el punk que sobrevivió a Quindimil | Revista Crisis
después de Polygram / la montaña rusa de la fama / hecatombe de furia
el punk que sobrevivió a Quindimil
Según la leyenda, 2 Minutos debutó el 8 de julio de 1989, el día que Menem asumió la presidencia. En esta entrevista, Mosca, su líder, repasa sus orígenes, cuenta un presente como working class hero y el arduo negocio de tener una banda, ataca a las discográficas y describe la geografía de un Valentín Alsina peligroso y, 20 años después del disco, no tan distinto.
Fotografía: Sebastián Pani
07 de Noviembre de 2017
crisis #19

 

Hablar de Punk en pleno siglo XXI parece un mal chiste. ¿Qué quedó de ese movimiento rupturista, violento y revulsivo que empezaron los Ramones en USA, se volvió nihilista y recalcitrante y, así es, pop en Inglaterra con los Sex Pistols y después político y hermosamente panfletario con The Clash? ¿Se puede hablar de Punk, en su momento una forma alternativa de transitar la existencia, sin que nadie arroje una sonrisa despectiva y luego te muestre su tarjeta de crédito? Quizás lo único que queda para el rock es la credibilidad. Y la manera más eficiente de lograrla es hacer historia, mantenerse en pie cuando el tiempo borre cada una de las huellas gloriosas que supiste conseguir y los cambios de paradigmas te caigan en el cuello con la fuerza de una guillotina. Una banda que tiene todas las medallas posibles en esa clase de guerras desoladoras se llama 2 Minutos. Este 2014 cumplen 27 años de vida y ya tienen 12 discos editados. Hacen punk.

Walter “Mosca” Velázquez es el cantante de 2 minutos y estuvo, al igual que el bajista Alejandro “Papa” Ainadjian, desde el comienzo de todo. Pero antes de ponerse al frente de una banda de punk, el Mosca fue hijo único en una casa de Valentín Alsina donde la música siempre estaba sonando: “Mi papá era colectivero de la línea 15 y mamá era ama de casa. De chico tengo recuerdos de mucho folklore, un poco de tango, cumbias colombianas y música romántica: Dyango, José Luis Perales, esa onda. Y yo tenía a mi padrino que vivía en Devoto y que tenía hijos que eran más grandes que yo. Ellos fueron una guía. Me hicieron escuchar The Beatles y Creedence Clearwater Revival. Ese fue mi primer contacto con el rock. Pero con la música siempre estuve en contacto.”

Fue a un colegio de curas: Juan Bautista Alberti. Le gustaba porque era mixto (“joya: teníamos tajos cerca”). Pero no mostraba los mismos intereses que sus compañeros: “Yo era un pibe especial porque mis compañeros compraban la Billiken o la Anteojito y yo, a los 9, 10 años, ya arrancaba con la Expreso Imaginario o la Pelo. Por intermedio de esas revistas me llegaron las primeras referencias del punk. Después tenía un primo mayor, de Vicente López, que era más de escuchar Génesis, Yes, todo el rock progresivo de los 70. Él me hizo escuchar la trilogía, la pirámide: Ramones, The Clash, Sex Pistols. Ahí me enrosqué y con el tiempo fui investigando y conociendo otras bandas por el estilo.”

En la actualidad el Mosca es un melómano empedernido que todavía compra discos y solo usa Internet para escuchar música por YouTube. En el transcurso de la charla habló bien de El Mató a un Policía Motorizado (“me gusta lo que hacen”), Los Auténticos Decadentes (“La guitarra es mi himno”), Pablo Lescano (“es un buen pibe que me contó que mi música lo re influenció”), Babasónicos (“unos lindos muñecos”) y Norma (“Son Wire esos pibes”).

Toda esa información que recibía el joven Mosca de las revistas de rock se metabolizó en una fantasía irresistible: tener una banda. Como no conseguía gente para armar una recurrió a la imaginación para concretarla. “La primera banda que tuve fue a los 16. Pero duró poco porque el guitarrista se fue a España. Duró un año. Ni siquiera tocamos en vivo, apenas en la terraza de un amigo. Vino la policía ese día. Fue una onda Sex Pistols. Ahí ya era el ´85. Me encantó.”

 

¿Cómo cambió Valentín Alsina desde que arrancaste con la música hasta hoy?

Cambió mucho. Imaginate: yo ahora cumplo 47 en junio. Viví acá toda mi vida y no me pienso mover. Hubo muchos cambios arquitectónicos. Este era un barrio de muchas fábricas. Sobre todo curtiembres. Había muchas y ahora queda un 10 por ciento. En los 90 cerraron muchas. También las casas antiguas desaparecieron completamente. Desde hace 10 años hay muchos barrios humildes en la periferia de Valentín Alsina: de esos que meten miedo. A la noche si andás por ahí se te hace difícil. Antes eran dos o tres ranchitos y ahora son un barrio aparte: un barrio privado (risas). Donde vive gente humilde, amiga de lo ajeno, de todo un poco.

¿Políticamente cambió algo?

Valentín Alsina siempre fue barrio peronista. Teníamos de intendente a Quindimil. De los ultrahistóricos. De la época de Perón. Estuvo hasta que se hizo viejito. Ahora hay un pollo de él.

¿Vos sos peronista?

Por parte de mi mamá: sí. Por parte de papá: venía más del movimiento radical. Y yo: ponele que al principio sí. Después me volqué para la izquierda. Ahí pongo mis últimos votos. Aunque también voté al Partido Obrero. Las últimas veces voté a los socialistas porque los de izquierda están muy fragmentados.

Estos cambios habrán modificado tu manera de componer o los temas que te interesaban.

Nosotros no tenemos una línea política desde las líricas. Hablamos de cosas cotidianas o que le pueden pasar a cualquiera. De eso habla de 2 Minutos.

La historia dice que Joy Division se formó en un recital de los Sex Pistols. Algo parecido les pasó a los chicos de 2 Minutos: se encontraron en un recital de Los Casanovas, una banda de rockabilly. Era el invierno del 87. Al comienzo se llamaron 2 Minutos de advertencia por el tema “Two minute warning” de Depeche Mode. Luego acortaron el nombre porque se les hacía muy largo cuando iban a pintar paredes. Y empezaron a tocar. Les fue bien. Tanto que llamaron la atención de un ejecutivo de Polygram y los contrataron. Fue un evento extraño. Aunque lo verdaderamente inexplicable fue lo que sucedió con su primer disco, Valentín Alsina: fue un éxito de ventas. Con un sonido punk old school, básico, cuadrado y veloz, con temas que hablaban del barrio y la cotidianeidad de pibes sin mayores aspiraciones que conseguir plata para poder comprar cerveza, lograron ser discos de platino, más de 50 mil copias. Algo que muy pocas bandas argentinas pueden contar. Pero eso no hubiera sido posible sin el hit del disco: “Ya no sos igual”. Ese que dice: Carlos se vendió al barrio de Lanús / el barrio que lo vio crecer / Ya no vino nunca más por el bar de Fabián / y se olvidó de pelearse los domingos en la cancha / Por la noche patrulla la ciudad / molestando y levantando a los demás.

¿Cómo les cambió la vida a nivel económico?

Nosotros no entendíamos nada. La compañía discográfica menos (risas). Me acuerdo que trabajábamos todos. Sale el disco y yo seguí laburando de cadete en una importadora de juguetes. Y de pronto en menos de un mes fue disco de oro. Y empezamos a tocar mucho. Nosotros no la podíamos entender. Había veces que tenía que pedir días en el laburo porque nos salía una gira que arrancaba el jueves. Hasta que en el trabajo me pidieron que eligiera entre la guitarrita y el laburo. Ni lo dudé. Ese fue mi último trabajo. Cuando vieron los discos que vendíamos los de la compañía discográfica, Polygram, que no nos daba ni cabida, ya nos invitaban a almorzar y nosotros pedíamos los vinos más caros. Igual en definitiva los pagábamos nosotros.

O sea que no vieron nada de esa guita.

Bueno, vos tenías un contrato que era una cagada. Por cada disco vendido era un chicle para cada uno de regalías. Pero con muchos chicles algo hacías. Lo bueno fue que ya empezamos a laburar de la música con los shows. De eso vivimos actualmente: si no tocamos no paramos la olla y nos comen los piojos. De los discos nunca vas a ganar mucho dinero. Con los shows ya es guita tuya. Por eso somos una banda que nunca paró de tocar. Pero nos encanta: somos nuestros propios jefes, viajamos, conocemos todo el continente. Tengo el mejor trabajo del mundo.

Los periodistas de rock acusaron a 2 Minutos de crear el “rock chabón” o “rock barrial”. Una denominación elitista, desatenta y que mostraba una clara valoración de clase: “Yo venía influenciado por Sham 69, Cockney Rejects, Cock Sparrer: bandas que hablan de su terruño, de su barrio, sus costumbres, cosas así. Nosotros no nos despreciamos. Siempre vamos con la frente bien en alto. Los periodistas siempre tienen que ponerte una etiqueta. Ahora el indie va como loco: está de moda. Preguntale al Sí! de Clarín o al No de Página 12. Tu banda indie favorita del mes. Aparte tienen cada nombre tipo: Mi bicicleta amarilla vuela por el espacio (risas). Cada uno hace la que quiere. Igual 2 Minutos no tenía nada que ver con esas bandas: Los piojos, Los caballeros de la quema y esos que decían que hacían rock barrial o chabón. No me siento emparentado ni identificado con esas bandas para nada”.

Cómo sentís que el periodismo de rock miró a 2 Minutos en todo este tiempo.

Al principio los periodistas eran muy despectivos con nosotros. Incluso algunos rockeros. No sé si por envidia o qué. Después con el tiempo se cansaron y se dieron cuenta que éramos de verdad y seguimos tocando y rockeando y les metimos municiones en el orto a todos. Y nos miran y dicen: ya tiene un montón de discos, 27 años de carrera y siguen arriba del escenario batallando como locos.

A ellos no les importó la mirada que había sobre la banda porque su propuesta no era cambiar el mundo ni a nadie sino seguir tocando. Es un grupo que tiene claro el objetivo. Como si fuera un perro cavando en la tierra: con esa convicción, esa energía y sin saber qué van a encontrar del otro lado pero con algo seguro: continuar cavando. Lo que significaba que si había alguna realidad modificada gracias al punk era la de sus propias vidas. Sin embargo, todas las fantasías tienen donde apoyarse. Y casi siempre, ese sostén es una base conformada por las condiciones materiales para que la máquina se ponga en funcionamiento. Para fines de los noventa, todo eso desapareció porque el país se derrumbaba lentamente: “Cuando se acaba la fiestita nosotros habíamos sacado el tercer disco: Postales ´97. Estábamos en el horno en esa época. En el país se acabó la fiesta: habíamos reventado todo. Y se notaba.”

¿Tuviste que volver a laburar?

No, pero estaba todos los días tomando sopa instantánea y agua de la canilla. Se nos re complicó: tocábamos re poco. Y yo estaba en una re crisis económica. El país estaba jodido. Entonces esperaba los domingos para irme al parque Rivadavia para ir a vender mis discos. Y con eso me compraba fiambre para cambiar el menú. Y así subsistía. Después todo se reactivó y la cosa volvió a la normalidad.

¿Cómo ves el tema de la policía y la inseguridad?

Estamos en una época bastante rara: la gente está muy alterada, muy loca. La inseguridad es algo real. Te la ponen en todos lados. Hasta en barrios inusuales como Recoleta. Está todo muy loco. A veces veo que los policías están medio débiles. Como que tienen que batallarla con gente que está re armada y ellos tienen, no sé, gomeras. La gente está muy poco tolerante.

Ahora está el tema de los linchamientos.

Eso no me gustó. Está bien que te dé bronca que te roben o te maten un ser querido pero es un bajón, si me pasara no sé cómo reaccionaría. Sí, están reventando gente a lo loco. Hubo una oleada. Un par de toques está bien, que venga la trulla, que lo suban al bote y a la comisaría. Por ahí a las cuatro horas está libre también. No, lo del linchamiento no me va. Para eso está la justicia.

¿Cómo te informás?

Generalmente compro diarios. Página 12 el jueves, por el No, y Clarín los viernes, por el Sí!. Además pego mucho noticiero para informarme. Lo que veo también es que el noticiero está todo los días con muertos, peor que una película de terror. Están instalando una paranoia tremenda. Me doy cuenta por mi mamá, que ya es grande, y me llama y me dice que me cuide, que mire para todos lados cuando salgo de casa. Es lo que yo veo, mi opinión. El noticiero es pura violencia, es una carnicería.

¿Cómo estás hoy económicamente?

Estamos bien: sembramos lo que cosechamos. No nos regalan nada y tampoco regalamos. Hay momentos que son buenos y momentos que no. La vida del músico, del artista, es como una montaña rusa: cuando sube todo bien, pero cuando baja: agarrate. Si tuviéramos la bola de cristal sería genial.

¿En qué etapa estás ahora?

Working class hero. Meta guitarrazo, tocando, viajando, y eso es bueno. Siempre no las rebuscamos. Si tocamos todo bien, si no tocamos se complica. Desde que salimos nuestra fuente de ingresos fue tocar en vivo. Por eso nos fuimos de Pop Art. Nos pedían un 20 por ciento de nuestros recitales. Parecían los evangelistas, ¿viste que te piden el diezmo? Bueno, estos te pedían el “veintizmo”. Le dijimos: chupala, no vas a ver un peso nuestro ni a gancho. Por eso el último disco que sacamos con ellos, en Tocka discos, quedó encajonado. Pop Art tiene sus caballitos de batalla que te das cuenta quiénes son. Cuando tienen mucha rotación en la radio o pasan sus videos es porque dieron el 20 por ciento: su “veintizmo”. Es real. Claro, con Internet se les acabó el curro de los discos y de algún lado tiene que salir la guita.

Ustedes siguen llevando mucha gente todavía.

Nos va bien: no nos podemos quejar. Tenemos esa suerte. Como que 2 Minutos sigue garpando todavía. Aparte nos viene a ver gente de diferentes edades. No sé cómo se verán nuestros shows desde abajo. Me gustaría desdoblarme, tomar la ayahuasca de Rolando Graña, y verme qué onda los 2 Minutos como espectador. Yo creo que le ponemos huevos arriba del escenario, somos una hecatombe de minifuria. Ya tenemos muchos años juntos. Si no fuera así la gente no vendría. O tocaríamos en lugares más chicos. La magia continúa, amigos.

El último disco de 2 Minutos se llama Valentín Alzheimer. Una intervención al primer disco que funciona como vuelta al hogar para recuperar fuerzas y seguir de viaje. También es una imagen muy elocuente de lo que significa estar 27 años rockeando mientras todo el planeta trabaja para afianzar su esclavitud y se olvida de sus sueños mientras marca tarjeta, sin chistar, en sus trabajos.

Valentín Alzheimer los muestra con las guitarras afiladas y el mismo espíritu y humor de siempre: con los dientes apretados. Más allá de eso, de que el presente les da la mano y hasta un abrazo, el Mosca ya tiene claro que algún día se va morir. Así es, el tipo que hace punk, ese estilo que alguna vez gritó No future, tiene planeado el momento en el que tengan que desenchufar la distorsión para siempre. Su testamento es un tema de su cuarto disco, Dos minutos de advertencia, que se llama “Canción para mi muerte” y dice así: 30 fríos junios han pasado acá / y la muerte me espera sentado al más allá / quiero decirles algo amigos hoy /quiero que presten mucha atención / Cuando me muera quiero que / no me lloren, no me lloren / Cuando me muera quiero que / me recuerden con una sonrisa, ¡una sonrisa! / Cuando me muera quiero que /No me lloren, no me lloren / No quiero que entierren / No soy comida para los gusanos / Solo quiero que me cremen / y guarden las cenizas / para una buena ocasión.

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