Vine con la guitarra y si se puede le voy a cantar algo. Le cantaría: “Diego, Diego de mi vida, vos sos la alegría de mi corazón”. Diego es eso, la alegría del pueblo argentino. Ayer cuando me enteré, cerré mi negocio, agarré el celular, desinstalé mercadolibre; mañana o el sábado volveremos a la rutina de antes. Diego no muere, se va de viaje; la gente que le dio alegría al pueblo queda siempre en el corazón de la gente y en cada alegría. No siento que se haya muerto. Hoy nace para siempre Diego. No queda nadie como él, Diego es Diego, no hay otra persona que tenga hinchas, uno es hincha de Diego, con todo lo que él vivió, lo bueno y lo malo, la contradicción misma, la vida. Es raro porque él representa lo que es Argentina: lo bueno, lo malo, de arriba, de abajo, de izquierda, derecha. Todas las cualidades y no cualidades, si es que se puede decir así, las tiene Diego y él fue viviendo con eso. Hizo lo que pudo, lo que quiso, por eso no hay nadie como él. Diego excedió el tema del fútbol. La otra magia que tiene Diego es que es la única persona en el mundo, en la historia, que pudo unir a los argentinos y que los pudo unir en una sola alegría. No hay otra persona. Hablo del 86. Son las cosas que unifican, después hay otras que dividen; pero hay cuestiones que Diego une y genera alegría en la gente, genera fraternidad, unión, solidaridad, que en este mundo cada vez más materialista no se ven. Me enteré que murió cuando estaba trabajando porque me empezó a estallar el teléfono. Y el momento que no queríamos que llegue nunca llegó. Pero en cada cancha de fútbol se lo despidió, la despedida que se merece. Un amor genuino y la magia sucedió. Yo soy de Boca pero me hice socio de Gimnasia para poder ir a verlo.
(Agustín, Ramos Mejía, 36 años)
Vine porque desde que tengo uso de razón hasta los 18 años, que fue cuando me vine a vivir a Buenos Aires, lo primero que miraba cuando me levantaba era un poster del Diego en el armario enfrente de mi cama. Entonces no podía no venir, porque durante 18 años fue lo primero que vi. En el 2008 cuando se peleó con Román, fui al negocio de mi tío, que es bostero, mi abuelo también es bostero, y estábamos divididos. Mi abuelo y yo enojados con Román porque se fue de esa manera y mi tío lo defendía porque era anti-Maradona. Entonces la familia dividida por el Diego. Desde que tengo uso de razón este chabón está en mi vida.
(Nicolás, arquitecto, Tandil)
Soy bailarín de tango y jardinero. Salí de casa a las cinco de la mañana y llegué acá a las 6 y media. Alcancé a tirarle una bandera de Argentina, que es la que ponemos en la ventana de casa. Me salió tirársela. Hice la señal de la cruz y me vine y me quedé acá cerca porque siento que si me voy lejos me desconecto. Tengo 41 y me acuerdo cuando ganamos la Copa del Mundo: me acuerdo que agarré los santitos que teníamos ahí en casa, me fui al fondo y me arrodillé. Tenía 8 años y me acuerdo como si fuera ayer. Después, con los años, fue amor-odio, siempre enojándome con su vida. Pero, ¿quién tuvo la vida de Maradona? Hay que estar 24 horas en su vida, hay que estar ahí. Yo tengo una vida tranquila, por supuesto, pero hay que estar ahí. Con la crisis de la pandemia, todo lo que está pasando, escuchábamos que él alentaba ciertas políticas y nosotros nos enojábamos por lo que pasa... Vine a decirle perdón porque podría tener la ideología que quiera pero nos dijo al pueblo que podemos hacer grandes cosas. Nos lo demostró y por eso vine.
(Juan Pablo, zona Sur)
Todavía no lo creo. Recién entré y lo vi. Es difícil. Espero todavía que salgan a desmentirlo. Ayer subí una foto de él que está en el Napoli y está Dalma poniéndole florcitas en las medias. Diego es amor, es la ternura del pueblo. Le tiré una rosa y un pañuelo verde. Muchos hablan de contradicciones pero el amor no es contradictorio; el amor es amor y ya está. A Diego se lo acepta, no se lo separa, el Diego es todo, es humano, lo demostró miles de veces, parecía que era inmortal pero es humano y quedó demostrado.
(Clara, 23, Morón, estudiante universitaria)
Yo soy maradoniano. Lo primero que me acuerdo de Diego es de chico, el Mundial 90; recuerdo un sillón y yo atrás, esperando los penales de Goycoechea. Vine hoy porque lo amo, es un hermano para mí. Se murió un familiar. Más que nada quería compartir esto con mis amigos, eso es lo más importante. Es un momento histórico global. Llegamos ayer a las 7 de la tarde, fuimos un poco al Obelisco, a comer y después nos pusimos en la cola y pudimos entrar. A mí me jodió que fuera a cajón cerrado, porque yo quería verlo. ¡Yo a él no lo vi nunca, loco!
(Sebastián, abogado)
Más que nada vine para darle el último adiós a Maradona. De Morón vinimos, de la cancha estamos a cinco cuadras, más o menos. Arrancamos temprano, tipo 3 de la mañana, nos tomamos el tren y estamos acá. Adentro de la Casa Rosada fue muy feo, se veía a la familia muy mal, un momento complicado, muchas emociones de golpe. Pienso en Diego y en mi papá, que me hablaba de él y yo siempre jodiendo con Messi. Pero para mí Maradona es lo mismo que Messi, exactamente lo mismo. Para mí es preguntarle a mi abuelo qué onda Maradona como jugador, es escuchar esos relatos.
(Matías, repartidor de pizzas, Morón)
Yo vine porque Diego es un emblema nacional de la Argentina. A nosotros los argentinos nos representa en el mundo, o sea, su fútbol más que nada. Pero por sus ganas, por su corazón, es el típico argentino. Hoy nosotros vinimos a despedir a Diego como se lo merece. Hicimos todo lo que pudimos. Lo único que puedo decir es “gracias por tanto y perdón por tan poco”. Porque la verdad que nosotros nos vamos a quedar cortos con el agradecimiento que le hagamos, siempre nos vamos a quedar cortos. Nosotros llegamos a las 2 de la mañana. Vinimos a la Bombonera, estuvimos en el santuario y de ahí vinimos para acá y estuvimos toda la noche. Estuvo tranqui, la gente eufórica esperando ver al Diego para darle el último adiós. Uno no cae todavía, no cae. El Diego es eterno, para nosotros no se fue, es eterno. Hubo un principio pero no creo que haya final.
(Carlos, Avellaneda)
Vine porque lo amamos a Diego. Él es eterno (llora). En realidad las traje a mis hijas porque no lo pudieron conocer y por lo menos para que vean el amor que le tiene la gente y lo grande que fue para nosotros. Nosotros vivimos a una cuadra de la cancha de Huracán y cuando fue a jugar allá con Gimnasia lo vimos. Era la primera vez que lo veía. Nosotros peleamos con todo el mundo por el Diego. Para mí el Diego es el Diego. Yo me peleé con mi pareja porque a él le gusta Messi y a mí el Diego. Es así.
(Laura, kiosquera, Parque Patricios)
Fue rápido cuando entramos a la Casa Rosada. El silencio fue tremendo. El primer recuerdo que tengo de Diego es en la cancha de Boca, yo de muy chiquita, me acuerdo que salió y mi mamá me dijo: “Mirá, ese es el mejor jugador del mundo”. Eso me quedó grabado. Después era ver los documentales del Mundial 90 que yo no me acuerdo. Tremendo, tremendo, súper angustiaste. Vengo también por mi papá, por él. Nosotros no somos nadie para juzgarlo. No nacimos para juzgar. Obviamente hay muchas corrientes del feminismo. Yo no voy a juzgarlo como persona. Si me fijo sí, hizo un montón de cosas que no estuvieron buenas, pero también hizo un montón de cosas para el pueblo, para la gente de la villa, para los jugadores.
(Lucía, CABA)
Para mí como jugador es lo más grande que vi en mi vida. Nunca en mi vida vi jugar a alguien así, ni siquiera este chico nuevo, ni se le acerca. La vida personal de él es vida personal de él. Seguramente los responsables de mucho de esa historia son los periodistas porque no lo dejaron vivir nunca en paz. No tenemos ningún derecho a juzgar la vida de él.
(Eduardo)
Venimos a rendirle homenaje porque nos enseñó lo que es la gloria, el amor a los colores e ir en contra el poder. Sentimos que le debemos mucho y venimos a rendirle homenaje. También nos enseñó que dentro de todo no hay clase social que te lleve arriba a sacar un país adelante. Lo que él hizo por nosotros no muchos lo están haciendo ahora. Nosotros no lo hemos visto jugar un mundial pero no criaron con que el Diego era el Dios de todos, era lo más grande. Yo te digo la verdad, falleció mi tío el año pasado y no lo lloré como lo lloré al Diego ayer. Con eso te digo todo.
(Elías y Magalí, Tristán Suárez, 31 años)
Salimos a las tres de la mañana y nos pusimos en la fila a eso de las 4 y pico, 5. A las 6 abrieron la puerta. Tres horas de cola y adentro fueron diez segundos pero fue un shock terrible. La verdad es que estaba tranquilo como si viniese de una fiesta y cuando entré se me cayó el cielo abajo al ver el cajón. Diego no se fue a ningún lado. Pensar que va a desaparecer del alma del pueblo no tiene ningún sentido. Así que vinimos a celebrar eso. No es un día triste. No sé cómo decirlo... La verdad que pensar que no va estar más es imposible.
(Marcelo, Villa Urquiza)
Me sonrío cuando lo veo bailar, cuando veo videos del chabón bailando. Es el mejor bailarín que conozco y siempre tiene algo para ponerse contento y siempre lo transmite muy bien.
(Andrés)
Yo vivo acá hace 25 años. Tengo el sentimiento, porque mi segundo país es Argentina. Somos de Boca y me pongo triste porque mis hijos aman el deporte. Mis hijos son bosteros también. Y mis nietos. Y vengo a despedir a un gran jugador, porque se identifica a Argentina por Maradona y me llena de mucha emoción. Por eso estoy acá. Traje una rosa para dejarle.
(María)
Soy pintor. Vine a despedir a un grande como Diego, ¿no? Por todo lo que nos dio, lo que le enseñó a su país. Yo tenía 10 años cuando Argentina salió campeón del mundo. Me levantaba a ver los partidos de la RAI, que se pasaban por canal 9, y era a suerte y verdad ver al Napoli. Uno era niño y solo quería ver al Napoli. Nos enseñó a defender la camiseta. Será su vida privada otra cosa pero en lo futbolístico nos enseñó, nos dio mucho. Viene de un barrio bajo, pobre. Él demostró que se puede, que un chico humilde puede llegar a lo más alto si se lo propone. Él lo logró. Y hoy estamos despidiéndolo, ofreciendo un poquito de todo lo que nos dio.
(Gustavo, Florencio Varela)
Anoche vinimos acá a despedir al Diego con mis tres hijos y mi mamá. Estamos muy cansados pero nos llevamos el mejor recuerdo. Ayer nos sorprendimos con la noticia y quedamos muy tristes y por eso nos vinimos. Es un grande para nosotros. Más allá de que es un grande para la Argentina, nosotros somos bosteros , así que vivimos momentos hermosos. Nos vamos con tristeza y alegría. Entrar a la Casa Rosada fue bastante complicado porque la gente está como muy eufórica, entonces estuvieron toda la noche en la vigilia. Necesitábamos que sea diferente, que estuviéramos un cachito más, que lo pudiéramos ver. No pudimos verlo. Es a cajón cerrado. Nos hubiera gustado a cajón abierto. Pero vamos a llevarnos siempre su recuerdo.
(Silvia, San Martín)
Messi es un monstruo pero Diego jugaba con el corazón, con esto (se señala el pecho), él tenía toda la fuerza acá; y con los tobillos infiltrados jugaba igual; tenía los tobillos hinchados y el médico le decía que no podía jugar y él jugaba igual. El fútbol se fue desfigurando, se fue haciendo burgués, el jugador no juega por amor, por arte, y ahí se desvirtuó. Diego mantuvo esa genialidad de fútbol, vos lo veías cómo jugaba, cómo miraba... Messi aprendió mucho de Maradona. Tiene también ese toque divino. Esos toques que le pegan y te la ponen en el pie. Esa genialidad divina se va a extrañar. Ese fútbol exquisito.
(José, Tigre)
Yo soy de Perú y vivo hace muchos años acá en Argentina. ¿Sabe qué cosa? Para mí Maradona es un gran jugador. Como ser humano cometemos errores pero ya está. Acá venimos a verlo al deportista y al ser humano. Ahora nos vamos a hacer la fila para entrar a despedirlo. Pero si no, aunque sea voy a acompañarlo desde afuera.
(Iris, CABA)
Trabajo en administración, hoy falté al trabajo, me reemplazó una compañera. Mi papá no podía venir, mis hermanos tampoco. Vine representando a la familia. Todos son del Diego, tienen el póster pero no podían venir por trabajo. Adentro sentí emoción, aparte por lo que representa la Casa Rosada, porque nunca había entrado. Fue como una tormenta. Es un segundo. Ahora, a volver a casa.
(Karina, Tristán Suárez)