En EEUU definieron a Paul Singer, dueño del fondo buitre NML, como "el mejor defensor del uno por ciento". ¿Cree que sus demandas contra Argentina son un anticipo de futuros movimientos más hostiles de esa élite mundial contra países periféricos como antes hacían los estados mediante guerra o invasiones?
—El de Argentina es un caso testigo y varios analistas sostienen que, en palabras del economista Joseph Stiglitz, “Estados Unidos ha tirado una bomba en el sistema económico global”. Desde ese punto de vista específico parece ser apenas el comienzo de una historia más larga. Pero se trata de algo complicado: no es necesariamente el inicio de una nueva era con reglas fijadas por los buitres. Este precedente tendrá graves consecuencias y en el largo plazo puede debilitar a Estados Unidos. Pero solo el juicio de los historiadores dentro de algunos años podrá confirmar estas hipótesis.
La posición de los holdouts en el juicio contra Argentina no parece regirse por una racionalidad puramente rentística. ¿Cómo puede describirse el sistema de alianzas entre los sujetos financieros, judiciales y estatales? ¿Cuáles serían los principales actores en este concierto?
—En teoría, debería haber diferentes grados de separación entre los intereses financieros, judiciales y estatales. Se supone que así funcionan las democracias. Pero países como Gran Bretaña y Estados Unidos han sufrido una “captura política” por parte de los sectores financieros. Es un sistema muy sofisticado, complejo, que implica desde el lobby al interior de los gobiernos, hasta la complicidad de jueces, o aun el temor de los actores no económicos a los jugadores financieros, y además el predominio de una ideología global que ubica estos intereses por encima de otros actores de la economía doméstica. Cuando una nación poderosa como Estados Unidos es “capturada” de esta manera, las implicancias para el sistema financiero internacional y para casos específicos como el argentino son profundamente negativas.
Una lectura rápida de estos conflictos pone de un lado a los estados, como representantes de los pueblos y los intereses nacionales, y del otro a los fondos buitre, como actores extraterritoriales que capturan las riquezas de las sociedades. Sin embargo, en sus investigaciones usted demuestra hasta qué punto los propios estados participan de estas lógicas off shore beneficiándose de las ganancias extraordinarias que habilitan.
—Es un error analizar estas cosas en términos puramente geográficos. Por supuesto, desde cierta perspectiva puede parecer como si fuera un enfrentamiento entre Estados Unidos y Argentina. Pero los Estados Unidos no son un bloque monolítico y tampoco la Argentina. Hay intereses diferentes en juego. Para darte un ejemplo, hace un tiempo hemos asistido a un largo conflicto entre Estados Unidos y Suiza, sobre el uso de cuentas suizas secretas por parte de los ricos norteamericanos. Sin embargo, en este caso tampoco se trataba de un conflicto entre Estados Unidos y Suiza, sino de una disputa entre los sectores más ricos de los Estados Unidos y la masa ordinaria de los ciudadanos que pagan impuestos. Esa pelea “Estados Unidos vs Suiza” es en realidad una pelea “Estados Unidos vs Estados Unidos”, con Suiza como facilitador. En el caso más reciente, Argentina no está enfrentando “a los Estados Unidos” sino a un grupo particular de personas protegidas por el sistema off shore de paraísos fiscales y secreto financiero, así como a algunos jueces norteamericanos. Es una pelea entre el Gobierno argentino y una alianza ad hoc con intereses norteamericanos fuertes. En el caso estadounidense, los beneficiarios son un conjunto de corporaciones, hedge funds y otros que están protegidos por la tolerancia de sus naciones hacia los paraísos fiscales. En Gran Bretaña, el centro financiero de la city de Londres es el que se beneficia con las ganancias de sus inversores. Ambos países, ricos y poderosos, tienen en su interior grupos que luchan contra los paraísos fiscales, pero no tienen la fuerza suficiente para contrarrestar a las grandes corporaciones y al lobby financiero. Al menos están progresando un poco.
La estocada jurídica de Griesa se concreta en un momento sensible para la economía argentina, por el agotamiento de un modelo productivo basado en la exportación de commodities. De hecho, este default técnico viene a obstaculizar el reingreso del país a los mercados de capitales, principal esperanza de todo el espectro político para relanzar la economía en los próximos años, luego de una década donde efectivamente se pudo ¨vivir con lo nuestro¨. ¿Es posible eludir este tipo de soberanías extraterritoriales?
—Creo que es muy difícil. Pero diría también que si bien la inversión externa puede ser muy útil, no es la panacea ni mucho menos. Hay buenas inversiones, y hay otras que comprometen solamente a capitales golondrina que no serían tan útiles. Keynes dijo una vez “la experiencia está demostrando que la extrema distancia entre propiedad y operación es un elemento nocivo para las relaciones entre los hombres, proclive en el largo plazo a generar tensiones y enemistades que llevarán a aniquilar el cálculo financiero”. La evidencia parece superar la predicción: la globalización financiera (que no es lo mismo que la globalización del comercio), no parece haber contribuido al crecimiento de muchos países. Ayudó a ciertos intereses, e hirió a otros. Y uno de los grandes problemas es la fuga de capitales: un fenómeno con el que los argentinos están muy familiarizados. Guardar depósitos fuera, fugar valores nuevamente gracias al uso de paraísos fiscales, deja deudas públicas cubiertas de secretos. Por lo tanto, aunque pueda ser positivo para Argentina acceder a inversiones externas, el uso sin regulación de los mercados de capitales viene acompañado de grandes riesgos.
El ejemplo argentino parece confirmar la impotencia de los estados nacionales para lidiar con capitales especulativos que se presentan decididamente como actores políticos de la nueva territorialidad global. A su vez, no terminan de conformarse instituciones supranacionales capaces de regular al mercado mundial. ¿Qué tipo de sujeto político podría hoy luchar de manera eficaz contra las estrategias de la renta financiera?
—Esta es una pregunta enorme, con muchas respuestas. El caso argentino crea mucha indignación, creo que la mayoría está de acuerdo en que esta no es la forma como debería funcionar el capitalismo global. Y, más allá de algunos ideólogos, hay un reconocimiento masivo de que los fondos buitres no agregaron valor a la economía mundial con sus estrategias. Pasar de este reconocimiento a introducir cambios reales no parece, sin embargo, algo muy cercano. Creo que el efecto más directo del caso será que los pueblos comiencen a pensar mejor sobre los esfuerzos de reestructuración internacional de deudas. La coordinación internacional debe ser superior que la que construyen los buitres, pero esa coordinación todavía no es buena. Otro signo de optimismo es que la crisis financiera global desprestigió a las viejas ortodoxias, que ahora están en revisión. El problema es que este proceso toma años, tal vez décadas: eso no ayudará a la Argentina en el corto plazo.
Las élites argentinas que han logrado fugar fortunas al exterior, ¿pueden ser forzadas por algún medio a repatriar sus millones? ¿Qué clase de impuesto podría compensar esa pérdida derivada de lo intangible del dinero fugado?
—La respuesta más simple es que no hay soluciones mágicas, y la intervención no puede ser solo impositiva. Cualquier esfuerzo para cobrar impuestos a las élites argentinas por sus bienes ubicados en paraísos fiscales debería incluir algún tipo de componente que garantice mayor transparencia. Incluso un país tan poderoso como Estados Unidos debió esforzarse para conseguir información sobre los paraísos fiscales, y recientemente hizo algunos progresos en ese sentido. Argentina sola no puede hacer mucho para obtener pronto información verdaderamente relevante, pero hay miradas de más largo plazo que podrían dar mejores resultados. Un cambio importante que se estuvo dando aunque ahora con menos intensidad, es el deseo político nuevo a nivel internacional de diseñar medidas de transparencia más efectivas para que los países puedan “ver” los bienes de sus ciudadanos cuando tengan propósitos impositivos legítimos. Técnica y políticamente estas iniciativas son prometedoras, pero tampoco son perfectas. El problema es que el nuevo sistema está siendo impulsado sobre todo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un club de países ricos. Si los dirigentes y los ciudadanos argentinos pidieran más respuestas y responsabilidad a la OCDE, creo que podrían darse algunos pasos positivos. Uno podría ser cínico sobre el deseo de los países ricos de incluir naciones más débiles, pero estoy convencido de que hay lugar para hacer cambios. Ahora, dado que son las élites las que usan el sistema off shore es difícil para los gobiernos que son apoyados por esas mismas élites intentar instrumentar cambios en la comunidad internacional. Una vez más, depende de la voluntad política. Otro cambio sería revisar todo el sistema impositivo desde una perspectiva de reforma progresiva; cuestiones sistémicas que parecen lejanas de la gente común, pero que crean dinámicas positivas. Una vez más, son cuestiones de largo plazo.
¿Qué diferencias encuentra entre las estrategias de los gobiernos de los países denominados "emergentes" y las grandes potencias frente a la consolidación del nuevo poder económico extraterritorial?
—La relación entre soberanía y poderes extraterritoriales es compleja y tramposa. Yo analizo paraísos fiscales que dicen permanentemente que tienen el derecho soberano de albergar las riquezas de otras naciones en secreto, y se enojan cuando otros países les piden información para reforzar su legislación impositiva. Acá hay una gran contradiccón: la coordinación global e incluso el ejercicio de poderes judiciales extraterritoriales –como en el caso de la justicia de Estados Unidos que está llevando a bancos suizos a juicio por facilitar crímenes fiscales norteamericanos– es claramente una buena idea; sin embargo, en el caso del fallo de las cortes norteamericanas contra Argentina, me parece que hay claramente una injusticia, aunque por supuesto hay personas en Estados Unidos que no estarían de acuerdo conmigo. Vemos entonces que no hay una respuesta universal para tu pregunta: personalmente, creo que muchos de los problemas de la globalización financiera provienen de una coordinación internacional insuficiente y una falta de respeto por la legislación de otros países. Por lo tanto, lamentablemente, la respuesta no es fácil.