(Este perfil fue publicado en el #37 de nuestra versión impresa, en marzo de 2019)
"Macri desprecia la política y también al radicalismo. Por eso tenemos que hacer un esfuerzo para curarlo de esa enfermedad", terció casi a los gritos el mendocino Alfredo Cornejo en medio de un debate a puertas cerradas con los caciques partidarios de cada provincia y una legión de funcionarios radicales de la administración Cambiemos. Corría el tercer viernes de octubre de 2018 y el jefe de la UCR echó mano a la intimidad de un hotel porteño, ubicado a diez cuadras del Obelisco, para ordenar la tropa y analizar el escenario político del segundo socio del oficialismo. Habían pasado seis meses de la primera corrida del dólar frente al peso, que hizo saltar por los aires la estrategia del "gradualismo" implementada por el presidente Mauricio Macri desde la Casa Rosada.
Es posible que el primer mandatario nunca olvide los traumas vividos durante 2018. Si bien llegó a la política luego de presidir Boca en tres oportunidades, jamás dejó de pensar la instrumentación del poder desde la lógica del fútbol. Por eso tampoco abandonó las cábalas y mucho menos la identificación de los malos augurios. A la distancia, con el cuarto año de gobierno a cuestas, como una cuenta regresiva que se consume diariamente, los fervientes exégetas presidenciales, siempre más afectos a la negación que a la autocrítica, aseguran que la llegada de Cornejo a la conducción del partido fue una de esas ásperas señales que resultaron anticipatorias de "la mala racha".
El gobernador mendocino había sido elegido mandamás del Comité Nacional de la UCR el 15 de diciembre de 2017. Fue votado para reemplazar al intendente de Santa Fe José Corral, que condujo el partido desde fines de 2015 luego de que otro oriundo de Mendoza, el abogado Ernesto Sanz, abandonara los primeros planos de la política. A los ojos del actual mandatario provincial, la presidencia partidaria de Corral tuvo una docilidad con Macri que había que revertir antes de que fuera demasiado tarde.
Durante los dos fugaces años que duró la era del "gradualismo" se dedicó a pregonar en privado; pero cuando tomó las riendas del aparato partidario empezó a decirlo a boca de jarro, con la misma franqueza brutal con la que le pidió cambios al presidente, especialmente en la política energética y en los aumentos de las tarifas.
el teorema
Hijo de un docente cordobés de militancia radical que se casó con la hija de un contratista local, Cornejo nació el 20 de marzo de 1962 en el distrito Eugenio Bustos, departamento de San Carlos, en el centro oeste del interior mendocino. Alfredo Víctor fue el primer y único hijo varón de Carlos y Ramona Neila. Luego tuvieron dos hijas mujeres. El mayor de los Cornejo vivió la última dictadura entre la adolescencia y la mayoría de edad. Según reza la historia oficial, se afilió a la UCR con la recuperación democrática, cuando tenía 21 años.
La elección de Raúl Alfonsín marcó al sancarlino, en una provincia donde la primavera llegó con la elección de Santiago Felipe Llaver al frente de una gobernación que había sido intervenida durante siete años a través de un coronel y dos brigadieres, hasta enero de 1980. Luego quedó en manos de los interventores civiles Bonifacio Cejuela y Eliseo Vidart Villanueva, ambos pertenecientes al Partido Demócrata, una fuerza conservadora que desde 1931 prestó varios de sus dirigentes a los golpes de estado. En el clímax de aquel contubernio, Francisco Gabrielli llegó a ser mandatario de facto designado en julio de 1970 por el General Roberto Levingston. El control de Mendoza quedó entonces en manos de la Fuerza Aérea, bajo supervisión del Ejército y la complicidad de la Gendarmería y la policía local, con un centro clandestino de detención a dos cuadras de la Casa de Gobierno.
La versión mendocina del partido centenario tuvo figuras de relevancia nacional, como el senador entre 1983 y 1993 Raúl Baglini, autor del célebre teorema que lleva su nombre. La tesis consiste en que mientras más lejos esté del poder una fuerza partidaria o un político, sus posiciones serán más cuestionadoras; mientras que cuando se acerca a la posibilidad de gobernar, sus propuestas pasarán a ser más "razonables".
Como último exponente del radicalismo mendocino en el ejercicio del poder, Cornejo camina entre una punta y la otra de un partido que, a pesar de la crisis de 2001 y de la huida de Fernando de la Rúa, mantuvo el control de la provincia en octubre de 2003 de la mano de Julio Cobos. Aquella fue una de las primeras derrotas provinciales de Néstor Kirchner, cuando recién había asumido la presidencia.
Cornejo llegó de la mano de Cleto al "Barrio Cívico", pequeño parque conocido históricamente como la Quinta Agronómica, que reúne a la casa de Gobierno provincial, la cabecera del Poder Judicial, el palacio de la Policía donde funcionó el centro clandestino de la temible D-2, y la sede de la Municipalidad de la ciudad de Mendoza que la UCR controla en forma ininterrumpida desde la vuelta de la democracia. Primero fue ministro de Gobierno de Julio Cobos entre 2003 e inicios de 2005, y después titular de la cartera de Justicia y Seguridad provincial durante medio año. Faltaban aún 24 meses para el eslogan "Cristina, Cobos y Vos" que puso al exponente de la UCR mendocina en una fórmula compartida con CFK. La sociedad con el kirchnerismo se extendió hasta la crisis del campo y el no-positivo que enterró esa fórmula para siempre.
Casi al mismo tiempo de la candidatura permanente que emprendería Macri, Cornejo fue ungido como un exponente del particular radicalismo mendocino. En 2005 dejó el Ejecutivo para postularse como candidato a diputado nacional. Estuvo en la Cámara Baja durante dos años para volver a presentarse como intendente de Godoy Cruz, uno de los principales departamentos del Gran Mendoza, que gobernó por dos mandatos hasta pelear por la gobernación dentro de la boleta de Cambiemos, bajo el apellido Macri. Para conseguirlo, jugó como principal opositor y crítico del entonces gobernador peronista Francisco "Paco" Pérez, expresión del Frente para la Victoria en la provincia y representante de un proceso de acumulación de la centroizquierda que sufrió un duro revés.
¿Existe un "teorema de Baglini" para el Cornejo que llegó al poder local junto a Cobos y luego compartió boleta con Macri? Posiblemente no, pero el sancarlino que era un incondicional del "cobismo", terminó distanciándose del exvicepresidente de CFK en la convención partidaria provincial del 13 de diciembre de 2014, en Tunuyán. En ese cónclave Cornejo impuso sus números para que el partido sellara un acuerdo con el PRO y, finalmente, suscribiera la línea impulsada por el entonces senador y titular del Comité Nacional, Ernesto Sanz, histórico antagonista de Cobos en Mendoza y hasta ese momento también suyo.
Un mes antes de ese desenlace, y del acercamiento entre Sanz y Cornejo, el radicalismo se reunió en la localidad bonaerense de San Fernando para dirimir la puja que atravesaba al partido, dividido como estaba en dos posiciones irreconciliables. Para entonces Sanz ya se había mostrado dispuesto a ser candidato presidencial y medirse en internas contra Macri, dentro de una nueva alianza que le permitiera al radicalismo constituir una alianza de coalición de derecha con el PRO. Del otro lado estaban Cobos y Ricardo Alfonsín, que proponían mantener la alianza creada seis meses antes con el nombre Frente Amplio UNEN, compuesto por socialistas, la Coalición Cívica, Proyecto Sur, Libres del Sur, el GEN de Margarita Stolbizer y hasta el Frente Cívico de Luis Juez.
La opción progresista que Cobos defendió con muy poca convicción se deshizo en noviembre de 2014, frente a un Sanz que ya contaba con el aval de Cornejo. Ambos ordenaron su terruño en Tunuyán y se lanzaron a trabajar por la Convención de Gualeguaychú del año siguiente, donde se selló el nacimiento de Cambiemos. El otro compinche de Sanz fue el entonces senador por Jujuy, Gerardo Morales, quien apostó todos sus recursos a la alianza con el PRO que finalmente lo aupó a la gobernación.
Con las manos libres para dar un giro en la política de alianzas del partido y cerrar un pacto con el macrismo, nació el Frente Cambia Mendoza que llevó a Cornejo a la gobernación provincial. En el armado estaba el viejo Partido Demócrata. La política mendocina, y su componente liberal-conservador, fue todo un paradigma para el PRO.
Una expresión viva de la mano dura que Cornejo aplicó en su gestión, estuvo en boca del diputado nacional Luis Petri, reconocido por la defensa de la doctrina Chocobar y del endurecimiento penal, a partir de un proyecto de ley para generalizar la aplicación de la prisión preventiva y ampliar a 20 días el plazo para estar a disposición del juez. La gestión Cornejo impulsó un drástico ajuste fiscal y también buscó tensar la disciplina policial para ejercer un férreo control de la calle, en una provincia que tiene una "tasa de encarcelamiento de 232 detenidos cada 100.000 habitantes, según los datos de la Corte mendocina, cuando en el país la tasa es muy inferior, 162", advirtió el CELS en 2016.
Desde una plataforma de coexistencia con la históricamente cuestionada Policía de Mendoza, Cornejo apuntó a reducir las tasas de robos y homicidios. Se ufanaba de haberlos bajado, sin embargo, hace dos años la provincia tenía tres de sus distritos entre los diez con más robos de todo el país, un dato que enojó al cacique radical. Salió del paso culpando a la Casa Rosada, y especialmente a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, de haberlos manipulado. En noviembre de 2018, durante las fallas de seguridad para controlar el superclásico entre River y Boca el gobernador mendocino propuso realizar la final de la Copa Libertadores en Mendoza. El gesto, en tono de chicana pública, fue parte de la arrogancia del mendocino respecto de la gestión nacional, especialmente en materia de seguridad, donde fue pionero en aportar defensa estatal a efectivos acusados de gatillo fácil o abusos de autoridad.
del espejo al desdén
“Macri siempre fue un socio desconfiado”, confiesa uno de los pocos amigos que tiene y lo estima con la misma intensidad con la que ahora le teme. El presidente se hizo receloso desde que comenzó a hacer negocios a la sombra de su padre. Cuando se lanzó a la política, y siguió con sus business, no perdió las mañas. Por eso, calzado en el traje de candidato eterno, aunque ya con la banda presidencial puesta, siempre miró de reojo y con desdén al radicalismo. Su vínculo con los boinas blancas tiene más que ver con la necesidad y el espanto al "populismo" que con coincidencias políticas y económicas. Dicen que se los ha dicho en la cara: el Gobierno no es colegiado y la alianza es parlamentaria, no llega al Ejecutivo.
El radicalismo casi no tiene defensores en el entorno de Macri. Dentro del ala política del Gobierno, con el ministro del Interior Rogelio Frigerio como principal representante, definen a la UCR como una confederación de partidos provinciales que jugó un papel determinante en la fundación de Cambiemos y en el desembarco de esa marca en territorios clave para Macri, como Córdoba. Dentro del partido centenario asumen que la lectura sobre la tribu de gobernadores es la menos mala dentro del PRO. Cornejo no solo cree que Macri está enfermo por su desprecio a la política y a la UCR; "sabemos que Marcos (Peña) también detesta al radicalismo, y que Jaime Durán Barba directamente detesta a todos los partidos", sostiene un boina blanca que adjudica esa lectura a Sanz y a su sucesor al frente del Comité Nacional partidario.
El fundador y financiador inicial del PRO llegó a tener apreciaciones aún peores de las que confiesa en privado, sobre todo después de la crisis del 2001, y del abandono de Fernando de la Rúa del poder tras una rebelión popular ferozmente reprimida, que dejó 38 muertos en todo el país. La escasa arqueología macrista sostiene que fueron dos hitos los que lanzaron al magnate heredero de Franco para armar su propio partido y meterse en política. Tan grandes eran sus críticas contra el radicalismo que Macri originalmente pensó en aportar lo necesario para ser el aspirante presidencial del peronismo, sostenido por los mismos gobernadores del PJ con los que mantiene un vínculo inestable, repujado al calor del ajuste fiscal cero. El puente que atravesó esa desconfianza originaria pasa, en gran parte, por Mendoza y sus dos dirigentes más conservadores, que gravitan dentro de Cambiemos aunque bien lejos de la Casa Rosada.
un internista de rigor
Cornejo empezó a patear las puertas del Ejecutivo mucho antes de ser nombrado titular del partido. Tanto en las oficinas del cuarto piso de la Casa de Gobierno provincial como en Balcarce 50, las fuentes consultadas admiten que la relación entre Macri y Cornejo es tirante pero signada por la "áspera frontalidad" del mendocino que le dice a “cara de perro” sus desacuerdos al presidente. Cornejo es tan hosco como Sanz en el trato cotidiano, pero Macri prefiere al extitular del partido. Tanto es así que alguna vez su nombre sonó para ocupar la jefatura de Gabinete que detenta Marcos Peña desde diciembre de 2015. Finalmente, las posibilidades del oriundo de San Rafael se diluyeron por la desconfianza originaria que une al líder del PRO con la UCR y por el crecimiento exponencial de la influencia del ministro coordinador valorado por el presidente como "un hijo".
Las espinas que Cornejo se guardó durante dos años nunca se las ocultó en privado a Macri y a Peña. Tampoco a Frigerio y mucho menos al entonces ex CEO de Shell y exministro de Energía, Juan José Aranguren. Como gobernador de una provincia hidrocarburífera fue el primer crítico de la política energética y tarifaria. El Vasco Aranguren, tan hosco como el mendocino, ignoró los planteos radicales.
En abril de 2018, cinco meses después de asumir la presidencia del partido, Cornejo comenzó a confirmarle a Macri sus malos augurios del tercer año de mandato. Por primera vez reunió a todos los jefes provinciales del partido y comenzó a sacarse el bozal que se autoimpuso ante la docilidad de Corral, su antecesor. "En el radicalismo creemos que vamos en la dirección correcta y eso no significa que estemos en un cien por ciento conforme con todo lo que se está haciendo. Cuando tenemos una diferencia la manifestamos, pero siempre sin perjudicar la línea general del Gobierno”, aclaró el mendocino y blanqueó el tono que adoptaría con el presidente: “Perjudicarla y dinamitarla desde adentro de Cambiemos es perjudicial. Porque es mucho más perjudicial el fuego amigo que el fuego enemigo. Una cosa es que el kirchnerismo critique la política general del gobierno, y otra cosa distinta es que lo hiciéramos dentro del gobierno. Eso tendría un daño enorme. Tendríamos como resultado echar para atrás todo lo que viene funcionando en forma correcta".
Dentro de los márgenes de socio desconfiado que anunció en Mendoza en aquel primer plenario de comités provinciales, Cornejo aplicó el rigor "del fuego amigo". Una semana después, en un almuerzo con doscientos empresarios organizado por el Rotary Club Buenos Aires, declaró: "Es bastante difícil tener diálogo con Aranguren. Reuniones hubo muchas, pero diálogo es interacción, alguien que explica, que interactúa cediendo en algún punto. No lo he visto ceder en todo este tiempo, pero paradójicamente las noticias lo han hecho ceder y han hecho meter la pata al gobierno en varias oportunidades".
Los dardos contra Aranguren estaban orientados a las consecuencias que tendría el tarifazo en las clases medias urbanas de todo el país, el principal electorado de Cambiemos y la UCR. Cuando estrenó su lanzallamas discursivo, Cornejo también apuntó a Peña y a Durán Barba: "La última campaña electoral no contribuyó en nada, los tres candidatos hicieron campañas populistas, los tres trataron de mostrar esperanza, como dicen los marketineros que hay que hacer en una campaña. Y de tanto mostrar esperanza al ciudadano, el ciudadano nunca tomó cuenta que estamos ante una alta fragilidad económica y que había una bomba que había que desarmar porque sino explotaba. Probablemente lo hicimos por errores de comunicación de nuestro gobierno, que debemos enmendar, pero es una salida del populismo y no es un tránsito fácil. Más si se abonó tremenda campaña de marketing con dos o tres medidas que iban a hacer que todo funcionara".
Un mes después Macri afrontó la primera corrida cambiaria y los meses que jaquearon su tercer año de mandato. En la Casa Rosada dicen que el presidente jamás perdonará la osadía de Cornejo y sus correligionarios, a los que acusó en privado de "huir como rata por tirante". "No tienen por dónde encontrarle la vuelta. No se lo bancan y tampoco se bancan las críticas que les hace, pero lo respetan porque siempre se los dijo antes y porque Alfredo (Víctor Cornejo) está a la derecha de ellos, mucho antes de que tomaran posiciones sobre distintos temas", confiesa uno de los escuderos que, como su jefe, considera a la UCR "parte del pasado".
el exorcismo radical de Macri
En el segundo plenario de caciques partidarios que se realizó en Buenos Aires, donde Cornejo llamó a curar a Macri de su desprecio por el partido centenario, también redobló la apuesta ante el tembladeral económico. Pidió salir de la "agenda del ajuste" y exhumó el interés partidario por disputar la candidatura nacional de Cambiemos en primarias, uno de los puntos descartados por el presidente. Seis meses después, en marzo de 2019, flanqueado por los dos gobernadores radicales Morales (Jujuy), Gustavo Valdés (Corrientes) y el vice bonaerense Daniel Salvador, pidió una vez más cambiar la política tarifaria y reformar el sistema de ayuda social, sin entrar en detalles, porque Cornejo considera que el Estado le entrega dinero a las organizaciones sociales para que manifiesten contra el Gobierno, un fenómeno que le endilga a Carolina Stanley, la ministra de Salud y Desarrollo Social.
La pinza de planteos incluye un plan solapado para promover un candidato a presidente radical, o un aspirante a acompañar a Macri en la lista. El problema, admitió Cornejo, es que no tienen a quién, aunque luego tuvo que moderar sus palabras para no desautorizar al exembajador en los Estados Unidos y excandidato a jefe de Gobierno porteño, Martín "Guga" Lousteau, quien insistió sobre la posibilidad de postularse para esa candidatura mientras participaba como invitado de la Casa Rosada en la gira que realizó con el presidente por India y Vietnam. Luego de bajarle el precio, el gobernador mendocino se mostró abierto a respaldar a Lousteau, en tren de devolverle favores al radicalismo porteño, uno de los garantes de la llegada de Cornejo a la conducción partidaria, controlada en las sombras por el extitular partidario y vicedecano de la Facultad de Derecho de la UBA, Emiliano Yacobitti, histórico cuadro de la Franja Morada y del sector que responde a Enrique “Coti” Nosiglia, exministro de Raúl Alfonsín y actual titular de la Comisión de Acción Política partidaria.
Tal como reconstruyó el periodista Diego Genoud en el portal Letra P, tanto Sanz como Cornejo son permeables a la prédica del histórico dirigente radical que tiene una vieja relación con Macri desde que este llegó con su apoyo a la primera presidencia de Boca Juniors. Los gestos de autonomía que Cornejo impulse en nombre del radicalismo siempre tendrán al Coti como aliado incólume. Siempre detrás de las bambalinas del poder, es uno de los principales impulsores de la interna de Cambiemos en Córdoba, para que el intendente capitalino, Ramón Mestre, titular de la UCR provincial, sea candidato a gobernador, por encima de su antagonista y correligionario, el titular del Interbloque del oficialismo en Diputados, Mario Negri, favorito promovido con el apoyo de la Casa Rosada y de la jefa de la Coalición Cívica Elisa Carrió.
Aunque Negri sostuvo que la interna es irrealizable y más allá de las presiones de la Casa Rosada por evitarla, Cornejo les pidió a ambos contendientes que mantengan la interna. Cambiemos posiblemente no existirá en Córdoba, sino mediante dos candidatos radicales por separado que se medirán con el peronista Juan Schiaretti, en busca de su reelección. Una derrota del liderazgo de Macri sobre Cambiemos, en el territorio donde definió parte de su victoria en 2015. Otra muestra de fuego amigo.
Por la naturaleza de su origen político, desde que llegó a la gobernación mendocina Cornejo buscó trabajar por un segundo mandato. La Constitución provincial lo impide y el PRO no hizo ningún aporte para apoyar la iniciativa de reformarla. El sancarlino, graduado como politólogo al pie de los Andes, en la Universidad Nacional de Cuyo, transita el último año de mandato y fue uno de los primeros en separar las elecciones a gobernador de las nacionales, en una serie de movimientos relámpago. Primero le dijo a Macri que no unificaría los comicios como quería, luego confirmó el desdoblamiento, y de inmediato llegó a un acuerdo de "unidad" con su viejo antagonista Cobos para promover al intendente capitalino Rodolfo "Rody" Suárez como precandidato a sucederlo. Una forma de obligarlo a bajarse o a sucumbir ante la apuesta del radicalismo por quedarse con el control de la provincia.
Macri no se demoró en devolver el gesto. Ante la insistencia de una interna abierta con los radicales, el destrato sufrido en India por las palabras de Lousteau y el acordonamiento de su delfín mendocino, el presidente anticipó que quería al actual ministro de Seguridad bonaerense, el vidrioso Cristian Ritondo, como primer candidato a diputado nacional de Cambiemos en un eventual segundo mandato. La maniobra sorprendió incluso hasta a los operadores del macrismo porque adelantó el nombramiento de un candidato con cuatro meses de anticipación, quien será además el sucesor de otro eterno despreciado, el actual titular de la Cámara de Diputados Emilio Monzó. Cornejo se siente destinatario de ese movimiento. Buscará encabezar la lista de diputados nacionales por Mendoza con la esperanza de ser titular del bloque radical, del interbloque de Cambiemos, o de conducir la Cámara Baja en 2020.
Con la promoción de Ritondo por pedido presidencial, esas posibilidades comienzan a nublarse y a tensar la inestable relación entre Macri y el titular de un partido que hasta ahora ya promueve internas en una decena de provincias, mellando el poder del PRO desde una orientación conservadora.
Tal como le enrostró al líder del PRO, Cornejo cree que existe la posibilidad de un presidente radical al frente de Cambiemos, en una senda tan crítica como la que sobreactúa Elisa Carrió para no perder votantes malheridos por el ajuste. Al igual que Lilita, Cornejo y Sanz prometen que no sacarán los pies del plato, mientras Macri interpreta que solo están buscando subirse al precio de una transacción que ya fue pagada. Los mendocinos lo niegan, consideran al presidente un ingrato, y aseguran que no le perdonarán la gentileza.