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futuro seguro, garantía de pasado
Bolivia es uno de los tres países suramericanos que elige Presidente en las próximas semanas. Evo Morales va por su cuarto mandato consecutivo y, a pesar de los impactantes éxitos gubernamentales, no tiene garantizada su reelección. Apoyado en valores como la estabilidad, el orden y lo previsible, pero sin renunciar a ser una fuerza plebeya y contemporánea, Manuel Canelas explica por qué necesitan cinco años más de changüí. Y convoca a sus compatriotas residentes en Argentina a reventar las urnas. Es el primer ministro gay en la historia boliviana, y no deja tema espinoso por debatir.
07 de Octubre de 2019

 

Manuel Canelas (MC) va a cumplir 38 años al día siguiente de la elección más importante de su vida. Para el actual Ministro de Comunicación de Bolivia, ganar en primera vuelta sería el regalo perfecto. Todo lo contrario a tener que afrontar un balotaje incierto, si el próximo 20 de octubre la ventaja no alcanza para resolver el pleito. Entre las estrategias que en plena recta final están impulsando, sobresale la movilización del voto migrante.

Dice Canelas: “Nosotros tenemos mucha población fuera del país. Si no me falla la memoria, hay unas 345 mil personas habilitadas para votar en el exterior. De las cuales casi el 50% viven en Argentina. Esas 345 mil representan casi el 5% del padrón. Y es muy importante en estos comicios tener la mayor participación”.

¿Y qué le dirías a tus compatriotas que viven acá para que vayan a votar?

MC: La población que vive en Argentina salió hace tiempo. La mayoría salieron porque los gestores político-económicos de los noventa destruyeron la economía nacional, fue una migración fundamentalmente por motivos económicos. Los años de la privatización arruinaron el aparato público, el empleo, la capacidad productiva del Estado. Creo que la comunidad boliviana allí tiene una gran conciencia de eso y me parece que le asusta ver que las alternativas a nuestro gobierno, al presidente Evo, son los mismos actores que provocaron las condiciones para que tengan que abandonar nuestro país. Mesa no era un político activo en los noventa, pero fue el gran avalador intelectual-mediático de todo el proceso de capitalización. Él mismo lo reconoce en sus libros, que tenía una especie de enamoramiento por Goni y sus ideas, el programa “reformista”, y por eso que acepta ser su acompañante de fórmula en 2002. Mesa era el periodista más influyente en los noventa. La gente se acuerda de todo lo que decía. Por eso creo que Mesa va a tener un desempeño electoral malo en la Argentina.

 

el poder a la comunicación

Canelas es un apellido tradicional de la sociedad paceña. Lo que se dice una familia “socialmente reconocida”. Desde el siglo XIX están vinculados a los medios de comunicación mainstream, incluso como propietarios. Por eso Manuel tuvo la posibilidad de estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, justo cuando en esa Facultad se incubaban los gérmenes de Podemos. Allí conoció a Pablo Iglesias, a Íñigo Errejón, lo tuvo a Juan Carlos Monedero como profesor, y a contrapelo de su linaje familiar, se forjó como un hombre de partido.

Ni bien retornó a su país natal creó un programa de televisión al estilo de La Tuerka, titulado Esta casa no es hotel. Después se candidateó al Parlamento, luego fue nombrado Viceministro de Planificación, en una carrera meteórica que lo llevó a estar en el centro de la campaña. Por todo eso, es un interlocutor de lujo.

¿Qué diferencias marcarías entre la agenda oficialista de los “cinco años más” y la opositora del “ya es demasiado”?

MC: Lo que ocurre a partir de 2005 es un esquema de gobernabilidad bien exitoso e inédito en el país, que nos ha permitido ponernos a la par de otros Estados de la región, gracias a un proceso de modernización, de democratización, y de una notable mejoría de las condiciones de vida de la gente. Antes estábamos bien a la zaga de los vecinos, que habían concretado estas reformas hace décadas. Lo que este esquema ha garantizado es una vida más previsible en Bolivia. La combinación del liderazgo del presidente, su alta legitimidad y el sostenido apoyo popular han garantizado estabilidad política, estabilidad social y estabilidad económica. El presidente Morales es el único actor en Bolivia que puede levantar el teléfono, llamar al Secretario de la COB (Central Obrera Boliviana) para conversar, negociar, dialogar; e inmediatamente después de cortar el teléfono llamar al presidente de la patronal, de los empresarios privados, a Luis Barberi. Y no es solo por el puesto que ocupa; basta recordar que nuestro principal adversario, Carlos Mesa, cuando fue presidente nadie le contestaba el teléfono, ni en su bancada parlamentaria. Hay muchos resultados y nosotros consideramos que hacen falta cinco años más con este modelo, con este mismo liderazgo, porque lógicamente hay deudas por cumplir y no se han hecho todas las cosas bien, como es normal en un proceso que tiene un nivel de complejidad notable. Si hubiera una mejor alternativa de gobierno, con mejores propuestas, que corrija o mejore estas insuficiencias que sabemos hemos tenido, y la mayoría de los bolivianos decide por esa alternativa, pues yo no tendría un inconveniente. Lo preocupante es que la oposición sigue con el mismo guión antiguo, los mismos liderazgos antiguos, la misma comprensión limitada del país, de la sociedad, de los cambios.

Sin embargo, Carlos Mesa es el candidato más competitivo que ha tenido que enfrentar Evo hasta el momento. Sobre todo en el caso de que haya balotaje.

MC: El slogan de Mesa, “Ya es demasiado”, apunta simplemente a un voto castigo. La mayoría de sus mensajes están relacionados al hartazgo con el gobierno, sobre todo en relación a la policía y la justicia. Es difícil que pueda conseguir la confianza del pueblo solo en clave negativa. Primero porque la mayoría de los bolivianos no daría un salto al vacío, incluso aunque estén de acuerdo con algunas críticas: tienes que decirme cómo vas a gobernar, qué vas a hacer. Mesa no habla de la economía, del empleo, de la educación. Y están también los antecedentes: una persona que renunció tres veces durante su presidencia de veinte meses, que fue el vicepresidente de Sánchez de Losada, un gobierno no solo impopular sino que reprimió, y la gente se acuerda. Creo que hay un sentido común molesto y cansado con algunas de las cosas que hemos hecho, pero mira una encuesta cualquiera y la valoración de la década es muy positiva, la mayoría considera que el período de Evo ha sido el mejor del país, los indicadores de aprobación son muy altos, un 50% de aprobación con más de diez años de gobierno. Entonces es muy temerario el salto, y es insuficiente el “ya es demasiado”. Por eso creo que en última instancia la mayoría en Bolivia va a decidir por esa previsibilidad de su vida cotidiana y ese esquema de gobernabilidad. A mí me preocupa más un proyecto asentado en el aire, con pies de barro como el de Mesa, que un proyecto conservador.

La narrativa que el oficialismo está proponiendo hace énfasis en ideas como orden, estabilidad, previsibilidad, que en general remiten a valores conservadores. Ahora bien, hoy los jóvenes de entre 18 y 35 años representan el 45% de la población boliviana en edad de votar. ¿Cómo están percibiendo que se orienta el voto joven?

MC: Hay valores en una sociedad que hay que conservar. Yo creo que la previsibilidad, la estabilidad, están muy asociadas con proteger cosas. El neoliberalismo fue sinónimo de desregular, desordenar, dejar sin protección. Y en la sociedad boliviana había un Estado realmente mínimo, con un rol simplemente de garantía de que los capitales foráneos que eran los dueños de los recursos no tuvieran problemas. Incluso muchas personas que pueden dudar de votarte, reconocen que la estabilidad, el orden, la previsibilidad, son un patrimonio bastante inédito. De hecho los otros actores políticos lo saben y asumen que la mayoría de la gente los percibe como una cuestión ya dada. Respecto a los jóvenes, en todas las encuestas que he visto tenemos un muy buen resultado entre 18 a 25 años; entre 25 y 34 seguimos siendo primeros pero de todas las franjas de edad es donde menos apoyo hay; y ya luego de 35 para arriba crece mucho el apoyo, sobre todo en mayores de 50 el apoyo es enorme. Yo creo que por el recuerdo de cómo era el Estado antes. Y entre los más jóvenes son muy buenos los indicadores de 18 a 25. Habría que pensar por qué hay un significativo apoyo menor entre los de 25 a 34. Da para hacer un estudio sobre la subjetividad millenial en el país.

¿No tendrá que ver con la falta de renovación y cierto anquilosamiento en la capacidad de proponer nuevos horizontes?

MC: Creo que nuestra narrativa todavía es exitosa y convincente. Y al mismo tiempo hay que reconocer que muestra ciertos límites, porque en el Estado tienes menos incentivos para oxigenar tus palabras, para cambiarlas. Los imaginarios que significan cosas nuevas y forman parte de los sueños de una sociedad, primero tienen lugar en las calles, en las casas, en los lugares donde se reúne la gente. Y yo creo que siempre los Estados y los gobiernos llegamos un poquito tarde. Por eso siempre hay que procurar que los proyectos que están en el oficialismo mantengan canales de comunicación lo suficientemente abiertos para captar estas nuevas demandas. Hay un instrumento para dar forma a este canal que es la organización político-partidaria. Nuestro partido tiene un origen campesino-popular muy marcado y el país ha atravesado un fuerte proceso de modernización en la última década, que curiosamente provocó la mayor revolución urbana. Necesitamos que el partido sea más contemporáneo. Ese es el reto.

 

conservador y contemporáneo

Como Álvaro García Linera, Canelas es un entusiasta defensor de la modernización boliviana y se asume parte de la generación del bicentenario: jóvenes de treinta y pico que comienzan a ocupar espacios importantes en las tareas de gobierno. Al mismo tiempo, reconoce que existen cuestionamientos legítimos que se oponen al paso triunfal de la locomotora desarrollista.

Su primer desafío como ministro fue defender públicamente el derecho de Evo Morales a presentarse en las elecciones, otra vez. Un mes antes de la votación, cuando el debate institucional parecía saldado y el oficialismo se encaminaba hacia un triunfo holgado, los incendios en la Chiquitania se metieron en el centro de la contienda y significaron un alto costo para el gobierno. Por detrás de los debates coyunturales, van colándose los temas claves de la Bolivia que viene.

Uno de los aspectos más espinosos del gobierno de Evo fue su insistencia en reelegirse, aunque la Constitución no lo habilitaba. Sin embargo, se percibe un creciente protagonismo al interior del MAS de jóvenes dirigentxs, como Adriana, Andrónico, y tú mismo. ¿Qué dirías que hay en la cabeza de estas nuevas referencias?

MC: Es claro que uno de los asuntos más espinosos, como dicen, fue la habilitación de la candidatura. Nosotros optamos por ir a un referéndum y se perdió, es cierto que por muy poco, 51 a 49, y hubo una campaña de intoxicación que, pasado el referéndum, se mostraron que eran mentiras. A partir de ahí nosotros buscamos vías legales de habilitación, que entraban en tensión y polémica con sectores importantes de la población que habían votado no. Más allá de la legalidad de la ruta escogida, que no está en discusión porque hay jurisprudencia en el sistema interamericano, como reconoció el propio Luis Almagro que no es alguien precisamente muy cercano a nuestro gobierno, en algunos grupos focales suele escucharse que el gobierno de Morales es el mejor que ha tenido el país (la última encuesta que tenemos nos daba un 60% de aprobación de la gestión), pero no les gusta el camino que han escogido. Eso hace que tengamos un reto extraordinario de bajar el enfado, de explicar cómo sigue habiendo buenos motivos para apostar por el proyecto. En otros países hemos visto dificultades parecidas a la hora de pensar la sucesión de liderazgos tan fuertes. Siempre es una relación de ida y vuelta entre el representante y sus representados, vínculos de confianza, de identidad, encarnación de una serie de aspiraciones y necesidades históricas de grandes sectores de la población; cuando uno decepciona esos vínculos pues los liderazgos se van agotando y se producen los cambios. Pero creo que el liderazgo del presidente Morales todavía goza de buena salud. Incluso lo reconoce Carlos Mesa, aunque ahora procure ocultar los artículos donde comparaba a Evo con Simón Bolívar en cuanto al significado histórico para nuestro país. Hay también otros liderazgos, como apuntan ustedes: tenemos a la presidenta del Senado más joven de la historia del país, Adriana Salvatierra, 30 años, de clase media, de Santa Cruz; el vicepresidente de las seis federaciones del trópico de Cochabamba es el compañero Andrónico Rodríguez, que también tiene 30, estudió Ciencias Políticas igual que Adriana. Usan Instagram, tienen una estética y una subjetividad muy contemporánea, al mismo tiempo que una pertenencia al proyecto popular. Su objetivo es oxigenar el proyecto popular y saben que el principal reto es ser contemporáneos.

Antes reivindicabas cierto espíritu conservador y ahora enfatizás la necesidad de ser contemporáneos. ¿Qué quiere decir eso?

MC: Lograr ir captando qué demanda la nueva Bolivia, qué quiere la Bolivia de 2019. Si ha cambiado tanto el país como sostenemos, en lo relativo a la composición social, las condiciones materiales de vida, también ha mutado la subjetividad, el deseo, y uno siempre tiene que estar atento a cómo cambia el deseo de una sociedad. Las alternativas opositoras no ofrecen nada en este sentido. Está mal que lo diga, puede sonar pedante, pero yo no veo candidatos jóvenes en la oposición que sean contemporáneos. Creo que tener una presidenta del Senado de treinta años es un logro, Andrónico también, yo mismo soy el primer ministro homosexual del país. Soy de La Paz, Andrónico de Cocha, Adriana de Santa Cruz. Como diríamos en el fútbol, tenemos banquillo. Y te digo tres pero somos muchos más. Vuelvo a esto: un reto es que la organización política tiene que pensarse mejor en clave urbana, reconociendo que una de las grandes transformaciones de esta década ha sido un fuerte proceso de urbanización del país. Bolivia sigue siendo un lugar en el que los vínculos colectivos y lo común tienen mucha vitalidad, aquí casi todo el mundo milita en algo: desde las organizaciones sindicales tradicionales, indígenas, hasta las más modernas de trabajadores del sector de servicios, que se mueven en ambientes laborales más flexibles. Hay una emergencia del tema ambiental, del feminismo, y eso es lo que hay que ser capaces de conocer bien para darle un buen impulso al proyecto.

En las últimas semanas tuvo lugar un impactante incendio en la zona amazónica que irrumpió con fuerza en la campaña y le significó al gobierno un cimbronazo, poniendo en riesgo, según algunos analistas, su triunfo en primera vuelta. ¿Estamos ante los “daños colaterales” del desarrollismo que algunos movimientos vienen denunciando, o se trata de una catástrofe natural sin relación alguna con el modelo de desarrollo vigente?

MC: Los incendios en la Chiquitanía han sido muy duros. En los últimos veinte años hubo varios complicados y este va a terminar siendo uno de los cuatro más críticos. Vamos por 5 millones de hectáreas quemadas. La mayoría son pastizales, no bosques, pero habrá que hacer un diagnóstico en el lugar cuando el terreno sea accesible. Toda la información que ahora tenemos es de carácter preliminar. En 2004 se quemaron 6 millones de hectáreas, en 2005 casi 6 millones más. En 2016 fueron 4 millones y medio. 2010 tiene el triste primer lugar con más de 10 millones de hectáreas. Estos datos son nacionales pero siempre en Santa Cruz y Beni se concentran el ochenta y pico por ciento del territorio afectado. ¿Por qué este año se ha vivido con especial intensidad? Por una serie de cuestiones: una mayor preocupación por el tema ambiental de sectores medios, el uso intenso y la capacidad de amplificación de las redes sociales, la internacionalización del tema de la Amazonía y las actitudes de Bolsonaro, además de la cercanía de las elecciones. Creo que esas fueron las razones para que el tema entre en agenda con tanta fuerza. Reducir esta problemática a normativas locales no es verdadero y tampoco tiene mucho sentido si queremos hacerle frente. Por supuesto que hay que reflexionar también sobre las normas locales, pero es un error reducir toda la explicación por un interés electoral, borrando de un plumazo las condiciones estructurales, climáticas, que van mucho más allá del país. Yo te diría que la ciudadanía está honestamente preocupada pero no toda bien informada y los sectores políticos intentan sacarle partido a la situación. Cuestionan un decreto sancionado en julio de este año, que se refiere al departamento del Beni. Y está en la mira de la oposición la nueva ley forestal de finales de 2015. Yo no digo que esto no tenga que ser parte de una reflexión. Pero si estamos viendo que en 2004 se quemaron hectáreas, que en 2010 lo propio, cuando ese código no estaba vigente, lógicamente estamos hablando de un problema mayor.

Mas allá de la utilización política del tema, ¿ustedes piensan sinceramente que este es un problema? Porque hasta ahora pareciera que han privilegiado el desarrollo económico a cualquier otra preocupación de las que reconocés como contemporáneas.

MC: El presidente Morales ha dicho que nosotros como gobierno estamos dispuestos a discutir todo. El decreto del 11 de julio, como la ley forestal, como todo, tiene que estar sujeto a una gran discusión nacional sobre estos temas: sobre la tensión que nosotros y otros países de Latinoamérica experimentamos, entre el desarrollo y el medio ambiente. Creo que quien lo quiera plantear de manera caricaturesca no está siendo honesto porque es un problema complejo que tenemos que discutir. Y el presidente ha invitado a los empresarios que trabajan el agro, a las organizaciones ambientalistas, pasando por los campesinos que trabajan el lugar, más las poblaciones indígenas y las autoridades locales, todos deberíamos ver cuál es la situación hacia adelante. Creo que estamos hablando de un tema central y complejo. Trataremos de que, más allá de la coyuntura electoral, esta gran preocupación deje sembrada la posibilidad de una reflexión profunda y menos político-partidaria de qué cosas tenemos que cambiar como Estado.

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