Gustavo Gutiérrez, peruano, sacerdote, teólogo, considerado por muchos el padre de la Teología de la Liberación, es un hombre de lenguaje directo, incisivo. Cada una de sus palabras está respaldada por una larga experiencia de compromiso con los grupos de base, las comunidades eclesiales y las experiencias políticas populares de su país.
¿Cómo, a través de la "Teología de la Liberación", se acerca el Evangelio a esta América Latina tan convulsionada política, social y económicamente?
-América Latina tiene preguntas y desafíos muy precisos frente a este hablar de Dios. Sobre todo si tenemos en cuenta la inmensa mayoría de la población de este continente, es decir, los pobres y oprimidos. Por lo tanto, es desde esta situación, que nos cuestionamos como cristianos qué significación tiene la pobreza, qué es lo que desde el Evangelio es posible decir sobre ella y qué expresarles concretamente a las personas que la padecen.
¿Cómo hablarles de Dios a tantos seres generacionalmente marginados, a los oprimidos?
-Ese es el punto. ¿Cómo decirles que Dios los ama cuando su realidad cotidiana es una negación al amor? Cuando el pobre experimenta la marginalidad que niega una preocupación por él, cómo decirle que Dios lo ama. Es una pregunta que desafía el quehacer de la Iglesia y naturalmente la reflexión que la acompaña, si bien ésta es la cuestión, yo pienso que en ella influyeron también, los años finales de la década del 60, con la nueva conciencia histórica que iba surgiendo en América Latina sobre la injusticia que padecen tantos pueblos hermanos. En Perú, como casi en todos nuestros países, lo histórico y cotidiano es la opresión y la represión. Esto no es nuevo, Lo nuevo es que la gente no lo acepta más. Se levanta contra la opresión y la represión. Incluso en su toma de conciencia comienza a comprender ciertas explicaciones que no coinciden con la realidad. Por ejemplo, el tema de la Doctrina de la Seguridad Nacional. ¿Acaso Stroessner no estuvo antes, continúa y seguirá estando después de esa doctrina? Por lo tanto, hay que buscar otro tipo de explicación. En todas estas búsquedas, la Teología de la Liberación se fue apuntando al lado del pueblo. Y es a partir de estos análisis que se produce la reflexión teológica que será llamada "de liberación" porque se refiere a una teología de la salvación con todas sus implicancias sociales, históricas y humanas. No otra cosa significa liberación.
¿Cómo ve usted la relación Iglesia - Estado en Latinoamérica?
-Tengo la impresión que cada vez existe menos una relación institucional o, en todo caso, será que tengo esta visión porque estoy más atento a la relación de los cristianos con los procesos de liberación. Creo que esta relación es mucho más rica desde hace ya unos cuantos años y que se incrementa en no pocos países. La participación de los cristianos en la búsqueda de una sociedad distinta, que parte desde los reclamos del oprimido del continente y se enfrenta a la actual organización económica, social y política, es una realidad que difícilmente se pueda negar u ocultar. Y, naturalmente, las cúpulas eclesiásticas tienen que tomar en cuenta esta realidad, porque el cristiano, que es también Iglesia, es el que está marcando las pautas de este cambio.
Situándonos en Perú, ¿de qué sectores provienen las mayores críticas a la Teología de la Liberación?
-Predominantemente de políticos y periodistas. Ciertos núcleos de políticos comparten este famoso documento de Santa Fe, en el que los expertos de Ronald Reagan, que trabajaban en su primera campaña presidencial, señalaron que la Iglesia latinoamericana y en especial la Teología de la Liberación eran un serio problema para la política norteamericana. Por su parte, los medios de comunicación, que levantan críticas, son los que responden a estos sectores políticos. En todo caso, estas posiciones no son más extremas que las que se asumen en otros países.
¿Qué opina usted sobre las conclusiones elaboradas sobre la Teología de la Liberación en el último sínodo?
-El tema se trató, al parecer, en algunas intervenciones pero no figura en su texto final. En este sínodo se debatió, fundamentalmente, sobre el Concilio Vaticano II y sobre cómo se presenta el mundo de hoy en relación a la Iglesia. De cualquier forma, en su texto final, que personalmente me parece excelente, existe un punto que dice: “después del Vaticano II, la Iglesia ha sido más consciente de la opción preferencial por los pobres". Esto es una manera de reconocer que los hechos posteriores a ese Concilio han hecho recapacitar sobre la realidad de los humildes y que los principales aportes en ese sentido han venido de la Iglesia latinoamericana y su nueva teología.
¿Se podría decir que esa mención subraya el primer aporte de elaboración teológica surgido desde Latinoamérica, ya que los centros ocupados en estos estudios en los últimos siglos, estaban situados en Europa y Estados Unidos?
-Por supuesto, y ya que lo mencionó, quiero hacer hincapié en los intentos de la Iglesia por desarrollar trabajos teológicos fuera de esos clásicos centros mencionados. Así como en los últimos años surgieron en América Latina, también los hay en África y en algunos países asiáticos En nuestro caso, el primer esfuerzo de este trabajo surgió de comprobar que la cuestión teológica tiene que seguir muy de cerca la vida de una Iglesia, y que no es posible que una elaboración teológica hecha en otro contexto se aplique mecánicamente en otra sociedad distinta. No niego importancia a los aportes de una teología nacida, por ejemplo, en Europa, pero sí afirmo que es imposible aplicarla rígidamente a una sociedad tan distinta como la nuestra.
Veamos el análisis marxista dentro del marco de la Teología de la Liberación.
-En nuestra reflexión teológica, la pobreza real nos interesa y necesitamos conocerla. Conocerla no es sólo describirla, sino también descubrir sus causas para intentar remediarla. Ahora bien, en el estudio necesito de instrumentos que en este caso son las ciencias sociales. Y en las ciencias sociales contemporáneas desarrolladas en América Latina existen nociones que provienen del marxismo, así como en la psicología contemporánea hay capítulos que vienen de Freud. O sea que la Teología de la Liberación utiliza en la parte de análisis de la realidad social, las ciencias sociales que ya incluyen estudios marxistas desde bastante antes que nos ocupáramos de nuestra reflexión teológica.
Concretamente, la Teología de la Liberación no hace uso del análisis marxista.
-Así es. Y digo más, en los primeros años nos servimos, para comprender la realidad social latinoamericana, de aquello que se llama la teoría de la dependencia.
¿Originada en el Centro de Estudios para América Latina?
-Correcto, y que es una teoría que no pocos marxistas la calificaron de antimarxista. Es decir, la Teología de la Liberación para su capítulo sobre realidad social, ha investigado entre otras corrientes de las ciencias sociales la marxista, así como también ha estudiado la teoría de la dependencia calificada como no marxista.
¿Tampoco se puede hablar de un intento de acercamiento, entre la nueva teología y el marxismo?
-Si hay algo que está lejos en la perspectiva de nuestra reflexión y no sólo desde hoy sino a partir de su nacimiento, es ese acercamiento al marxismo. No existe síntesis entre Teología de la Liberación y marxismo. Es absurdo pensar en eso.
¿Qué opinión le merece el libro de Frei Betto, "Fidel y la religión"?
-Es muy interesante. Me ha interesado como la posición de un marxista frente a un cristiano y sobre todo porque Fidel Castro responde con amplitud e interés, marcando también sus diferencias y distancias, claro está. Creo que para la iglesia cubana, que hace unos meses tuvo un encuentro muy importante, ese libro tiene un valor significativo porque incluso en él se hace una crítica a cierta manera estrecha de tratar el tema religioso dentro del Partido Comunista Cubano. Si bien yo tuve una sorpresa agradable en la lectura de muchos puntos de la entrevista, imagino que la sorpresa será mayor para no pocos miembros de ese partido.
Usted está trabajando ahora en un libro sobre Fray Bartolomé de las Casas, relacionado con los 500 años de cristianismo en América Latina.
-En efecto. Considero que fue un hombre impresionante: en el siglo XVI tener la pupila cristiana de ver en el indio más que a un pagano, a un pobre, es asombroso, más aún si recordamos que lo típico del misionero era encontrarse con alguien no cristiano y calificarlo de infiel. Las Casas, en sus escritos, ha dejado constancias bellísimas como: "yo aquí lo que tengo que hacer en primer lugar es evangelizar a los cristianos" o también: "más vale un indio pagano pero vivo, que un indio cristiano pero muerto". Claro, había -y eran una pandilla de hampones- quienes sostenían que la manera de cristianizar era haciendo la guerra, primero liquidar a los indios y recién bautizar a los que quedaban. Fray Bartolomé de las Casas se opuso bravamente a esto, todo el tiempo que pudo.
Entonces, habría que hacer una celebración crítica de la evangelización que vino con el descubrimiento de América.
-Por supuesto. Sería lamentable hacer una celebración triunfalista cuando se cumplen los 500 años y al mismo tiempo creo que debería servir para re-pensar la historia de nuestro continente. Saber en su totalidad, que la entrada del Evangelio tuvo un costo humano impresionante. Esto no se puede negar. Es necesario mirar hacia esa realidad de nuestro pasado tal como sucedió. Existen suficientes testimonios, que dejaron constancia de la cantidad de muertos que padeció la población indígena debido a la evangelización. También es cierto que valores importantes para la humanidad se hicieron presentes a través de costos humanos. Pienso que los hechos históricos son muy ambiguos, la ambigüedad de tantos acontecimientos históricos. Yo mismo vivo esa ambigüedad: tengo sangre de quienes fueron matados durante la evangelización y al mismo tiempo soy cristiano En mi conviven la tradición de un pueblo que sufrió las matanzas y la aceptación de una fe que llevo con alegría y convicción Entonces, creo que lo más triste sería una celebración triunfalista como si no hubiera pasado nada que lamentar.
Sobre las ambigüedades, tenemos el caso de muchos sacerdotes que conviven directamente con los protagonistas reales que padecen opresión y represión. Y en esa mancomunión no pocos comprendieron que una de las formas de sacudir el sometimiento es la lucha armada junto al pueblo.
-La respuesta más honesta que puedo dar es la de mi compromiso personal. Considero que trabajar a nivel de evangelización tiene una real incidencia en el mundo político, social y económico. Este aporte es una contribución importante a la liberación de los pueblos. Es en el que yo trabajo y en esto me quedo. Hablando de mí, exclusivamente, pienso que soy más eficaz para la liberación de mi pueblo en esta tarea que en otras que bien pueden cubrir quienes para ellas estén capacitados. Por supuesto, soy el primero en decirle a la gente que la violencia institucionalizada es contraria a la voluntad de Dios y en saber que un pueblo pobre, que al mismo tiempo es creyente y que toma conciencia de que Dios no quiere la situación de miseria en que vive, su levantamiento en contra del sometimiento adquiere una fuerza histórica impresionante. Este es un terreno muy serio y muy delicado en el que nadie puede decir, de tal forma hay que actuar. Ni yo mismo. Y diría otra cosa, cada vez siento más que este punto no se puede responder teóricamente. En su momento muchos sacerdotes que conocí tampoco respondieron teóricamente. Cuando se presentó la ocasión dieron la respuesta necesaria. La única que cabía. En el camino varios perdieron la vida y por ellos yo guardo un profundo respeto.
Fotos al ejemplar de la revista original: Jazmín Tesone.