fito páez: "no me pidan nada" | Revista Crisis
crisis eran las de antes / enero de 1988 / no vengo a ofrecer mi corazón
fito páez: "no me pidan nada"
Deslizándose hacia un individualismo anárquico y confeso que desconfía de todo discurso y de cualquier conformación de poder, Fito Páez, según sus palabras, “cambió de rollo”. Tal desplazamiento, representativo de la peripecia de sectores juveniles tras los primeros años de democracia, se verifica en una figura que, aún a pesar suyo, resulta arquetípica para la última generación del rock.
06 de Julio de 2022

 

Fito Páez llega al lobby del hotel donde se ha concertado la nota como a un sacrificio, sobreponiéndose apenas a un sol veraniego y siestero que sólo podría dotar de voluntad a un obsesivo. Y Fito más que obsesivo parece fóbico. Buenos modales, sí. Cordialidad, claro. Pero de obedecer a sus más íntimos deseos ahora estaría tirado en la cama, con la guitarra al lado. Confirmará después que aquello de ofrecer el corazón no tiene nada que ver con su momento actual, que cambió de rollo, que apenas puede ofrecer este reportaje.

¿Fue un año duro el '87 para vos?

-Fue bastante duro y muy intro. Estuve al margen de Semana Santa y al margen de todo rollo social. Anduve muy despreocu­pado, casi con desparpajo. Fue el año de la afirmación de mi escepticismo.

¿Ni siquiera te oxigenaron los viajes a Cuba, a Alemania Democrática?

-Cuando salió el viaje yo estaba al rojo, no daba más.

¿Por qué?

-Por todo el asunto de las viejas, en Rosario. Tuve una crisis gigante y Cuba fue una bomba de aire. Me vino muy bien. Estar con esa gente, tocar, emborracharme con ellos. Me divertí. Además fue muy raro porque llegamos a La Habana y éramos como los Rolling Stones, me conocía todo el mundo, armamos un gran quilombo.

¿Qué cosas tuyas gustaron más?

-Mi aspecto ya era raro para los cubanos: un tipo con los lentes que uso yo, el pelo largo, atado, no entendían muy bien y a la vez la música los recopó. Sin publicidad, con una promoción que fue de boca en boca, llenamos dos Carlos Marx, que es un lugar para cinco mil personas.

¿Fue un propósito tuyo conocer Cuba?

-Me invitó Milanés. Pablo me conocía por el tema que me grabó la Negra Sosa. Cuando el año pasado dio el recital en la cancha de Boca con Chico Buarque y León Gieco todos presentaron a un músico invitado y él me eligió a mí. Me llamó al ensayo, tomamos tres o cuatro cervezas, tocamos un rato y nos redivertimos. A los diez días ya estaban los pasajes para ir a Cuba. Me encantó, el país me pareció alucinante, me parece que todo está fenómeno. No sé si yo podría vivir ahí, pero ellos la pasan muy bien.

¿Por qué no podrías vivir ahí?

-Porque tengo la cuca más capitalista. Quiero mis tecladitos, tener todo de último momento. Ya tengo el bocho así, se me haría difícil no poder cambiar instrumentos, comprarme guitarras y todo eso que es lo único que puedo hacer acá.

¿Lo único?

-Quiero decir que no puedo comprarme propiedades ni llenarme de guita. Me divierto cambiando cosas, cambiando de piano.

 

¿A qué atribuís tu escepticismo?

-Lo que pasa es que yo me hice figura pública siendo adolescente y venía de un entorno de clase media tirando para abajo, muy cerca de un sector de gente que pensaba que algo se podía cambiar. Yo compré esa merca muy alentado por el marco en el que me movía, incluso estuve muy cerca de la militancia política. Ahora estoy rompiendo con esas cosas, por un lado son rollos míos, por otro veo la televisión, los diarios, veo la conducta de los políticos y es lo mismo de siempre. Nunca anduvo bien nada, menos acá. Ahora estoy en el presente al repalo, viviendo hoy por hoy. Es más, no tengo casa, estoy completamente despojado de todo.

Pero vos participaste de cierto clima de expectativas que se dio entre el '83 y el '85. ¿Descendieron las expectativas de cambio y no lo toleraste?

-Es más que eso. Veo que el hombre es una especie loca, que no responde a ningún tipo de moral. Desde el primer hombre hasta hoy todo fue lío, crisis, guerra y quilombo. Ya dejaron de asustarme las guerras y los golpes y digo bueno, okey, no estoy de acuerdo ni con las guerras ni con los golpes, no adhiero a eso, pero tampoco me preocupa ninguna adhesión a cualquier otro tipo de entidad ideológica.

¿Ni siquiera te quedaron un mínimo de adhesiones?

-Ningún partido político, de movida, ninguno. Estoy cerca de las Madres por solidaridad. Voy a tocar a algunos festivales que organizan las entidades de derechos humanos y nada más, ahí se acabó el asunto.

No volverías a escribir un tema como "Vengo a ofrecer mi corazón".

-No solo no volvería a escribirlo, escribí otro para contradecirlo: "Corazón clandestino". Aquel tema fue un momento en la vida de un pibe. El problema con los tipos populares es que hacen letras y músicas que salen en unos minutos: te fumás un porro, estás con tu novia, tomás una cerveza, te hacés una letra y una musiquita y la gente se cree que ya tenés una línea para la vida. Por suerte vengo del rock y puedo cagarme en eso y decir: “yo no vengo a ofrecer mi corazón”.

¿Qué andás ofreciendo?

-Nada, nada. Quiero todo para mí. Yo creo que uno se va erotizando todo el tiempo y si, una época fue así, la otra tiene que ser distinta. Ayer una persona me decía que estaba harta de mis cambios, que me estaba manejando con una especie de stress maníaco. Picasso, por ejemplo, fue un tipo que no paró nunca, en ninguna, cuando hacía una cosa a los dos años la tiraba y hacía una cosa totalmente distinta. Hay que cortarla un poco, sobre todo cortar con lo gente, las revistas y los productores piensan de vos. ¿Quiénes son? Okey, ahora tienen otra cosa.

No querés proyectar una imagen fija.

-Eso, no me paro en ningún lado. No me propongo nada, simplemente sigo jodiendo sin ninguna idea en lo formal. Ahora encaro una película, en fin, una forma más de esperar la muerte, nada muy importante. Trato de pasarla bien hasta llegar ahí.

 

¿Qué actividad vas encarar para este año?

-Viajo a Alemania en febrero, vuelvo y paro, después voy a preparar el próximo disco. Ya tengo tres o cuatro bases de temas para empezar a hablar. Letras no tengo, pero sé más o menos para qué lado quiero que vayan. Voy a hacer una historia de todo lo que me pasó últimamente, los mundos de putas y borrachos por dónde anduve. No quiero hablar de los grandes temas sino de las pequeñas cosas que nos pasan a todos: qué pasa cuando estás borracho y te vas a la despensa y no sabés que decir, o cuando tenés resaca, todos esos estados. Hablar de esas cosas que la gente cree que jamás le pasan a uno.

¿Querés contradecir la imagen que hizo de vos un tipo querible para mucha gente?

-Sí, sí. Lo que pasa es que si me quedo en el nene querible para toda la gente, bueno... no sé... no me sentiría cómodo. Yo reacciono por naturaleza, no sé bien por qué lo hago, no tengo una ideología que me marque un camino. En este momento siento que estoy hinchado de propuestas, de direcciones. No quiero direcciones de nadie ni quiero marcarle direcciones a nadie. Entonces voy a contar lo que me pasa a mí, voy a armar una película con Fernando Spiner. Y nada de grandes temas: un día o dos días en una gran ciudad, con muchos personajes que se van entrecruzando, pero en realidad no pasa nada, está pasando el día nada más.

¿Vas a trabajar en el guión?

-Sí. Además haré un papelito y compondré la música. En lo formal la idea de la película es hacer algo tipo Blow Up, tipo que nunca se sabe lo que pasa. Una cosa incoherente pero a la vez superentendible. Estoy hinchado con toda la filmografía que cuenta historias, por eso me gustó La Ley de la calle. Me gustaría hacer en cine algo similar a lo que hace Bukowski en literatura: me levanté, fui al baño, vomité, me fui, compré unas pastillas, visité a una amiga, me la cogí, me tomé dos cervezas y a un tipo que pasó delante mío le pegaron un tiro. Okey, es su cuento, algo así, una suma de ese tipo de historias.

¿Qué te interesa de Bukowski?

-Me parece el gran escritor de este siglo.

¿Porqué?

-Porque el loco habla desde la misma mierda con una genialidad y un humor alucinantes, no hay nadie que le pise los talones. La primera vez lo leí en crisis, me acuerdo, y a partir de ahí morí por él desesperadamente. Para mí él no es un desesperado, es un contemplador. Contempla: ahora tengo plata, antes no tenía; ahora me puedo cojer minas, antes me costaba mucho; antes era feo, ahora soy lindo; matan a la gente, mi vida pasa. Me siento muy cerca de él, de ese tipo de pensamiento.

¿No te sentís un tanto resignado ante el discurso del poder?

-Mirá, yo creo cada vez más que el discurso del poder es el discurso de la gente. Cada vez veo más a la gente como bebés grandes que en vez de pelotas quiere bombas. Es como si cada vez más la gente se la pasara diciendo "quiero todos los juguetes mí, para él nada, todo para mí quiero".

Reconocés esa actitud también en vos.

-Totalmente.

 

Hace algún tiempo dijiste que te interesaba disputarle el espacio público a quienes lo tienen y lo usan para estupidizar. Recuerdo que citabas a Moria Casán y Bernardo Neustadt.

-Es cierto. Creo que con Moria me equivoqué feo. Veo lo que hace y me parece genial, pero con Neustadt no me equivoqué. Me parece que en ese momento me interesaba ser popular y que la gente me quisiera: me había ido de mi casa, se había muerto toda mi familia, me sentía solo. Posiblemente quería ir a todos lados para que me quisieran, algo así. Ahora me pasa todo lo contrario, me cuesta hacer notas. Hoy por hoy sólo me interesa hacer lo mío tranquilo. Si me vienen a pelear con una navaja bueno, saldré a pelear. Quiero decir que no estoy en una pasividad boluda: cuando haya que hacer algo habrá que hacerlo.

¿El rock, para vos, sigue siendo un género musical satanizado?

-Por cierta prensa sí, pero no es importante. Si no incomodara dejaría de ser rock. El rock que logra mayor consenso en los medios es el más lavado, el menos revulsivo. Lo mismo pasa con el fútbol: aparece el equipo, el jugador en su casa con la familia, pero el hincha, ese tipo repasado que se fuma y toma pastillas no aparece.

¿Qué te aportaron los viajes con respecto a tu visión del mundo?

-Me abrieron el bocho. Vi como se vive en Alemania, los restos de la guerra, los rumores de guerra. Me digo: bueno, okey, el comunismo está bien, pero no es para mí. Si es eso yo no lo quiero. Todo está bien, tienen su casa, pero… No hay violencia, no hay lío. No hay manifestaciones de nada. No hay quilombo, no hay contra qué chillar, ni pobre podés ser.

¿Qué tipo de violencia te interesa?

-No hablo de una violencia específica, hablo en general. No estoy por la pureza del asesinato, no tengo ese tipo de ideas a lo Jean Genet, aquello de buscar la santidad por el asesinato, eso me parece un rollo intelectual. Tampoco mataría a nadie si no hay razón. Me interesa la violencia en otros términos: que pase algo, que haya movimientos, que haya disturbios, el universo es así. Si no hay violencia, yo, con que haya un poquito de lío de conformo.

­¿Y acá ves lío?

-Sí, veo lío. Se hacen cosas pero no salen a la luz porque hay un discurso muy de mierda. Los grupos de rock más violentos, por caso, no aparecen. Si se habla de rock se habla de Soda Stéreo, de Baglietto, de Fito Páez y se acabó.

¿De quién te interesa que se hable?

-De Los Violadores, de Todos tus muertos, grupos que hacen cosas repesadas pero que no pueden pasar del underground. Lo que tiene prensa generalmente está relacionado con una moral bienhechora, esto sin juzgar a los músicos que te nombré antes, a los que respeto. Pero desde el poder siempre se quiere dar ese tono bienhechor. Si no das ese tino todo se te hace difícil.

¿Y vos das ese tono?

-Yo voy por la calle, caminando, me piden un autógrafo y no lo firmo, y sigo caminando y me chupa un huevo. Yo no elegí venir acá entonces no me pidan nada.

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