutos de ahí se levanta el complejo Loma Campana, área de YPF y la estadounidense Chevrón, el primer desarrollo de un yacimiento de hidrocarburos no convencionales del país y el primero también fuera de Estados Unidos. El que abrió la nueva era que explica este ir y venir, veinticuatro siete.

 

Un primer vistazo puede engañar. Para el ojo que se asoma por primera vez, todo se ve similar: caños, hierro, alambrado, tubos. Luego de unas miradas, esa maraña muestra sus diferencias. Es la punta del iceberg que se agita por debajo. En la jerga petroka ese escenario adquiere, irónicamente, terminologías biologicistas: son plantas para procesar, son cigüeñas, tótems o pinitos, según la intensidad que requiera el bombeo; son anacondas que transportan agua en el medio de lo seco.

Para el mismo ojo desprevenido, lo que hay alrededor puede verse como un manchón deshidratado, eso que llaman desierto, como si se tratara de un mineral sin vida, un campo de cartón. Pero la estepa patagónica es mucho más que eso: hay jarillas, hay uñas de gato, hay guanacos que a veces se acercan a los pozos, choiques, tortugas, hay vacas, cabritos y caballos. Y aves que cruzan en su viaje migratorio. Y hay personas que viven ahí, que estaban de antes. Una vida que no suele asomar en los avisos institucionales de las petroleras.

Las picadas se multiplican por toda la cuenca, caminos abiertos hacia los pozos. Entre ellas, no hay casi puntos ciegos. Sutiles ojos en los rincones que monitorean cada paso. Todo lo que acá ocurre se filma.

 

El video es didáctico. Con locación en Fortín de Piedra, el institucional de la empresa Tecpetrol (de Techint) cuenta el proceso en su yacimiento estrella. Dos obreros, un hombre y una mujer, narran a cámara el “había una vez” de la vida de los pozos. La primera etapa es de perforación. Entra en escena una torre gigante desde la que se cavarán tres mil metros en profundidad y seis mil metros en modo horizontal —una de las novedades de este sistema que permite ir por abajo y recorrer distancias largas en L desde una misma planta—. Sobreviene el proceso de fractura, la intubación: venas de acero que se encastran hasta formar una especie de sistema circulatorio hacia las entrañas de esa tierra. Llega el turno del bombeo de cemento para aislarlo. Luego se monta un sistema de válvulas para “proteger”. Y llega la “estimulación de los pozos”: Vaca Muerta tiene poca permeabilidad por lo que se prepara “un fluido” a base de agua (95%) mezclada con arena silícea (4,5%) y productos químicos (0,5%) que estimulan la roca para que produzca el hidrocarburo que buscan. La roca cede. Sigue una limpieza del terreno. El gas fluye por la boca de paso. El video termina.

Un cálculo de los insumos realizado por el Observatorio Petrolero Sur (OPSur) estima que un pozo petrolero en Fortín de Piedra consume 96 mil m3 de agua y 13.400 tn de arena al momento del fracking. El agua es tomada de los ríos Neuquén y Negro. La arena llega desde Chubut y Entre Ríos.

“Darle bomba”, “hacer mierda la roca”, suelen decir los trabajadores.

El lenguaje institucional prefiere decir “estimularla”.

 

 

No es negro. Es, más bien, un degradé de dorados que Cristina Fernández de Kirchner, entonces presidenta, mostraba un 7 de diciembre de 2010, en un acto oficial donde minutos antes Sebastián Eskenazi, al frente de YPF, había anunciado el descubrimiento del megayacimiento de gas y petróleo. CFK le decía al entonces gobernador de Neuquén, Jorge Sapag: “No me vas a pedir más plata porque ahora vas a tener mucha vos”. Prometían un cambio de la matriz energética. “Superávit fiscal, comercial, acumular reservas y el desendeudamiento argentino, que mejora la posibilidad del acceso a crédito a las empresas”: el discurso apuntaba al ingreso de capitales para la producción. En primera fila, Ernesto Sanz, Hugo Moyano, Mauricio Macri, Julio De Vido, Antonio Brufau, entonces presidente de Repsol.

 

El planeta va camino al hervor. La utilización de combustibles fósiles no es la única causa del calentamiento global y sus consecuencias, pero sí una importante, intensificada en las últimas décadas. El carbón, el petróleo y el gas alimentan los motores del mundo desde la Revolución Industrial. En los últimos años, el tic tac de descuento llevó a los países del primer mundo a realizar un acuerdo para avanzar hacia una transición que gire hacia energías renovables. Pero en ese trayecto se encuentran resquicios. El gas natural se coló como una especie de puente hacia ese sistema buscado, porque emite un 30% menos de dióxido de carbono que el petróleo y la mitad que el carbón.

 

“Pepe”. Las letras amarillas y grandes asoman apenas cruzamos el alambrado. Detrás del cartel, un techito a dos aguas, y debajo, una lápida con dos floreros vacíos, una foto y una inscripción: “Ariel García. 7-1-21”. Alrededor, todo es silencio, salvo el quejido acompasado de las cigüeñas de siete metros de altura que no paran de bombear. Acá mismo, en la locación N° 260, pozo N° 1560 de la empresa YPF, Loma Campana, García, que era inspector, murió en un accidente: una maniobra de extracción de un perno, una manivela rota y un golpe fuerte y fatal por un desprendimiento.

De un tiempo a esta parte, esas lápidas aparecen en las plantas. Hay otras en la refinería New American Oil, en Plaza Huincul, donde en 2022 murieron tres obreros en una explosión en la madrugada. Son modos de recordar lo que el cuerpo de los trabajadores ya sabe, que las largas jornadas tienen su riesgo. Y, en el caso del petróleo, la línea de posibilidades pica cerca.

Esteban Martine estudia el trabajo petrolero y prepara un libro sobre extractivismo y marxismo. En el análisis de los últimos años muestra que los accidentes se incrementaron de la mano de los ritmos de producción. Según el Informe Anual de Accidentabilidad Laboral de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, en 2022 se registraron 949 accidentes de trabajo en el sector “minas y canteras” de la provincia de Neuquén. Eso comprende a la actividad de extracción de petróleo y gas (la absoluta mayoría del sector). Aunque hay otros que quedan excluidos de esa categoría, Martine advierte que esos casos registrados representan la marca más alta de la última década; un 23,9% más que el año anterior y un 38,7% más que 2019.

 

 

“Y uno por ahí dice la pucha toda la vida arriba de una riqueza tan grande y hoy por hoy tiene que venir otro de afuera. Esos son los usurpadores, los que vienen a quererse llevar todo lo que uno ha cuidado”, dice mientras cruza por la huerta donde en un cuadro de dos por dos crece la alfalfa para las cabras. Por detrás pasan camiones con tubos, más allá se divisan las anacondas, como gusanos dormidos. Martín Romero es el lonko de la comunidad Fvta Xayen. Entre San Patricio del Chañar y Añelo, en el cruce de la 17 y la 7, la bandera mapuche flamea. Hacia abajo está el Río Neuquén.

Vaca Muerta se encuentra sobre mayoría de territorio mapuche. En Neuquén hay 65 comunidades y 14 están en el corazón de la explotación de no convencionales. Las más afectadas de todas han sido Lof Fvta Xayen (Tratayen), Lof Wirkaleu (Sauzal Bonito), Lof Kaxipayiñ (Loma La Lata), Lof Newen Kura (Rincón de los Sauces) y Lof Campo Maripe (Loma Campana). La consulta previa e informada es una de sus grandes demandas. María Piciñam, kimeltuwe de la Confederación Mapuche, da cuenta de la encerrona que eso instala: “En una comunidad mayormente los jóvenes tienen que salir a buscar trabajo y la empresa les da. Es tan dura la realidad que la propia gente que está luchando contra la petrolera tiene que trabajar en ellas. Es una situación muy complicada”.

Romero recuerda cuando las empresas empezaban a llegar. Se ríe de sus modos de evasión. “Está bien, uno no tiene estudio, porque desgraciadamente no tuvo escuela, porque las escuelas estaban muy lejos, pero un día cayó una señora de YPF que yo conocía bastante, y dijo: ‘Estamos perforando por ahí, para arriba, pero para acá, para el campo sur, no vamos a entrar’. Entonces le digo yo: ‘Ah, claro, porque tenemos el alambrado, entonces para acá no pasa el petróleo’”. Tiempo después, la mujer volvió anunciando que habría pozos donde había dicho que no iba a haber. “Y ya después no avisó más”, dice Romero.

Alguien anunció que hay un derrame. Vamos en camioneta con Emilse Beguier, es werken de la comunidad Fvta Xayen . “La gente mayor es la que tiene el conocimiento mapuche —cuenta mientras maneja—, pero han sufrido tanto que no lo transmite así que hoy tratamos de recuperar todo eso”. Minutos después, estamos frente a un manchón cobrizo de hidrocarburos de unos diez metros de largo. Hay un secador de piso que alguien dejó tirado, como si el petróleo en tierra se limpiara como un baño. Beguier es la intermediaria entre las comunidades y las empresas. Asumió el seguimiento para armar un registro. Hace un año YPF nombró a una persona que conversa con la Comunidad. Una pequeña gran batalla, porque la obligación de informarles es ya un reconocimiento.

 

Hay otro punto crítico del fracking, invisible. Camino a Auca Mahuida, un domingo al mediodía, un camión de Crexell, la empresa de servicios vinculada a la familia Sapag, asoma estacionado en el camino. Da la pauta de que hacia allá, donde se ve pura inmensidad, hay una planta. Discretamente de atrás sale un camionero. Cuenta que transporta 30 m3 de flowback. Hace 25 años se dedica a esto, como toda su familia. “Quizás soy un bocón, pero está todo mal lo que hacen. Yo vivo de esto, pero también pienso en mis nietos”, dice.

El flowback es el agua de retorno del fracking. La que se usó para la fractura, que se retira con restos de hidrocarburo y químicos. Uno de los desechos, porque hay más: lodos de perforación (cutting), los fondos de tanque, etc. Los pozos sumideros reciben los fluidos finales de la industria. Todo eso vuelve a las entrañas de la tierra, aunque ya no es lo que era.

Más tarde, por mensaje, el camionero sigue: que cada operadora en sus respectivos pozos sumideros tiene un caudalímetro, bajo llave, que es de la provincia de Neuquén, para que las operadoras bombeen determinada cantidad de metros cúbicos por día. “Eso no se respeta —dice—. Cuando la operadora se pasa de los metros cúbicos inyectados, viene gente de Medioambiente de la provincia, cobra el cheque y acá no pasó nada. Estamos en Argentina, amigo. Y las rutas son un desastre”. Y lo son.

 

Los estudios de impacto del fracking comenzaron a surgir a veces desmembrados. Estados Unidos tiene dos top ten: es el país donde más se ha extendido el fracking y en el que más se ha estudiado su impacto. Durante años, organizaciones ambientalistas e investigadores advirtieron sobre los sismos. Ahora suman otro impacto. Según publicó la revista Science Advances, el consumo de agua, que por pozo aumentó de maneras inesperadas: 770% de 2011 a 2016. También, las aguas residuales: 1440%.

“Existe un sistema que rompe la relación entre la sociedad y la energía”, dice Felipe Gutiérrez Ríos, del OPSur. La pregunta que surge es natural. No se puede cerrar de un día para el otro el grifo de hidrocarburos, pero ¿tampoco evitar sus consecuencias? ¿Acaso hay opción posible? “Actualmente tenemos un modelo energético que genera grandes impactos, que es muy contaminante, y que reproduce desigualdades sociales del sistema económico. Si queremos tener políticas de transición energética, tenemos que cambiar estos tres puntos”. El investigador apunta a que, si no conocemos el sistema, no podemos comprometernos en una mirada crítica: “El modelo energético tiene grandes zonas de sacrificio para el consumo de otros grandes centros de consumo que están alejados de esos lugares. Tenemos que acercar, a través de políticas de generación energética local, esa relación”. Sobre el otro punto clave, los altos y variados niveles de contaminación, y la necesidad de una real transición hacia energías renovables, destaca una cuestión central, la gestión de esas fuentes renovables: “Lo que podemos ver, en lo que ocurrió durante la política de renovables del macrismo, y en general en lo que ha sucedido en América Latina, es que ha sido una forma de privatización del campo generador eléctrico. La energía es un derecho humano y, por tanto, tiene que estar gestionada de manera pública”. En línea con esa última idea, señala el punto de las desigualdades sociales: “Cuando aparece el discurso de la energía siempre se habla de dónde se produce, de qué tipo de energía, pero muy poco de dónde están los consumos, de quiénes se quedan con la renta energética, quiénes son los ganadores de este modelo. Todos los años vemos gente morirse en sus casas por las malas instalaciones eléctricas, lo que le llaman la pobreza energética. La transición es también que se dejen de morir personas por las conexiones ilegales. Entonces esta mirada de sistema tiene que ver con qué tipo de modelo de energía se construye”.

 

 

Cuando no tiembla, Sauzal Bonito es un remanso. Casas bajas en las que nadie asoma a la hora de la siesta. Un pueblo joven, de 35 años, y pequeño, de 300 habitantes, que hace una década comenzó a trepitar. “Mi casa se movía como una gelatina”, dice Alan, que cruza la plaza vacía y come uvas. Habían prometido 50 antisísmicas. La suya es una de las viviendas que se reemplazaron. Un kilómetro más allá, Andrés Durán señala las huellas de esos temblores. “Voy a poner un libro de visitas”, bromea al hablar de los periodistas que llegan de todas partes del mundo a ver las grietas de su pared. Trabajó durante muchos años en el petróleo, convencionales y no convencionales. “Desde 2018 espero que me liberen fondos o me terminen de completar un desembolso para hacer mi casa, porque rechacé la de madera. Solicité una de material, porque la mía era de material, y todavía estoy en esa dulce espera”, dice.

Entre 2015 y 2024 se acercó a 500 el número de sismos en la cuenca. En julio de 2021, la comunidad mapuche Wirkaleo, la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y los habitantes de Sauzal Bonito presentaron un recurso de amparo ante la Justicia Federal. Buscaban frenar nuevas fracturas para evitar los temblores.

Hubo varios sismos desde el viaje de crisis, en marzo, al cierre de esta nota. Sólo en julio, fueron ocho asociados al fracking. “ Suman 52 los sismos totales ocurridos en la provincia de Neuquén durante 2024, 42 de ellos asociados al fracking y solo 10 producidos naturalmente. Según nuestros registros y el análisis de los sismos que el INPRES no publica (por su magnitud menor a 2,5 ml) contabilizamos 499 sismos desde 2018 hasta hoy. Sabemos que son muchos más, pero que lamentablemente esa información no está al alcance de quienes desde la academia y públicamente hemos analizado el surgimiento de la sismicidad inducida en la provincia de Neuquén”, dice el informe del Observatorio de Sismicidad Inducida. Junto a Guillermo Tamburini Beliveau, el geógrafo Javier Grosso es uno de sus fundadores. En su oficina/tráiler, muestra un Google Earth lleno de marcas: son los años de conocimiento acumulado que les permitieron dilucidar que en Argentina, a diferencia de Estados Unidos, los temblores en la cuenca se explican más por el flowback. “No hay fracking limpio —dice—. No hay un fracking amigable, no lo puede haber, no lo va a haber nunca, porque el fracking de por sí es generador de residuos e inyectados de residuos en la naturaleza”. Sobre los sismos, explica: “Pueden ocurrir durante, cuando se está fracturando en un pozo, o pueden incluso ocurrir meses después. Los pozos sumideros son pozos que inyectan todo el año”.

 

Hay lugares donde flota el desapego; una fugacidad sin raíces que se expande. Tal vez algo de eso es lo que sobrevuela en Añelo. Casas de familia sin jardines, hogares que se fueron vaciando, gente que migró a otros lugares, trabajadores que arribaron para pasar la quincena de servicio en casas compartidas donde lo común es el desarraigo. No se ven casi niños en las calles. Ni ancianos. Sí hay locales de comida, un casino, hoteles. Algunos bares con aire texano.

 

De un lado, el verde iridiscente. Del otro, el marrón estepa. Los separa el río. Cerca de ahí, la planta de tratamiento de TGS (Transportadora de Gas del Sur), a pocos metros del comienzo del gasoducto Néstor Kirchner, el súper caño que une este punto con Salliqueló para llevar el shale oil. Es unos kilómetros más allá, todavía dentro de Tratayen, que comienza el verdor del valle irrigado: las parcelas forestadas, las fincas productivas, algo olvidadas en la narrativa del autoabastecimiento energético, que en esta parte de Neuquén queda bien por delante del autoabastecimiento de morfi.

Allen, del lado de Río Negro, tiene unas 10 mil hectáreas potencialmente productivas, 5500 en producción, en las cuales hoy predomina la pera. En 2013 una ordenanza prohibió el fracking pero, rápidamente, el Tribunal Superior de Justicia provincial la dejó sin efecto y desde entonces lo tienen adentro. Las plataformas se camuflan con frontones e hileras de árboles y las estaciones se operan con telemetría, sin gente. La Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria y Transición Energética sigue de cerca la relación entre el consumo de energía y la producción de alimentos. En la Facultad de Ciencias Agrarias de Cinco Saltos, su coordinador Agustín González cuenta: “La etapa de fractura es violenta en todo sentido, no solamente en la rotura que hacen, sino por la cantidad de equipos de agua y todo el despliegue que rompe el ámbito rural”. Aquí los productores convivieron muchas décadas con la actividad hidrocarburífera convencional y cobraron “servidumbre”, un monto por ceder el usufructo de una parcela afectada al trabajo hidrocarburífero. González destaca que fue el desconocimiento de cómo trabaja la explotación no convencional lo que permitió el avance, y una vez adentro “se arregla mano a mano, con plata”.

Norma Ramírez produce fruta junto a su esposo Ricardo Albisu en Villa Manzano, al oeste de Río Negro. Su destino es para la industria, es decir, al peor de los valores. Aducen el mal rendimiento a las afecciones de los hidrocarburos en la zona. Acaba de volver del juzgado en Cinco Saltos, donde presentó una nota en reclamo por el pago de la servidumbre que YPF les adeuda. Hace año y medio, en su chacra, un pozo inundó una parte, a metros de la Batería 4 cerca del río. Un conflicto que al día de hoy sigue como caso testigo.

 

 

Las firmas dedicadas a la “basura petrolera” crecieron al ritmo de los pozos. Hace diez años, Miguel Galuccio, entonces presidente de YPF, hablaba con el periodista Adrián Paenza y reconocía eso que era un problema a futuro. Martín Álvarez Mullally, otro integrante del OPSur, explica que esto se produce tanto por la extensión como por el volumen de lo que se inyecta. “Las operadoras son las que tienen la responsabilidad desde la extracción hasta su disposición final. Sin embargo, lo que ha ocurrido en este último tiempo es que se la entregan a las empresas tratadoras y estas les dan certificados sin haber tratado los residuos. Esto pasó en Comarsa, esto pasó en EDT, esto está pasando en la actualidad con el resto, ya sea Indarsa, Treater, Comarsa Añelo”. “Son más acumuladoras que tratadoras”, resume.

Las noticias del otoño 2024 muestran los modos en que la industria busca solucionarlo: la empresa AESA presentó un proyecto para convertir parte de los residuos petroleros en cápsulas que se podrían utilizar como pavimento debajo de la cinta asfáltica. Dos por uno: atienden las rutas destrozadas y sacan los residuos de la vista. “Los residuos en sí mismos pueden tener un montón de contaminantes que puestos en superficie, dejados en estado de abandono o usados en obra pública pueden generar problemas graves, sobre todo sanitarios. Ahí se puede encontrar material radiactivo natural, metales pesados, benceno, tolueno. Es decir, hay un montón de sustancias que están en el subsuelo que sacadas a superficie son un problema”, dice Mullally, que habla de estos lugares como “nuestros pequeños Chernobyl”.

No hay demasiados inconvenientes para entrar. En Plaza Huincul, hay cinco piletones repletos de un residuo negro viscoso que espeja el cielo. Es el predio de la empresa EET en el Parque Industrial de Neuquén Oeste (PINO) de esa ciudad. Según los datos de las declaraciones juradas que constan en el Registro Provincial de Generadores, Transportistas y Operadores de Residuos Especiales, al menos 45 empresas enviaron residuos a la planta durante el período en que esta estuvo en operación (2001-2016). “Desde el 2016 que ocurrió el incendio de Los Piletones, EET se encuentra en estado de abandono —cuenta Mullally—. La última información que tenemos es que el proceso de remediación había llegado a un 30%, que algunas operadoras habían retirado materiales, pero ese estadio de abandono es el que está desde hace más de cuatro años”. En los piletones, de a ratos el fango empetrolado emite burbujas.

 

“Esto es transición energética, no tenés 50 años”, dice el flamante CEO y presidente de YPF Horacio Marín en el evento Vaca Muerta Insights. El argumento criollo se complementa con otro: el FMI, que en sus documentos recomienda avanzar con “las vastas reservas de petróleo y gas” a la vez que reconoce que el país no se encuentra alineado con los Acuerdos de París. La aceleración de la extracción para la exportación está en el centro de la estrategia de repago de la deuda.

Cuán rápido debe crecer Vaca Muerta es un asunto aún condicionado por la geopolítica y secundariamente por la técnica. Por un lado, la canalización de inversiones que podrían ir a los nuevos desarrollos offshore en Guyana o Brasil obligan a ofrecer buenos precios y condiciones a ese capital que invertirá a cambio de jugosos retornos. Las expectativas en el fin del control de cambios y las presiones por modificaciones en la Ley de Hidrocarburos se explican por eso.

Por otro lado, aunque vinculado, está el cuello de botella en la capacidad de evacuación de lo que se extrae. La satura en los caños que transportan a Chile (OTASA), o los programas para ampliar la capacidad del oleoducto Neuquén-Bahía Blanca de Oldelval, en tanto no se resuelvan, significan un freno a la extracción. En paralelo el Proyecto Vaca Muerta Sur, que conectaría Allen con Punta Colorada (Golfo San Matías), con una proyectada nueva terminal de exportación en Río Negro, es otra de las iniciativas para llegar a 2031 exportando 30 mil dólares en total. La nueva estrategia de YPF es abandonar los pozos convencionales y concentrarse en Vaca Muerta; es un paso que acompaña la aceleración extractiva.

Hace una década, ante el nuevo fenómeno, Alejandro Bercovich y Alejandro Rebossio recorrieron estos caminos para entender el boom de Vaca Muerta, que en su libro concluían: aún no lo era. ¿Finalmente fue un boom? “Hoy lo es, pero podría ser más”, dice Rebossio.

 

Se calcula que se ha explotado el 10% de lo que se proyecta. El tiempo tiene diferentes caras para los distintos actores, pero corre para todos por igual.

(Fotos de Martín Álvarez Mullally, gentileza de OPSur)

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