El Braun que amaba a los libros | Revista Crisis
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El Braun que amaba a los libros
En los casi diez años de Eterna Cadencia, su emprendimiento, el Braun “bohemio” logró armar un festival internacional de literatura (el FILBA), otro festival con actividades para niños (FILBITA) y se convirtió en un activo promotor de la lectura literaria, a través de su fundación y de una tarea casi invisible de capacitación docente. Una conversación sobre la ley de mecenazgo nacional que ni siquiera fue, el ocaso de las librerías, la miopía de la industria editorial, las formas de lidiar con los privilegios y, de yapa, el peronismo.
15 de Abril de 2018

La editorial y librería Eterna Cadencia fue fundada en 2008 por Pablo Braun, sobrino de Federico Braun, el dueño de los Supermercados La Anónima, y primo de Miguel “Mike” Braun, que aprendió a defender al país en la Universidad de Harvard para ser ahora Secretario de Comercio. Recuerdo que cuando Eterna Cadencia empezó, el pantano literario argentino oscilaba entre una oscura fascinación ante lo que se había anunciado tras bambalinas como “la Anagrama de las pampas” y una actitud lumpen en la cual todos pretendían libros, publicación y bebida gratis cada vez que pisaban la librería.

Para una persona que cree que la construcción de las ciudadanías culturales tiene que venir acompañada por un movimiento reflexivo con respecto a las narrativas contemporáneas sobre el consumo, crítico con respecto a las instituciones -en especial la financiera, en particular la justicia- y de indagación frente al poder corporativo, y que está convencida de que los protocolos de lectura literaria conformados tanto por el formalismo como por el narrativismo atrasan más de medio siglo con respecto a las discusiones políticas que atraviesan a la teoría estética contemporánea, un proyecto cultural como el encabezado por Braun resulta problemático. Voy a ser sincero: su coqueto local en el corazón de Palermo Hollywood, su catálogo adocenado y de a momentos aburrido, el tono de filosofía y letras para principiantes de su blog y su oenegeismo de buena voluntad neoliberal escudado en el inexpresivo mote de “editorial independiente” me resultan fatales. Sus protocolos de exposición de la literatura me parecen conservadores. Y creo que se toman las cosas de una forma demasiado personal. 

Sin embargo, siempre tuve un gran respeto por aquellos organismos que perseveran en su ser. Y Eterna Cadencia es uno de ellos. Leonora Djament, la editora contratada por Braun como embajadora ante el mundillo cultural argentino, refinó su tarea, expandió el catálogo y conquistó varios hits. Puedo nombrar a El verano del odio, la imprescindible novela de Chris Kraus, a los textos de Lydia Davis que no se conseguían en castellano, a los cuentos de Federico Falco o de Liliana Colanzi, a la reedición de la obra de Salvador Benesdra, y la lista podría seguir. Y, lo más importante, el costado oenegeísta del proyecto de Braun se expandió con foco en un fin que no sólo me parece noble sino necesario -por más que al esteticismo no le guste-: el de difundir a la lectura literaria como una herramienta de emancipación personal.

Mi interés en hablar con Pablo Braun se acrecentó cuando en una de mis derivas indolentes por Instagram pesqué un video donde, desencajado, transpirado y frenético en un atrio del cine del MALBA, durante la inauguración del Filba Internacional 2017 (que Braun preside) despotricó contra el sistema de Mecenazgo del gobierno porteño. Sin perder tiempo lo contacté y acordamos juntarnos a conversar. Tras un tironeo cedí y fui a su librería, una mañana en que Braun había tenido un problema con la concesión del bar y el malhumor no le permitía obturar su honestidad de a momentos brutal. 

Antes que nada quería reponer un poco todo lo que pasó en el FILBA del año pasado, donde te enojaste con el Gobierno de una forma bastante enérgica.

El FILBA viene muy bien. Se creó como una fundación, yo la creé, más allá que hicimos el primero en 2008 bajo el paragua administrativo del MALBA. Después creé la Fundación FILBA para que hiciéramos el festival y empezáramos a hacer otras cosas. Al principio éramos organizadores de festivales, hacíamos el FILBA Internacional que lo terminamos llevando a Chile y Uruguay también -ahora solo es Uruguay, Chile se nos cayó-; y también está el FILBA nacional donde vamos itinerando por distintas provincias una vez por año. Ya hicimos seis. También el FILBITA que es para niños, al principio estaba dentro del internacional y después se separó. Y hace como seis años empezamos con FILBA Escuelas. La industria del libro es una industria muy chiquita y además es una industria que tiene muy malas perspectivas. Así como la industria de los teléfonos tiene grandes perspectivas porque todo el mundo cada vez compra más y mejores teléfonos, cada vez hay menos lectores. Y yo quise luchar contra eso. En las escuelas nunca hubo un laburo fuerte en promover la lectura, están los planes nacionales de lectura que dicen: “¡Eh, vamos!”,  se compra libros y hacen esto, pero no hay una cosa de decir: “¿Por qué no nos juntamos todos, muchachos, y hacemos una ley a cincuenta años para tener un país de lectores?”.

No me estás contestando lo del Mecenazgo y tu discurso.

Lo que pasó es que a la burocracia le presentás el proyecto y te lo rebotan, o te ponen mil peros, y de a poco vas aprendiendo a lidiar con esa burocracia que es lo que hay. Y no está mal, en algún punto porque a la vez hay que controlar la plata que da el Estado. Pero en un momento las demoras, las irregularidades y las trabas te cansan. Al principio estaba bien, era: “Bueno, presentá en enero, en marzo anunciamos quiénes ganaron” y después conseguís la plata, que para eso te dejan solo. Y después que conseguís la plata, para habilitarte la cuenta corriente que te hacen abrir en el Banco Ciudad hay un millón de vueltas. Y cuando las diste te pagan a cuatro meses. Y hay inflación. Y vos decís: “Loco, las empresas ya dejaron de pagar ingresos brutos y me pagás a los cuatro meses”. Cuando cambió la administración central hizo que cambiara todo en la Ciudad porque muchos se fueron a Nación, y además una de las primeras cosas que dijeron en Cultura fue: “Vamos a replicar el mecenazgo de Ciudad a nivel nacional”, y nosotros nos quedamos sin interlocutor, o sea, Mecenazgo de la Ciudad quedó a la deriva.

Y a mecenazgo a nivel nación lo bajaron para reducir el gasto fiscal.

A eso no lo sabía. Yo hice el FILBA 2017 con el mecenazgo que en realidad no me lo dieron. Y a la del 2016 me la dieron recién hace dos meses.

¿Después de tu discurso no hubo alguien del gobierno que te llamó y te dijo: “Che, boludo, nos estás escupiendo el asado”?

No. Y además, primero, no fue contra este gobierno, fue contra todos y contra todas las administraciones. Contra todos.

Claro, pero en Ciudad hace doce años que está este gobierno.

Sí, sí, obviamente. Pero bueno, el FILBA Nacional también era por toda la nación y no es muy distinta la cuestión. Y por eso nosotros nos estamos yendo hacia el financiamiento privado, haciendo campañas de donantes y cosas para no depender más y poder laburar nosotros sin tener que sí, que no, que esto, que lo otro. El año pasado íbamos a hacer un festival y creés que sí, que sí, que sí, que sí y tres semanas antes nos dijeron que no, le tuvimos que decir a veinte escritores: “Perdoname, disculpame” y todos nos entendieron porque creen que nosotros laburamos bien, pero fue un manoseo horrible que decís: “Loco, no va”.

Igual al menos conseguiste los aportes del mecenazgo. No todos tienen la misma suerte, porque no hay un mecanismo institucional para conectar empresas con actores culturales.

Aprobar el mecenazgo para mí, por suerte, fue dentro de todo fácil, tenemos una red de contactos enormes desde el Banco Itaú, que le gusta aportar para cultura, hasta contactos más personales. Nosotros necesitamos aportantes fuertes porque son como un millón de pesos, más o menos, pero sólo puede ser el cinco por ciento de los ingresos brutos que pagaste el año pasado, entonces tenés que ser una empresa grande. Por suerte eso lo conseguimos. Lo que no conseguimos es tener un trato que yo considere digno por parte de la Ley, del Estado. Yo no considero que Mecenazgo tenga la obligación de darle la plata a FILBA, ellos tienen la libertad de elegir los proyectos que tengan ganas; sí considero que FILBA es un proyecto interesante y que no le sale caro a Mecenazgo en su conjunto, y que tiene un impacto sobre la ciudad y sobre la literatura interesante, digno, que está bueno. Un festival de letras organizado por la ciudad saldría muchísimo más caro. Y además hay otra cosa: si no es por la exención impositiva que marca el Mecenazgo, que en realidad es plata de todos, es imposible conseguir guita de sponsors. A lo sumo nos regalan vinos -Bodegas del Fin del Mundo- y es genial, nos ponemos en pedo, pero para hacer el festival no sirve.

el puntero  

Cuando se narra la historia de Pablo Braun en general se menciona un pasado melancólico, influenciado por la repentina muerte de su padre, y una salvación en los libros que lo llevó, gracias a su fortuna y a sus estudios en administración de empresas, a poder cumplir el sueño de la librería propia. También se habla de su pareja, la cantante mexicana Julieta Venegas. Pero se habla menos de la Fundación TEMAS (Trabajo Educación Medio Ambiente y Salud), que Braun fundó hace quince años junto a Paz Ochoteco, la madre de su hija, que sigue al frente del trabajo territorial. TEMAS trabaja en la Villa 21 y, además de preocuparse por cuestiones vinculadas al techo y al suelo lleva adelante trabajos de recreación, apoyo escolar y salud, además de un proyecto de formación de promotores comunitarios. Aunque Braun renunció a la presidencia de TEMAS, desde FILBA escuelas recorre 20 colegios por año intentando forjar vínculos con docentes y familias como otro eslabón más de lo que considera su misión central: la promoción de la lectura.

Volviendo a la cuestión de la falta de políticas públicas para el fomento de la lectura a largo plazo. ¿Por qué pasa eso? ¿Lo ves más por el lado de una ceguera de la burocracia o como una decisión política para mantener un estado de cosas que son funcionales?

Me parece que eso no pasa en casi ningún aspecto de la política en el país. Todas las administraciones van cambiando lo que hizo el otro siempre, todo lo que hizo el otro anterior fue malo. Yo digo que promoción de la lectura es poner a cinco, diez o quince o treinta y cuatro técnicos, primero decidir entre las distintas agrupaciones políticas, y decir: “Bueno, acá está el estado de la cuestión. Ahora vamos a hacer esto que se hizo en este país y aquello que se hizo en el otro. Hagamos un plan nacional de lectura, pongamos tanta guita por año, pongámonos estos objetivos”. Es el cero coma cero, cero, cero uno del presupuesto. Y no se hace. Además bajaron las compras de la Conabip. Entonces viene uno, compra un montón de libros; viene otro, no compra libros... no hay una política sistemática de creación de lectores.

¿Es a propósito? ¿Ni el kirchnerismo ni cambiemos quieren que la gente lea?

No lo puedo contestar con seguridad, sí te puedo decir que en los profesorados no se enseña promoción de la lectura, no se les da herramientas a los futuros profesores de cómo introducir el libro en el aula, ni siquiera a los que estudian Lengua y Literatura. Y eso es un poco lo que hacemos nosotros: vamos a escuelas y les damos herramientas, a los maestros, a todos, al de matemática también porque vos podés enseñar matemática a través de una historia. En ningún momento del profesorado hay siquiera una clase dedicada a la promoción de la lectura.

¿Con el cambio de gobierno no encontraste una recepción mayor para ese tipo de iniciativas?

¿Yo con el gobierno?

Sí.

Yo no... yo no trabajo con los gobiernos.

Pero si uno se pone a pensar la promoción a la lectura tendría que ser una cosa que hace el Estado, ¿no?

A ver, yo creo que las fundaciones no deberían existir. Pero nosotros vamos, por ejemplo, a la Dirección de Escuelas de un municipio muy poblado del Conurbano Bonaerense. Hablamos con alguien que tiene poder sobre muchas escuelas. Le decimos “Che, tenemos esto, es gratis”. Y dice “Ah, bueno, te llamo.”. Y nunca llama ni llamará.

¿Y tu apellido no ayuda?

No soy amigo de los Ministros ni quiero serlo. No quiero que a mí me den un proyecto por tener buena relación con tal, estoy en contra de eso. Quiero que a mí me den algo -y un poco lo que vos me preguntabas del mecenazgo- por laburar bien. Lo que pedimos no es mucho para la magnitud, ¿no? Tenemos veinte invitados internacionales y son menos de setenta mil dólares y hacemos un festival que tiene una prensa increíble, que pasan muchas cosas, digamos, que me parece que a la ciudad le sirve.

¿Qué pensás de los funcionarios culturales?

A veces yo siento -y es lo que decía, un poco, en el discurso del FILBA- que si no hay foto posible para los funcionarios, no hay tantas ganas de hacer cosas. Eso a mí me embola. Y no es sólo el macrismo, son todos. Entonces, digo: “Puta madre, entonces uno tiene que encontrarse con cruzados que tengan ganas de hacer lo mismo que uno y le den guita para poder hacer lo que sea”. En este momento sí estamos en una buena relación con el Fondo Nacional de las Artes, estauvimos con el FILBA Nacional en Córdoba y se coparon, este año nos ayudaron un montón en el FILBA Internacional. Pero bueno, se trata de que hay química con funcionarios, pero para mí debería ser otra cuestión, no que sea química o por la foto.

En este marco, ¿Por qué tomaste a la promoción de la lectura como una cruzada personal?

Es que creo que la lectura nos hace más libres. Punto. Un niño o una persona, un adulto formado en la lectura tiene más posibilidades de elecciones, tiene una posibilidad de análisis mayor ante la realidad que lo rodea, tiene más recursos y en algunos casos tiene escapes, vive en una mierda sea de bajo o de altos recursos, digo: vive en la casa más pesadillezca de todas y se refugia en Julio Verne y está debajo del agua, está en un submarino. Es igual de importante que la matemática. Mi hija me pregunta: “¿Para qué carajo aprendo matemática?” Ella quiere ser dibujante y yo le digo que no importa, te enseña a pensar de otra manera, te da recursos. La lectura también. Es algo que te puede transportar a otro mundo, no le decimos a un nene de seis años: “Sí, lee porque te va a servir en la vida para ser libre”, no, sí a los maestros, que muchos maestros llegan sin haber leído un puto libro en su vida y no es un requisito, no sé si está bien o mal, qué sé yo, pero es duro. Los que venden hamburguesas forman consumidores de hamburguesas y el estado no puede formar lectores. Y la industria deja mucho que desear también. Lo único que hace en promoción de la lectura es ir a las escuelas a ver qué libro puede meter. Están pensando en el corto plazo.Por eso en FILBA Escuelas hay un encuentro con maestros, con escritores y con algún especialista, hacemos un encuentro de docentes, cuando vamos a los FILBA nacionales hacemos encuentros con bibliotecarios. Las bibliotecas están en la mira, estamos por hacer algo con bibliotecas, creemos que son espacios absolutamente desaprovechados en donde esa promoción de lectura que se hace en las escuelas, si no tenés un peso, se puede continuar en una biblioteca en donde hay un montón de acción, en el sistema público, en las populares hay un montón de libros, no serán las mejores bibliotecas, pero bueno, lo cierto es que son lugares en donde uno no quiere entrar.

¿Puntualmente qué hacen?

Vamos a escuelas de bajos recursos -hoy vamos mucho a La Matanza, a Virrey Del Pino- y damos talleres a los maestros para darles herramientas para que puedan promover la lectura en las aulas, los ayudamos a armar bien la biblioteca si es que tienen libros, les damos técnicas para que ellos puedan promover la lectura en los colegios, que creemos que es la mejor manera de hacerlo, que creemos que es mejor que ir a leerle a los niños, sino que darles herramientas a maestros y que queden capacitados para siempre. Es un trabajo que hacemos durante todo el año lectivo y vamos a unas veinte escuelas por año, a muchas vamos por segunda vez a dar una capacitación más profunda y con algunas seguimos trabajando. La idea es, básicamente, esa: darles herramientas a los maestros para que puedan introducir el libro en el aula. También tratamos de hacer como una suerte de cierre en donde se invita a los padres, que creemos que son súper importantes en la formación de los chicos, un padre que le lee a un niño todas las noches tiene más posibilidades de tener un hijo lector que el que no le lee, entonces tratamos de inculcarle eso a los padres, digamos, que los maestros le inculquen eso a los padres. Es un trabajo conjunto, nosotros no creemos que sólo la escuela sea quién va a hacer un niño lector, sino también la familia.

Sin embargo vos tenés toda esta cosa de la promoción de la lectura y después, por otro lado, cuando yo veo la programación del FILBA no me dan ganas de ir, lo que veo me parece que es una cosa como de charlas para gente mayor, de otra época. Siento es hay una tensión entre un trabajo reticular de formar lectores y después hacer un festival que transmite una sensación de elitismo un poco adormecedora.

Sí, yo la siento. Por eso FILBA tiene promoción de la literatura por un lado y promoción de la lectura por otro. El punto de encuentro es que todos somos lectores. Hay lectores intensos y otros que leen dos, tres libros por año, o los que son fans de un autor. Quizás nos falta convocar desde un costado más vinculado a la lectura. Igual para mí la más importante es la parte educativa, la de hacer un trabajo con los docentes, la parte de formar lectores, digamos. Pero igual hay intentos. Hace tres años dejamos de tener un país invitado y elegimos un tema. 2017 fue la primera vez que realmente el tema, de alguna manera, se instaló un poco, que fue la violencia, el año pasado fue el cuerpo y el anterior, el futuro. Y a través de la violencia, justamente, o a través de la elección de temas es donde nosotros tratamos de acercar a gente no tan lectora porque se va a hablar de la violencia, muchas veces sí se habla de la violencia en la literatura, no deja de ser un festival de literatura.

¿Y piensan en formas de trascender la mesa redonda?

Sí, pero no tengo la respuesta. Claro que a veces me pregunto si no se puede hacer algo que no sea siempre el panel, la charla. Intentamos cuando convocamos a distintas figuras más públicas como puede ser Julieta Venegas, Gonzalo Heredia...

Pero fueron mesas. Cosas que se pueden transmitir por streaming, colgar a YouTube o donde sea...

Es una transición que vas haciendo de a poco. No vamos a dejar de ser nunca un festival un poco elitista porque la lectura es elitista lamentablemente. Hay libros que, si querés, son menos elitistas como los best sellers y no vamos a caer en hablar sobre libros best sellers o en convocar autores de ellos que tienen la suficiente promoción, también nosotros estamos tratando de promover una lectura que nosotros creemos que te puede hacer pensar más. Pero hay una preocupación por hacerlo distinto, no es tan fácil, es muchísimo más caro. Nosotros tenemos un presupuesto absolutamente limitado, no cobramos entrada porque es imposible, todo lo hacemos con tres pesos con cincuenta. El año pasado a un autor, el avión desde Europa se lo pagamos entre cuatro -la editorial, un instituto, nosotros- era como una cosa no atada con alambre porque la hacemos bien, pero rascando. No es que tenemos posibilidad de innovar demasiado en cosas que lo hagan más vistoso, pero vamos en ese camino. Si logramos que la ley de mecenazgo nos siga pagando... Igual todos los años me pregunto si los festivales sirven para algo, sinceramente.

¿Sirve?

La respuesta termina siendo siempre que sí. Pero bueno. Y esto de ir a Uruguay, esto de fomentar cruces, yo creo que hay algo que está bueno y que va a quedar. Me parece que nuestro impacto con FILBA Escuelas es mayor, mucho más silencioso, pero somos una fundación que también nació haciendo festivales  y es una parte que también es difícil de dejar de lado si quisiéramos hacerlo, en caso de llegar a la conclusión de que no sirven para nada. Yo creo que sí sirven, pero creo que hay que ser consciente y está bueno, digamos, a mí me gusta la gente crítica con buena leche. Cada tanto llegan mails así, con críticas, y: “Muchas gracias”. A mí la palmadita en la espalda no me sirve de nada.

la pesada herencia

La conversación se extiende y llega la hora de hablar sobre política, lazos familiares y también sobre su negocio. Braun se siente librero más que presidente de un Festival, se siente un activista más que un editor. Me habla del “boom” de la ciencia ficción vernácula y de la sucursal de Eterna Cadencia que abrió hace poco en Montevideo, que lo tiene muy entusiasmado y, donde dice, no cometió los errores de principiante que tuvo al abrir su primera librería. No me contesta cuando le pregunto dónde se imagina dentro de tres años.

¿Qué significa para vos ser empresario cultural, por decirlo de alguna manera, en este contexto? 

-Eh... Primero, la palabra “empresario” a la industria de la literatura me parece que le queda como muy grande. ¿Sabés por qué?, porque hay mucha gente que te lee diciendo: “No puedo juntar la guita, no me liberan la guita” y como que creen que vos sos Rockefeller, ¿viste?, entonces dicen: “Este está pidiendo guita, mirá cómo son, piden guita”. A mí me interesa desarmar ese malentendido. Digo, a ver, yo te soy absolutamente claro, yo podría vender determinadas cosas y poner la plata del FILBA, lo podría hacer, de hecho pongo plata en el FILBA yo, le dono plata todos los meses porque quiero que funcione mejor.

¿Vas a pérdida?

Sí. Y creo que yo tengo una responsabilidad social como persona con una capacidad adquisitiva superior al promedio, que yo tengo una responsabilidad social de distribuir buena parte de mi ganancia en proyectos que están buenos para el desarrollo social. Yo no pido que me pongan plata, quiero que la política se maneje mejor. Es una cuestión que pueden decir: “Este pibe es el iluso más grande de todos”, pero yo creo que es así y no pienso transar y hacerme amigo de uno para que me den guita.

¿Sentís que te jugó en contra tu apellido?

Siempre. Siempre me jugó en contra y ahora más, digamos, porque siempre fui el ricachón que vino acá, al mundo de las letras, a hacer esto y todo lo bien que hago es por mi plata y todo lo mal que hago es porque soy un boludo. Pero bueno, hay una cuestión de clase siempre, yo nací en donde nací, no tengo la culpa pero hay gente que me va a odiar siempre por haber nacido donde nací, al principio me dolía, hoy lo entiendo.

Está la cuestión de la conquista del desierto.

No lo sé. A veces pienso que si eso no hubiese pasado y yo fuese el hijo de Constantini, digamos, me pasaría exactamente lo mismo. Vos tenés plata, venís con esto, puede haber una diferencia, sí, digamos, porque tu plata está manchada de sangre y cuestiones que pueden ser válidas, digamos, más allá de que esto pasó hace casi cien años.

Bueno, Macri es hijo de quien es, se enriqueció a costa del estado y lo votaron para presidente.

Por eso. Fue en otra época y los juzgamos con la visión de hoy, hay un montón de cosas que uno podría decir: fue mi bisabuelo... Yo no puedo cargar todo el tiempo con eso, digamos. Yo entiendo igual. Me molesta un poco que para algunos todo lo que yo haga bien es por mi posición y por mi plata. Otros aceptan que yo soy una persona y como individuo no soy mi bisabuelo. Y no vengo a lavar mis culpas. Tengo intereses y trato de ser consecuente.

¿Te blindaste contra las críticas?

Al que no le importa nada lo que le digan sobre él... O sea, ya me dejó de importar el tirambombas, obviamente la piel se te va endureciendo, pero a veces sí, a veces molesta. Pero bueno, no puedo volver a nacer en otro lugar, lamentablemente no lo puedo hacer y sinceramente yo no creo que haga un mal con lo que hago e intento. Con respecto al apellido, yo creo que en esta administración me molesta el doble, porque primero nadie deja de decirme lo que me decía antes, y ahora yo creo que el gobierno, en algún punto, con todo este tema de los Braun, se cuida hasta de no darme planta. “¿Para qué le vamos a dar a Braun esto que se lo podemos dar a otro o lo podemos ahorrar para el déficit si nos van a decir que esto se lo dimos porque es primo de Marcos Peña?”, cuando yo a Marcos Peña nunca lo vi en mi puta vida, ¿entendés? Lo vi una sola vez por Luciana Mantero que es la mujer, vinieron acá a hablar de libros y nunca más me lo crucé. Marcos Peña no tiene nada que ver con el núcleo familiar de Federico y de Miguel, es Braun y no sé qué, pero de verdad que nunca los vi, mi tío nunca los vio.

¿Y porqué imaginás que tus familiares están en la función pública?

Creo que los atrae creer sinceramente que el peronismo no va a resolver las cosas en el país y que ellos pueden revertirlo. Yo he hablado con algunos y de verdad están convencidos de que quieren hacer eso. Se que algunos funcionarios están para hacer negocios, pero no es su caso. También están los que entraron porque sintieron una última oportunidad de revertir lo que le pasa a Argentina, con la idea de que desde que la agarró el peronismo cada vez se hizo peor.

Si arrancaras de vuelta con Eterna Cadencia, con la experiencia que tenés ahora, ¿qué cambiarías?

Primero la negociación con los proveedores que me acostaron sin chupete, entré como un gil y me acostaron mal. Me vendieron en firme, con poco descuento y entré como un tarado. Estaba apurado por abrir, tenía una librería gigante y no tenía libros... pero bueno, igual un par de personas me ayudaron. Cambiaría que la librería tiene huecos que son muy apacibles para afanar libros. Me parece que hoy aprendí a ser librero, yo sinceramente no sabía nada. Yo creo que hubiese acelerado un montón de cosas, esto de Mercado Libre lo tendría que haber metido hace tres años, no hace dos meses.

En una nota decías que Amazon iba a destruir a las librerías. Pero si ofrece libros más baratos, una variedad de libros global y envío gratuito a domicilio, ¿porqué tendría el estado que proteger a las librerías? ¿Qué lo diferencia de otros oligopolios como los que funcionan en los mercados de las cervezas o del papel por ejemplo? Las librerías hablan de bibliodiversidad pero a las editoriales chicas les cobran más o igual que a las grandes. Y el estado mutis por el foro.

Lo que no me gusta es que es una empresa que le va a vender a todo el mundo. Y para hacerlo con eficiencia y gratis al público negocia demasiado fuerte, y si a las editoriales les costaba antes, si Amazon tiene todo, imaginemos. Es largo para hablar, y no se si estoy seguro de nada, pero siento que Amazon, a la larga, no le va a hacer bien al mundo.

¿En este marco cómo es el futuro de Eterna Cadencia? ¿Va a seguir vendiendo libros?

A veces pienso en reconvertirla en casi una biblioteca. Yo creo que Eterna Cadencia uno de los fuertes que tiene es el fondo que tiene, sobre todo en literatura. La veo casi como librería de usados, de buenos libros y no sé, el libro que no te sirve a vos lo traés acá, te lo compro o lo dejás en consignación y lo vendemos. Más un nodo social que un comercio consagrado a las novedades. 

Para cerrar una pregunta que hago siempre. ¿Qué opinarías de un eventual impuesto a la herencia? Tu tío Federico me dijo que estaba a favor.

Me parece que está bien. Me parece que los ricos muchas veces o casi siempre son ricos por el lugar donde nacieron y cortarle a las futuras generaciones un poco de eso, aunque igual nazcan en una buena posición, no está mal. También me parece que se podría resolver de otra manera, ¿no?, haciendo impuestos más progresivos y que a los ricos les rompan el orto y estén contentos de que les rompan el orto, como en otros países... no estaría para nada mal.

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