Mario Das Neves murió antes de terminar su tercer mandato como gobernador. Cristóbal López está preso, todavía sin condena. Los dos ejercieron de distinta forma un poder casi omnímodo y tuvieron como plataforma de despegue a Chubut, una de las crueles provincias del sur. La elección de este año será la primera con la ausencia de ambos, en una sociedad que les tenía admiración incondicional o pavor, y los llamaba reverencialmente por su nombre de pila.
Si Das Neves “hizo” la política de Chubut desde comienzos de los años 2000, López fue su contracara desde el juego empresario vernáculo: se metió en el poder por los intersticios del dinero, construyó un imperio que daba trabajo pero exigía obediencia ciega, cooptó voluntades, incidió en la vida de muchos chubutenses de a pie, creó candidatos.
“Mario” y “Cristóbal” marcaron a fuego varias décadas en la maltrecha historia democrática de Chubut. El legado está a la vista. Un vacío que se hace notar de manera agobiante, porque después de ellos la escena pública ofrece aspirantes al poder sin excesos de carisma. Hay algunos epígonos y numerosos perritos de ceniza que corren en busca de una presa que ahora parece inhallable dentro de un Estado al borde de la quiebra. El ocaso de los líderes clásicos deja un escenario abierto y en disputa, sin sucesores nítidos a la vista.
el misterio de arcioni
El gobernador Mariano Arcioni, ajeno durante años a la vida política, fue vice de Das Neves y heredó el poder formal luego de su muerte. Chubut Somos Todos, el partido provincial que fundó Das Neves tras romper con el kirchnerismo, colapsó en medio de un tsunami de corrupción que involucra a figuras relevantes de su gabinete.
Arcioni heredó una crisis. Buscó desmarcarse y construir laboriosamente un perfil que lo sacara de la intrascendencia, con rasgos de prolijidad, silencio extendido y las maneras sobrias de un peronista de Armani. Fue articulando alianzas de supervivencia y cerró filas con los intendentes de Puerto Madryn, Ricardo Sastre –ahora su compañero de fórmula–, y de Trelew, Adrián Maderna. Ambos provienen del peronismo y ninguno de ellos ha estado cerca del mundo K.
El actual gobernador –en la práctica un dirigente sin partido– mantuvo una complaciente relación con el gobierno nacional, aunque en los últimos meses incluyó en su discurso todas las críticas antes ausentes hacia el macrismo.
En medio de la desaparición de la maquinaria de poder que lo llevó a Rawson, Arcioni maniobró con astucia hasta decidirse a patear el tablero electoral con un adelantamiento que convalidó la Justicia y afectó a la oposición fragmentada. Jorge Loma Ávila –jefe del sindicato petrolero de base, el más poderoso de Chubut– le arrima tropa.
Arcioni ordenó a su favor lo que parecía condenarlo a una muerte política anunciada y buscó acorralar definitivamente al PJ, o convertirlo en un socio menor de su dispositivo personal; algo que logró con los citados Sastre y Maderna pero no con el intendente de Comodoro Rivadavia, Carlos Linares, ni con Gustavo Mac Karthy.
peronismo en reconstrucción
Los peronistas Carlos Linares –que gobierna Comodoro Rivadavia, la ciudad más poblada y más rica de la provincia– y Gustavo Mac Karthy aparecen en las antípodas y se jugarán el domingo en las PASO cuál de los dos será el candidato del PJ en el marco de una “guerra pacífica” que apuesta a juntar todos los pedazos posibles del peronismo y el kirchnerismo.
Linares, el último kirchnerista auténtico de Chubut y asiduo visitante del Instituto Patria, posee una base electoral formidable en su ciudad y en la zona Sur de la provincia. Algunos lo ven como al Das Neves de 2003: el hombre que viene de afuera del sistema de poder provincial corrupto, con maneras ajenas al marketing y la lógica mediática, pero con fuerte sintonía con los humillados por el neoliberalismo.
Es un Rolling Stone en las zonas populares y un dirigente alejado de las expectativas de la clase media comodorense decepcionada que pide “una costanera y un centro parecido al de Madryn”, aunque nadie duda de su arrastre electoral. Eso sí, deberá afrontar la lógica de una provincia partida entre dos regiones antitéticas. Su desafío es proyectarse hacia las ciudades del Valle, donde los dirigentes del sur suelen ser vistos con condescendencia o desprecio.
el moderado Mac Karthy
Gustavo Mac Karthy es peronista desde su cuna. Su padre César fue senador nacional y secretario de Energía de Menem. Representativo en la zona de Trelew y la Cordillera, fue vice gobernador en la gestión de Martín Buzzi. La fórmula Buzzi-Mac Karthy llegó al poder con el aval de Das Neves, pero a poco de asumir se pasaron al kirchnerismo con armas y bagajes.
Mac Karthy, el eterno joven de sonrisa galesa que busca suturar heridas profundas dentro del PJ, encarna el perfil del peronista “civilizado”. Apuesta todo a Trelew –donde su esposa es precandidata a intendenta–, Puerto Madryn –allí los kirchneristas de Unidos y Organizados amenazan con una elección destacada– y la Cordillera. El trelewense se fue alejando definitivamente de todo vestigio dasnevista y abrió una etapa de diálogo silencioso con los diversos sectores del peronismo provincial.
Consciente de la antropofagia que devoró candidatos y oportunidades en el rabioso PJ chubutense, que suele matar a candidatos propios por puro ego o cortedad de miras, Mac Karthy intentó una difícil sutura entre el Valle y la zona sur petrolera. Y quiere evitar así que la inercia peronista –sumada a la astucia pragmática de Arcioni– termine fortaleciendo a Menna, el hombre de Cambiemos, quien podría aumentar exponencialmente sus chances en junio si este domingo obtiene un porcentaje relevante. Si eso ocurre, podría iniciar un cómodo viaje por la banquina mientras los dueños del sello del PJ, los sindicatos y los dirigentes enemistados chocan sus 4 x 4 en el centro de la Ruta 3. Los líderes del sindicalismo petrolero están con Arcioni y el de Camioneros con Linares, por ejemplo.
Los antecedentes son tristes para el PJ. En 1991 dos dirigentes relevantes (Sala y Guinle) sumaron un número impresionante de votos en primera vuelta para perder en la segunda con el radical Carlos Maestro. Abundaron las “traiciones” igual que en las legislativas de 2017, donde el aspirante peronista salió tercero en el marco de una fingida unidad.
un macrista maquillado
Gustavo Menna es el candidato de Cambiemos. Afronta el perjuicio que le provoca la imagen del Presidente en casi toda la provincia. Debe lidiar con la rebelión de muchos radicales –quienes vuelven a sentir algo de vergüenza– y también con la ausencia de un discurso que pueda generar aceptación en una provincia castigada y olvidada por el gobierno nacional; salvo para impulsar la megaminería prohibida y prohijar el deslizamiento de la inversión energética hacia Vaca Muerta, además de abandonar a Comodoro Rivadavia en uno de los peores momentos de su historia.
Menna viaja en las redes con el peso de la desidia cínica de Macri pero con la ventaja que implica el marketing de las causas judiciales Revelación, El Embrujo y Apadrinados, que afectan parcialmente al actual gobernador pero también a buena parte de los peronistas con el latiguillo de “se robaron todo”.
Menna y Arcioni parecen por momentos separados al nacer, considerando su perfil social e ideológico. Ambos confían en que el peronismo volverá a autodestruirse, a partir de su voracidad desmedida y la ambición sin fin de dirigentes que se sabotean entre sí. Si eso ocurre, sus chances subirán geométricamente.
resquicios
Muertos los muertos, los vivos de la política de Chubut buscan resquicios para estar a la altura de aquellos líderes que dejaron como legado una lista de presos. Tratarán de quedarse con el poder aunque tengan poco que exhibir, en una era desangelada en la que impera el neoliberalismo ramplón y la competencia en el desierto de las ideas.
Aquí WhatsApp se combina con la Edad Media, por lo que es complejo ajustar las encuestas que marcan un predominio de Menna y Arcioni ante el peronismo que los sigue de cerca y un porcentaje de indecisos muy relevante al cierre de este artículo.
Todo parece preanunciar un reparto en tercios entre Arcioni, Menna y el PJ (que además de Linares y Mac Karthy tiene un tercer candidato en las PASO, Omar Burgos). Aproximadamente un 30% de los encuestados muestra su rechazo a las fórmulas con chances, y su decisión de última hora resultará decisiva.
Al sector de Marcos Peña le cierra Menna, pero muchos en el PRO prefieren un triunfo de Arcioni, más proclive a todo acuerdo, desideologizado y sin un partido detrás. Como hizo en Neuquén con Gutiérrez, el macrismo nacional se apropiará tanto de una eventual victoria de Arcioni como de un triunfo de Menna. La derrota sería un batacazo del peronismo, más grave todavía como mensaje nacional si lo protagonizara Linares.
La opacidad lo cubre todo, y los vestuarios tan cuidados no pueden disimular que la política se ha convertido en una fiesta para pocos, exhibicionista, brutal y mezquina. Más allá de vanidades o virtudes de quienes aspiran a gobernar Chubut, la incógnita consiste en saber quién encarará un mínimo plan de reconstrucción moral, social y política tras el tsunami de corrupción sin fin y desprecio por una sociedad que tiene más de 100.000 desocupados y 13.000 indigentes sobre una población total de 600.000 habitantes; todos desamparados luego de 112 años de producción petrolera que termina en la Cabeza de Goliat. De eso no se habla.