19 de agosto de 2015, 9 de la mañana. En la esquina de Humberto Primo y San Martín, una mujer colla vende tres cabezas de ajo por veinte pesos, tres pimientos por diez y una bolsita de pimentón rojo dulce por cinco. Es una de los centenares de vendedores ambulantes que pululan en el entorno del Mercado Norte, donde la ecuación de calidad y precio resulta más amigable que en el resto del centro cordobés. El bar de Humberto Primo 15 es un fast food, un comedero popular, vecino del todavía estatal Banco de la Provincia de Córdoba. Los parroquianos se sientan dando la espalda a la calle, para mirar las noticias que emite un TV plasma colgado sobre la barra.
Aquel día dos clientes se sentaron de frente a la puerta. Simulando leer el suplemento de deportes de un diario local, Sergio Luis “Gordo” Guzmán, 58 pirulos, alcanzó a entregarle a Máximo “Pirucho” Flores, 75 años, un sobre con 306 billetes de cien pesos, un segundo antes de que irrumpieran los policías de Defraudaciones y Estafas. El procedimiento fue “positivo y pacífico”. Habían atrapado al jefe de la banda y a uno de sus principales vendedores, aunque no eran esos 30.600 pesos falsos lo que esperaban encontrar. Tampoco los ocho cheques falsificados de distintos bancos y otros 16.980 pesos auténticos en el portafolio de Guzmán: las escuchas telefónicas practicadas desde un año y medio antes, además de pesos, cheques y DNI apócrifos, se referían a “verdes”.
Aquel fue el primer paso de la “Operación Bens” –por Benjamín Franklin, el prócer estadounidense que ilustra los billetes de 100 dólares–, que continuó con 17 allanamientos en Córdoba, Río Cuarto, Tucumán, Jujuy y Salta. El saldo fue superior a cuatro millones de pesos en moneda falsificada, compuestos por 1,8 millones de pesos y alrededor de 250 mil dólares. La investigación había comenzado la madrugada del 19 de marzo de 2013, cuando el agente Rodrigo Rivero, guardia nocturno del Departamento de Delitos Económicos, recibió una denuncia anónima según la cual un tal Orellano “vende billetes falsos en la zapatería Pirucho”, en calle Humberto Primo entre San Martín y Rivera Indarte, y consignaba su número de teléfono móvil. “Para que vea que es cierto le dejo un billete de los que vende él. Espero que hagan algo”, añadía.
El Juzgado Federal Nº 3 de Córdoba, por entonces subrogado por el juez Ricardo Bustos Fierro, ordenó la intervención del celular denunciado. En las escuchas, Orellano le pedía “nacionales” y “verdecitos” a un tal Camerún, que a su vez se los encargaba a Sergio. La tarifa de la llamada “casa de la moneda trucha” era 5 x 1: cinco billetes falsos por uno auténtico. Las entregas se concretaban en el hipódromo de Córdoba, porque Camerún era cuidador de un stud y Orellano un empedernido apostador en las carreras de caballos. Camerún también abastecía en Córdoba a Toto y Omar, y en Río Cuarto a un veterano y profesional estafador de 61 años. Toto, quien nunca fue identificado, solía mentar a los dólares como “loritos”.
El también juez subrogante Alejandro Sánchez Freytes condujo la mayor parte de la investigación, que con la ampliación de las intervenciones telefónicas permitió identificar a los revendedores como Zenón Leopoldo Orellano y Jorge Hugo Char el de Río Cuarto, al presunto intermediario Camerún como Ramón Castro y al proveedor como Sergio Raúl Guzmán. Este último era el artesano falsificador, un ex obrero gráfico que desempeñó su oficio en varios diarios y publicaciones cordobesas, hasta que decidió emanciparse. Así llegó a ser el jefe de una red, diez de cuyos miembros fueron detenidos e imputados por violación del artículo 282 del Código Penal, que castiga con 3 a 15 años de prisión a “el que falsificare moneda que tenga curso legal en la República y el que la introdujere, expendiere o pusiere en circulación”.
La denuncia anónima no había sido del todo exacta, porque la zapatería pertenecía en realidad a Pirucho Flores, el único al que Guzmán le entregaba la mercadería en persona. “Todos vienen a buscar los zapatos tuyos, es una cosa de locos”, fue la frase previa a uno de sus pedidos, que oscilaban entre 100 y 600 “pares de zapatos”. “Dale, nos vemos (a tal hora) en el bar”, contestaba Guzmán, hasta que los agarraron con las manos en la masa. El líder había sido sumamente cuidadoso en proteger el “taller” donde trabajaba a destajo para falsificar los billetes. Hasta allí se dirigía solo en moto, que guardaba siempre en el interior de la casa. Además de cambiar con frecuencia de línea telefónica, cuando se dirigía a la imprenta le quitaba las baterías a su equipo celular, y lo mismo debían hacer sus eventuales ayudantes y el encargado de retirar los pedidos.
el asadito
La historia podría resumirse más o menos así: un grupo de obreros gráficos caídos en desgracia y aficionados al turf, con casi nula experiencia delictiva y recurrentes problemas económicos, familiares y de salud, como a veces ventilaban en las conversaciones telefónicas intervenidas, todos ellos salvo Costigliolo “analfabetos”, se las ingeniaron para construir una prometedora pyme artística y tecnológicamente sustentable. Pero el 30 de mayo de 2015 Sergio Guzmán cometió el error de hacer un asado en la misma parrilla chulengo donde incineraba los billetes fallidos, al que invitó a su amigo Sergio Leonardo “Padre David” Costigliolo, a Eduardo Víctor “Amigacho” Crapa y a Carlos Walter “Padre Carlos” Vich. Los cuatro tenían celulares de AMX Argentina SA (Claro) y la Policía consiguió el rastreo del lugar por parte de la empresa.
Cuando el 19 de agosto allanaron la casa de Ponce de León 2472 en el barrio Rosedal, los funcionarios judiciales se encontraron con un sofisticado equipamiento destinado a reproducir las imágenes, sellos de agua y medidas de seguridad de pesos argentinos y dólares estadounidenses: una docena de impresoras de distintas marcas, modelos y funciones; una computadora con software para imprenta; prensas, guillotinas, una mesa de vidrio con tubo fluorescente; toda clase de insumos y tintas para serigrafía; gran cantidad de papel símil moneda - en especial el costoso papel de maíz utilizado para los dólares-, pistolas de calor y estantes para el secado de las impresiones. Además, se secuestraron 65 mil dólares falsos y cinco cheques de bancos privados.
En Suipacha 1624 del barrio Pueyrredón se detectó un segundo taller, donde se realizaban los últimos pasos del proceso de falsificación. En él se hallaron dos impresoras fotomecánicas AGFA, modelos Selecset 5000 y Rapifelx, dos HP Office Jet Pro 8100 y una HPPSC 1410; una máquina de prensado Dremant, dos resmas de hojas blancas y maíz, frascos de tinta y de purpurina, 66 láminas de aluminio, lupas, jeringas, lubricantes y pegamentos. También 100.850 pesos apócrifos, entre ellos billetes de cincuenta de la flamante serie con la imagen de las Islas Malvinas, que pretendían introducir en el mercado antes de que la gente los conociera en detalle.
La casa de Suipacha 1624 era el domicilio de Víctor Hugo “Pipón” Álvarez, otro ex obrero gráfico de 65 años, auxiliar de Guzmán en la fase de impresión. El ex albañil Crapa, 61 años, habría sido el encargado de adquirir los equipos e insumos. En el taller de barrio Pueyrredón también fue detenido Costigliolo, 56 años, porteño, comerciante de artículos de librería, papelería y oficina, ex dirigente sindical y político, apuntado como responsable de la logística de la banda. En su bolso, la policía halló 13.147 pesos, tres teléfonos móviles, dos tarjetas de memoria y un sello de la Organización Barrial Tupac Amaru.
Ese día fue también detenido, en la ciudad de Río Cuarto, Jorge Char. Solo le encontraron un billete falso de cien dólares escondido en el marco de una ventana y el recibo de una encomienda enviada a Guzmán por la empresa de transporte Lep. Con eso y el centenar de conversaciones registradas por el Departamento de Observaciones Judiciales de la SIDE, era suficiente. También se allanó la zapatería “Pirucho”, en Humberto Primo 42, donde Flores tenía 20.200 pesos y 3.100 dólares apócrifos, escondidos como era de suponer en una caja de zapatos. El 20 de agosto pasado, un día después de los procedimientos en Córdoba, un allanamiento en la Casa 3, Manzana 10 del barrio 54, Viviendas de la localidad de Pampa Blanca, Jujuy, arrojó el hallazgo de cuatro billetes de cien dólares falsos escondidos bajo la almohada de la cama que compartían Abel Andrés “Techín” Pérez y Sofía del Valle Jaramillo, ambos detenidos.
clarín siente
Sergio Costigliolo ha sido militante del Partido Comunista, alumno de la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos “Patricio Lumumba”, dirigente de la Unión Obrera Gráfica de Córdoba y miembro del Movimiento Territorial de Liberación que conduce Carlos Chile. Actualmente, es referente en Córdoba de la Organización Barrial Tupac Amaru, liderada por la jujeña Milagro Sala, además de masón desde hace veinte años. Esos antecedentes, el sello en el bolso de Costigliolo y el allanamiento en Jujuy compusieron un cóctel irresistible para el diario Clarín, que no se privó de orientar las sospechas hacia la dirigente social afín al kirchnerismo.
En el artículo titulado “La banda que inundó a la Argentina de dólares falsificados”, subnota “Los vínculos con Tupac Amaru y la masonería” (13 de septiembre de 2015), se afirma que los antecedentes políticos de Costigliolo lo convierten en “el verdadero cerebro de la organización”. Como respaldo, menciona que los investigadores de Delitos Económicos sospechan que el líder no era Guzmán, sino “su ladero Costigliolo, ya que a él le secuestraron las llaves de todas las imprentas y aportaba la logística a la organización”.
“Lo que se sospecha es que Costigliolo habría utilizado el dinero para desarrollar asentamientos barriales de la organización Tupac Amaru en Córdoba”, conjetura Clarín. La hipótesis se apoya en la incierta declaración en off the record de un informante policial, que bastó para comparar a los falsificadores cordobeses con Remo Erdosain y el Astrólogo, protagonistas de la novela de Roberto Arlt Los siete locos, quienes pretendían trocar el orden social desde una sociedad secreta. El juez Miguel Hugo Vaca Narvaja, actual titular del Juzgado Federal 3 y quien ordenó los allanamientos y detenciones, lo desmintió tajante: “No hay absolutamente nada que sustente esa hipótesis investigativa”. De igual modo, el comisario Diego Martinelli, jefe de Defraudaciones y Estafas y coordinador operativo de la investigación, aclaró a esta revista: “Es un delito económico. No tiene ninguna conexión política. Son falsificadores. Un grupo de amigos, gente grande, la mayoría imprenteros, que se dedicaron a esto para hacer plata”.
Además, Martinelli rechaza que Costigliolo fuera el cerebro: “El que sabía fabricar los billetes y organizaba todo era Guzmán. Él era el jefe”. También en el requerimiento de la fiscal Graciela López de Filoñuk al juez de instrucción, Guzmán es el único al que le caben los dos delitos relacionados con el caso: “Falsificación de moneda de curso legal en la República Argentina, moneda extranjera y cheques” y “puesta en circulación de moneda falsa”. Para el juez Vaca Narvaja, parece estar claro: “A tal punto que durante la investigación acá lo bautizaron el ‘Chapo’ Guzmán”. Sin embargo, cuando quince días después se les otorgó la libertad bajo fianza, Guzmán no pudo reunir los cien mil pesos ‒auténticos‒ y “recién casi un mes después, un amigo se compadeció y le facilitó un auto para poner como prenda”, relata su abogado Carlos Morelli.
habla Costigliolo
Al ingresar el 20 de agosto a la cárcel de Bouwer, un caluroso aplauso los recibió. “No, muchachos, por favor. No somos ejemplo de nada”, dijo Sergio Costigliolo. “Nosotros somos delincuentes comunes. ¡Ustedes son muy grosos!”, elogió un preso.
No tuvo tiempo de responderle, porque un guardia lo condujo a una celda donde lo esperaba otra sorpresa: Héctor Pedro Vergez, el creador del Comando Libertadores de América ‒versión cordobesa de la Triple A‒ y jefe operativo del campo de concentración de La Perla, hoy acusado en la megacausa de lesa humanidad que se juzga en Córdoba. El dirigente de la Tupac invocó su condición de “militante de derechos humanos y de una organización política” para no compartir la celda con el represor. No obstante, Vergez intentó varias veces acercarse a él para proponerle “negocios”. “Dale, ¿o me vas a decir que la Milagro Sala no hace negocios?”, le insistía mientras miraban televisión. Hasta llegó a ofrecerle información sobre el paradero de los restos de desaparecidos. “No me jodas con eso Vergez, porque vamos a terminar mal”, lo cortaba Costigliolo.
Ya en libertad condicional, Costigliolo contó la anécdota en una entrevista exclusiva con crisis, donde admitió que es amigo de Guzmán desde hace 38 años, cuando militaban en el sindicato gráfico, pero desconocía sus actividades como falsificador. Del momento de su detención, recordó que al encontrar en su bolso el sello de la Tupac Amaru, un policía dijo: “Ah ... Esto se va a poner lindo”.
¿Por qué?
-Creo que desde el principio se intentó perjudicar a la organización. El objetivo no era yo, sino Milagro Sala, el Gobierno y el proyecto nacional.
¿Pero usted no conocía las actividades de Guzmán?
-Lo conozco y tenemos amistad desde hace mucho, pero uno no sabe lo que hace el otro.
Su abogada, María Teresa García, interviene: “El terrible error que él cometió, teniendo la responsabilidad de una organización como la Tupac Amaru en Córdoba y en plena época electoral, fue mantener una amistad con alguien como Guzmán. Cuando lo detienen a Costigliolo, tenía en su poder más cien mil pesos para la construcción de viviendas de la Tupac Amaru, que todavía estamos tratando de recuperar. Guzmán tenía un entorno de amistades muy amplio, pero la Policía eligió a quién hacerle las escuchas.”
Algunos medios señalaron como un rasgo negativo que usted era masón.
-Al contrario, para mí es un orgullo.
¿Qué implica ser masón?
-La masonería se define como una sociedad filosófica, filantrópica y progresista. No es secreta sino discreta, con un reclutamiento exhaustivo y una gran diversidad ideológica. Se trabaja para mejorar la calidad de la persona y de la sociedad.
¿Actualmente está suspendido?
-Sí. Cuando se da una situación como esta, para proteger su imagen inmediatamente la organización le suspende los derechos masónicos a la persona involucrada en alguna cuestión, hasta que se aclare. Y es lo correcto.
Desde su experiencia, ¿es factible hoy buscar una fuente de financiamiento ilegal de la militancia política y social?
-En los setenta se hizo y hubo secuestros famosos. Pero en la Argentina actual no hay condiciones objetivas ni subjetivas para pensar en una revolución, y menos para una forma de financiamiento ilegal.
alarma en la matrix
A fines de agosto, tres agentes del United States Department of Homeland Security visitaron al juez Vaca Narvaja para interiorizarse de la causa y observar “el cuerpo del delito”. El juez les informó que la embajada debía enviar una nota formal con los fundamentos del pedido, que “serán evaluados junto con la secretaría a cargo de la causa”. Así ocurrió y días después el magistrado accedió a mostrarles los dólares.
Pero dos de ellos habían estado previamente en la sede policial cordobesa, donde no solo pudieron observar los billetes y todo el material secuestrado, sino también dar entrevistas a la prensa. Incluso, los funcionarios de Homeland Security, Alex Ascencio y Eddie Agrait, aparecen en fotos y videos publicados en la página web de La Voz del Interior junto al comisario Alejandro Mercado, jefe de Delitos Económicos, mientras observan (más bien, posan con) los dólares falsos. “Los dólares falsificados son de muy buena calidad. Tenían sellos y detalles de seguridad apócrifos muy semejantes a los originales”, le dijo entonces Agrait al periodista de La Voz.
“En todos los países del mundo, siempre que hay secuestro de dólares falsos, como es un delito federal en Estados Unidos y ellos se ven damnificados, mandan gente a verificar la calidad del material secuestrado”, aclara el comisario Martinelli.
¿Estaban preocupados?
-La falsificación de dólares es a nivel mundial y ellos se fijan en la calidad de los dólares.
¿Y qué dijeron de estos?
-Que eran de bastante buena calidad. Que estaban bien hechos -concluye con semblante orgulloso.
Según Carlos Gonella, titular de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (PROCELAC), la intervención del Estado norteamericano, en tanto sea autorizada y supervisada por un juez federal, es legítima. En un caso como este incluso podrían constituirse como parte querellante, explicó el fiscal.
El juez Vaca Narvaja destaca otro aspecto del caso: “La investigación indica que venían trabajando por lo menos desde dos años atrás. En ese tiempo habían logrado armar el circuito de la maquinaria y los materiales, y mejorar la calidad de las falsificaciones. Mi hipótesis es que estaban listos para dar un salto en la producción y esto se impidió por la labor policial, que fue buena y demuestra que cuando se quiere se puede. A lo del salto en la producción lo deduzco de la permanente inversión en equipos e insumos y por lo que se interpreta en algunas escuchas”.
Se refiere a uno de los últimos diálogos registrados:
-Che, ahí vino el tipo del banco. Necesitamos dos palos (dos millones de pesos).
-Bueno, van dos palos para el banco.
La aparición del eslabón bancario les habría permitido ingresar al gran escenario del crimen de guante blanco. El maravilloso mundo del lavado de dinero. Un pasaporte a la salvación.