"si te gusta la guita, dedicate a otra cosa" | Revista Crisis
la doctrina social del macrismo / pobreza y mercancía / juan grabois
"si te gusta la guita, dedicate a otra cosa"
Los gobiernos pasan y la gestión del descarte social queda. La pobreza de elegir entre Pepsi y Coca Cola. El abismo que separa a trabajadores formales e informales. Los excluidos como sujetos de la transformación verdadera. La cobardía de la Iglesia ante las profecías anticapitalistas de Francisco. Una caracterización sui generis del macrismo. Y la política que hace pie en una ética talibán. Viaje al pensamiento de Juan Grabois.
13 de Diciembre de 2017
crisis #31

“Yo creo que el primer error es pensar que el macrismo es el enemigo. Es un partido político que ganó las elecciones en el marco de la democracia burguesa. En un punto, no es nada demasiado distinto a lo que ya había. Los pobres siguen siendo pobres, los ricos siguen siendo ricos, la tierra la tienen más o menos los mismos que la tenían antes, los recursos estratégicos los tienen más o menos los mismos que los tenían antes. Solo con esa definición te peleas con medio mundo”.

La cena primaveral en un amable patio con árboles recién comienza y Juan Grabois lanza respuestas explosivas, como acostumbra hacer en las discusiones radiales y los estudios de televisión. El abogado católico de 34 años porta apellido de indudable ADN peronista, y es el líder de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), tal vez el espacio político que más creció en capacidad de negociación y predicamento durante la transición del kirchnerismo al macrismo. Desde ese emplazamiento de fricción e intimidad con los funcionarios, Grabois ha ido haciéndose una composición de primera mano sobre la naturaleza del nuevo gobierno. Una cuadrilla heterogénea de crisis puso la mesa en esta conversa larga y no apta para dogmáticos.

“¿Qué es entonces el macrismo? Ni ellos mismos lo saben. Es la derecha en tanto representa los intereses de los sectores económicamente privilegiados. Desde una perspectiva cultural, la orientación del gobierno es liberal. Quisiera el gobierno ser más parecido a Hillary Clinton que a Trump. En ese sentido, no es conservador. Sus principales cuadros son ultraliberales. Marcos Peña, Rodríguez Larreta, Vidal, Durán Barba: ese es el centro del poder político, según mi propio análisis. Son los que tienen fierros. Después hay un segundo anillo de confianza, donde están Quintana y otros”.

Un ángulo de visión que a Grabois le interesa particularmente refiere a la extracción social del contingente: “Hay un elemento elitista fuerte. La mayoría de ellos comparten un ámbito determinado, códigos socioculturales. Según su propia percepción, no son políticos profesionales sino gente a la que le iba bien y se metió en la política. Ellos creen que son los buenos de la película”.

¿El entrevistado da crédito a esa cándida creencia? “Creo que hay una pelea política de gente con guita y con poder que no representan proyectos antagónicos, sino levemente diferenciados. Y por otro lado hay una pelea social entre integrados y excluidos. Para mi los buenos son los excluidos y los malos son los que los excluyen. Ese es mi relato y en ese relato, el macrismo estaría del lado de los malos. Pero los otros también”.

El punto de vista del dirigente que comenzó su militancia a fines del siglo pasado colaborando en la organización del movimiento de cartoneros, tiene una raíz antipolítica que lo mantuvo a distancia del poder durante la década nacanpop. Y que lo aleja de cualquier esperanza de recambio que pueda ofrecer el peronismo: “Para los problemas estructurales que afectan a nuestros compañeros, hay diferencias muy leves entre los políticos. Los proyectos dependen de cómo le va a la economía y la economía depende más de factores externos que internos. Es una fantasía creer que la economía local la definimos en Argentina. Al menos es mi sensación después de recorrer varios países de la región. Si uno mira finito hay mil diferencias entre los partidos, pero hay una dramatización del discurso y una sobreactuación que no solo lleva a errores sino que directamente me parece ridícula. Capitalistas son todos. Ninguno está planteando expropiar la Patagonia o la Pampa Húmeda, o nacionalizar el comercio exterior. Ninguno está planteando privatizar todo, ninguno está planteando exterminar a los pobres, ninguno tiene un proyecto de desarrollo integral para los sectores populares tampoco. Las cuestiones de tierra, techo y trabajo, reforma agraria, reforma urbana, dignificación de los trabajadores de la economía popular, nuestra agenda, no es prioridad de ningún sector político”. 

modernización o barbarie

Grabois dice que no hay que subestimar ni sobreestimar la gestión de Carolina Stanley en Desarrollo Social. Que es un desastre total, igual que era antes. Que tienen dos personas que más o menos piensan y que el resto es un caos. Que lo único que hace el gobierno es poner plata porque no tiene ni capacidad ni voluntad de controlar a las organizaciones. “Si las cosas salen mal o bien, dependerá de lo que podamos hacer nosotros”, sostiene.

Pero hay una trampa en la estrategia desarrollada por la CTEP: mientras las estructuras crecen en aparato e influencia, ese tercio de la población que viven fuera del mercado formal cada vez está peor como efecto de las modificaciones macroeconómicas que favorecen a los privilegiados.

“Eso es así, evidentemente el sector está peor: lo decimos, lo denunciamos, lo planteamos. Incluso pueden caer inversiones mágicas, la economía puede rebotar y llegar a los niveles de 2011, pero no cambia nada para la vida de nuestros compañeros. El gobierno anterior decía que el índice de pobreza era una pelotudez y es verdad: mide el ingreso, no mide el patrimonio ni la riqueza. Prefiero agua, luz y cloacas en todas las villas y asentamientos, antes que una reducción de ocho puntos en el índice de pobreza. Tengo compañeros que multiplicaron por diez sus ingresos pero siguen sin cloacas, viviendo de manera indigna”.

Hay un punto en el que la crítica a las visiones tradicionales de la justicia social podría articularse con el imaginario modernizador de Cambiemos. El ambicioso programa de urbanización de las villas porteñas apuntan en esa dirección. Pero, al amigo del Papa, el pobrismo del PRO no le resulta. Creo que hacen más de lo que el llamado campo popular reconoce pero muchísimo menos de lo que les convendría si realmente vinieran a modernizar. No tienen ni la motivación, ni los cuadros, ni la capacidad, ni el liderazgo, ni la autoridad, para desarrollar un proceso que además requiere la participación inevitable de los sectores populares. Son malos modernizadores. Pero tampoco son, como dicen los otros, la oligarquía decimonónica”.

La principal idea fuerza de la CTEP es que el sistema capitalista hoy deja afuera de manera estructural a un sector creciente de la clase trabajadora. El gobierno anterior, dice Grabois, no estaba de acuerdo con esa premisa. El gobierno actual tampoco. A partir de ese diagnóstico realista, al interior de la Confederación se distinguen dos posturas: la que aspira a un crecimiento de la economía popular que le permita incluirse en el sistema, resguardando su especificidad; y la que considera que para que exista una integración verdadera de lo que hoy es el “descarte social”, el sistema debe modificarse estructuralmente, reformulando sobre todo su idea del valor. En esta segunda perspectiva se inscribe el abogado de los recicladores. “Tanto al gobierno anterior como al actual lo que hacen es gestionar el descarte social. La diferencia está en el protagonismo que tienen las organizaciones sociales hoy, en el nivel de movilización que alcanzaron”.

Pero parece inevitable para un gobierno neoliberal utilizar a la población precarizada como argumento para flexibilizar las prerrogativas laborales conquistadas por el sector más integrado. El viejo truco del ejército industrial de reserva, mientras más visible mejor. “Ese es el quilombo más grande que hay en Argentina, la fragmentación entre el trabajador asalariado con ingresos que lo asimilan a la clase media y el excluido. Esa es la grieta. Por eso insistimos tanto en el tema de la unidad con los trabajadores formales. Eso sí cambió a partir de este gobierno. Que Juan Carlos Schmid diga que la CGT tiene que representar los intereses de todos es un camino, para nada sencillo. No es el camino natural al que nos lleva el sistema, que es a pelearnos”.

traducción política

Es uno de los pocos dirigentes sociales que ganaron protagonismo público tras el eclipse del kirchnerismo. Pero hasta hoy decidió mantenerse al margen de la política electoral: ir a contramano de lo que eligieron en 2017 la mayor parte de las organizaciones de izquierda y centroizquierda con base social. Desde ese lugar, a salvo de derrotas prematuras, Juan Grabois dice que hay que separar los reclamos de la política. “Buscamos que la discusión reivindicativa quede escindida de los partidos para que sea más eficaz. El llamado campo popular está dividido por el proceso partidario de la democracia burguesa liberal. Si esas divisiones se trasladan al campo de la lucha reivindicativa pasa lo que pasa en el sindicalismo. Se presentan a elecciones, sacan menos de 5% y después en las discusiones los pelotudean”, dice.

El desafío es imaginar otro tipo de proyección política. Por eso se postuló como candidato a Defensor del Pueblo nacional, cargo que permaneció acéfalo durante ocho años. “Desafiar al poder para defender al pueblo”, fue su consigna. Pero la decisión se toma en el Parlamento, el feedlot de la posdemocracia contemporánea. Y Juan Grabois no calificó siquiera en la terna de postulantes, postergado por los rancios políticos profesionales del Justicialismo. “Si no hay traducciones políticas no va a haber ninguna transformación porque sin los recursos del Estado no se pueden resolver los problemas. Yo creo que nuestra fuerza social es intraducible en términos políticos electorales, al menos de manera lineal. Las reglas de la política institucional, con esta concentración de medios y con nuestro sistema político, lo hacen cada vez más difícil. Lo que se va ganando es espacio en la agenda. Porque la clase social que hegemonizó históricamente la política, la pequeña burguesía ilustrada, la va tomando. Eso es lo más importante que hizo la CTEP, empezar a salir de nuestro círculo reducido. Lo que puede haber es un cupo para el sector, así como existe para las mujeres, para los sindicatos, que exista el cupo pobre”.
Sin embargo, ¿el gobierno asume la agenda de los pobres porque tiene un interés genuino o en realidad hace un negocio con la CTEP que se ofrece como garantía de paz social? La transacción fue denunciada frontalmente por Horacio Verbitsky desde la principal tribuna de la resistencia con aguante. “Es que, lamentablemente, así como el proletario no tenía otra cosa más que su fuerza de trabajo para vender, nosotros no tenemos otra mercancía que la paz social”, dice Grabois. “Es nuestro elemento de negociación. Con este gobierno o con cualquiera. De la misma manera que Alicia Kirchner se sienta con Frigerio a negociar los fondos de Santa Cruz, nosotros nos sentamos con el que sea a negociar los fondos del sector de la economía popular y seguimos diciendo que es un gobierno neoliberal. Muchos compañeros creían que el anterior era un gobierno nacional y popular, lo mejor que le podía pasar a la Argentina. Otros no creíamos eso. Hoy no hay nadie que sea macrista dentro de la conducción de la CTEP, aunque un 20 o 30% de nuestros compañeros de base votaron a Macri: esa es la verdad”.

La aseveración causa escozor en los comensales (que morfan duro y parejo), entre los que se cuentan Alejandro Bercovich y Juan Pablo Hudson. ¿Cómo puede ser que las bases de la CTEP voten a Macri? El entrevistado parece cómodo provocando incomodidad: “Porque hay gente que está mejor, por ejemplo en algunas villas de la Capital. Porque entre elegir Pepsi y elegir Coca algunos eligen Pepsi y otros Coca. Porque el actual sistema de propaganda funciona así. La mayoría de nuestros compañeros del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) votaron a Cristina. De esa mayoría, algunos la quieren mucho y tienen una relación de empatía con ella. Por eso nunca hablé mal de Cristina, aunque no me represente el proyecto político que lideró. No tenemos ningún compañero que lo quiera a Macri, pero sí muchos que lo votan”.

La pregunta sería si él imagina un horizonte distinto o si la solución consiste en conquistar más subsidios para los pobres (lo cual no es poco), en el marco de una realidad condenada al neoliberalismo. “Si no creyera que se puede hacer una transformación radical, estructural, revolucionaria para dejar de pelear por un 15% para que los compañeros que viven con nada vivan con un poquito más, probablemente me quedaría en mi casa. Vamos elaborando un programa mínimo que se basa en las tres T. El sujeto protagónico engloba los que no tienen tierra, techo y trabajo, campesinos, pueblos originarios, habitantes de los barrios populares, trabajadores de la economía informal. Ellos constituyen el sujeto que tiene que impulsar los cambios. No tenemos un horizonte común, ni en la base ni en los supuestos cuadros o dirigentes. Eso es parte de la crisis de orientación y la falta de claridad que hay. Existe unidad de concepción en el diagnóstico y en las tareas inmediatas, y después hay divergencias en cómo avanza la cuestión. En los fines y en los medios”. 

la grieta según francisco

Dicen las malas lenguas en el micromundo de las roscas y los tejemanejes, que cuando muera el Papa van a hacer cola para cobrarle a Grabois todas las facturas juntas. Su vinculación orgánica con Jorge Mario Bergoglio desde antes que se convirtiera en Francisco, y la prudencia con la que ejerce ese ministerio, es quizás el principal exponente de su extendida influencia.

“Tengo una plena identificación con Francisco. Creo que es la inspiración mundial del movimiento popular. La orientación más clara y más correcta a escala internacional. Hay un enemigo: es el capital transnacional concentrado, no es Macri. Es el sistema capitalista. Frente a eso, el único planteo con trascendencia es el del Papa. No hay nada que se asemeje en nivel de radicalidad. En la discusión grande de la Argentina, lo que cambia todo es el problema de los excluidos. Si se resuelve esto, la sociedad deja de ser la mierda que es”.

El histórico rol de la Iglesia como dique de contención, la abierta complicidad de sus jerarquías con los poderes de la conquista y el capitalismo, sumado a su compromiso sin fisuras con el patriarcado, hacen muy difícil de tragar que esa estructura tan conservadora pueda convertirse en la abanderada del cuestionamiento y esperanza de la humanidad. “Soy católico, pero no me calienta demasiado lo que hace la Iglesia institucionalmente”, dirá el joven Grabois. “Hoy Francisco no es un poder con incidencia operativa fuerte en Argentina. En esa institución supuestamente vertical, la indisciplina reinante en las diócesis es llamativa. La Conferencia Episcopal hace lo contrario a lo que él dice en muchos casos, en otros casos no lo defienden. Están acobardados. Hay una fuerte persecución mediática contra todo lo que huela cercano al Papa Francisco y la reacción de los obispos fue no defenderlo. Casi una reacción de cobardía, más que de ataque. Es bueno que (Oscar) Ojea, de San Isidro, tenga la posibilidad de ser presidente de la Conferencia Episcopal porque es una persona muy representativa de lo que Francisco expresa, aunque no es amigo”.

A esta altura de la noche las dudas se amontonan, aunque el clima de camaradería sea cada vez mayor, señal de que no estamos ante la “última cena”. ¿No es un poco oportunista criticar al capitalismo hoy cuando es evidente que no hay alternativa, sobre todo para quien lo defendió cuando quizás era posible destruirlo? “Es un oportunismo poco oportuno. Sería mucho más cómodo para él ser mainstream. Ni en los sesenta ni en los setenta el marxismo era la única opción anticapitalista o revolucionaria. Podés verlo en la diferencia entre Fidel y Perón, que no era marxista aunque sí era anticapitalista, quizás con un planteo más evolucionista. Una rama de la Teología de la Liberación utilizaba el análisis marxista y yo utilizo categorías marxistas. Bergoglio no es marxista. Ahí está la diferencia fundamental”.

Para terminar, se impone la pregunta por el futuro inmediato de la política Argentina. “Por cómo funciona la dinámica electoral, que tiene reglas de mercado, podría andar bien algo con la forma de Podemos y el contenido del MAS de Evo en Bolivia. Yo creo mucho en los jóvenes militantes de organizaciones que están en estos momentos consolidándose como una nueva generación política. Porque la representación en el corto plazo va a estar en manos de la pequeña burguesía ilustrada. De ahí tendría que surgir un programa, para un sujeto que ya definimos, y una cuestión de método que el Papa plantea con claridad y fue el talón de Aquiles de los procesos populares en América Latina”.

Juan Grabois se refiere, sin dudas, a la ética. “Una ética talibán. Lo que dice Mujica: si te gusta la guita, dedicate a otra cosa. Y eso que parece algo de la más absoluta obviedad, es lo más difícil de todo. Porque todo te va llevando hacia la realización individual. Es muy difícil ese arraigo orgánico. Por eso, la mejor garantía es que los compañeros tengan poder”. 

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