“¿No alcanzaron 16 años de gobiernos justicialistas para poner de pie a Entre Ríos?”. La pregunta es repetida por Cambiemos como leitmotiv de campaña en esta provincia, la hermana menor de la Región Centro, territorio insular hasta la inauguración del túnel subfluvial con Santa Fe, en 1969.
Para cortar la racha peronista, la fuerza de Mauricio Macri postula al diputado radical Atilio Benedetti. Enfrente, el gobernador Gustavo Bordet busca su reelección. Benedetti y Bordet se medirán el domingo 14 de abril, en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Será sólo un sondeo porque ninguno de los dos tiene adversarios internos y la disputa final quedará para las elecciones generales del 9 de junio.
Están habilitados para votar 1.080.000 entrerrianos; la mayoría radica en cuatro ciudades: Paraná, Concordia, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú. El padrón constituye el 3% del electorado nacional.
En los cuartos oscuros sigue rigiendo la boleta sábana tras un nuevo intento fallido de reforma electoral. Son seis las fuerzas que presentan listas: el recién fundado partido SER, que lleva en la fórmula a un pastor evangélico; la Confederación Vecinalista; el MST (trotskismo); el Partido Socialista; Cambiemos; y Creer Entre Ríos, el frente de diez partidos que postula a Bordet, con el PJ como columna vertebral.
El desdoblamiento con el que el oficialismo buscó guarecerse de las divisiones en el peronismo nacional terminó por facilitarle las cosas a Cambiemos, que centró el eje en la provincia para eludir la caída de imagen de Mauricio Macri. En eso estaban cuando el jueves 4 de abril el Presidente llegó por sorpresa a sumarse a la campaña. A sólo diez días de las elecciones, metió en agenda dos temas incómodos para cualquier dirigente de Cambiemos: cuestionó “el tarifazo” de la empresa de energía entrerriana y fustigó un fallo judicial que puso coto a las fumigaciones de las escuelas rurales. Los candidatos sólo atinaron a mirar para el costado.
pegado con cola
La era que intenta demonizar Cambiemos arrancó en 2003 y tuvo como protagonistas, al frente de la Casa Gris, a tres dirigentes varones nacidos y/o radicados en Concordia: Jorge Busti (tres veces gobernador); Sergio Urribarri (dos mandatos que coincidieron con el kirchnerismo en la Rosada); y Gustavo Bordet, que pretende con su reelección extender la racha a veinte años.
Busti piloteó el avión del justicialismo desde tiempos menemistas hasta que se impusieron los vientos de Santa Cruz. Urribarri fue su alfil, su heredero en el poder, y más tarde su feroz adversario. Años después, Urribarri bendijo al actual gobernador Bordet que hoy toma distancia de su antecesor, complicado en causas por delitos de corrupción.
En 16 años, se han alternado en el poder, con fracturas ocasionales en las que el peronismo fue a las urnas dividido. Esta vez, bajo el liderazgo de Bordet, ninguno saca los pies del plato.
Pudo haber habido otro cisma. Desde su asunción, el titular del Ejecutivo se mostró siempre en el espacio de poder de los gobernadores del PJ, ese que nunca se perfila del todo pero se configura en la distancia respecto de Cristina Fernández, el diálogo casi obligado con la Rosada y el abono a una tropa de legisladores nacionales que votan medidas antipáticas como el acuerdo con los buitres, la reforma previsional, el Pacto Fiscal o el presupuesto ajustado de 2019.
Al calor del debate de la agenda nacional, la grieta se abrió también en el peronismo local. De un lado está Bordet seguido por intendentes, diputados y senadores oficialistas; del otro, legisladores nacionales electos en tiempos de Cristina, un puñado de diputados provinciales y el kirchnerismo “silvestre”, bajo el liderazgo –asumido a veces a regañadientes– del desgastado exgobernador Urribarri.
pliego de condiciones
Pudo haberse fracturado. Pero no. La estrategia del entorno de Cristina Fernández de propiciar la unidad también tocó el timbre en Entre Ríos. Las negociaciones fueron directamente con el Instituto Patria y Alberto Fernández se ocupó de estar en el detalle hasta el vencimiento mismo del plazo para la presentación de listas.
Al comienzo Bordet no abonó la unidad. En su entorno se especuló siempre con que desde el punto de vista de los votos era más ventajoso enfrentar al kirchnerismo que aliarse. Es que la imagen del gobernador se sustenta en el buen manejo de las cuentas públicas, el ordenamiento del gasto y la decisión de paliar con fondos provinciales el retraimiento de Nación en políticas de salud y educación fundamentalmente. Su base hace pie fuera de la grieta y está lejos de ser un candidato revulsivo para los entrerrianos que en 2015 votaron a Macri.
Pero el escenario fue cambiando. El deterioro del caudal electoral de Cambiemos a nivel nacional y el repunte de Cristina en las encuestas, sumado al riesgo de que la expresidenta viniera a recorrer la provincia junto a los candidatos K, hicieron que comenzara a considerarse una instancia de negociación. El pliego de condiciones del acuerdo facilitó las cosas: 1) Urribarri seguirá al frente de la Cámara de Diputados, o sea, se frenó un intento de sacarlo de ese puesto de poder –pero no será candidato ahora, de modo tal que Bordet no deberá compartir palco con quien terminaría siendo una mochila en su eventual electorado; 2) se incluyeron en la lista de legisladores provinciales cuatro nombres puestos por Fernández, entre ellos el de Julio Solanas, diputado nacional y eventual candidato del mundo K.
de las rutas a gualeguaychú
La dirigencia radical entrerriana hace gala de haber sido anfitriona de la Convención Nacional partidaria que en Gualeguaychú selló la alianza con el PRO. Ese acuerdo supuso descartar, a mitad del camino, la confluencia de centroizquierda UNEN, vertebrada en la UCR con el socialismo como socio principal.
No fue fácil la recuperación del radicalismo luego de la crisis de 2001, el final del gobierno en 2003 de su dirigente más importante, el dos veces gobernador Sergio Montiel, y su posterior fallecimiento. Recién volvió a saborear una victoria en las legislativas de 2009, con una lista de agrodiputados que encabezó Benedetti. Fue después del conflicto del campo que tuvo aquí un bastión importante de la mano de del entrerriano Alfredo De Angeli, hoy senador nacional.
Sobre esa estructura desvencijada pero fuerte de la UCR entrerriana –hoy gobierna 27 municipios, es semillero de nuevas caras que asomaron después de victorias inesperadas que trajo la ola amarilla de 2015–, se asentó el PRO que recién comienza a tener referentes, en su mayoría surgidos del mundo rural. Para estos comicios de 2019 la distribución de espacios de poder en las listas provinciales es pareja entre los dos principales socios de Cambiemos. A nivel de las ciudades, hay preeminencia radical aunque el PRO acrecienta su presencia en las nóminas de Gualeguaychu, Concordia y Concepción del Uruguay poniendo los candidatos a intendente.
después de las urnas
Bordet llega cómodo a las elecciones. Los sondeos propios y ajenos vaticinan su reelección y el peronismo, en todo el territorio provincial, confía en que su buena imagen arrastre la boleta sábana de color azul. Cambiemos, en cambio, apuesta a los intendentes radicales, en general caras nuevas con buenos resultados en la gestión.
De cara a las presidenciales se espera que el gobernador contribuya a una fórmula de unidad en el peronismo. Si bien es cierto que desde su asunción tomó distancia del kirchnerismo tanto a nivel nacional como en la provincia, la estrategia para los comicios de este domingo se asienta en la paz que selló con Cristina.
Desde la mirada entrerriana aún falta mucho para octubre; pero, si pudiera elegir, la fórmula de Bordet sería “todos juntos” detrás de la candidatura de Roberto Lavagna.