El toque de atención no pudo ser más sincronizado y a la vez agresivo: en la misma semana que los viejos generales de Clarín anunciaban una nueva reestructuración del diario y prometían, otra vez, que la calidad del producto mejoraría, en la redacción del barrio de Constitución unos 60 periodistas eran despedidos. A los que se suma un contingente aún más grande de retiros voluntarios promovidos en los últimos tres años por la compañía.
Clarín es, junto al gobierno nacional, el mayor expulsor de trabajadores de una industria asolada por el cierre de empresas, despidos en masa y una secuela precarizaciones que funcionan disciplinando al mercado, a pesar de haberse beneficiado con una extraordinaria intervención estatal durante la presidencia de Mauricio Macri, cuya muestra cabal fue el incentivo a la fusión entre Cablevisión y Telecom entre 2017 y 2018.
La crisis sectorial invocada como explicación para este nuevo ajuste ha sido uno de los ejes con los que el proyecto MOM (Media Ownership Monitor) de Reporteros Sin Fronteras y Tiempo Argentino retrata el presente agónico de los medios de comunicación en la Argentina. Como en olas de ajustes anteriores y a pesar de la constante política antisindical de la conducción del grupo, la redacción de Clarín se organizó para resistir y está dando una lección de solidaridad. Contrasta con la indolencia de un gobierno que se exime de intervenir ante cada foco de la epidemia de cierres en todas las ramas productivas potenciada por su fracaso en política económica.
La reestructuración es paradójica por varias razones. Mientras en los recoletos cenáculos de sus accionistas y editores jefe citan como ejemplares las reconversiones digitales de diarios como The New York Times y su exitosa estrategia de suscripciones (sin advertir los obvios escollos para transferirla a un país periférico), omiten la inversión en periodismo, que es la médula de esa estrategia.
El Times hoy cuenta con más editores, periodistas, expertos temáticos, secciones y una redacción más poblada que en los buenos viejos tiempos analógicos. Además, ante la tendencia cada vez más icónica de la cultura de consumo de contenidos por parte de las audiencias en plena migración hacia medios digitales, la conducción de Clarín eliminó de su planta a los reporteros gráficos y a redactores de su versión online.
Después de librar una guerra santa contra el kirchnerismo en la que sostenía que la mejor arma de los medios “independientes” era su poder económico, para justificar así el nivel de concentración alcanzado (en parte, gracias a previas concesiones del mismo kirchnerismo), hoy el multimedios dirigido por Héctor Magnetto invierte su dogma y, en el momento de mayor poderío de su historia rubricado por los decretos de Macri, predica su distopía tan modernizadora como impiadosa: hacer periodismo sin periodistas.