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la dama de hierro de ultramar
Con base en Londres, Sukey Cameron ha sido la funcionaria inglesa encargada de mantener durante los últimos treinta años a las Islas Falklands bien aferradas al Reino Unido. Su retiro significa un cambio de época, justo cuando en el Continente argentino tendrá lugar un nuevo traspaso de gobierno. ¿Cuáles son los temas qué le preocupan y cómo defienden los intereses coloniales en el Atlántico Sur?
Ilustraciones: Ezequiel García
30 de Octubre de 2019

 

El 9 de octubre los habitantes de las islas Malvinas vivieron un momento histórico. En Londres se reunieron por primera vez todos los agentes coloniales que oficiaron como gobernadores de las islas. El motivo del encuentro fue una mujer. Los exdelegados de la Corona británica celebraron un almuerzo para homenajear a Sukey Cameron, quien durante 36 años fue el cordón umbilical que unió a Inglaterra con el Atlántico sur. La funcionaria se retira mañana de su estratégico puesto, justo cuando en Argentina tiene lugar un nuevo cambio de gobierno.

En el almuerzo estuvieron desde Nigel Phillips, actual gobernador de las islas, hasta Gordon Jewkes, que tiene 87 años y reemplazó después de la guerra al famoso Rex Masterman Hunt. Aunque los kelpers no se cansan de declamar su autonomía económica y el crecimiento de sus instituciones políticas locales, la foto de despedida de Sukey Cameron es una muestra de la pervivencia del poder colonial inglés en Malvinas.

durante treinta años, el trabajo de sukey ha sido poner a las islas en la mente y la agenda de los británicos. organizó viajes de parlamentarios a malvinas, llevó a más de 200 excombatientes ingleses a visitar los puestos donde habían servido.

 

los pingüinos

El teléfono de Sukey Cameron suena sobre la mesa de su despacho en Londres, pero ella no atiende. Me mira con un gesto inquietante: sonríe y frunce el ceño a la vez. Y dice, “ese es alguien que quiere avisarme que ganó Boris Johnson, y lamentablemente yo ya lo sé”.

Es la tarde del 23 de julio de 2019 y estamos en el despacho de la Representación de las Islas Malvinas ante el Reino Unido, en el edificio de la Falkland House en pleno centro de Westminster. A pocas cuadras, en el Centro de Conferencias Queen Elizabeth, la cúpula del Partido Conservador acaba de elegir al diputado Boris Johnson como nuevo Primer Ministro británico. A Sukey el hecho no le gusta nada, así que cambia de tema:

–Ustedes también tienen elecciones pronto en Argentina, ¿no?

Antes de que pueda contestarle, ella sigue:

–Y Miss Kirchner quiere ser vicepresidenta… ¡Sí, seguro! –y estalla en una carcajada, otra vez con el ceño fruncido.

A los isleños el recuerdo del kirchnerismo les hace gracia y los asusta al mismo tiempo. Hasta 2015, la defensa de la soberanía articulada a nivel Latinoamericano les complicó el comercio y el movimiento de barcos propios y extranjeros que pescan en su zona de influencia. Como contrapartida, se enamoraron de Mauricio Macri, aunque lo admiten con mesura. “Nada puede ser peor que los Kirchner”, me dijo en abril Roger Spink, miembro de la Asamblea Legislativa de Malvinas y exdirector de la Falkland Islands Company.

Lo cierto es que la gestión Macri significó un cambio rotundo con el período anterior. En materia de relaciones con el Reino Unido y la causa Malvinas, el símbolo de la época es el acuerdo Foradori-Duncan, firmado por los vicecancilleres de Argentina y Gran Bretaña en 2016, la primera comunicación conjunta rubricada por ambos países desde 1999. En ella se acordó trabajar para eliminar las restricciones a la industria del gas, el petróleo, la pesca y los embarques en las islas. Y además, se decidió facilitar nuevas conexiones aéreas entre las islas y terceros países. Por si fuera poco, el acuerdo vigente no hace ninguna mención a la cuestión de la soberanía.

 

ave amable

Sukey Cameron acaba de cumplir sesenta años y es una mujer enérgica. Está a punto de retirarse del cargo de representante de las Islas ante el gobierno del Reino Unido, después de veintinueve años en el puesto. Durante tres décadas ha sido el rostro, el cuerpo y la voz de las islas en Londres. Es una rubia muy alta y flaca, de risa fácil. Sus brazos largos, el cuello estirado y el corte carré que le rodea los ojos pequeños y la nariz grande le dan el aspecto de un ave amable. Pero cuando se ríe fuerte y frunce el ceño da la sensación de que podría despedazarte a picotazos.

En noviembre de 1979, el Falkland Island Newsletter, una especie de boletín oficial que publicaba entonces el gobierno isleño, daba cuenta del comienzo de la vida política de Sukey. El breve texto dice: “Miss Sukey Cameron (22) se ha unido a la Falkland Island Office como secretaria ejecutiva. Sukey es una isleña de Puerto San Carlos y nieta del ex gobernador de las islas, Sir Herbert Henniker-Heaton”. En la foto que ilustra la nota, la joven Sukey mira a la cámara subida a una bicicleta que lleva un canasto de mimbre atado al manubrio. Lleva un jean ajustado y una remera blanca ceñida con un cinto, que dice en letras negras: “Keep the Falkland Islands British”. La imagen es un efectivo combo de inocencia, sensualidad y nacionalismo.

En las islas y en Gran Bretaña, los Cameron ostentan un linaje de generaciones. Herbert Henniker-Heaton, el abuelo materno de Sukey, nació en Inglaterra y era hijo de un parlamentario británico. Poco antes de que se iniciara la Primera Guerra Mundial, cuando tenía 30 años, se unió a la Colonial Office, que lo nombró secretario de gobierno primero en Gambia, después en Bermudas, y más tarde en Chipre. Su último puesto, poco antes de retirarse, fue como gobernador de las Malvinas. Sukey fue uno de sus cuatro hijos.

 

la guerra importuna

La llegada de la jovencísima Sukey a la oficina de Londres ocurrió en uno de los más intensos momentos del llamado “lobby de las Falklands”. En 1975, el abogado inglés William Hunter Christie arribó a las islas para realizar un sondeo. Mantuvo decenas de reuniones y entrevistas privadas donde concluyó que los isleños tenían un ferviente deseo de seguir siendo británicos. Christie era en realidad un lobista que trabajaba para los terratenientes vinculados a la Falkland Island Company y buscaba impedir que Gran Bretaña se deshiciera de ellas. Los dueños de la tierra vivían en Europa y junto con un grupo de parlamentarios formaban el llamado grupo de presión para convencer al primer ministro Harold Wilson y su entorno de no devolver las islas a la Argentina.

Del otro lado de la cincha estaba Nicholas Ridley, funcionario británico de la Oficina de Asuntos Exteriores, que llegó a las Malvinas en 1980 para sondear entre los isleños la posible aceptación de un condominio de la soberanía con Argentina. La idea era hacer lo que poco más tarde Gran Bretaña acordaría con Hong Kong en la Declaración Conjunta de 1984, donde se resolvió la transferencia definitiva de la soberanía a China a partir de 1997. Pero la situación de las Malvinas era distinta. La economía, basada aún en la cría de ovejas, estaba estancada. Los isleños se sentían abandonados pero ninguno de ellos quería perder su condición británica.

Cuando Ridley llegó en 1980, lo recibieron con las pancartas de “Keep the Falkland Islands British” que se habían empezado a usar como eslogan. Entonces convocó a una reunión pública en el Town Hall: “No pueden continuar con esta intransigencia”, dijo en el auditorio ante cientos de isleños que se habían convocado. “Ya no estamos en la era victoriana. No vamos a mandar a nadie a defenderlos si ustedes se meten aquí en problemas”.

Hasta abril de 1982, las palabras de Ridley daban cuenta de la posición más fuerte en medio de aquel tironeo. Pero al final, con la llegada de las tropas argentinas, a las palabras de Ridley se las llevó el viento y Margaret Thatcher sí envió a las tropas británicas a defenderlos:

–Si la guerra no ocurría –me admite Sukey en su oficina de Londres cuatro décadas después– iba a haber algún tipo de arreglo con Argentina. Nosotros lo sabíamos, y eso iba a ser terrible.

Cuando el general Leopoldo Galtieri y la Junta Militar decidieron enviar las tropas a recuperar por la fuerza las islas que se habían empezado a recuperar con la diplomacia y los negocios durante el último gobierno de Perón, Sukey ya estaba trabajando en las oficinas de Londres. Con 25 años, tuvo un papel protagónico en las actividades que se organizaron desde Inglaterra:

–Empezamos a trabajar con el Ministerio de Defensa –revive ahora, sentada en el sillón de su despacho–. Los ayudamos a interpretar mapas y fotografías. Trabajamos también con los medios de comunicación. Porque en el 82 nadie sabía dónde quedaban las islas. No había muchos isleños aquí. Teníamos una pequeña oficina en Victoria Street con dos escritorios y un teléfono. Estaban aquí dos de nuestros miembros del consejo y por supuesto el gobernador Rex Hunt, que lo había echado al general Menéndez de las islas. Organizamos entonces un grupo de gente que pudiera estar disponible las veinticuatro horas en esa oficina para hablar por las islas tanto públicamente como en las negociaciones con el gobierno.

Después de la guerra Margaret Thatcher trabajó de cerca en la ayuda para la reconstrucción de las islas y la oficina en Londres cobró una importancia que hasta ahí no tenía. El gobierno hizo dos cosas importantes en lo inmediato: reconstruir los lugares dañados por la guerra y montar, cincuenta kilómetros al sur de Puerto Argentino, la base militar más grande de Sudamérica. Pero más importante que eso fue la creación de la Zona de Conservación: un área de 150 millas a la redonda del Estrecho de San Carlos donde empezaron a cobrar licencias para pescar a barcos de todo el mundo que ya hacía años que navegaban en la zona, atraídos por la impresionante reserva ictícola del lugar.

Sukey fue designada en 1990 como representante oficial de las islas en Londres. Su experiencia en la administración y su linaje de abolengo la avalaban para ocupar un cargo que, en tiempos de paz y con las islas comenzando un período de notable ascenso económico, adquiriría un nuevo perfil.

 

okupar es poblar

Según datos del gobierno isleño, desde 1986 hasta el presente, la pesca aumentó los ingresos públicos en un 500%, asegurando la autosuficiencia de las islas en todas las áreas, excepto defensa y asuntos externos. En números de 2016, la actividad pesquera representa un 40% del producto bruto, y la recaudación impositiva que genera sustancia el 66% del presupuesto de la administración. Con la autonomía económica lograda en los últimos 37 años, gracias a la explotación de los recursos naturales en la zona de disputa con Argentina, los isleños han creado un estado de bienestar que garantiza a los habitantes el acceso universal a la salud y a la educación. Incluida la cobertura de los estudios universitarios en Inglaterra a todos los jóvenes que cumplan con sus obligaciones académicas de nivel medio:

–Mi ahijada se acaba de graduar en Historia Antigua aquí en Londres –me cuenta Sukey orgullosa. Ahora está trabajando en la ciudad porque queremos que empiecen sus carreras profesionales y luego cuando estén mejor y más sólidos vuelvan a las islas. Hoy tenemos un número de entre cuarenta y cincuenta jóvenes de las islas estudiando en Inglaterra. Ellos tienen que adquirir experiencia y los mayores debemos asegurarnos de que al regresar tengamos trabajos calificados para ofrecerles.

Hoy en las islas hay falta de mano de obra, por eso despliegan una política que permita la llegada de inmigrantes que puedan trabajar, además de los jóvenes que regresan. Según el censo de 2016, de los 3.398 habitantes, solo son nativos el 47%. Hay 199 chilenos, que representan el 6% de la población y son el tercer grupo de inmigrantes con más representación. El segundo puesto lo ocupan los inmigrantes de la isla de Santa Helena –también territorio de ultramar británico–, con el 10%. Y el primero, con el 27% es el Reino Unido: son 728 británicos que viven en las islas, pero no nacieron allí. Todos ellos llegaron a través de gestiones realizadas en la oficina londinense que encabeza Sukey.

“no tenemos un líder. tenemos un gobernador designado por la reina, tenemos un jefe ejecutivo con contrato que no es un isleño. Creo que no estamos políticamente maduros para empezar a pensar en la independencia”.

 

tiempo de balances

El despacho en Londres es una sala de cuarenta metros cuadrados donde hay tres sillones, un amplio escritorio de madera, una biblioteca y cuatro paredes repletas de cuadros con pingüinos, paisajes de las islas y fotos de Sukey con políticos. Entre ellas, Margaret Thatcher, y el príncipe Carlos, que le entregó en Buckingham Palace la medalla de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, una de las distinciones de caballería que entrega la Corona. Hoy Sukey es la máxima autoridad isleña en Inglaterra, después de ser una joven secretaria y, por muchos años, la única mujer en la oficina de Londres. Asegura que estar rodeada de hombres no afectó para nada su trabajo, evita meterse en la cuestión de género y me aclara que “este puesto ha sido el centro de mi vida, soy afortunada de tener un marido que me apoya mucho”.

Sukey se casó a los 49 años con Howard Pullen, empresario de bienes raíces y construcción. Él de smoking, ella de vestido blanco y velo. El casamiento fue en la Catedral de Saint Paul, donde está el memorial de los caídos en la guerra de Malvinas. A la ceremonia fueron 140 invitados, entre los que estuvo la propia Margaret Thatcher. La Baronesa, como la llamaban en Londres después de que dejó el cargo de Primera Ministra, es una de las mujeres que Sukey más admira:

–Las cosas en las islas y nuestro destino hubieran sido muy diferentes si no hubiera sido por ella y su determinación.

Durante treinta años, el trabajo de Sukey ha sido poner a las islas en la mente y la agenda de los británicos. Organizó cada año viajes de parlamentarios a Malvinas, llevó a más de 200 excombatientes británicos a visitar los puestos donde habían servido. Y en Londres se dedicó a armar rondas de negocios con empresarios, y a mantener reuniones con referentes de la Foreign Office y el Parlamento.

Hoy la Falkland House ocupa un edificio de tres pisos que se compró con dinero del gobierno isleño en 1988. Del frente cuelga una bandera de las islas del largo de una persona. Solo trabajan cinco personas más, que se encargan de la prensa, las relaciones públicas, la gestión administrativa y la burocracia. En la recepción hay un mapa gigante de las islas ploteado en la pared que antecede al pasillo de las oficinas. Junto al puesto de la recepcionista hay dos relojes aguja, uno con la hora de Londres y otro con la hora de las Malvinas.

El 31 de ocubre Sukey le cederá el cargo a su sucesor, Richard Hyslop, un joven consultor político inglés que vive allí hace dos años con un cargo de asesor del gobierno local. Hyslop ha hecho consultoría en Westminster, Bruselas y Escocia, antes de firmar un contrato por tres años como representante del gobierno isleño en Londres.

A modo de balance, Sukey expone sus opiniones sobre los temas que más le preocupan: el petróleo, el Brexit y las nuevas generaciones de isleños.

Las exploraciones de petróleo van y vienen, no hay apuro. Si en algún momento empiezan las perforaciones estará bien, y si no empiezan nunca igual habrá pesca y turismo.

El Brexit es una mala noticia porque España es su mayor socio comercial: casi todo lo que se pesca en las islas entra por el puerto de Vigo y desde allí se vende al resto de Europa. Lamenta que los isleños no hayan podido votar en el referéndum de 2013 –de los catorce territorios de ultramar británicos solo se habilitó la votación en Gibraltar–, pero dice que mantuvo al tanto a los parlamentarios y están analizando juntos estrategias para los posibles escenarios futuros.

Más allá de lo incierto del porvenir, considera que lo más importante es que las jóvenes generaciones tengan posibilidades de estudiar en Europa y luego oportunidades de trabajo en las islas.

Finalmente le pregunto por una posibilidad que escuché en un viaje a las Malvinas:

He hablado con gente en las islas que piensa en constituir un país independiente en algún momento. ¿Cuál es su opinión?

Sukey resopla, se toma su tiempo y piensa en voz alta:

– Nosotros somos distintos a los otros territorios de ultramar. Somos muy pequeños, nunca tuvimos población indígena, y siempre hemos estado muy cerca del Reino Unido. Es lo que se vio en el referéndum de 2013, cuando el 99% votó para que sigamos siendo un territorio de ultramar británico. Hay dos o tres personas en las islas que pueden pensar en la independencia. Pero no estamos listos. No tenemos el gobierno tan desarrollado. Algunos territorios de ultramar tienen un premier, un Parlamento con oposición. Nosotros no. No tenemos un líder. Tenemos un gobernador designado por la Reina, tenemos un jefe ejecutivo con contrato que no es isleño. Económicamente estamos muy bien, pero creo que no estamos políticamente maduros para empezar a pensar en la independencia. Quizás en quince, veinte o treinta años podríamos, cuando estemos más desarrollados políticamente.

Después del 31 de octubre, Sukey seguirá viviendo en Londres, pero planea pasar más tiempo en las islas, y viajar de paseo por el mundo.

 

(Este texto fue producido en el marco de la Beca Michael Jacobs de crónica viajera, organizada por la Fundación Gabo, el Hay Festival Cartagena y The Michael Jacobs Foundation for Travel Writing.)

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