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la rebelión de los materiales
Mientras el mundo se fascina con la inteligencia artificial y los límites de la tecnología en todas sus formas y posibilidades, la bióloga italiana en su libro Mentes paralelas propone observar a contrapelo y aprender de la inteligencia de los materiales. En ese camino, incluye la filosofía, la mitología y la política . Cómo podemos pensar desde otro lugar el modo en el que nos vinculamos con todo lo que habita en el mundo.
Fotografía: Gala Abramovich
04 de Julio de 2024

 

Extremadamente resistente, extremadamente liviana, a lo largo de los siglos la seda de la araña ha despertado la fascinación de diversos investigadores. Durante una década, entre 1880 y 1890, el francés misionero y entomólogo Jacob Paul Camboué, por ejemplo, diseñó en Madagascar una máquina que intentaba extraer la seda de las entrañas de veinticinco arañas Nephilas a la vez. Sus estudios hasta hoy son referencia. Finalmente esa idea se completó en 2008: Simon Peers, también en Madagascar, logró culminar un proyecto que desembocó en un manto dorado que parecía descifrar la luz del sol, tejido con las telas de esa especie. Un tejido único en su tipo que viajó por varios museos como una prueba más de que arte y ciencia van de la mano. ¿Qué secreto guarda ese material? La seda de la araña tiene memoria, por eso sabe cómo responder al peso que le toca, acomodarse, mutar cuando sea necesario. Ante diferentes y bruscos estímulos se adapta y logra no ser destruída por el cambio. Hay una inteligencia ahí. Y de sus hilos pueden hilvanarse pensamientos sobre filosofía, ciencia y política.  “No es un material innovador diseñado en laboratorios, sino el producto de al menos doscientos millones de años en el vientre de un organismo que solemos considerar poco evolucionado”, reflexiona la bióloga italiana Laura Tripaldi en su libro Mentes paralelas (de reciente publicación por editorial Caja Negra). Su propuesta es esa: meterse en los espiralados mundos de las inteligencias de los materiales para desafiar nuestra capacidad de asombro a veces captada por lo que llamamos nuevas tecnologías.

Que el futuro de nuestra especie está entrelazado con el de los materiales con el que lo construímos. Que el mejor método para aprovechar la capacidad de autoorganización de un sistema material es “renunciar al control directo desde arriba y así permitir a su estructura relacional emerger en toda su complejidad”. Que las nanotecnologías tienen mucho que aprender de los y las alquimistas de la antigüedad. Tripaldi despliega un recorrido multifocal como punto de partida en su disciplina pero ampliando a otras orillas de pensamiento, para poner en cuestión cuáles son los discursos cristalizados alrededor de la idea de inteligencia y de la necesidad de alojar nuevas sensibilidades.

A contrapelo de los amantes de las discusiones sobre inteligencia artificial como algo novedoso, Tripaldi parece aburrirse de sus cantos de sirena y asienta su pensamiento en otras tecnologías, que rompen con el sentido común.  Se trata de una búsqueda por algo que tiene, en definitiva, un enraizamiento en la corporalidad y ahí alojan complejidades infinitas. Si Anna Tsing incursiona en el mundo fungi para mostrar incluso su imbricación política, si Vinciane Despret recorre cada uno de los tentáculos de un pulpo para sacar de allí conclusiones nuevas sobre ensamblajes relacionales, esta bióloga en la misma senda se mete con la materia, con la nanotecnología y con la maravilla oculta en el mundo natural para tender entre mitos y ciencias una invitación a mirar al mundo de otra manera con una ética que se funde en el reconocimiento del otro a la vez que redefine eso que llamamos así. Tal vez allí, en esos focos por la tangente, haya pistas para arribar a nuevos caminos.

 

Contra la hiperespecialización, que segrega incluso el pensamiento, vos mirás el entramado. Eso tiene varias líneas interesantes para analizar. ¿Qué posibilidades encontrás en ese modo de mirar? 

—Esta posición viene primero de la comprensión de que la ciencia en un sentido general no existe. No hay tal cosa como la ciencia, a pesar de que aprendemos, tal vez en la escuela, que existe un método científico y que la ciencia siempre funciona de la misma manera: hay un científico o científica, un objeto que está estudiando y a partir de ello hace una hipótesis que luego verifica. Y ahí también nos imaginamos que hay una jerarquía entre las ciencias: las matemáticas en la parte superior, y luego vienen la física, la química, la biología, las ciencias sociales, de la más importante a la menos importante. Pero si mirás la ciencia, si hacés ciencia, te das cuenta de que no es verdad, que las ciencias son plurales y que están hechas de prácticas muy específicas. Las ciencias son prácticas culturales y cambian mucho. Si vas a ver a un químico te vas a encontrar con una idea diferente de lo que es la ciencia que si le preguntás a un físico, que si vas a un biólogo, y por lo tanto existe esta multiplicidad de enfoques. Para mí, es un punto de partida para pensar que tal vez deberíamos mirar la ciencia de una manera diferente, no como una verdad universal, sino como una colección de puntos de vista particulares que podemos tener sobre una realidad. Creo que es importante repensar nuestra idea de objetividad, porque a veces pensamos que la objetividad científica es igual a la verdad, pero en realidad no es así, porque cuando hablamos de objetividad tenemos que tener en cuenta que nuestra visión de la realidad siempre viene de alguna parte, y siempre está influenciada. Si miro una bacteria en el microscopio, no puedo hacer una foto y decir que esta es la realidad de la bacteria; no: esta es la imagen que emerge de este aparato tecnológico y luego estoy yo, el científico o científica, que toma una decisión específica sobre qué representar.

¿Cuál fue el momento que motivó las ideas de este libro, el momento en el que se produce un flash? ¿Ubicás ese punto donde la fuerza que une todo se expande?

No sé si fue un momento concreto, pero trabajar como química te da una perspectiva muy especial. El objeto que estudiás no es algo que ya exista y, en cierto modo, la química es una ciencia sintética, lo que significa que se centra en el proceso de síntesis, de crear algo que aún no existe. Por eso, cuando voy al laboratorio y quiero estudiar una nueva molécula, solo puedo entenderla en el proceso de fabricación, y este proceso es muy especial. No puedo hacer lo que quiera en el laboratorio, los materiales también deciden en cierto modo lo que quieren hacer y cómo quieren organizarse espontáneamente, así que se trata de un diálogo entre el científico o científica y el objeto que está estudiando, que quizás ya no sea un objeto en ese momento, así que para mí la experiencia de trabajar en el laboratorio fue el punto de partida.

extraños organismos
 

“No es necesario que un organismo esté dotado de un cerebro, y mucho menos esté vivo en sentido estricto, para que sea capaz de entrelazar su destino con el nuestro”, escribe Tripaldi. Algo de ese nervio incluso dramático, en el sentido más humano, se puede entender desde las mitologías griegas: Minos, Dédalo, Prometeo, que sobrevuelan para tratar de pensarnos en el cruce con las tecnologías y la naturaleza.

En los últimos tiempos, diversas mentes (en especial, de mujeres, como Vinciane Despret  o Donna Haraway) hacen surcos en chanfle para salirse de los caminos ya establecidos de pensar que, hemos visto, no llevan a resultados nuevos. Sin miedo a nutrirse de otras sensibilidades o incluso de la poesía para aportar a esos lineamientos ya establecidos y rígidos proponen otros modos. Tripaldi se sube a esa línea donde, además, es imposible hablar de futuro sin incluir las políticas ambientales. En ese sentido, toma postura y propone: “La investigación de soluciones energéticas alternativas no resuelve el problema de raíz, que es más bien nuestra capacidad de comprendernos como un nodo singular en una red más amplia de organismos y materiales con los cuales compartimos nuestro mundo”.

 

En tu trabajo hacés un movimiento de lo particular a lo general. Una invitación a la maravilla y a volver eso una reflexión política. ¿Qué importancia tiene lo pequeño en el gran debate de ideas?

Hay una cita que me gusta mucho de Donna Haraway. Ella dice que para lograr una visión más grande, tenés que estar en algún lugar en particular. Realmente creo que este es un punto de vista muy importante. Para mí que, por supuesto estoy interesada en tratar de entender conceptos más amplios, creo que es muy importante que la ciencia no sólo se centre en las cuestiones técnicas específicas, sino que también entienda las conexiones entre la sociedad en general y la cultura más amplia. Pero esto solo es posible, creo, cuando te comprometés de una manera muy particular. Por ejemplo, a mí me gusta, y creo que en mi libro esto se nota, hablar de ejemplos muy específicos de la naturaleza, de la tecnología, porque creo que no tiene ningún sentido hablar de ideas generales como la materia, o como la inteligencia, la mente, como todos estos conceptos enormes sin comprometerse con la particularidad de cada ejemplo, de cada configuración específica que tenemos a nuestro alrededor.

cuando voy al laboratorio y quiero estudiar una nueva molécula, solo puedo entenderla en el proceso de fabricación, y este proceso es muy especial. No puedo hacer lo que quiera en el laboratorio, los materiales también deciden en cierto modo lo que quieren hacer y cómo quieren organizarse espontáneamente, así que se trata de un diálogo entre el científico o científica y el objeto que está estudiando, que quizás ya no sea un objeto en ese momento

¿Cómo es tu vínculo, como científica, con la literatura en general y con la mitología en particular? ¿Qué tienen hoy los mitos para aportarnos?

No tengo tal vez una conexión personal muy profunda con la literatura en el sentido de que nunca escribí literatura y no leo como para considerarme una experta, pero me importa la idea de que la ciencia también es una narrativa y también es historia. Eso no significa que sea falsa, pero significa que está influenciada por muchas cosas, como nuestras creencias, nuestra cultura, nuestra religión, la historia individual de las personas que la hacen. Así que, en cierto modo, me interesa ver, por ejemplo, la resonancia entre las ideas científicas y los mitos. Fui a una escuela secundaria en la que estudié latín y griego antiguo. Estudié mucha historia antigua y, por supuesto, me enteré de la metamorfosis de Ovidio…este libro es acerca de la transformación de la materia en diferentes formas, cruzando los límites entre los animales, plantas, minerales, seres humanos. Así que todo se trata de esta superación de las fronteras. Y creo que esto fue una gran inspiración para mí: pensar en que de alguna manera la ciencia hace lo mismo.

Al igual que otras investigadoras, te servís de la mirada biológica para analizar cuestiones que aportan a la mirada política y filosófica del mundo hoy. ¿Cómo te ubicás en esa línea?

En primer lugar, se trata de cuestionar los binarios que están tan establecidos en nuestra cultura: entre el sujeto y el objeto, entre la naturaleza y la cultura. Hombres y mujeres es otro núcleo binario importante, y esto es un reflejo de la cultura patriarcal que tiene sus raíces en una visión binaria de una mente activa que controla la materia pasiva. Este dualismo que es muy antiguo, y lo encontramos incluso en la antigua filosofía griega, al menos en Occidente, es muy fundamental, y tiene repercusiones políticas en la forma en que vemos el cuerpo, y especialmente el cuerpo de la mujer, como un recurso que es objetivado y que se utiliza para extraer trabajo y valor, trabajo reproductivo, y también algo que debe ser controlado, un recurso, un objeto pasivo. Tal vez por eso muchas mujeres feministas están trabajando en esta idea. Las personas no binarias están pensando en la deconstrucción de este dualismo mirando a la materia de una manera diferente, comprometiéndose con los materiales como más activos, no como objetos, sino también como sujetos, y esto también empieza por mirar. Podemos hablar en términos de lo humano, pero también en términos de lo no humano, así que ¿cómo podemos relacionar los cuerpos no humanos de manera que no sean objetivación? Esto es lo que me interesa.

La idea de tejido, no sólo de la araña, tiene su lugar también en este trabajo, y su significado en la historia como un modo de propiciar otra forma  de vincularnos. ¿Qué encontrás ahí?

Mi libro busca hacer foco en prácticas tecnológicas que ofrecen una visión diferente de lo que es la tecnología. Tejer como ejemplo de un posible paradigma diferente de tecnología, comparado con lo que típicamente imaginamos que es: hecha con materiales duros, materiales resistentes. Tejer sugiere una posible alternativa a este modelo. Creo que la cuestión de imaginar nuevos paradigmas tecnológicos también está relacionada con la cuestión de las mujeres y su importancia en esto. Al final se reduce a una cuestión de control, de nuestro deseo humano de controlar la tecnología, de controlar al otro, de controlar lo no humano, porque sentimos que tenemos el control, pero no creo que realmente lo tengamos. En cierto modo, nuestra civilización, nuestro mundo humano, se hace en enredo con los no humanos y en conexión con los materiales. Estos ya están jugando un papel activo en nuestras vidas, en todo lo que hacemos, y por eso necesitamos cambiar nuestra perspectiva para entender que tenemos que dejar ir esta ambición de control, que también es una ambición de dominación en muchos sentidos.

¿Están crujiendo los paradigmas o ya se rompieron?

Estamos viviendo un cambio de paradigma. Lo veo quizá en la cultura, en la filosofía,  en el arte. Que hay una creciente apertura, realmente hay una necesidad de pensar la realidad de una manera diferente. Romper los binarios entre sujetos y objetos, cuestionar la frontera entre naturaleza y cultura. Creo que esto también tiene un efecto político. Creo que estamos en una época de transición. Quizá también se deba en parte a la crisis ecológica que estamos atravesando. Por supuesto, eso nos obliga a reconsiderar nuestra posición en el mundo.

Borrar la sintiencia es un modo de afianzar el sistema capitalista y su drenaje de los bienes comunes. Algo de eso decís en el libro.

Hay una visión muy común del progreso que es lineal, y una idea de que la ciencia se acerca más y más a la verdad cuanto más pasa el tiempo. Y no creo que este sea el caso. Creo que se trata más bien de ramificaciones de diferentes enfoques para ver la realidad, y por eso creo que también sería interesante, tal vez, considerar diferentes formas de encontrar la realidad que tal vez sean no científicas, que mezclen diferentes enfoques, incluso formas antiguas, premodernas de acercarse a la materia.

 

nuestra civilización, nuestro mundo humano, se hace en enredo con los no humanos y en conexión con los materiales. Estos ya están jugando un papel activo en nuestras vidas, en todo lo que hacemos, y por eso necesitamos cambiar nuestra perspectiva para entender que tenemos que dejar ir esta ambición de control, que también es una ambición de dominación en muchos sentidos.

 

¿Cuál es la importancia que le das al asombro?

Creo que hay un elemento de apertura que debemos tener hacia el mundo, acercarnos a la realidad en todo lo que sea diferente. Y con curiosidad, esto es realmente importante. Quizá sea muy difícil conectar con lo que no es humano, sobre todo de una forma que no sea simplemente una proyección de nosotros. A menudo tendemos a proyectar lo humano sobre lo no humano. Y creo que esto no es realmente comprender. Tenemos que encontrar formas de relacionarnos que no sean antropomorfizantes. Esto requiere que hagamos un poco de esfuerzo en cierto modo. Me gusta esta palabra que usa Anna Tsing, sintonización. Creo que es buena para definir este proceso de entrar en conexión de un modo que no sea una simple proyección nuestra. También tiene que ver con la posibilidad de apertura de nosotros mismos para ser transformados por el encuentro con lo no humano. Al final, necesitamos un nuevo acervo para pensar el mundo.

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