la inmigración venezolana y una dudosa acogida de Bolsonaro | Revista Crisis
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la inmigración venezolana y una dudosa acogida de Bolsonaro
Brasil es uno de los principales destinos de la emigración venezolana y a lo largo de los años las políticas de gobierno para recibirla han variado según los partidos al mando. Durante su periodo, Jair Bolsonaro montó una estrategia de acogida que apostó por incomodar al país vecino y promover simpatizantes. Recorrida de uno de los centros que reciben desde hace años a los recién llegados. ¿Qué cambios implementará el próximo gobierno de Lula Da Silva?
Fotografía: Amanda Magnani
27 de Diciembre de 2022

Era Rondon 5, uno de los mayores refugios para migrantes venezolanos en Brasil. Bajo un largo toldo de tela blanca, ocultándose del calor seco y aterrador de las tardes que anteceden el verano en Boa Vista, mujeres y niñas venezolanas se pintaban las uñas y se peinaban unas a otras. Al lado, un cuadro con papeles coloridos en portugués con frases sobre belleza, amor propio y empoderamiento. Excepto por uno, al centro, donde se leía en español: “Día de belleza para mujeres”. Era 27 de septiembre. 

Con casi 340 mil inmigrantes y refugiados, Brasil es el quinto país que más acoge a venezolanos, desde que empezó allá la mayor crisis política y humanitaria de su historia reciente – y, con ella, la mayor crisis de desplazamiento del continente americano. El Día de belleza para mujeres fue una iniciativa de Operação Acolhida (Operación Acogida), la campaña de carácter militar que desde 2018 concentra la respuesta humanitaria a la migración venezolana en Brasil. Encabezada por los ministerios de Defensa, Ciudadanía y Casa Civil, y por las Fuerzas Armadas – ahí conocidas por el nada militar nombre de “fuerza de tarea logística humanitaria” – en comunión con ACNUR, OIM, y casi doscientas ONGs, su trabajo gira alrededor de tres ejes: monitorear llegadas a la frontera, albergar temporalmente a migrantes y refugiados, e integrarlos a la sociedad brasileña.    

Recién llegadas de Pacaraima, en la frontera con Venezuela, y bajo la misma carpa donde tenía lugar el día de belleza para mujeres, docenas de personas, con sus docenas de maletas, atendían a una charla sobre interiorización, uno de los pilares de la integración propuesta por Acogida. Allá en el refugio Rondon 5, en la capital Boa Vista, viven los y las venezolanas que serán trasladados a otras partes del país – o bien para reunirse con parientes y amigos, o bien para buscar mejores oportunidades que aquellas disponibles en el estado amazónico de Roraima, por donde llegan. 

Para quien ejerce el periodismo, entrar a un refugio de Operación Acogida no es sencillo. Fueron casi dos meses de emails intercambiados con las autoridades, preguntas enviadas por anticipado para ser aprobadas, y cambios constantes en las fechas, horarios e incluso a los refugios para visitar (porque hay varios). Todo tenía hora marcada – de inicio y de finalización – y compañía constante de un representante militar de la operación. 

 

En medio de la burocracia, el enorme grupo de recién llegados que asistía a la charla, y la música alta que llenaba el ambiente para celebrar la semana de aniversario de un año del refugio Rondon 5, la imagen de esta simple actividad del día de la belleza podría haber pasado desapercibida, si no hubiera sido por el desafortunado dicho de Bolsonaro el 14 de octubre, día siguiente a mi partida de Boa Vista: “Pintou um clima”. La frase en portugués posee implicaciones sexuales, y fue dicha por el presidente de mi país durante una entrevista a un podcast. Se refería a lo que sintió al encontrar a niñas venezolanas en los alrededores de Brasilia: “niñas lindas de 14, 15 años, preparándose el sábado ¿para qué? Para ganarse la vida”, aplicando una expresión usada en Brasil para referirse a la prostitución. 

Días después de esa infame entrevista, fue revelado lo que pasaba en la casa donde vivían las niñas cuando las siguió Bolsonaro aquel día: era una acción comunitaria donde esteticistas brasileñas les practicaban a las venezolanas lo que habían aprendido sobre peluquería y maquillaje. Algo que suena exactamente como un día de belleza para mujeres.  

 

El refugio Rondon 5 tiene dos niveles: uno para los que vienen de otros refugios de Boa Vista y otro para los que llegan directamente de Pacaraima para ser interiorizados. Entre ellos, vallas. Alrededor del espacio con todas las carpas, también. Un espacio marcado por militares de uniforme. Militares que, hay que decir, no se parecían a los hombres taciturnos que adulan a Bolsonaro y vitorean su adoración por la dictadura que vivió Brasil entre las décadas de 1960 y 1980. Al contrario, eran muy simpáticos, sonreían y jugaban con los niños. Sin embargo, ahí estaban: hombres de uniforme, representando las fuerzas armadas y el protagonismo que tienen en la respuesta humanitaria brasileña a la crisis migratoria venezolana. 

“Este caso del ‘pintou um clima’ ilustra perfectamente la política migratoria de Bolsonaro - dice Marcia Maria de Oliveira, profesora e investigadora de migración en la Universidad Federal de Roraima (UFRR)-. La acogida no está establecida por respeto, afinidad o afecto, ni tampoco por un compromiso con la cuestión migratoria. Aparentemente, el gobierno brasileño acoge a los y las venezolanas. Pero ¿cuáles son los elementos de esta acogida? ¿Promueve y empodera al migrante, o simplemente lo usa como moneda política? Si analizamos la Operación Acogida, hay ahí mucho más elementos políticos y económicos que sociales. No existe una postura seria de acogida. Al categorizar a estas niñas vulnerables, sin pruebas, como prostitutas, Bolsonaro revela que no tiene respeto a los migrantes – y a las mujeres migrantes en especial”.

Yudilia Larosa (derecha) y su hija menor, indígenas de la etnia Warao, vestidas con trajes tradicionales, bailan danzas típicas de su pueblo dentro de la carpa donde viven en el albergue Jardim Floresta en Boa Vista, el albergue indígena más pequeño de Operação Acolhida.

 

ajedrez migratorio 

En 2018, antes de ser electo presidente, Bolsonaro dio una entrevista donde proponía una manera para lidiar con la migración venezolana: revocar la ley migratoria vigente, crear campos de refugiados y convocar de regreso a los embajadores brasileños en el país vecino. En enero del año siguiente, aún en el primer mes de su término presidencial, Bolsonaro sacó a Brasil del Pacto Mundial para la Migración, firmado por 164 países en una conferencia internacional de la ONU en Marruecos, en 2018. Sería demasiado ingenuo creer que este mismo hombre, que usa constantemente la amenaza de que Brasil se convertirá en Venezuela como manera de asustar a la gente para que no vote partidos de izquierda, haya cambiado de posición tan rápidamente. Sería más ingenuo aun creer que alguién como él sea realmente adepto a una política acogedora. 

“A lo largo de los casi 16 años en los que el Partido de los Trabajadores [de Lula y Dilma] gobernó el país, hubo una aproximación entre Brasil y Venezuela”, dice  J., investigador sobre migración en la UFRR. Entre 2003 y 2016, Brasil financió en Venezuela obras de infraestructura como las líneas 3 y 4 del metro de Caracas y un puente sobre el río Orinoco. Cuando Hugo Chávez era presidente, Lula negoció acciones conjuntas entre la petrolera brasileña Petrobras y la estatal energética venezolana PDVSA. También en este período, Lula discutió la inclusión de la república bolivariana en Mercosur. Aún cuando Lula fue sustituído en el poder por Dilma Rousseff, las relaciones entre los dos países se mantuvieron amistosas. 

“Ya para cuando llega Michel Temer a la presidencia, esta relación se empieza a trepidar”, sigue J. Entonces, en 2018, Brasil envió las fuerzas armadas a la frontera con Venezuela y estudió implementar un esquema de “tickets numerados” para coordinar la entrada en territorio brasileño. “Pero fue bajo Bolsonaro que la relación entre los dos países se rompió por completo”, añade.

Lo que hizo Bolsonaro en su primer año de gobierno fue, sin duda, una provocación. Aliándose con Trump, para entonces presidente de los EEUU, el país que más impuso sanciones económicas a Venezuela, el presidente brasileño fue uno de los primeros en reconocer a Juan Guaidó como presidente del país vecino. Poco después, insistió en mantener el envío de una supuesta ayuda humanitaria a Venezuela, aún cuando Maduro cerró la frontera desde el lado venezolano. 

Lilia Betzaida Vargas Gómez y su marido en su carpa en Rondón 5, un refugio destinado a personas que ya iniciaron su proceso de interiorización. Lilia y su familia esperan traslado al estado de Río de Janeiro.

 

Que quede claro aquí, sin embargo, que en esta historia no se aplican maniqueísmos de villanos y héroes. El cierre de una frontera como esta, especialmente con el objetivo de impedir que llegue a la población ayuda humanitaria, es, por sí mismo, una catástrofe – pero que no se pierda de vista que la oferta que partió del gobierno brasileño bolsonarista, mucho más que brindar apoyo, tenía por finalidad provocar y desmoralizar al Estado vecino, buscando llevar a que los militares que guardan la frontera para que le dieran la espalda al régimen que representan. 

“El discurso de Bolsonaro cambia a lo largo del tiempo, y hay una contradicción entre lo que decía antes y lo que dice ahora”, dice J. “Ya que hay un apartamiento de Venezuela en términos de la política exterior brasileña, el presidente pasa a usar a los migrantes en su beneficio, como manera de apartarse aún más. Bolsonaro utiliza un discurso que dice que el socialismo excluye y Brasil acoge para mostrar una dicotomía entre el vil socialismo y el benévolo capitalismo, que nos permite acoger a nuestros hermanos. Mientras que su discurso era una vez contrario a la migración y en contra de que entraran aquí los migrantes, Bolsonaro se aprovechó de la Operación Acogida como una oportunidad para mostrar otra cara del gobierno, una que beneficia a los migrantes – mientras, en realidad, los sigue tratando como ciudadanos de segunda clase”.

J. explica que Bolsonaro buscó, con esto, recoger dividendos políticos. En 2020, el presidente llegó al punto de hacer campaña para que la Operación Acogida fuera nominada al Nobel de la Paz al año siguiente. Una operación que, en realidad, fue creada por el gobierno anterior, del expresidente Temer. “El mensaje codificado del gobierno Bolsonaro al acoger a los venezolanos en condición de refugiados es una declaración de decadencia del gobierno Maduro – un mensaje altamente político”, dice Márcia. “Su facismo sigue intacto, pero él les tolera a los migrantes venezolanos porque, al hacerlo, está atacando a un gobierno de izquierda al que no puede soportar”.

Euligio Baez, uno de los cinco aidamos Warao (liderazgos indígenas) que aún viven en Pintolândia, antes un refugio de la Operação Acolhida, y actualmente una ocupación.

 

convergencia automática

El mayor problema del discurso bolsonarista contra los migrantes es que no se limita a palabras. “Cuando un discurso de odio es adoptado por un liderazgo político, este se vuelve un discurso político. Y cuando dicho discurso es adoptado como práctica por este mismo líder, él autoriza – y legitima – a sus liderados que hagan lo mismo. Es una convergencia automática”, dice T., también investigador en la UFRR. “Un discurso de odio es lo que estructura la práctica. Primero, uno legitima esta manera de pensar. Luego, se legitima la manera de actuar. Cuando un líder de Estado toma este discurso, todas las estructuras se adhieren a ello – y pasamos a tener promesas políticas, e ideas de odio que se convierten en acciones de Estado. Si el principio que alimenta la acción política es el odio, el odio es lo que se irá materializar”.

Aún en 2019, antes incluso de que despuntara la pandemia de covid-19, el gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro ya empezaba a usar medios infralegales para aprobar ordenanzas xenófobas. La Ordenanza 770, de autoría del entonces ministro de Justicia Sérgio Moro, instituyó la deportación sumaria, retomando a la política brasileña la idea de “personas peligrosas”, una reaproximación a la perspectiva de seguridad nacional contra el migrante que se acerca mucho más al “Estatuto del Extranjero”, vigente en Brasil durante la dictadura militar que a la actual ley de migración Nº 13.445 de 2017, que facilitó a los migrantes regularizar su status en el país, y les permitió por primera vez manifestarse políticamente. 

Pero a partir de 2020, la situación se puso aún más drástica. La Ordenanza 120 implementó, en marzo de aquel año, la restricción temporaria de la entrada de extranjeros procedentes de de Venezuela, criminalizó a quienes intentaran llegar al país, suspendió la solicitud de refugio – violando todos los tratados internacionales de los cuales Brasil es signatario – y ordenó que fueran deportados.   

Durante el período de su vigencia, según informaciones de Human Rights Watch, 2.091 personas fueron deportadas – contra apenas 26 en 2019. En marzo de 2021, un año después de la Ordenanza 120, en un intento de deportación, la Policía Federal invadió un refugio religioso donde vivían más de 50 mujeres y niños migrantes, cubriendo sus caras con capuchas, y empuñando armas en las manos. 

Para Márcia, una de las principales maneras en las que el discurso de Bolsonaro se convierte en acción es en cómo su gobierno elige conducir la respuesta humanitaria a la migración venezolana. “Operación Acogida' tuvo inicio en 2018, y hasta hoy no se discuten políticas públicas de largo plazo. Después de casi cinco años, no hay interés en evolucionar la respuesta brasileña a algo diferente de la fase emergencial”.

 

bolsonarismo venezolano

Roraima es el estado más bolsonarista de Brasil según el Tribunal Superior Electoral. Allá, la sombra del odio exhalado por Bolsonaro camina por las calles. Los bolsonaristas de allí no odian solo a los venezolanos, sino a cualquiera que esté a su lado. Por esta razón, los nombres de los investigadores que dan su testimonio han sido resguardados. Luego de terminar cada charla, preguntaban cómo pretendía usar en este reportaje aquello que me habían compartido. Temían por sus vidas y las de sus familias. El tema que eligieron para estudiar ya les causó, a cada uno de ellos, amenazas y persecuciones. El odio en forma de violencia es creciente en el estado – y el resultado de las elecciones presidenciales que eligieron a Lula no lo va a cambiar. Al menos, no de inmediato. 

Ahí, en este ambiente, la opresión muestra su cara más eficaz. En medio de quienes apoyan al presidente de extrema derecha, está la inmensa mayoría de los y las venezolanas. Una encuesta hecha con alumnos de estadística del grupo de estudios migratorios y frontera de UFRR encontró que cerca de 93% de los venezolanos entrevistados votarían a Bolsonaro si tuvieran la chance.

“Todavía no hemos publicado el resultado de esta encuesta para no arruinar la imagen de los venezolanos y para no desmotivar a las personas y organizaciones que trabajan con ellos”, cuenta Márcia. “Está claro que no negaríamos a alguien ayuda humanitaria por su posición política, pero fue un resultado frustrante”.

Según Márcia, la mayoría de los venezolanos y las venezolanas que llegan a la frontera con Brasil son o bien evangélicos, o católicos conservadores – dos grupos que se autoidentifican con la derecha. El único grupo que escapa a esta posición son los migrantes indígenas.

Lilia Betzaida Vargas Gómez y su marido en su carpa en Rondón 5, un refugio destinado a personas que ya iniciaron su proceso de interiorización. Lilia y su familia esperan traslado al estado de Río de Janeiro.

“Los venezolanos que aquí llegan solo conocen la opresión. Ellos no reciben otros modelos de civilidad y ciudadanía”, explica T. “El ciclo de expropiación que viven viene desde Venezuela. Su raíz no está en el socialismo, sino en un capitalismo de embargos económicos y de clases de poder que no se vuelven más pobres, sino que le dan secuencia a este proceso. Estas personas son víctimas de un circuito de fuerza geopolítica internacional gigante – mucho mayor que la dinámica de sus vidas cotidianas. Pero no se tiene condiciones de comprenderlo cuando se tiene hambre”.

 

un nuevo horizonte

“Esperamos cambios profundos en la política migratoria”, dice Márcia. “Es muy probable que Lula no reconozca a los venezolanos como refugiados, porque este es un tema inminentemente político, y no creo que Lula mantenga un posicionamiento que reconozca o confirme la incompetencia del gobierno de Maduro. El entendimiento que tiene el presidente electo sobre la migración, creo, será mucho más amplio. Es probable que invierta más en políticas públicas de largo plazo y en residencia permanente para los y las migrantes. Conociendo su historia, también es probable que le dé más atención a las causas de la migración, en su origen en Venezuela, ya que la migración per se no es la crisis, sino la consecuencia de cuestiones económicas y políticas mal resueltas”.

Para T, sin embargo, la situación no es tan lineal. “Los procesos son lentos y los daños institucionales causados por Bolsonaro repercuten en contradicciones que no podemos controlar. Las soluciones para problemas complejos nunca son sencillas, y no pueden darse en un simplismo forjado en dogmas que no se sustentan a largo plazo”.

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