Andrés Manuel López Obrador se hizo conocido en México hace más de veinte años por una oratoria que supera al promedio de los políticos mexicanos. Con los años, su hablar se hizo más lento, pausado, como si pensara detenidamente cada palabra que dice. Su retórica se volvió más moderada en estilo y forma, pero no en contenido. Cuando López Obrador habla es para dar definiciones, para decir algo importante, algo que cambie el curso de los acontecimientos. Y esta característica tal vez sea principal para entender a un hombre que se autoimpuso la tarea de llevar adelante la “Cuarta transformación” de la historia mexicana.
Llamado Andrés Manuel o “El Peje” por la gente, y AMLO por los medios que escriben todos los días sobre lo que hace, mañana será el presidente constitucional número 65 de los Estados Unidos Mexicanos, y asumirá este cargo en un acto que será observado de cerca por todo el mundo. El líder latinoamericano llegó al poder en una elección histórica: 53,1% del electorado, compuesto por unos 30.033.119 votos, sacando amplia ventaja de sus competidores.
Mientras en América Latina se impone el giro a la derecha, México vota masivamente al único candidato de izquierda que tiene dentro de las opciones. ¿Qué pasó en este país, que vive a la sombra de Estados Unidos, para desoír las advertencias de sus opositores (“López Obrador va a convertirnos en Venezuela”)? Tanto en 2006 como en 2012 su propuesta estuvo en sintonía con la de otros candidatos en países como Brasil, Ecuador, Argentina, Uruguay y Venezuela, pero es recién cuando estos gobiernos se agotan y son reemplazados por sus contrapartes ideológicas que en México se impone el viento de cambio que finalmente arrasa: López Obrador se convierte en 2018 en el presidente mexicano más votado de la historia del país.
la transición
En México el presidente electo debe esperar seis meses para tomar el poder. Ese tiempo -al que llaman “la transición”- resulta largo y complejo sobre todo para un cambio de orientación política. Más que en 2001, cuando el PRI le entregó la banda presidencial al PAN, y en 2012, cuando el PAN se la devolvió, en los últimos 60 años no hubo transiciones de una fuerza a otra. Cualquier mexicano puede hablar del “dedazo”, es decir, la costumbre tácita de que el presidente designa a su sucesor -generalmente un miembro de su gabinete- y éste se convierte en el nuevo mandatario sin demasiados trámites más que una elección de la que ya todos saben cuál va a ser el final. Palabras mayores (1975), el best seller mexicano Luis Spota retrata cómo un funcionario del gabinete presidencial es designado sucesor por “dedazo”. Ese personaje, en novelas siguientes, se transforma en presidente y alimenta una saga de seis volúmenes donde se describe el funcionamiento de la maquinaria del poder político en México. Vale decir que a Spota, reeditado incansablemente, se lo lee sobre todo en los ambientes más populares: no es raro ver hombres serios de camisa manga corta y corbata (el uniforme del oficinista promedio mexicano) leyendo absortos cualquiera de estos libros en el camino de ida o de vuelta al trabajo.
Pero la transición de López Obrador no fue un dulce traspaso entre amigos. AMLO fue blanco de críticas y ataques por parte de los partidos que gobernaron México durante casi veinte años. Un período que, si bien fue ordenado en términos institucionales, pasó por varias tormentas hasta hoy, el último día antes de la toma de poder. La gente estaba ansiosa porque López Obrador comience su tan anunciada “Cuarta transformación” y una serie de temas urgentes lo obligaron a pronunciarse. Esos pronunciamientos, si bien fueron nominales, generaron un fuerte impacto en lo real.
el nuevo aeropuerto
Probablemente la polémica más intensa que despertó López Obrador fue la movida que encabezó para detener las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, cuyas siglas NAIM se convirtieron en todo un símbolo de la saliente gestión priísta de Enrique Peña Nieto. El nuevo aeropuerto comenzó a construirse en septiembre de 2015 y los vecinos de la zona -ubicada a unos 15 kilómetros de la Ciudad de México- reclamaron intensamente al gobierno que la obra traería un impacto ecológico irreversible: el lago de Texcoco, el último que queda en la región, se secaría para siempre. Para el Valle de México la pérdida sería muy dolorosa, ya que es lo que queda de un espejo de agua que en otros tiempos ofrecía las tierras más fértiles del país. El gobierno de Peña Nieto no sólo desoyó la protesta social sino que la combatió con toda clase de informes que aseguraban que el impacto ambiental no dañaría la zona. Sin embargo, el ingeniero que más intensamente luchó contra la construcción del Nuevo Aeropuerto fue asesinado en la puerta de su casa en septiembre de este año, un crimen que nunca se investigó y del que no hay culpables. En el proyecto del Nuevo Aeropuerto convergen las principales fuerzas financieras de México, desde el archiconocido empresario Carlos Slim -dueño de Telmex, la mayor telefónica del país- hasta Carlos Hank Rohn, uno de los patriarcas de la familia Hank, dueña de constructoras y mega millonarias casas de apuestas.
López Obrador pasó toda su campaña declarando que cancelaría el proyecto. Sus encendidos discursos dieron esperanza a los centenares de familias y millares de simpatizantes que, entusiasmados, le recordaron su promesa en la primera “gira de agradecimiento” que emprendió por el país apenas se oficializó su condición de presidente electo. Pero las amenazas de crisis y catástrofes económicas fueron inclementes. Las principales voces empresarias se alzaron contra la sola idea de que López Obrador cancele un proyecto en el que, se calcula, invirtieron entre 3000 y 5000 millones de dólares para conseguir tan sólo un avance del 30% del total de la obra. La primera movida del presidente electo fue asegurar que el Estado no pondría más dinero en la construcción del Nuevo Aeropuerto: de finalizarse, se haría exclusivamente con patrimonio privado. Pero mientras los empresarios le reclamaban que cumpla las promesas de los gobiernos anteriores y continúe el pacto de inversión público-privada, los activistas y, sobre todo, las bases de MoReNa, insistían en la cancelación total. Acosado por las presiones, dictaminó una solución salomónica: una consulta popular. En tiempo récord, MoReNa instaló 1073 mesas en 570 municipios del país, difundió las ubicaciones y dispuso cuatro días para que todos los mexicanos registrados para votar se expresaran sobre este asunto. Las opciones no fueron si continuar o cancelar, sino convertir al aeropuerto militar de Santa Lucía en una terminal civil internacional como opción ante la cancelación en Texcoco.
Luego de una intensa polémica, el 69% de los 748 mil mexicanos consultados eligió la opción de trasladar las obras del Nuevo Aeropuerto a Santa Lucía, también ubicado en el Estado de México, aunque más al norte. El resultado de la consulta fue tomado por López Obrador como un respaldo rotundo a la cancelación del NAIM y al día siguiente de finalizada la votación confirmó que desde su primer día como presidente cancelaría la obra.
La respuesta del “mercado” no se hizo esperar. Horas después del discurso de AMLO, el dólar batió los récords alcistas de los últimos años, sólo superado por una disparada que había ocurrido pocos días después de la victoria de Trump en EE.UU. En un país donde el valor de la divisa estadounidense está casi siempre estable la noticia impactó y generó una corrida. Las calificadoras de riesgo internacionales Fitch Ratings, Moody´s y Standard & Poor´s subieron sus notas negativas sobre México, el riesgo país comenzó una escalada de 190 a 230 puntos que todavía se mantiene y la Bolsa de Valores cayó 4,33% el día que se dio a conocer el resultado de la consulta. Sin embargo, el presidente electo no perdió la serenidad. Con el correr de los días fue reuniéndose con los empresarios vinculados a la obra, garantizándoles un lugar en las reformas que precisaría el aeropuerto de Santa Lucía, al mismo tiempo que prometió que el lago de Texcoco sería convertido en un parque natural. Su frase “Serénense” ya es una marca de estilo.
un round con los bancos
Cuando la tormenta del Nuevo Aeropuerto parecía estar apagándose y el mundo financiero estaba expectante por señales amistosas que recuperaran la confianza del capital, sucedió algo que dejó a analistas tanto propios como ajenos al círculo de López Obrador totalmente desconcertados. La bancada de MoReNa en el Senado, que desde la elección del 1 de julio se convirtió en mayoritaria, presentó un proyecto en la Cámara Alta para eliminar las comisiones que los bancos cobran a sus usuarios en concepto de consulta de saldo y retiro de efectivo. Al día siguiente, las acciones de los bancos mexicanos se desplomaron en el mundo llegando a su mínimo histórico ante el temor de perder el 30% de sus ganancias de un plumazo. La plaza bursátil local cayó un 5,33% apenas se conoció la noticia. Las acciones de Banorte, el banco más grande de México, cayeron un 12%, acompañadas de Santander, Scotiabank y BBVA, que registraron bajas del 10, 8 y 2% sólo ese día. El proyecto de Ricardo Monreal, líder de la bancada de MoReNa y uno de los aliados más firmes del presidente electo, reavivó un fuego que al momento de la toma de posesión todavía no se apaga. “Nadie puede regañarnos”, dijo Monreal ante el castigo del mercado y anticipó que continuará impulsando su iniciativa.
En este caso López Obrador tomó una actitud muy distinta. Rápidamente tomó distancia de la iniciativa de su bancada. “Ni siquiera se ha tratado en comisiones”, dijo al día siguiente de conocerse el proyecto, aclarando que “yo no bajo línea, ni siquiera envié un vocero a decir lo que pienso. Los legisladores son representantes del pueblo, nosotros garantizamos la libertad”. Las presiones continuaron y finalmente debió admitir que “en los próximos tres años no habrá cambios al sistema financiero”.
En un artículo de la revista Forbes México publicado la noche anterior a la asunción, la periodista María Fernanda Salazar Mejía indica: “La capacidad que tenga el presidente de la República para transformar sin poner en jaque su propio proyecto a manos de poderes fácticos, que llevan días mandando mensajes en la Bolsa de Valores, pondrá a prueba su destreza política y la de su equipo. Lo mismo hará su habilidad para conciliar los múltiples intereses sociales y cupulares que coexisten en el país, para cumplir su compromiso de renovar la vida pública y las instituciones, sin volverse indiferente a las expectativas sociales”.
por qué los escritores desconfían de AMLO
Tradicionalmente la Feria Internacional del Libro que se realiza anualmente en Guadalajara es un espacio de apariencia apolítica, pero este año se convirtió desde el primer día en un verdadero polo opositor a López Obrador. En su discurso inaugural el presidente de la FIL, Raúl Padilla López, criticó varias iniciativas del presidente electo que no aluden al ámbito cultural, como la creación de una Guardia Nacional, temas que nunca se habían hablado en este contexto. Además, la grilla de actividades contó con varios foros y charlas-debate sobre democracia y asuntos públicos, lo que rompió la abulia en torno a temas políticos, pero también tiñó a la FIL de un mood anti-AMLO que no pasó desapercibido.
Más allá de los intereses partidarios de Padilla López, quien participó activamente en la campaña de Ricardo Anaya –candidato del PAN–, los intelectuales mexicanos se sienten incómodos ante López Obrador y su proyecto. No es que no lo respalden: escritores reconocidos como Jorge Volpi, Alberto Chimal y Valeria Luiselli se mostraron felices de la victoria de MoReNa en las elecciones presidenciales, y al dialogar en privado con algunos de ellos, reconocen que su triunfo es beneficioso para México. Pero algunas alianzas y nombramientos durante la campaña y luego de la elección sacudieron a un campo que teme que López Obrador sea “más de lo mismo”.
La fiel Elena Poniatowska, una escritora con más de medio siglo de carrera en México, no dudó en criticar a López Obrador y distanciarse por un tiempo cuando MoReNa tejió una alianza junto al Partido Encuentro Social (PES), coalición que finalmente ganaría las elecciones. El PES es una agrupación que desde 2006 reúne a referentes de la derecha evangélica –muchas veces señalados como de “ultra derecha” – que se manifestaron tanto en el ámbito legislativo como en dichos de sus referentes contra causas que los intelectuales respaldan casi sin división, como el aborto libre o el matrimonio igualitario.
Asimismo, luego de las elecciones, la bancada de MoReNa en Diputados eligió a Sergio Mayer como presidente de la Comisión de Cultura, un nombramiento por demás polémico. Mayer es un cantante de música popular conocido por interpretar “La ventanita”, canción que en Argentina fue interpretada por el Grupo Sombras, que se lanzó de lleno a la política luego de ser la cara de diversas causas humanitarias y cuya trayectoria es considerada superficial. Los ánimos en las redes están muy caldeados, sobre todo en Twitter, donde López Obrador se convierte en trending topic por cada paso que da hacia la presidencia efectiva.
el fondo de cultura en un limbo
La polémica más fuerte en el ámbito cultural tiene nombre y apellido: Paco Ignacio Taibo II. Explotó unos días antes de la toma de poder. El reconocido escritor de novela negra, autor de la biografía novelada de Pancho Villa que cautivó al mundo y de otro medio centenar de libros, fue elegido por López Obrador para ocupar la titularidad del Fondo de Cultura Económica (FCE), un organismo del gobierno mexicano con sedes en todos los países de habla hispana y que publica miles de libros al año, probablemente el emblema central de la gestión cultural en México. La figura de Taibo resulta incómoda para los intelectuales mexicanos: su estilo coloquial y desprejuiciado, su enorme talento, su producción arrolladora, su éxito comercial y una militancia inquebrantable de izquierda lo convirtieron en un personaje polémico. Cuando AMLO lo citó para proponerle la presidencia del FCE, Taibo no sólo era un activista en favor de MoReNa sino también la cara visible del movimiento Brigada Cultural, una asociación civil que regala y vende a precios simbólicos millones de libros por año, y que organiza toda clase de actividades de reflexión en torno a la lectura y el pensamiento social y político. Paco Taibo no encaja dentro del tipo de escritor mexicano, que mira con desconfianza y cinismo la política, que se refugia en las letras, que evita las confrontaciones con colegas y personajes populares. Por el contrario, rompe los esquemas en cada aparición pública. Aún así, la designación fue bien vista entre los intelectuales, que recibieron la noticia con alegría.
Pero en el Senado, donde deben aprobar su nombramiento, el PRI y el PAN objetaron su condición de extranjero: aunque naturalizado mexicano, Taibo nació en Gijón, España, y emigró a muy temprana edad junto a su familia, que desde los primeros días fue parte de la vida pública mexicana. Y existe una ley que impide a los extranjeros ocupar cargos de gobierno. Rápidamente MoReNa se puso en marcha e impulsó los cambios para permitirle a Taibo llegar al FCE. Pero una frase desafortunada lo cambió todo.
Invitado por la FIL a presentar sus últimos libros en Guadalajara, Taibo fue consultado por su designación en el FCE. El ambiente hostil de la FIL hacia los militantes de MoReNa no colaboró para que el escritor mantenga la frialdad ante un auditorio expectante. “El lunes estaré tomando posesión del FCE gracias a la ley Francisco Javier Mina. Sea como sea, se las metimos doblada, camarada. Yo sé que me paso de lépero (N de la R: guarango), pero si algo conquistamos este julio pasado fue el derecho a llamar a las cosas por su nombre: a los culeros, culeros; a los enmascarados, enmascarados” dijo el escritor y agregó que si para el lunes las reformas a la Ley Federal de Entidades Paraestatales no pasaron, “López Obrador emitirá un edicto nombrándome encargado de despacho”. La frase tuvo dos impactos fuertes: el primero, en la comunidad homosexual y feminista rápidamente salieron a repudiar que Taibo haya usado la expresión “se la metimos doblada” y pidieron su renuncia al cargo del FCE. Por otro lado, al revelar los planes de MoReNa para brincar al Senado y ocupar el cargo aún sin la ley que lo respalde, el bloque de senadores que había firmado el dictamen para tratar la normativa anunció que retiraban la propuesta del orden del día hasta después de la toma de poseción de López Obrador. Por este escándalo, Taibo pidió disculpas rápidamente en su cuenta de Twitter pero ya la llama estaba encendida y todo indica que la oposición del PRI y el PAN endurecerá su negativa de nombrar a Taibo en FCE a raíz de este incidente.
mañana será otro día
La toma de poder de López Obrador despertó la curiosidad del mundo de la política como ninguna otra en la historia reciente de México. El país se encuentra en el centro del comercio mundial: desde hace dos décadas mantiene un histórico tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, así como pactos fuertes con la Unión Europea, China, Rusia y Mercosur. Es uno de los principales exportadores de petróleo y protagonista en la agroindustria mundial. Desde que fue elegido, "el Peje" mantiene una inesperada relación cordial con Donald Trump, al contrario del presidente saliente.
El equipo de relaciones exteriores de AMLO cursó invitaciones a toda clase de mandatarios y dirigentes del mundo, entre ellos al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien confirmó enseguida su presencia, al igual que el nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Tanto el PAN como el PRI se opusieron a que Maduro se muestre en México y organizaron protestas para que le sea retirada la invitación. AMLO fue inflexible: “Queremos amistad con todos los gobiernos del mundo”, declaró, dando por terminado el debate.
Sin embargo, debido a la reunión del G20 en Argentina, trascendió que finalmente Trump no llegará hasta México y enviará a su hija Ivanka y a su yerno Jared Kuchner. Si bien la relación de AMLO con Trump se mantiene en buenos términos a nivel personal, los vínculos políticos entre los dos países están en un momento muy delicado ya que la caravana migrante en la frontera Norte despertó viejos enfrentamientos y regresó la antigua amenaza de Trump de ampliar el muro fronterizo que impediría a los mexicanos cruzar a Estados Unidos.
Por otra parte, los pueblos originarios tienen una relación conflictiva con el gobierno de México. Los 68 grupos que componen casi 12 millones de personas jamás habían sido invitados a una asunción presidencial. López Obrador llamó a los 32 gobernadores indígenas de los estados que componen el país y ellos decidieron devolverle el gesto: luego de la toma de poder le entregarán su propio bastón de mando, confeccionado por artesanos aborígenes y que simbolizan la confianza en el nuevo presidente. A la asunción también asistirá el presidente de Bolivia Evo Morales y el propio AMLO destacó que dará su primer discurso presidencial luego de esta ceremonia, a la que puso por encima de cualquier otro homenaje.
Llegó la hora de Andrés Manuel López Obrador. Habiendo iniciado su carrera como un funcionario de tercera línea en el gobierno del PRI durante los ochenta, continuado en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), habiendo sido alcalde de México y luego tres veces candidato presidencial, se ubicó siempre en la vida política mexicana como un rara avis: un hombre de ideas fuertes pero razonamientos flexibles, en constante aprendizaje y cambio, siempre en buena sintonía con lo popular pero sin descuidar las relaciones institucionales, combinando experiencia personal con grandes proyectos sociales. Tiene por delante seis años de gobierno para concretar un sueño respaldado por más de la mitad de los mexicanos. Una tarea que en estos seis meses demasiado largos para una época hipermediática donde la ansiedad lo domina todo, ya comenzó a mostrar sus complejidades pero también su destino de convertirse en un antes y un después en la historia mexicana.