Mezcla de punk, hippie y francotirador profesional, Charly se las ingenia para escandalizar permanentemente a un medio que considera laberíntico, melancólico y derrotado. A los treinta y seis años, para zafar choques generacionales, se sube a un avión cuando los demás van en tren a su destino. Pero usa lentes a lo Lennon, saltitos de adolescentes, o se baja los pantalones en el escenario. Todo forma parte de su propia necesidad teatral, confiesa, por quemar etapas sin vueltas de hoja. Y aunque ya no crea en la política, piensa que todavía quedan tipos que piden lo imposible y lo consiguen. Eso lo hace fiel a su ideal de subvertir por medio de la música, pretendiendo, claro, algo menos que lo imposible.
(Entrevista de Victoria Aranda y Marcos González Cezer)
-Sueño que Buenos Aires sea siempre tan linda como el primer día en que volvés de viaje; aunque este país todo el tiempo tenga crisis que ya es un estado permanente. A su vez, esto provocaría una no-crisis. La crisis es lo normal, es lo que habitual o cotidianamente pasa; entonces, si ahora todo anduviera bien qué haría la gente. Se desconcertaría totalmente.
¿Y en vos, cómo se manifiestan las crisis?
- A veces necesito quemar ciertas etapas de una forma medio teatral, provocar un hecho que realmente impida retomar el camino; hacer algo irremediable que después a ese lugar no puedas volver. Pienso que una crisis también puede llevar a una transgresión que puede ser piola.
En una sociedad tan conflictuada como la argentina ¿qué es transgredir, hoy, para vos?
- No dar bola. No estar pensando quién va a ser el próximo presidente ni volverse loco por eso. Creo que engancharte con esto no tiene mucha importancia porque no se trata de decidir si van a volver los militares o no; no es corro en otra época, que estar en una oposición era estar contra un enemigo muy claro. Ahora ya está esto; y se presentan una serie de personajes con los cuales no tengo nada que ver, ni me interesa lo que dicen ... O por ahí, son tipos inteligentes también, qué sé yo ... pero van a seguir hablando de la crisis.
Daría la sensación de que te sentís más allá del bien y del mal.
-Sí, pero es un sentimiento que me dura dos o tres horas después de levantarme, nada más. Después, no me la creo tanto.
“Soy una unidad autosuficiente”
-Es como el tema que compuse “No voy en tren”, que una parte dice “no necesito a nadie alrededor”. Directamente. Soy una unidad autosuficiente, voy a mil, pero ese sentimiento tiene que ver con la crisis. Por ahí, vos salís y el tachero te pone cara de culo y te encontrás con que todos te dicen no, no, no. Entonces vos decís: no loco. ¡sí! Por ejemplo tengo una idea y desde que la empiezo hasta que la concreto me encuentro con treinta tipos que me dicen que no y que después de un año me dicen: Qué bueno, loco. A pesar de que un año atrás yo les dije eso mismo y me dijeron que no, entonces tengo esa sensación de no querer ir en tren chocándome con todo el mundo. Necesito ir en avión, directamente a destino, no perder el tiempo en el camino. De este laberinto, zafo desconcertando. Cuando piensan que soy una especie de monstruo me convierto en un angelito.
Sin embargo, tus crisis afectivas se canalizan a través de tus canciones.
-Mis canciones hablan básicamente de problemas amorosos, porque es lo más fuerte que hay. No podes vivir sin amor o con tu vida afectiva mal. Con mis amigos tengo códigos donde el amor tiene que ver, no es como el resto de la gente. En esta sociedad hay minitribus que tienen un código que no da para hacerlo público, porque quedás como un ridículo. En 1960 si vos ibas por la calle regalando flores, no era para tanto, ahora sí, porque la gente está en otra frecuencia.
¿En cuál?
- En hacer money, money, money. Hay gente que siempre estuvo en esa, toda la mano de la patria financiera; o yuppies, que antes eran hippies y ahora son tipos jóvenes, piolas que hacen guita. Por otro lado está la gente común que tiene necesidad imperiosa del mango. O sea, que por un lado, o por el otro, es una obsesión.
¿Y para vos qué es?
- Para mí no es una obsesión cotidiana.
"hechos son amores y no buenas razones"
-En una época me asocié a las cosas más increíbles y estrambóticas que podía haber. Hacía trabajo social y ahí sí, iba con la guitarra a tocar. Lo que pasó fue que un día estábamos no sé en qué colegio concheto y empecé a hablar del Che Guevara, a decir unas cosas bien de ese tiempo, y los tipos se pensaron que a mí me interesaría. Además conocí alguna gente inteligente, pero después me di cuenta que yo no servía, que tenía que estar todo el tiempo pensando en eso.
Y ahora ¿qué es la política para vos?
-Son unos quías que se matan por la televisión tratando de convencerte no sé de qué. Para mí la política partidaria debería transgredir y sentar un precedente. Hechos son amores y no buenas razones. Me lo dijo una novia, una vez.
A tus treinta y seis años ¿cómo ves a la gente de tu generación?
-Veo que algunos se agarran del asunto de los “renegados” y a otros no le pasa nada. Noto que usan ese término “Y que nuestra generación fue una pálida, por todo lo que sufrimos, y ya nunca más vamos a poder hacer nada”. Y tenés treinta y seis años, no tenés ochenta. Veo que mucha gente de esta generación tiene problemas “de máis”. Yo también los tengo, soy parte de ella. ¿Cómo te sacas el policía de la cabeza? Te cuesta un par de años, pero hay algunos que no se lo pueden sacar nunca. Veo poca gente de esa edad, bien. O sea: el que está muerto, está muerto. Punto. Después están los que se fueron, algunos antes de tiempo, otros con causas concretas para irse; otros se quedaron. Mucha gente miró.
¿Y vos?
- Yo hacía rocanrol, salía a la calle, en una semana iba tres veces preso.
¿Cómo te sacaste el policía de la cabeza?
-Empecé a sentir una especie de ingenuidad hacia el sistema democrático y a pensar que realmente las cosas son así y son así. Cuando se acaba un gobierno militar, se supone que el policía no te va poder llevar preso porque es anticonstitucional y se lo podés decir en la cara.
¿Por qué se supone?
- Porque más o menos, pasa eso; o por lo menos comparado con lo que era antes… Creo que podés vivir un poco mejor. Me parece un clisé hablar de mi generación como “la” vapuleada. Tienen que pensar en otra cosa, la edad es una cuestión de la cabeza. Yo tengo treinta y seis años pero tengo quince, veinte, no sé…No me pongo en eso. Pienso que aquí se es viejo antes de tiempo; y no es solamente porque vinieron los militares, sino por una cosa más heavy y más pesada que existe acá. La gente parece más vieja de lo que es, lo notas en el look y eso refleja un estado de ánimo. Vuelvo a los tacheros, muchas veces me pasa que me dicen “yo en mi época escuchaba Sui Generis” y les pregunto cuántos años tienen y me dicen treinta y dos, y me están hablando como si tuvieran cincuenta, como “Pibe…” y yo pienso: ¿de qué me está hablando?. Me parece que es hora de que, justamente, esa generación haga cosas, no se quede únicamente en las crónicas de toda esa cosa. Un pibe de diecisiete años no la quiere escuchar, ya sabe más o menos cómo fue, no le interesa mucho. No estoy hablando de olvidar, ni que “no pasó nada…Uy qué lindo, está todo bien”
¿Qué te dice que algunas de las bandas más escuchadas sean terriblemente pasatistas?
-Y, por ahí hace falta contrarrestar todo lo otro. Como los que tendrían que estar haciendo algo, no hacen nada, vienen los otros y hacen “hop-hop”.
Más allá de lo generacional, ¿quiénes pensás que tendrían que estar haciendo algo?
-Mucha gente que se supone que votó, pero no pasó mucho. Hay personas que están capacitadas para hacer un toco de cosas y me parece que no las hacen como deberían. Y los pendejos tienen energía, están en una cosa más intermedia, no quieren ni el llanto, ni el pasatismo, sino cosas más polenta, más verdaderas. Creo que hay una tercera vía entre esas dos.
¿Y ahí entraría Charly García?
-Trato. Me parece que lo que decís es una tragedia, podés hacerlo una comedia. El argentino tiene demasiada fama de triste y melancólico. Y aunque mandes la misma, podés a la vez, darle un toque de “Up”; sería una combinación de las dos cosas, hay que transmitir de otra manera.
Cada equis cantidad de tiempo, te agarrás una rabieta, te vas y decís que no vas a volver más, pero estas aquí, ¿Por qué estos ciclos?
-Lo que pasa es que si me quedo acá empiezo a sentir una sensación de no salida, de no se puede, porque me parece que somos muy cerebrales, que a todo le hacemos unos problemas terribles. Y yo, mandado a hacer también. Necesito irme porque me enrosco en esa. Viajo porque necesito una dosis de lucidez, donde pueda decir “acá me paro. Acá hago esto. Acá voy para allá”. No como aquí, que mientras hago una cosa y otra, me quedo pensando, inmovilizado, doscientos años, finalmente qué haré. Esta inmovilidad no me la banco más. A veces me quiero conectar conmigo mismo y aquí no me es muy posible, porque todo el mundo me expresa su opinión, a veces, sin que yo se lo pregunte. Todo están pendientes de lo que hace el otro: el chusmerío corre a granel.
Parecería que con la gente -sea tu público o no- hay una especie de relación amor-odio.
-Sí, y que va más allá del respeto entre seres humanos. Yo hago un disco-como un tipo pinta un cuadro- y no tenés por qué comerte un botellazo por eso. Nadie anda pegándoles a los dentistas y bien que se lo merecen. Veo una agresividad muy grande. A mucha gente, tirar un botellazo le debe parecer normal, se piensan que sos de cartón, una imagen; y cuando les contestas no entienden nada. “Cómo, ¿habla?" No es que me moleste ser una persona pública; me la banco y juego con eso. Si pasa algo como lo de Mendoza trato de sacar algún provecho.
¿Cuál?
-Me hago más famoso. Salió la noticia en todos los diarios del mundo que un rockero argentino se desnudó en escena. Ni alcancé a hacer un striptease, sólo fue un gesto de un segundo pero, evidentemente shockea. Acá hay miedo al sexo. Muchos piensan que soy gay, cuando se dan cuenta de que no lo soy, quizá te tiran un botellazo, porque no la entienden. Si yo fuera gay, estaría todo bien, me podrían clasificar.
‘‘Te encargo esa peste"
-Siento que en este país se espera mucho del gobierno, de los sindicatos, como si tuviéramos que ir al mismo lugar todos juntos. Históricamente, la gente que surge de aquí, no sale como movimiento de masas, se destacan personas. Después de los viajes por Latinoamérica me di cuenta de que culturalmente en la Argentina se está bien, y, también en otro montón de cosas. El argentino es muy pretencioso y, como dije antes, envejece antes de tiempo. El ejemplo del taxista que les mencioné antes, creo que tiene que ver con que él no hace lo que quiere, entonces se siente mal, frustrado; la cara se le pone que es un escracho. La gente que está satisfecha con lo que hace, que se puede expresar, tiene otra cara. Uno se puede llegar a mimetizar con eso; y realmente, le tengo un poco de miedo, soy sincero, porque a veces me veo pensando como un jovato simplemente por ósmosis. En este clima es muy difícil tener, todavía, esa cosa de chico de entusiasmarse por algo; mantener un idealismo, o una juventud interior, un espíritu, se hace un poco duro. Hay muchos tipos que son empleados municipales y querían ser músicos, periodistas o actores y están ahí. Te encargo la peste que tienen esos tipos. ¿Quién no la tendría? Creo que hay una frustración colectiva, aumentada por todos estos años de dictadura y los últimos del peronismo.
"son como del espacio"
Yo viví una época del peronismo que creo fue la decadencia del brujo López Rega. En lo que más pienso y rescato es en Evita. La imagen que tengo de ella es la de alguien que la hizo y todo el pueblo la siguió. A la dictadura la viví como estado de terror, como estado anti-vida. En este gobierno el aparato represivo no se desmanteló, pero no está tan en evidencia como antes. Por lo menos se juzgaron un par de tipos, algo se hizo, no todo.
¿Qué conformaría esa totalidad?
-Me hubiese gustado que a todos los que hicieron cagadas, les vuelva; por lo menos, a algunos les tocó algo. Ahora un policía no es un general. En mí - y en mucha gente- se logró una conciencia de que eso, nunca más. Pienso que eso es un avance. Entre las críticas creo que los radicales son como medio del espacio y muy conservadores; quizá sea una transición hacia otra cosa, algo mejor. Se animaron a juzgar a estos tipos y aunque hayan transado no sé cómo para lograrlo, la imagen de la Argentina mejoró en muchos lados simplemente por eso. No pasó ni en Chile, ni en Uruguay. Por lo menos acá se dio y no me da tanta vergüenza ser argentino. Cuando fue lo de "la casa está en orden" y está todo bien, yo fui a la Plaza y después, todo me pareció una payasada. Fue una ingenuidad colectiva. En otro plano, diría que ahora no hay censura, momento que habría que aprovechar para hacer algo, porque, como decía John Lennon "mañana, nunca se sabe... "
¿Y la Iglesia?
-Hay curas que matan. Yo los he visto en villas miseria, curas que tienen un concepto más cristiano del asunto, o medio revolucionario también, con una lectura más afín conmigo y más ajena de lo que pienso que puede ser algo místico, o algo que tenga que ver con Dios. Pero como institución pública la veo al revés: es medio una cosa inquisidora, con una injerencia bastante fuerte, que no debería tener. Y no es positiva, siempre patea en contra del pueblo y de las verdaderas necesidades de libertad, como que una película no se puede dar por eso. Yo, quizá, me remito siempre al mismo campo, porque tampoco me voy a poner a hablar de lo que no sé; pero me parece que los tipos se meten demasiado y mucha de esa gente es retrógrada, quieren que la Argentina no cambie nunca, que siga siendo un país donde esté el cura, el militar, el granadero y chau.
¿Pensás que se puede revertir esta situación?
-Interesante pregunta. Con el tiempo, puede ser. Hay que buscar todas las jugarretas posibles para cambiar las cosas por mínimas que sean. Le tengo una súper fe a las generaciones que vienen detrás mío, porque no tienen ese miedo a todo, a doblar la esquina, a que los sigan a casa, son como más descontaminados y creo que sus trabajos los van a hacer mejor. Encima, saben que tienen una historia rica y no se comieron el bajón.
Hoy, ¿a qué cosas le cantás?
-A toda la gente que tiene una energía buena, positiva. Es lo que más valoro en estos momentos. A todos los que te dicen primero que sí, te abren la puerta, los que confían en algo. Con mi música quiero subvertir todo esto que estábamos hablando antes de los argentinos.
En lo personal... ¿no querés transformar nada?
-Sí, cambiar lo que si evidentemente está en los demás, está en uno mismo. Todas esas cosas que dije recién de los argentinos, también yo las tengo, quizás en una dosis menos jodida, pero las tengo.
"esta vida también cansa"
Por varios factores muchos de los músicos de tu época quedaron en el camino, ¿tenés miedo a que te pase lo mismo?
-Esta vida de hacer lo que querés te gasta mucho. Hay gente que queda paralizada mucho tiempo, otros no deben tener más ganas, quizá, no tuvieron más que decir. Yo no tengo un miedo inmediato de que me pase lo mismo porque veo que estoy proponiéndome cambios. Mi creatividad pasa por inventarme cosas nuevas, y muchas veces, tratar de hacer otra cosa, de cambiar. La imaginación al poder, el amor al poder, hay miles..., es un poco vieja la frase pero todavía funciona. Todavía hay gente que pide lo imposible y lo consigue.
¿Vos qué pedís?
-No pido lo imposible, pido un poquito menos.