“De la noche a la mañana” la ciudad se llenó de cartoneros. Los porteños tuvieron que toparse con las profundidades del neoliberalismo. A cierta hora del día, ¿quién podía evitar ver un cartonero, incluso en los vecindarios más entrenados en mirar para otro lado? Desde el conurbano, unos 50 mil llegaban a la Capital para buscar en la basura un modo de aguantar la vida. Venían en camiones desvencijados y en el tren blanco.
Pleno 2002, el hambre arrasaba. Macri preparaba un salto fallido de Boca al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y, como consecuencia de renegociaciones con las empresas recolectoras, la emprendió contra los cartoneros. Dijo para el diario La Nación: “Este es un negocio millonario y los cartoneros tienen una actitud delictiva porque se roban la basura”.
En un ensayo de 1842, Los debates sobre la Ley acerca del robo de leña, Marx revisa tres situaciones que eran consideradas delito, en el marco de una avanzada feroz contra cualquier residuo de propiedad comunal y que explican lo que luego desarrollará en El Capital como proletarización del campesinado y absolutización de la propiedad privada: la de quien corta ramas verdes de un árbol que pertenece a un territorio con dueño, la de quien sustrae leña cortada por un tercero y la de quien recolecta la leña suelta. Si los dos primeros casos pueden considerarse robos porque significan la apropiación de leña ajena, en el tercero el objeto es diferente, la acción es diferente y por lo tanto la intención debería ser considerada diferente. Marx da un paso más: si cualquier apropiación, como juntar leña suelta, se considera robo, ¿no será que toda propiedad privada es un robo? La polémica tiene similitudes con la corrupción contemporánea de los contratos con la gran empresa: se paga cuantioso el servicio de recolección de cada kilo de basura, pero si la juntan decenas de miles de cartoneros es delito.
“Amurallen la ciudad si quieren, los cartoneros vamos a encontrar el modo de entrar”. Derecho de miseria: así enfrentaban a funcionarios de dos gestiones municipales, la de Ibarra y la de Macri. Casi veinte años después del diciembre más furioso, visitamos las cooperativas “Amanecer de los cartoneros” y “Jóvenes en Progreso”.
trabajo oculto
La basura de los porteños es la lotería de los cartoneros: “Mi primera casa la hice en el 2001”, dice Eva, que aún siente adrenalina cuando cuenta que su hijo encontró dólares pegados en la contratapa del libro de cuentos que ella guardó para él durante un recorrido. Las vivencias frecuentes fueron otras: las coimas policiales, el secuestro de los carros, los accidentes por cortes o por caídas de los viejos camiones, los abusos sufridos por las mujeres cartoneras de parte de algunos encargados de edificios.
Cuando Juan Grabois, uno de los líderes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), habla de los primeros años de este siglo, dice y se olvida de aclarar: “La quinta, la novena, la veintiuno…” y así. Es que el MTE se originó en las puertas de las comisarías. Creció de madrugada, por las calles, reclamando a la policía que soltara un compañero o devolviera carros, proliferó en hospitales y funerales, en los puentes y accesos a la ciudad. Creció también porque desbordó un origen social, quedó integrado por decenas de miles de empobrecidos y un puñado de hijos de clases medias que desviaron el camino inercial. Unos años atrás tuve oportunidad de hablar con militantes de los primeros tiempos y lo que más recuerdo es que estaban tan convencidos como extenuados. Eran pocos en realidad, las necesidades infinitas, los frentes incontables. Grabois apunta un motivo más: “Los compañeros nuestros son especialistas en extorsionar emocionalmente a la clase media, son muy duros con eso y lo saben hacer muy bien, recién después de cinco o seis años lavaste un poco tus culpas”.
El MTE surgió apenas después de los MTD. Cambió la última letra de las siglas: excluidos por desocupados. Para Grabois esta no fue más que una decisión intuitiva. Sin embargo la historia posterior significó la diferencia. No les parecía autodenominarse desocupados quienes venían desde las villas de la provincia para trabajar durante las jornadas más largas y nocturnas, siempre con la guardia en alto a cambio únicamente de lo que consiguieran por vender sus materiales a los galponeros de balanzas truchas, eslabones intermedios de una cadena predatoria mucho más extensa. Fue casi una casualidad porque los testimonios dijeron hasta el cansancio: “Nos encontramos en los barrios como extrabajadores”. ¿Quién hubiera imaginado que ese acto de tristeza masificado por el desempleo creciente podía convertirse en un estigma que hasta hoy los acompaña? “Son desempleados, viven de arriba, planeros”, y todo lo demás. Completamente a la sombra queda la transformación de la trama productiva y la proliferación de asalariados ocultos que bancan intensificación del trabajo y eliminación de derechos. Desocupado o patrón oculto. ¿Quiénes viven de arriba?
La primera victoria de los excluidos fue eliminar las coimas policiales. Se logró tras un enfrentamiento duro: “Violento y exagerado como todo en ese tiempo, con fuego, gomas y piedrazos”, cuenta Grabois. La negociación se entabló con un comisario de apellido Carnero. El MTE se volvió una sensación: “Todo el mundo se disfrazaba de MTE porque era la forma de que no te persigan y poder laburar”, dice Rafa Nejamkis, otro universitario de la primera hora.
Quienes iniciaron el proceso de organización son indefectiblemente nombrados en los relatos: Sergio Sánchez, Montaña, Edith Flaca, Edi La Morocha, El Mono, El Chino. Algunos de ellos murieron. “Los que no se murieron siguen estando en el MTE”, dice Grabois.
separación maquínica
La planta de tratamiento de Barracas recibe y procesa unas 80 toneladas de residuos por día. Se organiza en tres turnos. Planifican sumar uno durante la madrugada. A la planta la llaman “la NASA cartonera” porque su maquinaria es despampanante. Fue comprada a los Estados Unidos por la Dirección General de Tratamiento y Nuevas Tecnologías (TNT) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y se encuentra funcionando hace poco más de un año.
De propiedad estatal, es gestionada por “Amanecer de los cartoneros”, la cooperativa de trabajo más grande del país y, dicen con orgullo sus miembros, de América Latina. Tiene 3800 socios trabajadores (de los cerca de 6000 que están registrados en la ciudad).
Pablo, militante del MTE surgido de la segunda ola universitaria, es coordinador del turno noche. Recorremos la planta con él y nos cuenta el funcionamiento de todo. De entrada dice: “Es evidente que la Dirección TNT, al no trabajar con cartoneros, hizo una máquina que no sirve. Insistían que la culpa era nuestra por no saber operar la máquina y el problema era que tenía una falla de diseño. Peleamos y sacamos una extensión de la cinta y unas modificaciones pero la tensión sigue”. Vuelve sobre esta idea al final del recorrido: “nosotros tenemos la tensión entre que la cooperativa se beneficie y que el sistema sea sustentable y funcione. La presión de parte del gobierno y de los intereses económicos está para que perdamos, que esto falle para traer a los privados”.
En la planta BA y MTE son siglas complementarias que rivalizan entre sí. La primera aparece en las cartelerías oficiales; la del MTE, escrita y pintada con puño y letra por los trabajadores. “FIORITO”, se lee en uno de los brazos relucientes de la maquinaria. Muchos cartoneros son de Fiorito, como Amanda, una trabajadora de la planta, que nos cuenta que vive muy cerca de la casa que era del Diego.
Amanda nació en Clodomira (Santiago del Estero), sus hermanos trabajaban en las cosechas desde niños, ella les llevaba el almuerzo todos los días, tenía que caminar varios kilómetros por el campo. A quien fue su marido lo conoció a los 18 años: trabajador golondrina, él le ofreció que se casaran y se fueran a vivir a Villa Diamante, Lanús, donde era albañil. Al poco tiempo se fueron a Fiorito. “Un día me fui al Hospital Evita a hacer un control, esperaba a mi primer hijo. Yo no conocía nada. No conseguí número y volví a casa ya entrada la tarde. Mi marido ya estaba en casa esperándome y me agarró a los cadenazos limpios”. Desde entonces le pegó de manera ininterrumpida hasta que murió, joven, por una enfermedad que le provocó la bebida.
Amanda quedó viuda con cuatro hijos, el más chico tenía 5 años. Su hijo más grande le enseñó a cartonear. Hoy cobra alrededor de 15.000 pesos mensuales más un plus por la cantidad de material clasificado. Amanda trabaja en los tramos de la cinta mecánica: separa todos los envases tipo tetrabrik y los va tirando en troneras. Destaca la leyenda “Recuperadores” que está inscripta en su uniforme: “Desde que entré acá no tengo ni una falta. Si me quedo en mi casa me enfermo. Cuando llega el lunes me pongo recontenta porque vengo y trabajo. Tenemos un micro de la Cooperativa que nos trae”. Hace siete años asfaltaron la calle de Fiorito que llega hasta su casa: “No fue ningún gobierno, solo iniciativa de un vecino y unas cuantas colectas que organizamos los del barrio”. Viuda y con cuatro hijos que se dedicaron a trabajar, dice que al fin llegó un tiempo feliz a su vida.
Atmósfera fabril con gestión cartonera. Maquinarias que enganchan y rompen bolsas con grandes cuchillas, desparraman los materiales, succionan, eyectan aire, grandes imanes, sensores fotográficos que permiten diferenciar colores, y así se van separando metales de plásticos, cartón y papeles. Cada parte se conecta a través de cintas mecánicas en las cuales trabajan, de un lado y del otro, cartoneras y cartoneros que afinan y corrigen la separación maquínica. En el proceso final los materiales se prensan y enfardan para su comercialización, que logró eliminar muchos intermediarios. Vende la cooperativa.
Ema Penoni, conocida como Pelu, cartonera y actualmente integrante de la Comisión Directiva de la cooperativa, nos cuenta que están pagando 5 pesos el kilo de material: “Del 1 al 10 cobramos el incentivo del gobierno y después tenemos el plus para poder llegar a fin de mes de acuerdo a lo que cada compañero juntó, según la cantidad de kilos que juntaste podés llegar a 10.000 pesos más. Porque hoy con 15.000 nadie vive, además nosotros tenemos familias numerosas”.
La escena fabril se completa con una intensa circulación de camiones que llegan al atardecer a la planta, cargados hasta el tope con bolsas que llenó cada cartonero en la zona asignada. Los camiones provienen de distintas rutas. Pero lo central es la materia prima, provista por los cartoneros a través de un envidiable despliegue territorial que con promoción puerta a puerta, gestión de puntos verdes, recolección organizada en rutas y logística de camiones, desemboca en la planta con los bolsones, cada uno rubricado con el nombre del recuperador. Las bolsas se bajan y se pesan; controlan un delegado de la ruta, un representante de la planta y otro del gobierno de la ciudad.
¿Cómo se logra la separación en origen? ¿Cómo se construye una conciencia ambiental que permita la reducción de la basura y la mayor recuperación posible? En esta materia los cartoneros sacaron una ventaja difícil de reducir. Conjugan poder territorial, saber organizativo, aguante y la gran transformación subjetiva que Jackie Flores, referente de la promoción ambiental y cartonera, enuncia así: “Antes decíamos ‘tenemos derechos’, la diferencia es que ahora lo creemos”.
"Small is beautiful", dijeron allá por los setenta los manuales del management. Es el turno de la subcontratación y la tercerización: la avanzada informal. Jean Pierre Durand lo define como un modelo de centrifugación que pulveriza el gigantismo industrial, lo desparrama por cada galpón, lo subordina en jerarquizaciones de varios eslabones que aseguran la deslaborización del trabajo. En forma simultánea se consuma el pasaje de las políticas universales hacia la foco-política. ¿Quién se reconoce en este marasmo de condiciones no asalariadas?
En Barracas se produce una dislocación. En la planta trabajan unas 70 personas por turno pero es centralmente la desembocadura del trabajo de miles. El poder callejero tiene una terminal fabril y la recomposición del trabajo se vuelve un acto diario. Este razonamiento se afianza en el MTE en las distintas ramas de actividad. Por eso no quieren distribuir máquinas de coser en un sinfín de fondos de barriadas y, en cambio, organizan los Polos Textiles.
La decisión se fue plasmando durante cerca de dos décadas. Grabois lo expresa así: “En el fondo había un problema de poder, que no era el problema de tener un galponcito. Había un problema de poder y de derechos que no se iba a resolver sin una interacción con el Estado, y esa interacción había que hacerla desde una posición de poder, el poder que te da la capacidad de movilización o alguna otra cosa. Entonces, todos los microproyectitos en general lo que hacen es dividirte, porque si a vos te dan un galpón y entran cincuenta personas, con el resto te peleás. Por lo tanto seguimos peleando para garantizar la calle”.
La Federación Cartonera (Faccyr) avanza con una hoja de ruta, con sentido de correlación de fuerzas y cuadriculando el territorio. Hay una disparidad porque el tratamiento de la basura es competencia municipal.
acá ninguno es vago
En San Pedro existe un basural enorme a cielo abierto, contaminación extra large. Desde que llegamos los ojos arden y al ratito comienza a doler la garganta. Alrededor de 200 trabajadores revisan la basura. Vimos ratas y muchos pájaros. Más perros que personas. Esa mañana había también algunos niños y mujeres embarazadas.
En el basural no hay baños, ni agua, ni luz, ni techo. Los trabajadores no tienen botas, ni guantes adecuados. El MTE se propuso organizarlos. Desde entonces, alrededor de cien trabajadores perciben el salario social complementario. Ejercitan una capacidad para unirse. Están construyendo una guardería. Una compañera se emociona al contarnos que ya no tendrán que llevar niños al basural.
Cada media hora llega un camión de recolección de basura del municipio. Es lo único que llega desde el municipio: basura sin separación de ningún tipo. Húmedos y secos, jeringas, vidrios, todo mezclado. El camión arroja en el basural las bolsas, se amontonan los trabajadores agachados para abrirlas y buscar allí materiales reciclables. Van armando sus pilas, las colocan en otras bolsas. Los accidentes son frecuentes. Las mujeres arrastran sus bolsas y los hombres en general las cargan sobre espaldas o cabezas. Cada cual hizo precariamente un pequeño lugar de acopio, donde van acumulando. Al mediodía el sol aumenta el olor y la sed. Por la noche los recuperadores hacen guardia para evitar robos y también incendios, que son habituales.
Una o dos veces por semana los camioneros que suelen tener galpones de acopio van a comprarles los materiales. Pesan las bolsas, las suben al camión y las llevan a su depósito, donde seleccionan y enfardan. Un camionero cuenta que el cartón lo vende a Celulosa San Pedro, a unas pocas cuadras de allí, y el plástico a una industria en Pacheco. Entre 4000 y 5000 kilos por semana. Antes era mucho más, pero la crisis económica disminuye la basura. A raíz de la intervención del movimiento lograron subir a 5 y 6 pesos el pago por kilo de plástico y papel. Los camioneros lo venden a más de 20. En el medio se produce la desvalorización del trabajo. Un camionero explica que la diferencia se debe a que los industriales dilatan los pagos a sesenta y noventa días.
El intendente de San Pedro, Cecilio Salazar, acaba de ser reelegido. Pertenece a Juntos por el Cambio y además es un histórico dirigente de la Uatre. Fue reelegido como secretario general en diciembre de 2015, sin oposición y por el 100% de los 339 trabajadores que sufragaron. Muchos trabajadores del basural fueron cosecheros de fruta. Otros alternan la cosecha con la recuperación. Dicen que el trabajo en el campo es más duro que en el basural. No logramos imaginarlo estando ahí.
Cuando nos vamos piden una cosa y es un ruego: “Cuenten por favor cómo trabajamos y que acá ninguno es vago”.
teoría del valor plebeyo
En Lomas de Zamora recorremos el predio de separación que gestiona la cooperativa “Jóvenes en progreso”. Visitamos dos ECO puntos. Nos cuentan que están atravesando un proceso de unificación de las cooperativas del partido: la hoja de ruta de “Amanecer Cartonero”. Hablamos con Paola Godoy, presidenta de la cooperativa, y con María Castillo, Secretaria General de la CTEP-Lomas. María habla segura de las capacidades que tienen: “De nuestro lado está la excelencia cartonera, pero a veces falta todo lo demás”.
Paola tiene los números en su cabeza: “Acá reciclamos una cantidad que implicaría entre un día y un día y medio menos de entierro, menos relleno sanitario”. Entonces, cálculo grueso, lo que el municipio se ahorra es alrededor de 1.200.000 pesos por mes. “Somos 150 trabajadores cartoneros. Es fácil la cuenta”. Saca el celular, parada en medio de la planta, y nos dice que serían unos 8000 pesos más para cada laburante de la cooperativa. Y continúa con la otra fuente de confiscación: el contrato con Covelia, la empresa de recolección de basura.
La gran suerte de Covelia es que hasta ahora se cobra el trabajo cartonero: recolección total (húmedo y seco). Pero resulta que son 600 cartoneros organizados, realizando acciones de promoción ambiental, gestionando puntos verdes en distintas plazas, construyendo concientización puerta a puerta, con los grandes generadores, los que hacen el trabajo de recolección de los secos. ¿Qué porcentaje del total? El valor es el resultado de una correlación de fuerzas. O todo precio es político, como titula Augusto Costa su libro de aparición reciente. ¿Cuánto valoriza esta sociedad de carne y hueso el medio ambiente y el tiempo que vendrá? ¿Tiene valor económico el futuro? En CABA comenzaron con “se roban la basura”, para pasar a negociar un 2% del contrato y luego el 10% por la recolección de la Fracción Secos de los residuos urbanos.
En la sociedad de la deuda, no se admite que los cartoneros son acreedores. Como dice Saskia Sassen, la expulsión tiene resultados brutales pero una elaboración compleja. Entonces, nunca más cierto que saber es poder y viceversa.
Un elemento más del dispositivo cartonero lomense: la creación de la Mesa de Gestión Sustentable. El municipio tiene empapelado el espacio público con leyendas de “Recicla, Reutiliza, EcoLomas” y otras del estilo. A fines de 2018 el Concejo Deliberante aprobó el pase libre en colectivos y libre tránsito y estacionamiento para cartoneros y cartoneras que trabajan en el distrito. Pero las maquinarias impresionantes –agrumadora, pelletizadora, cortadora selladora, filmera– que se procuró la cooperativa a través de Desarrollo Social de Nación, con el objetivo de agregar valor al reciclado, están paradas desde hace un año por falta de suministro eléctrico adecuado. Una promesa de inacabable dilatación: el plazo nuevo es “antes de fin de año”. Como en el predio falta agua corriente, un camión cisterna llena el tanque, pero el agua se acaba antes de que vuelva. Esto quiere decir, entre otras cosas, que tienen baños intermitentes.
la nueva arquitectura
La fórmula de Alberto y Cristina Fernández triunfó de manera contundente en las PASO. Días después, el MTE apura los tiempos de elaboración de su plataforma para el nuevo gobierno. Se reúne cada rama de actividad, realizan talleres, asambleas que se extienden por horas. Al diagnóstico se llega rápido; el desafío mayor es la propuesta. ¿Cuál es la nueva arquitectura de la dignidad laburante? Los pasos dados: herramienta gremial (la CTEP), salario social complementario, monotributo social, mutual Senderos, Renabap y certificados de vivienda. Además, la compleja reconstrucción de los circuitos de desvalorización del trabajo.
Es la realidad que busca entrarle a la política en un tiempo que se percibe permeable. Fernández, ya electo como presidente, se puso la gorra de Brian Gallo. Una parte determinante de la fuerza social proviene de este movimiento obrero reciclado. Porque la organización de los trabajadores es la constante nacional, esa materia porosa que sostiene un umbral de resistencia siempre en discusión.