“Stiuso es un encantador, ese es su trabajo”, dice Alejandro Rúa. En las imágenes del juicio por el atentado a la AMIA, que sería anulado en 2004, Alberto Nisman queda solo en el banco de la acusación, con la cara tensa, después de que el tribunal expulsa a los (ahora ex) fiscales Mullen y Barbaccia porque están contaminados por el pago ilegal a Telleldín y la acusación falsa contra los policías bonaerenses. Nisman sobrevive a ese desastre y ata su suerte a Antonio Stiuso. Igual que el kirchnerismo. Triunfador de ese momento, el agente de inteligencia quedó a cargo de decirle al funcionario judicial, nombrado luego al frente de la Unidad Fiscal AMIA, lo que tenía que hacer. Declara en el documental: “Yo hacía la investigación, él le daba formato jurídico, esa era su función”. El agente resuelve una parte y arma la otra, como toda operación eficaz de inteligencia.
En 2019 se cumplieron 25 años del atentado impune a la AMIA. Los seis capítulos sobre el fiscal Nisman reafirman una verdad muy pesada: la investigación judicial del atentado fue y sigue siendo una farsa. El gran triunfador resultó un mitómano peligroso, artífice de un gran fracaso y del armado judicial más grande de nuestro país.
El documental del director Webster es un poco desordenado, bastante para entendidos, pero tiene hallazgos y declaraciones atrapantes. Tira del hilo de la denuncia contra el gobierno de Cristina Kirchner por la firma del memorándum de entendimiento con Irán que Nisman presentó días antes de aparecer muerto. Hace hablar y pone incómodo a Stiuso. Humaniza a la (ahora ex) fiscal Viviana Fein y la convierte en un personaje creíble. Logra que el delegado de la CIA en Buenos Aires cuente que ellos dirigían todo porque se trataba de “blancos compatibles” y de lograr una verdadera cooperación que le sirviera a los dos países. Pone al experto del FBI que analizó los restos de la camioneta que explotó en la AMIA a explicar que los argentinos partían de una supuesta verdad establecida en lugar de partir de los hechos. Muestra que el ADN de Berro, el presunto inmolado, en realidad no existe como prueba en el expediente. Expone la crueldad con la que trataron a Héctor Timerman los últimos años de su vida. Y a Laura Alonso la ubica como artífice de esparcir políticamente la denuncia contra CFK y su canciller sin el más mínimo chequeo de información.
Con el correr de los capítulos van quedando claras dos cuestiones: la estrategia de cajas chinas que cubrió la investigación judicial del atentado; y las derivaciones político judiciales de esa estrategia que llegaron a desestabilizar a un gobierno.
Hoy, luego de 5 años de la denuncia de Nisman, de su muerte y de la salida de Stiuso de la exSide, no sabemos qué pasó en el atentado, ni qué pasó con Nisman. Es ya una tradición argentina empantanar las causas judiciales y construir por afuera una historia operada.
Ficción y realidad quedan cruzadas todo el tiempo en los relatos de los entrevistados. La ficción de las causas judiciales es confrontada por una fiscal media –por no decir mediocre– del fuero ordinario, despreciada por sus pares de la justicia federal, quien como una heroína solitaria solo quiere averiguar la verdad. “En Argentina, los homicidios hay que probarlos y en la causa judicial no hay una sola prueba que aporte a esa hipótesis”, dice Fein. En contraste el fiscal Nisman, reluciente, poderoso y con contactos internacionales, aparece envuelto en una maraña de espías y claramente manipulado hasta su muerte. Obsesionado y maníaco por la información de inteligencia, el documental va mostrando, capa sobre capa, la encerrona en la que Nisman quedó atrapado. No hay verdad posible en esa maraña.
Los mismos que alentaron, aportaron información y armaron la historia, finalmente dicen que no hay información cierta sobre el móvil del atentado ni siquiera para acusar a Irán, pero que fue Irán. Concluye el delegado de la CIA: “no podrían haber arruinado más esta investigación aunque hubieran querido, así que a veces me hace creer que a nadie le interesaba resolver este caso realmente”.
En el clímax, el director le pregunta a Stiuso por su influencia en la justicia federal. Responde: “Yo sí trabajaba con los jueces por las causas”, “hacíamos las investigaciones y deteníamos gente, así que trabajaba con todos… de ahí a influir…”.
Si faltaban razones para detonar el sistema de inteligencia argentino y sus vínculos con el sistema judicial, el documental aporta las suficientes.