Fernando Pessoa: el indisciplinador de almas | Revista Crisis
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Fernando Pessoa: el indisciplinador de almas
En 1973, la Crisis #8 publicaba un nutrido artículo para ampliar la divulgación en castellano del poeta portugués. Entre heterónimos y una biografía repleta de cruciales viajes, una selección de poemas traducidos y en su idioma original para entrar o reencontrarse con su vasta obra.
18 de Marzo de 2022

 

Antiguos navegantes tenían una frase gloriosa: "Navegar es necesario; vivir no es necesario". Quiero para mí el espíritu de esta frase, adaptada su forma a lo que soy: Vivir no es necesario; lo necesario es crear.

Así, lndisciplinador de almas, llamó a Fernando Pessoa otro poeta portugués -Jorge de Sena-. Su obra es la fuente en la que aún hoy se nutren el asombro y la admiración de quienes, como Ezra Pound, no vacilan en situar a Pessoa entre los protagonistas fundamentales de la poesía contemporánea.

Esa obra, que Pessoa comienza a desplegar bajo su propio nombre, terminó ramificándose en los de Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos -sus heterónomos-. Estos no fueron seudónimos a los que recurrió Pessoa para extender su producción literaria, sino perspectivas diferentes de la suya propia, de la que él reconocía como propia en sentido estricto, y a través de las cuales trazó poéticamente el perfil contradictorio, múltiple, del hombre de nuestro tiempo.

Este informe, el primero en su género que se consagra en Latinoamérica a Fernando Pessoa, quiere ampliar la difusión de su obra en castellano, labor que, entre nosotros y en la década pasada, iniciaron Octavio Paz y Rodolfo Alonso.

El trabajo que presenta en este número ha sido especialmente preparado por Santiago Kovadloff, a quien, asimismo, pertenecen las versiones de los poemas y textos en prosa de Fernando Pessoa.

 

Biografía

1888 - 13 de junio- Nace Fernando Antonio Nogueira Pessoa en Lisboa.

1889 - Fecha del supuesto nacimiento de Alberto Caeiro. - 15 de octubre- Fecha del supuesto nacimiento de Álvaro de Campos

1893 - 15 de julio - Fallece Joaquim de Seabra Pessoa, padre de Fernando Pessoa, a los 43 años de edad.

1895 - Se casan su madre, María Magdalena Pinheiro Nogueira Pessoa con el comandante Joao Miguel Rosa, padrastro del poeta.

1896 - 6 de enero - Parten, hacia África del Sur, Fernando y su madre, a fin de reunirse con el coronel Rosa, que se desempeñaba, desde el añ0 anterior como cónsul Interino de Portugal en Durban.

1901 - Datan de este año los primeros poemas de Fernando Pessoa. Están escritos en inglés. Visita en agosto Portugal.

1904 - Es admitido en la Universidad del Cabo de Buena Esperanza. Lee a Milton, Byron, Shelley, Keats, Tennyson y Poe. Conoce a Pope y a su escuela. Lee a Carlyle. Escribe poesía y prosa en inglés.

1905 - Retorna a Lisboa solo para iniciar allí la cerrera de Letras.

1907 -Abandona su carrera universitaria. Decide instalar una tipografía. Abre sus puertas bajo el nombre de "Empresa Ibis - Tipografía Editora - Oficinas a Vapor". Muy poco después la empresa fracasa.

1908 - Entra el periódico Comércio como corresponsal extranjero.

1911 -Comienza a traducir al portugués poetas ingleses y franceses.

1912 - Fernando Pessoa concibe a su heterónomo Ricardo Reis.

1914 - 8 de marzo - Surge Alberto Caeiro. Campos escribe su "Oda Triunfal". -16 de Junio - Escribe su primer poema Ricardo Reis. - 13 de Julio - En una carta dirigida a su amigo Mário de Sá-Carneiro asegura haber alcanzado el período central de su madurez literaria.

1915- abril - Sale el primer número de la revista Orfeo, órgano de la vanguardia artística y cultural portuguesa de la época y en cuyo segundo número publicó Femando Pessoa (julio de ese año) la "Oda Marítima". - Noviembre - Mes en que posible- mente ocurrió la muerte de Alberto Caeiro.

1916 - enero - Piensa establecerse como astrólogo en Lisboa. - setiembre - Se anuncia la salida del número 3 de Orfeo, que no llega a aparecer. Pessoa pensaba publicar allí sus poemas ingleses.

1918 - Publica en inglés, sus 35 Sonnets. - 19 de setiembre - El suplemento literario del Times, de Londres. y el Glasgow Herald se refieren, en notas críticas, a los poemas ingleses de Fernando Pessoa.

1919 - Ricardo Reis, monárquico, parte hacia Brasil, repudiando la revolución republicana que tomó el poder en Portugal en 1910.

1921 - Pessoa publica por sus propios medios sus English Poems.

1923 - Publica en la revista Contemporánea tres poemas en francés: "Trois Chansons Mortes". En esa publicación dará a conocer también artículos y poemas de Álvaro de Campos.

1924 - Se inicia en Francia el movimiento surrealista.

1925 - Fallece la madre del poeta.

1926 - agosto - Fernando Pessoa solicita registro de Invención de un Anuario Indicador Sintético, por Nombres o cualquier otra Clasificación. Consultable en cualquier Lengua. - Comparte la dirección de una Revista de Comercio y Contabilidad.

1927 - 8 de abril - En el número 3 de la revista Presença de Coimbra, el poeta José Régio publica el artículo "La generación modernista", primera referencia crítica de la nueva generación al " Maestro" Fernando Pessoa.

1933 - Atraviesa por un período de profunda neurosis que desemboca en una grave crisis.

1934 - 31 de diciembre - Su libro Mensagem obtiene el segundo puesto en el concurso nacional de literatura organizado por la Secretario de Propaganda Nacional.

1935 - 29 de noviembre - Es internado, con un cólico hepático, en el hospital de San Luis, Lisboa. - 30 de noviembre - Muere en ese mismo hospital. a los 48 años de edad.

 

poema en línea recta

Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.

Todos mis conocidos fueron campeones en todo.

Y yo. que fui ordinario. inmundo, vil,

un parásito descarado,

un tipo imperdonablemente sucio

al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;

yo que fui ridículo, absurdo,

que me llevé por delante las alfombras de la formalidad,

que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,

que recibí insultos sin abrir la boca

 y que cuando la abrí fui más ridículo todavía;

yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,

yo que sentí los guiños de los changadores,

yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,

que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos,

yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,

me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.

La gente que conozco y con quien hablo

nunca cayó en ridículo, nunca sufrió un Insulto,

nunca fue sino príncipe - todos ellos príncipes- en la vida...

¡Ah, quién pudiera oír una voz humana

que confiese no un pecado! sino una infamia;

que cuente no una violencia sino una cobardía!

Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.

¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez

¡Oh príncipes, mis hermanos!                                                  

[fue vil?

¡Basta, estoy harto de semidioses!

¿Dónde está la gente de este mundo?

¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?

Admitirán que las mujeres no los amaron,

aceptarán que fueron traicionados - ¡pero ridículos nunca! –

y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,

¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?

Yo que fui vil, literalmente vil,

vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

 

Nunca conhecí quem tivesse levado porrada,

Todos os meus conhecidos tem sido campeões em tudo,

E eu, tantas vezes reles, tantas vezes porco, tantas vezes vil,

Eu tantas vezes irrespondivelmente parasita,

indesculpavelmente sujo,

Eu, que tantas vetes não tenho tido paciência para tomar banho,

Eu, que tantas vezes tenho sido ridículo. Absurdo,

 Que tenho enrolado os pés publicamente nos tapetes das etiquetas,

Que tenho sido grotesco, mesquinho, submisso e arrogante.

Que tenho sofrido enxovalhos e calado,

Que cuando não tenho calado, tenho sido mais ridículo ainda:

Eu, que tenho sido cómico ás criadas de hotel,

Eu, que tenho sentido o piscar de olhos dos mocos de fretes,

Eu, que tenho feito vergonhas financeiras, pedido emprestado sem pagar,

Eu que, quando a hora do soco surgiu, me tenho agachado

Para fora da possibilidade do soco:

Eu, que tenho sofrido a angústia das pequenas coisas ridículas,

Eu verifico que não tenho par nisto tudo neste mundo,

Toda a gente que eu conheço e que fala comigo

Nunca teve um acto ridículo, nunca sofreu enxovalho,

Nunca foi senão príncipe - todos eles príncipes – na vida ...

Quem me dera ouvir de alguém a voz humana

Que confessasse não um pecado, mas uma infâmia:

Que contasse, não uma violência, mas uma cobardia!

Não, são todos o Ideal, se os oico e me falam.

Quem há neste largo mundo que me confes.se que uma vez fo1 vil?

Ó príncipes, meus Irmãos

Arre, estou farto de semideusesl

Onde á que há gente no mundo?

Então sou só eu que é vil e erróneo nesta terra?

Poderão as mulheres não os terem amado.

Podem ter sido traídos - mas ridículos nunca!

E eu que tenho sido ridículo sem ter sido traído,

Como posso eu falar com os meus superiores sem titubear?

Eu, que tenho sido vil. literalmente vil,

Vil no sentido mesquinho e infame da vileza.

 

autopsicografía

El poeta es un fingidor.

Finge tan profundamente

Que hasta finge que es dolor

El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe

Sienten, en el dolor leído,

No los dos que el poeta vive,

Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,

Distrayendo a la razón,

Ese tren sin real destino

Que se llama corazón.

 

O poeta é um fingidor.

Finge tão completamente

Que chega a fingir que é dor

A dor que deveras sente.

E os que leem o que escreve.

Na dor lida sentem bem,

Não as duas que ele teve,

Mas só a que eles não têm.

E assim nas calhas de roda

Gira a entreter a razão,

Case comboio de corda

Que se chama o coração

 

poema xxiv

Lo que vemos de las cosas son las cosas.

¿Por qué veríamos una cosa si en su lugar hubiera otra?

¿Por qué ver y oír serían eludirnos

Si ver y oír son ver y oír?

Lo esencial es saber ver,

Saber ver sin ponerse a pensar,

Saber ver cuando se ve, Y no pensar cuando se ve,

Ni ver cuando se piensa.

Pero eso (¡ay de nosotros que traemos el alma vestida!)

Eso exige un estudio profundo,

Aprender a desaprender.

Terminar con la libertad de aquel convento

Que según los poetas tiene a las estrellas por monjas eternas

Y a las flores por penitentes fervorosas de un solo día,

Pero donde, al fin de cuentas, las estrellas no son sino estrellas

Y las flores no son más que flores,

Siendo por eso que las llamamos estrellas.

 

O que nós vemos das coisas sio as coisas.

Porque veríamos nós urna coisa se houvesse outra?

Porque é que ver e ouvir seria iludirmo-nos

Se ver e ouvir são ver e ouvir?

O essencial é saber ver,

Saber ver sem estar a pensar.

Saber ver quando se vê,

 E nem pensar quando se vê,

Nem ver quando se pensa.

Mas isso (triste de nós que tratemos a alma vestida!),

lsso exige um estudo profundo,

Uma aprendizagem de desaprender

E urna sequestração na liberdade daquele convento

De que os poetas dizem que as estrelas são as freiras eternas

E as flores as penitentes convictas de un só dia,

Mas onde afinal as estrelas não são senão estr61es

Nem as flores senão flores.

Sendo por isso que lhes chamamos estrelas e flores.

 

ya sobre la frente vana...

Ya sobre la frente vana se me encanece

El cabello del joven que perdí.

Mis ojos brillan menos.

Ya no merece besos mi boca.

Si aún me amas, por amor no ames:

Me traicionarás conmigo.

 

Já sobre a fronte vá se me acinzenta

O cabelo do Jovem que perdí.

Meus' olhos brilham menos.

Já não tem Jus a beijos minha boca.

Se me ainda amas, por amor não ames:

Traíras-me comigo.

 

pessoa explica el origen de sus heterónomos

Campos no es un seudónimo. como no lo son tampoco Caeiro, Reis y algunos otros apellidos que aparecen al pie de aquellas composiciones poéticas y textos en prosa en los que Fernando Pessoa no estampó su propio nombre. Se trata, en cambio, de heterónomos. El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española nos brinda una interpretación sugestiva de la palabra heterónomo: "Del gr. éteros. otro, y hómos. ley, costumbre. Adj. Dícese del que está sometido a un poder extraño que le impide el libre desarrollo de su naturaleza" (19° ed, página 704. 1970, Madrid).

Pessoa, en su paradójico estilo, caracteriza al heterónomo como siendo " el autor fuera de su persona". Mientras el seudónimo es un apelativo distinto al del autor y del cual éste se vale para manifestar, bajo un nombre ficticio, una personalidad que acepta como propia y verdadera, el heterónomo es o quiere ser el nombre de alguien que habitando al autor pero no siendo él mismo, lleva, por eso, un nombre distinto al de aquél. Cada una de estas personalidades impropias compuso, empero, con las restantes ese complejo y fascinante espíritu de nuestro tiempo que fue Fernando Pessoa.

Transcribimos a continuación la carta que Pessoa dirigiera a Adolfo Casais Monteiro el 13 de enero de 1935. En ella explica el origen de su heteronomia. "Paso ahora a responder su pregunta sobre la génesis de mis heterónomos. Vamos a ver si lag ro explicarme totalmente.

"Comienzo por la parte psiquiátrica. El origen de mis heterónomos es el hondo síntoma de mi histeria. No sé si soy simplemente histérico o si, más exactamente. soy un histérico-neurasténico. Me inclino por esta segunda hipótesis, porque hay en mi fenómenos de abulia que le histeria, propiamente dicha, no encuadra en el registro de sus síntomas.

"Sea como fuere, el origen mental de mis heterónomos está en mi tendencia orgánica y constante a la despersonalización y a la simulación. Estos fenómenos - felizmente para mí y para los demás-- se cristalizaron en mi mente: quiero decir que no se manifiestan en mi vida práctica. ex1erior y de relación con mi gente; estallan hacia adentro y sólo yo los vivo. Si yo fuese una mujer --en la mujer los fenómenos histéricos irrumpen en forma de ataques o cosas parecidas- cada poema de Álvaro Campos (el más histéricamente-histérico en mí) sería motivo de alarme para el vecindario. Pero soy hombre - y en los hombres la histeria asume, generalmente, aspectos mentales: de modo que todo termina en silencio y poesía ...

"Esto explica, tanto bien que mal, el origen orgánico de mi heteronomia. Voy a relatarle ahora la historia directa de mis heterónomos. Comienzo por aquellos que murieron, algunos de los cuales ya no recuerdo pues yacen perdidos en el pasado remoto de mi Infancia casi olvidada.

"Desde niño fui propenso a crear a mi alrededor un mundo ficticio, a rodearme de amigos y conocidos que nunca existieron. (No sé, entendámonos, si no existieron o si soy yo quien no existe. En estas cosas. como en todas, no debemos ser dogmáticos.) Desde que me sé un yo, recuerdo haber fijado mentalmente. con sus correspondientes figuras, movimientos, caracteres e historias, varios personajes irreales que eran para mí tan visibles y míos como las cosas que forman parte de lo que designamos, quizá abusivamente, vida real. Esta tendencia. que me domina desde que me recuerdo como un yo, me ha acompañado siempre. modificando en parte la melodía con que me encanta, pero manteniendo siempre Intacta su fuerza de encantamiento.

 "Así es como recuerdo al que me parece que fue mi primer heterónomo, o mejor, mi primer conocido Inexistente un cierto Chevalier de Pas de mis seis años. en cuyo nombre yo escribía, cartas suyas dirigidas a mí mismo: su figura, no totalmente brumosa, conquista todavía aquella una de mis afectos que linda con la nostalgia. Recuerdo, con menor nitidez, otra figura cuyo nombre he olvidado y que también era la de un extranjero y. no sé en qué, rival de Chevalier de Pas...

"¿Cosas que ocurren a todos los niños? Seguramente -o quizá-, Pero fue tal la intensidad con que viví esas figuras. que aún hoy las vivo; tanto las recuerdo que debo realizar un gran esfuerzo para darme cuenta de que no fueron realidades.

"Esta tendencia a crear en mi otro mundo. Igual a éste pero con otra gente, nunca abandonó mi imaginación; atravesó varias etapas, entre las cuales ésta, producida ya en la madurez. De repente se me ocurría algo, algo que, por un motivo u otro, resultaba absolutamente ajena a quien soy o a quien supongo que soy. Inmediatamente. espontáneamente, exteriorizaba esa ocurrencia, atribuyéndosela a cierto amigo mío cuyo nombre inventaba, cuya historia añadía y cuya figura --cara, estatura. traje y gesto- en seguida veía yo ante mí. Así fue como encontré y divulgué varios amigos y conocidos que nunca existieron pero que, aún hoy, a casi treinta años de distancia, oigo, siento y veo. Repito: oigo, siento. Veo…  Y extraño.

"Recién empiezo a hablar -y escribir a máquina es para mí hablar- y ya se me traba el teclado. ¡Perdóneme toda esta charla, Casais Monteiro! Voy a entrar de una buena vez en la génesis de mis heterónomos literarios. que es lo que al fin de cuentas a usted le interesa. En todo caso, lo que arriba queda dicho lo da a usted la historia de la madre que los dio a luz.

"Allá por 1912, salvo error (que nunca puede ser grande), tuve la idea de escribir unos poemas de índole pagana. Esbocé algo en verso irregular (no en el estilo de Álvaro de Campos, sino en un estilo de regularidad intermedia), y abandoné el asunto. Con todo, y envuelto en penumbra, adivinaba en mí el semblante vago de la persona que estaba haciendo aquello. (Había nacido, sin que yo lo supiera, Ricardo Reis).

Un año y medio o dos después, pensé en hacerle una broma a Sá-Carneiro - Inventar un poeta bucólico, de carácter complejo, y presentárselo, ya no recuerdo cómo, Inscripto en alguna forma de realidad. Durante varios días me empeñé en elaborar el Poeta. pero nada conseguí. Un día en el que finalmente me había dado por vencido - fue el 8 de marzo de 1914- me acerqué a una cómoda alta y, tomando un manojo de papeles, comencé e escribir de pie, como escribo siempre que puedo. Escribí más de treinta poemas seguidos, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiría definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro Igual. Empecé con un título -"El cuidador de rebaños"-, y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, a quien, desde un primer momento, di el nombre de Alberto Caeiro. Perdóneme el absurdo de la frase: había aparecido en mí mi maestro. Fue ésa la sensación Inmediata quo tuve. Y tanto fue así que, una vez escritos esos treinta y tantos poemas, tomé inmediatamente otro papel y escribí, también uno tras otro, los seis poemas que constituyen la " Lluvia Oblicua", de Fernando Pessoa. Inmediata y completamente...  Fue el regreso de Fernando Pessoa - Alberto Caeiro a Fernando Pessoa propiamente dicho-. O mejor fue la reacción de Fernando Pessoa contra su inexistencia como Alberto Caeiro. “Apareció Alberto Caeiro, traté en seguida de descubrirle instintiva y subconscientemente- algunos discípulos. Arranqué de su falso paganismo el Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre y lo ajusté a sí mismo, porque a esa altura ya lo veía. Y de repente, y en derivación opuesta a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo Individuo. Arrolladoramente y escrita a máquina, sin enmiendas ni interrupciones, surgió la "Oda Triunfal" de Álvaro de Campos -la oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene.

Creé, entonces, una coterie inexistente. Fijé todo aquello en moldes verosímiles. Gradué las influencias, conocí las amistades, oí, dentro de mí, las discusiones y divergencias de criterio, y en todo esto me parece que yo, que fui el creador de cuanto le digo, nada tuve que ver con ello. Como si todo hubiese ocurrido independientemente de mí: y aún hoy así lo siento. Si algún día llego a publicar la discusión estética entre Ricardo Reis y Álvaro de Campos, verá usted qué diferentes son y cómo me superan en esa materia. [ ... ]

Unas palabras más sobre esto. . . Yo veo, en el espacio incoloro pero real del sueños, los rostros, los gestos, de Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Fijé sus edades y construí sus vidas. Ricardo Reis nació en 1887 (no recuerdo el día ni el mes, pero en algún lado los tengo anotados), es oriundo de Porto, médico, y actualmente está en Brasil. Alberto Caeiro nació en 1839 y murió en 1915: nació en Lisboa, pero vivió casi toda su vida en el campo. No tuvo profesión y careció casi completamente de educación. Álvaro de Campos nació en Tavira, el día 15 de octubre de 1890 (a la 1.30 de la tarde según dice Ferreira Gomes: y es verdad, ya que hecho el horóscopo correspondiente a esa hora. los datos coinciden con sus características). Como usted sabe, Campos es ingeniero naval (graduado en Glasgow). pero ahora está en Lisboa, inactivo. Caeiro era de estatura media y, aunque realmente frágil (murió tuberculoso). no parecía serlo tanto como en verdad lo era. Ricardo Reis es un poco, pero muy poco, más bajo, más fuerte, más seco. Álvaro de Campos es alto (1.75 de altura, dos centímetros más que yo), delgado y con una leve tendencia a curvarse. Todos ellos tienen cara afeitada -Caeiro rubio, sin color, ojos azules: Rels. moreno mate: Campos, entre blanco y moreno, con un tipo que sugiere vagamente el del judío portugués, si bien su cabello es lacio y habitualmente peinado con raya al costado, usa monóculo. Caeiro, como le dije, no recibió prácticamente ninguna educación -sólo Instrucción primaria-: perdió muy pronto a sus padres y vivió siempre de una renta muy modesta. Compartió su casa con una tía vieja, tía-abuela. Ricardo Reis, educado en un colegio de jesuitas, es, como también le dije, médico: vive en Brasil desde 1919, pues se expatrió espontáneamente por ser monárquico; es un latinista de escuela y un semi-helenista por educación autodidacta. La educación secundaria de Álvaro de Campos fue vulgar: después lo enviaron a Escocia para que estudiara ingeniería, primero mecánica y después naval. Estando de vacaciones, realizó el viaje al Oriente del que resultó el poema "Opiario". Aprendió latín con un tío de Beira que era cura. ''¿Cómo escribo en nombre de los tres? ... Caeiro, por pura e inesperada inspiración; sin saber ni calcular qué irá a decir. Ricardo Reis, después de una deliberación abstracta, que súbitamente se concreta en una oda. Campos, cuando siento un súbito deseo de escribir y no sé, sin embargo, qué. (Mi semi-heterónomo Bernardo Soares que, por lo demás, se parece en muchas cosas a Álvaro de Campos, aparece siempre que estoy cansado y somnoliento, cuando están en mí como suspendidas las cualidades del razonamiento y la inhibición: su prosa es un constante devaneo. Es un semi-heterónomo porque, aunque su personalidad no es la mía, no difiere empero de ello: es, respecto de ésta, una simple mutilación. Soares soy yo menos el razonamiento y la afectividad. Su prosa, a no ser por lo que el razonamiento infunde de tenue a la mía, es Igual a ésta: también el portugués es el mismo. En cambio, Caeiro escribía mal en portugués. Campos. razonablemente, pero con lapsus como decir (por ejemplo) ''yo propio"' en vez de "yo mismo", etcétera. Reis, mejor que yo, pero con un purismo que considero exagerado. Lo difícil para mí es escribir la prosa de Reis - todavía inédita- o la de Campos. La simulación en verso es más fácil. Incluso porque es más espontánea”.

 

alvaro de campos habla de alberto caeiro

No menos valiosa y fascinante que la producción poética de Fernando Pessoa y sus heterónomos, es su obra en prosa; -vasta y diversificada, en el caso de Pessoa: breve e incisiva en Reis y Campos. A ella pertenecen las páginas con que Ricardo Reis prologó la obra en verso de Alberto Caeiro; Álvaro de Campos, la de Reis, y éste la de Campos. En una carta que dirigió a Adolfo Casais Monteiro (cuyos fragmentos centrales difunde este mismo número de CRISIS). Pessoa le informa que piensa redactar la discusión estética que sostuvieron Campos y Reis: discusión que permitirá ver -dice- lo distintos que son entre sí y lo poco que él mismo (Pessoa) tenía que ver " en todo eso". Lamentablemente. Femando Pessoa murió sin poder concretar su proyecto.

Transcribimos a continuación algunas páginas de Álvaro de Campos sobre su "maestro" Alberto Caeiro- de quien, por lo demás, también se reconocieron discípulos Ricardo Reis y Fernando Pessoa. El texto de Campos forma parte del Epílogo que el autor de la "Oda marítima" redactó para la obra de Alberto Caeiro.

Mi maestro Caeiro no era pagano: era el paganismo. Ricardo Reis es pagano, Antonio Mora es pagano, yo soy pagano; incluso Fernando Pessoa sería pagano si no fuera un ovillo envuelto hacia el lado de adentro. Pero Ricardo Reis es pagano por carácter, Antonio Mora es pagano por inteligencia, yo soy pagano por rebeldía, o sea, por temperamento. En Caeiro no había explicación para el paganismo: había consustanciación. Voy a definir esto de la manera en que se definen las cosas indefinibles, -por la cobardía del ejemplo-. Una de las cosas que con mayor nitidez nos sacuden en la comparación entre nosotros y los griegos es la ausencia del concepto de infinito, la repugnancia por lo Infinito, entre los griegos. Pues bien, mi maestro Caeiro tenía justamente ese mismo inconcepto. Voy a contar, creo que con gran exactitud, la conversación asombrosa en que me lo reveló.

 

Mi vida sentada, estática, reglamentada y revisada!

En el mar, en el mar, en el mar, en el mar.

¡eh! lanzar al mar, al viento, a las olas,

mi vida!

Salar mi paladar con espuma arrojada por los vientos

de los grandes viajes.

¡Fustigar con agua restallante las carnes de ml aventura,

empapar en los fríos oceánicos los huesos de mi existencia,

flagelar, cortar, azotar con vientos, soles y espumas

mi ser ciclópeo y atlántico,

más nervios retorcidos como trenzas,

lira en las menos del viento!

 

¡Sí, sí, sí! ¡Crucificadme en las travesías

y mis espaldas gozarán mi cruz!

¡Atadme a los viajes como a postes

y la sensación de los postes penetrará mi columna

y yo habré de sentirlos en un vasto espasmo pasivo!

¡Haced de mí lo que querais, pero en los mares,

sobre cubiertas, al son de las olas,

partidme, matadme, heridme!

Lo que quiero es llevar a la Muerte

un alma empapada de Mar,

ebria de cosas marinas,

tanto de marineros, como de anclas y cabos,

tanto de las costas lejanas como del rugido de los vientos,

tanto de lo Lejano, como del Muelle, tonto de los naufragios

como de las apacibles travesías comerciales,

tanto de mástiles como de olas,

llevar a la Muerte con dolor, voluptuosamente,

un vaso lleno de sanguijuelas chupando, chupando,

de extrañas verdes absurdas sanguijuelas marinas!

¡Haced trenzas: con mis venas!

¡Amarras con mis músculos!

¡Arrancadme la piel, clavadme en las quillas!

¡Que yo pueda sentir el dolor de los clavos y nunca dejar de sentir!

¡Haced de mi corazón un pendón de almirante en el Instante guerrero de los viejos barcos!

¡Arrastrad con vuestros ples por las cubiertas mis ojos arrancados!

¡Rompedme los huesos contra los murallones!

¡Fustigadme atado a los mástiles, fustigadme!

¡Hacia todos los vientos de todas las latitudes y longitudes

derramad mi sangre sobre las aguas

que cruzan el barco, el combés de lado a lado

en las arremetidas furiosas de las tormentas!

¡Tener la audacia al viento de la lona de las velas!

¡Ser como el silbido de los vendavales en les atalayas altas!

¡Vieja guitarra del Fado de los mares colmados de peligros,

canción para que los navegantes la oigan y jamás la repitan!

 

Ah seja como for, seja por onde for, partir!

Largar por aí fora, pelas ondas, pelo perigo, pelo mar.

Ir para Longe, ir para Fora, para a Distancia Abstrata,

Indefinidamente, pelas noites misteriosas e fundas,

Levado, como a poeira, plos ventos, plos vendavais!

Ir, ir, ir, Ir de vez!

Eh marinheiros, gajeiros, eh tripulantes, pilotos!

Navegadores, mareantes, marujas, aventureiros!

Eh capitães de navios! homens ao leme e em mastros!

Homens que dormem em beliches rudes!

Homens que dormem co'o Perigo a espreitar plas vigias!

Homens que dormem co'a Morte por travesseiro!

Homens que tem tombadilhos, que tem pontes donde olhar A imensidade imensa do mar imenso·!

Quero ir convosco, quero ir convosco,

Ao mesmo tempo com vós todos

Pra toda a parte pr'onde fostes!

Quero encontrar vossos perigos frente a frente,

Sentir na minha cara os ventes que engelharam as vossas,

Cuspir dos lábios o sal dos mares que beijaram os vossos.

Ter braços na vossa faina, partilhar das vossas tormentas.

Chegar como vós, enfim, a extraordinários portos!

Fugir convosco a civiliza9áo!

Perder convosco a no9ao da moral!

Sentir mudar-se no longe a minha humanidade!

Beber convosco em mares do Sul

Novas selvajerias, novas balbúrdias da alma,

Novos fagos centrais no meu vulcânico espirito!

Ir convosco, despir de mim - ah! põe-te daquí pra fora!

O meu ·traje de civilizado. a minha brandura de ações.

Meu medo inato das cadeias.

Minha pacífica vida,

A minha vida sentada, estática, regrada e revista!

No mar, no mar, no mar, no mar,

Eh! pôr no mar, ao vento, as vagas,

A minha vida!

Salgar de espuma arremessada pelos ventas

Meu paladar das grandes viagens.

Fustigar de água chicoteante as carnes da minha aventura,

Repassar de frias oceânicos os ossos da minha existência,

Flagelar, cortar, engelhar de ventas, de espumas, de sóis,

Meus ser ciclônico e atlântico,

Meus nervos pastos como enxárcias,

Lira nas mãos dos ventos!

 

Sim, sim, sim... Crucificai-me nas navegações

E as minhas espáduas gozação a minha cruz!

Atai-me ás viagens como a postes

E a sensação dos postes entrará pela minha espinha

E eu passarei a senti-los num vasto espasmo passivo!

 

Fazei o que quiserdes de mim, logo que seja nos mares.

Sobre conveses, ao som de vagas.

Que me rasgueis, mateis, firais

O que quero é levar prá Morte

Uma alma a transbordar de Mar,

Ebria a cair das coisas marítimas,

Tanto dos marujas como das ancoras, dos cabos.

Tanto das costas longínquas como do ruído dos ventos.

Tanto do Longe como do Cais, tanto dos naufrágios

Como dos tranquilos comércios,

Tanto dos mastros como das vagas.

Levar pra Marte como dor, voluptuosamente.

Um copo cheio de sanguessugas, a sugar, a sugar,

De estranhas verdes absurdas sanguessugas, marítimas!

 

Façam enxárcias das minhas velas!

Amarras dos meus músculos!

Arranquem-me a pele, preguem-11 as quilhas.

E possa eu sentir a dor dos pregos e nunca deixar de sentir!

Façam do meu coração uma flotilha de almirante

Na hora de guerra dos velhos navios

 

Calquem aos pés nos conveses meus olhos arrancados!

Quebrem-me os ossos de encontro as amuradas!

Fustiguem-me atado aos mastros, fustiguem-me!

A todos os ventos de todas as latitudes e longitudes

Derramem, meu sangue sobre as águas arremessadas

Que atravessam o navio, o tombadilho, de lado a lado.

Nas vascas bravas das tormentas!

Ter a audácia ao vento dos panos das velas!

Ser como as gáveas altas, o assobio dos ventos!

A velha guitarra do Fado dos mares cheios de perigos.

Canção para os navegadores ouvirem e não repetirem!

 

pessoa y la crisis del individualismo

las tesis románticas y su destino en la "oda marítima"

por Santiago kovadloff

Si algo quiso Pessoa, fue exaltar el mar en su carácter de potencia destructora de la previsibilidad, sustrato exclusivo - y por ello paralizante- de la vida cotidiana portuguesa en aquellos primeros años del siglo XX.

En el mar, dice la "Oda", sucumbe el hombre lineal de las ciudades: allí se diluye su contorno de servil repetidor de gestos Iguales, reiterados una y mil veces a lo largo de los mismos días. El hombre, en el mar, se reconquista: gana su libertad, que consiste en la asunción de sí mismo como conglomerado de corrientes afectivas e Intelectuales múltiples, divergentes, a veces antagónicas y siempre circunstanciales. Puede afirmarse, en tal sentido, que la "Oda marítima" desplaza hacia la contradicción el núcleo de intereses de la lírica portuguesa, hasta entonces centralizado en la formulación de enunciados representativos de posiciones siempre unilaterales. En el espacio marítimo enaltecido y descripto por la "Oda", el hombre reasume su relegada, pluriformidad espiritual. las divergentes fuerzas antagónicas que confluyen en la palabra yo. El mar opera, en suma, como instigador de una vida pasional largamente reprimida que, una vez desplegada, redefine la identidad del hombre por su propio impulso de acción. En adelante, ese polifacetismo mental y sentimental equivaldrá, llanamente, a ser: y siempre implicará, como máxima aspiración y logro más acabado, "sentir todo de todas las maneras"

Al Igual que en la poesía épica camoniana, el mar opera en la lírica, de Pessoa como escenario, testigo y propulsor de un encuentro decisivo del alma lusitana consigo misma. Hay, empero, según fue puntualizado, muy marcadas diferencias entre ambas obras. Una de igual peso que fas consignadas es la que pueda quizá ponderarse diciendo que mientras en Los Lusíadas la experiencia marítima representa la prolongación de un esfuerzo civilizador -al menos desde una perspectiva europea-, la "Oda" nos propone esa experiencia como contrapartida sustancial de todo lo que implique civilización. Sólo extra muros puede un hombre llegar a ser él mismo. Y, si es portugués, ese extrañamiento de la ciudad es apenas concebible como intima fusión del hombre con el mar. Ahora bien: mientras en el renacimiento, la ciudad respaldó y promovió la empresa marítima, advertimos que en la "Oda" ellas pasan a ser excluyentes. El mar se convierte en un camino en cuyo trayecto se concreta la evasión de la ciudad moderna. El volcánico protagonista de la "Oda" recurre al mar y lo invoca en un gesto de renuncia final a la ciudad. Sin embargo, en cuanto esa renuncia onírica no llega a transformarse en hecho, es decir, en la medida que -pese a ser una decisión- no pasa nunca a ser una conducta, la "Oda" se nos impone ya no sólo como el réquiem para un modelo de vida perimido - según señalé antes- sino también y más radicalmente, como el réquiem que un modelo de vida perimido pronuncia sobre sí mismo a través de una de sus muchas bocas agonizantes. No olvidemos que éste es, según sugiere Pessoa. el poema de un hombre que exalta el mar sin abandonar el puerto: canto de un prisionero que acaricia su libertad aferrado a los inamovibles barrotes de la celda.

Puede por eso decirse que la "Oda marítima" se nos ofrece como apología de una liberación simultáneamente radical e imposible. Pessoa no logró concebir la historia como superación progresiva de contradicciones, sino como eclosión ininterrumpida de las mismas. La suya es siempre una dialéctica binaria: la integran tesis y antítesis, nada más. No hay síntesis. No hay solución. La ciudad no cambiará. Su esencia ha de ser siempre la de un espacio asfixiante. Los proyectos políticos son finalmente estériles. Las reformas sociales, ilusorias. Sólo en el mar puede sobrevenir algún cambio. Pero él mar propone una aventura que, si es revolucionarla, lo es apenas en la imaginación de quien la anhela. Únicamente allí transcurre - tan lejos de la polis como del espacio geográfico general.

No hubo, pues, para Pessoa, atajo ni senda por donde el hombre pudiera acceder a sí mismo de un modo socialmente renovador, políticamente progresista. Liberada, la imaginación impone el apoliticismo. Tras el fracaso republicano, su descreimiento fue rotundo. "No tengo ningún sentimiento, político o social. Tengo en cambio, en un sentido, un alto sentimiento patriótico. Mi patria es la lengua portuguesa ...

Este vacío de convicciones sociopolíticas que fue, asimismo, el de los sectores más sensibles de toda una generación consciente del deterioro ideológico de la clase dirigente, le permitió a Pessoa, por otra parte -y yo casi diría reactivamente- elaborar una de las críticas más devastadoras qua la burguesía haya soportado en la poesía europea. Las tesis románticas conforman, justamente, el eslabón que encadena, en un mismo proceso, el civismo del seiscientos y del setecientos -siglos en los que Portugal recupera y consolida su Independencia de España- con la desalentada visión pessoana de la vida social.

Entre los ideales románticos definitivamente superados en la "Oda marítima" figuran dos que aquí Interesan. Califiquemos a uno como actitud byroniana. Al otro, si nos atenemos al deseo de solidaridad que puso de relieve, podemos designarlo con la palabra altruismo. Ambos relumbraron, con vigor alternativo, en toda la poesía lusa del siglo XIX.

Atendiendo a proclividades ya insinuadas por el arcadismo, el poeta romántico portugués, prototípicamente representado por Joao Batista Almeida Garrett, concibió su labor como primordial derroche de intimidad. Muy Influenciado por la ideología estética y política del (por entonces) combativo liberalismo francés, el poeta lusitano otorgó al egotismo categoría literaria de primera magnitud. Vicisitudes estrictamente autobiográficas pasaron a ser así tema dilecto de la obra artística. El lector, a su vez, fue depositario forzado y gozoso de los más hondos afanes anímicos del escritor; espectador conmovido de un ser de excepción, tanto en su alegría, como en su indiferencia y su tormento.

Esta línea tenazmente confesional de la poesía portuguesa interrumpió su carrera de prestigio ascendente mucho antes de Fernando Pessoa. Pero recién con él conoció la erradicación definitiva del suelo lírico peninsular. Sólo con el autor de la "Oda marítima", la idea del yo que sostiene y nutre el egotismo romántico se trastorna hasta su base y entra en crisis sustancial.

El referido altruismo que, en la poesía francesa, nadie protagonizó con más celo que Víctor Hugo, condujo al escritor a la convicción de que él era --o al menos debía ser- portavoz decidido de la sensibilidad colectiva en su pugna por alcanzar una existencia políticamente más justa. Su obra -el poema- pasó entonces a ser concebido como herramienta de indudable validez en la lucha por el afianzamiento del humanismo en el seno de la sociedad. Esta creencia llegó intacta hasta Fernando Pessoa. Advirtiendo la dolorosa irrealidad de su sentido, el poeta se empeñó en combatirla mediante una producción íntegramente consagrada, al desenmascaramiento de la incomunicación en que, encadenados a sus prejuicios, fobias e intereses, se debatían y a veces hasta se complacían hipócritamente, no sólo cada hombre con sus prójimos, sino Incluso cada hombre frente a su propia interioridad.

Finalmente, byronismo y altruismo confluyeron para dar forma a esa visión orgánica que de sí mismo y de su obra ofreció el poeta de la primera mitad del siglo XIX y a la cual, con propiedad, Lionel Trilling llamó imagen del yo romántico.

Aunque aceptó como propios sus muchos contrastes y se reconoció voluble y contradictorio, el yo romántico fue, básicamente, unidimensional, la suya, en suma, fue una identidad derivada de la metamorfosis del yo clásico, este, aunque notablemente transfigurado bajo la entusiasta arremetida del Sturm und Orang, logró imponer a la sensibilidad romántica la hipótesis según la cual el hombre sigue siendo un solo hombre, aunque viva tironeado 'por las fuerzas antagónicas de la pasión y el intelecto. Únicamente sobre el acatamiento a la creencia que propugnó esa univocidad fue posible la apología del individualismo en la que incurrió la literatura de aquella época.

Al igual que los románticos, Pessoa fue un poeta del yo; un ególatra en sentido estético. Pero su concepción de yo no presenta solución de continuidad con la del romanticismo. La confianza depositada por los románticos en la sinceridad del mensaje personal se desvanece en la producción pessoana: y se desvanece irremediablemente porque la obra de Femando Pessoa, de la cual la "Oda" es máximo exponente, erige su cuerpo íntegro sobre la puesta en tela de juicio de la interpretación romántica del individuo.

Con Fernando Pessoa, el escritor portugués dejó de sentirse portavoz de inquietudes colectivas. 'En su palabra se rompe la correspondencia entre el otro y yo. Y ello porque fundamentalmente, cesa la correspondencia entre el yo y sí mismo. En la medida que la sensibilidad colectiva negó esta escisión, Pessoa concibió su poesía como lenguaje desmitificador de la colectividad. Ya no se escribió para expresar una sociedad sino para denunciarla: y aunque resulte paradójico, en la denuncia estuvo la solidaridad. Mediante ella se verbalizó todo aquello que ejemplificaba la terca defensa de una mismidad ilusoria, tan ansiada como perdida. Simultáneamente y por la misma vía, afloró el desconsolado afán de verdad de una generación políticamente desorientada. Si esto se toma en cuenta, resultará fácil comprender que nada hubo más alejado de Pessoa que la esperanza de que su dolor fuera fraternalmente comprendido por sus coetáneos. ¿Cómo llegar a creerlo, cómo esperarlo, sabiendo que su desconsuelo provenía de la incomunicación imperante entre él y los demás, entre él y él mismo? Más allá del estrecho núcleo de artistas amigos, los atenuados ecos que llegaron no fueron sino los de una airada reacción.

Si en la estética romántica del poeta despuntó como un ser inaccesible, melancólicamente exiliado en su fuerza y su misterio, capaz de llegar hasta sus prójimos sin llegar, empero, a ser nunca uno de ellos, con Fernando Pessoa el poeta pasó a ser inaccesible para sí mismo, dualidad dramática e irreductible pero ya no pretensiosamente exclusiva. También en los otros se agitaba, por debajo de una identidad aparentemente cristalina, la opacidad de un alma que era muchas, el agobiante atomismo del espíritu moderno.

Al derruir el pedestal Jerárquico del poeta, Pessoa echó a tierra. Igualmente, el del lector cómplice, apegado a la poesía entendida como deleite inofensivo y tierno de tantas veladas caseras. Así, el poema dejó de ser el aplaudido canto que muchos hubieran querido componer, para pasar a ser lo que nadie jamás debió dejar surgir. Desde esta vertiente interpretativa es posible comprender en qué sentido resulta legítimo afirmar que la poesía de Fernando Pessoa fue creada en respuesta a un compromiso cabal del autor con su hora.

Dentro y fuera de la literatura, los postulados del romanticismo desembocaron -como bien pudo advertirlo y padecerlo Pessoa- en un liberalismo extemporáneo, en el idealismo inconsistente de la República Portuguesa que, por su parte, reaseguró la permanencia del país en el caos adonde lo arrojaron las múltiples deficiencias de la monarquía. "Somos incapaces de revuelta y agitación. Cuando hicimos una revolución -escribe Pessoa- fue para implantar una cosa igual a la que ya estaba".

La "Oda marítima" fue, en fin, obra de un hombre fragmentado, lúcido habitante de un estado moralmente desecho, íntimamente escindido; de un poeta que lo fue en cuanto supo expresar el temple de un tiempo y un pueblo inciertos, saldo penoso -uno y otro- de dos siglos en los cuales la historia de Occidente fue, en altísima proporción, forjada por la visionaria osadía de sus reyes.

Superada la influencia que sobre el ejercieron transitorios ídolos, el hombre presentado por Pessoa descubrió, en su sostenido esfuerzo de autenticidad, que si antes habla estado sometido a la despótica unilateralidad del prejuicio y la creencia, padecía ahora el vasallaje tributado a una visión esencialmente ambigua, escéptica, de la realidad. De la fe en el sentido redencional de la vida pasó, de tal modo, a una marcada desesperanza histórica. Tal como Sócrates le sugiriera a Teeteto, "ni" pareció ser entonces la única palabra verdadera. "Anticomunista y antisocialista, considera que el sistema monárquico sería el más adecuado para una nación orgánicamente imperial como es Portugal. Considera, al mismo tiempo, que la monarquía es impracticable en Portugal. Por eso, de haber un plebiscito entre regímenes, votaría, no sin pena, por la República. Conservador de estilo inglés, o sea, liberal dentro del conservadorismo, es absolutamente antireaccionario."

La desesperada ironía de esta definición que de su ideología política nos brinda Pessoa permite entrever la sustancial indecisión que envolvía a todo un pueblo que, sin embargo y al menos en un comienzo, se negó casi masivamente a reconocer en la desorientación transparentada por esas frases la descripción precisa de un momento espiritual propio.

Con Pessoa, repitámoslo, la poesía portuguesa trascendió la concepción romántica de la sociedad y el individuo. Cada una de sus composiciones desarticula el ideal sentimental de la existencia personal y colectiva, dislocando el epicentro significativo del texto poético desde la angustia del yo ante el mundo hacia la angustia ante el mundo inefable del yo.

La “Oda" es el poema que atestigua la euforia del alma Individual en el frenesí de la libertad imaginativa: pero también es el poema que testimonia la disolución de ese espíritu en el delirio de las emociones desatadas sin otra finalidad que la de consumar una furiosa rebeldía; la "Oda", asimismo, es el poema del hombre sin rostro que no identifica como propia su figura recortada en el espejo; del hombre que sólo puede decir quién es recogiendo, una tras otra, las máscaras que sucesivamente ha ido dejando caer.

Reconozcamos, por otra parte, que la poesía romántica logró extraer, especialmente gracias a Garret, un novedoso caudal de recursos estéticos del lenguaje coloquial y de la vida cotidiana. De esta forma pudo concretarse un entronque más íntimo entre la poesía y el repertorio verbal empleado en la comunicación diaria. En lo que atañe a la lírica portuguesa, ese enlace alcanzó su forma más acabada en las piezas que escribió Pessoa bajo el nombre de Álvaro de Campos, quien, por eso mismo, cierra el ciclo del que Bocage fuera notable iniciador.

También en otro sentido es posible reconocer cierta continuidad lineal entre el romanticismo y Fernando Pessoa. La palabra apasionada, sensualmente incisiva y nerviosa, propuesta por Bocage como senda estética necesaria y novedosa, mucho ganó con la atención que le dispensara Garret: pero es sin duda en la ''Oda marítima" donde ella recibe el más fecundo tratamiento poético. Allí llega a ser la voz de un mundo inédito hasta entonces.

Lo decisivo, finalmente, es que en la labor de Pessoa el aprovechamiento de otros recursos venidos de la tradición se llevó a cabo con una finalidad precisa: la denuncia del empantanamiento histórico del Idealismo. En cada uno de sus poemas. Pessoa muestra y demuestra que el Intento de aprehender el sentido de la historia por vía de la lógica discursiva sólo condujo al pie de un muro irreductible -el absurdo-. De Igual modo, que la ortodoxia racionalista en la interpretación del espíritu humano no ha contribuido sino a ahondar la distancia que impide al hombre vislumbrar su ser. El sentimentalismo del ochocientos, que pretendió pasar por la negación de esa ortodoxia, no fue más que su contracara; reverso de un mismo extremismo en la interpretación de la naturaleza, la sociedad y la historia.

La obra total de Fernando Pessoa describe el callejón sin salida al que ha ido a parar la cultura burguesa. Por eso, en cuanto la versión de esa cultura más próxima a nuestro escritor fue la elaborada en el siglo XIX, no cabe sino concebir la heteronomia como originalísima visión poética de la desintegración del yo romántico.

 

2: hacia el final del siglo

Transformaciones aparentemente pronunciadas ocurridas en el seno de la poesía portuguesa de las tres primeras décadas posteriores a 1850 inducirían a creer que el idearlo romántico no supo prolongar, más allá de la mitad inicial de la centuria, el Influjo de su cosmovisión. Sin embargo, tendencias ulteriores, netamente diferenciadas del romanticismo en cuanto a su orientación doctrinarla, como pudo serlo el realismo, evidenciaron en la práctica poética qué hondamente arraigaban todavía los postulados primordiales de la escuela de Garrett.

Un buen ejemplo de este acatamiento lo encontramos en la obra de Antero d Quental". Cronológicamente inscripta en el realismo, su producción denota, en lo que nos atañe, la preponderancia rectora de su orientación romántica: preponderancia que, en definitiva, restringió el alcance artístico de una obra parcialmente interesada en indagar los aspectos más conflictivos de la organización social.

Quental quiso dar voz a una conciencia enardecida por el descubrimiento de la historia como marco de la lucha de clases. Pero la sobrecarga retórica que con frecuencia empaña sus mejores poemas, delata la frágil consistencia que en su caso tuvo el enlace de una concepción política novedosa con un cauce estético incapaz de sustraer los elementos lírica y dramáticamente más fecundos de la realidad a la que daba acceso aquella concepción política. En Antera, esa sobrecarga operó como una barrera. herencia entorpecedora que el sentimentalismo romántico legó a un espíritu melancólico.

Su afán de penetración crítica en el cuerpo colectivo asegura. empero, que estamos ante alguien empeñado en trascender el palabrerío laudatorio de una fraternidad pretendidamente universalista pero carente de todo asidero empírico. Quiso Antero con su poesía promover un acercamiento a la vida comunitaria, primordialmente interesado en la denuncia de acentuadísimas desigualdades sociales y en la reivindicación de los derechos del proletariado portugués. Las composiciones reunidas en el volumen titulado Odas modernas transparentan ese deseo de redención añorada para los sectores económica y culturalmente marginados. Al distinguir las estructuras clasistas de la sociedad de su tiempo y al comprender la función que con referencia a ellas asignaba el marxismo al proletariado, Quental traspuso las fronteras ideológicas del romanticismo, enfocando la dinámica social con una lucidez hasta allí inusitada. Pero, en definitiva, su palabra es la de un romántico tardío. Su tinte mesiánico la emparenta e la profecía y denota, de ese modo, la entrañable concomitancia que Antero creyó advertir entre el visionario y el poeta: analogía, ésta, que recuerda -antes que la ubicación del escritor en los albores de la era industrial- concepciones gestadas en la antigüedad clásica o válidas, a lo sumo, para los días en que Portugal se debatía en la lucha antibonapartista.

Esta extemporaneidad tuvo sus consecuencias. Cuando fracasó el programa progresista del grupo de intelectuales de izquierda liderados por Antero, éste, lejos de concebir la derrota sufrida como parte de un largo combate integrado por momentos de contenido alternativo, padeció tal descorazonamiento que su vocación política se vio minada por completo. La depresión que sobrevino entonces lo impulsó a un camino completamente opuesto al que siguiera. Su nueva meta fue la omisión de todo compromiso con su época: la erradicación de toda inquietud mundana en eras de lo que concibió como santificación individual. Su suicidio, sin embargo, ocurrido en 1893, desmintió la conquista de la paz interior que Antero aseguraba haber alcanzado.

Lo que aquí Interesa especialmente es reconocer que tanto el populismo como el individualismo ulterior de Antero de Ouental fueron intentos de encontrar una respuesta inamovible a la pregunta que interroga por la propia identidad. Antero sucumbió ante la insolubilidad de la contradicción entendida como componente estructural de la personalidad y de la historia. La concepción de lo absoluto como momento de la verdad en el cual se ha producido la aniquilación de todas las contradicciones, determinó que estimara su vida y su obra como empresas fracasadas, puesto que las sintió siempre mucho más entroncadas en la contradicción que como resultantes de una superación definitiva de la misma.

Si en algo difirió Pessoa de Antero de Ouental fue en la concepción del papel epistemológico de la contradicción, lo que en última instancia significa que discreparon en la interpretación de la esencia de la verdad. Mientras el autor de las Odas modernas quiso considerarla como transitorio momento de un proceso cuyo cumplimiento implicaba su erradicación definitiva, Pessoa prefirió entenderla como la propia entraña de la experiencia histórica; sitio constante donde desembocaban fatalmente las certidumbres más sólidas y duraderas. Más allá de la contradicción sólo refulgía, para el poeta de la “Tabaquería", la consistencia aparente de un nuevo espejismo. Creer fue para él estar perdido sin saberlo: descreer, reconocer al mito como mito, también era estar perdido pero lúcidamente. sabiendo qué se era y dónde se pisaba. La contradicción fue, para Pessoa, el modo por antonomasia del hombre. La heteronomia no es sino la ejemplificación de esta convicción sustancial. La obra pessoana articula, con superlativa belleza, el sentimiento de desasosiego provocado por la irreductibilidad del mundo al entendimiento y la vivencia obsesionante de la ambigüedad como verdad postrera. Vale decir que corporiza, literariamente hablando, el desplazamiento de la comprensión del hombre como ser que cumple las etapas de un ciclo de progreso creciente, a aquella otra manera de verlo, encarnada por el pensamiento freudiano, las tesis del existencialismo y las propuestas surrealistas que, sin caer en planteos agoreros, están muy lejos de perpetuar el optimismo ingenuo que con respecto a la naturaleza humana campeó en la ideología occidental del siglo XIX.

Si en la obra de Quental se produce el agotamiento pasivo del yo romántico, pasivo por padecido, en la de Pessoa se verifica su agotamiento activo, intencional, ya que éste consagró sus fuerzas a evidenciar poéticamente que, planteada desde el ángulo de un yo supuestamente unitario, la antinomia realidad-entendimiento no puede ni siquiera ser vislumbrada. Si algo quiere decirnos en tal sentido la Oda marítima es que definir al hombre equivale a soslayarlo y, lo que es peor, a desfigurarlo, porque mientras las definiciones se hilvanan mediante la aplicación de postulados lógicos, el hombre sigue siendo un conflicto inconciliable con el principio de no contradicción.

Hay, por fin, un eslabón importantísimo entre el subjetivismo en crisis y la denuncia de la crisis del subjetivismo, respectivamente, encarnados por Quental y Pessoa. Ese eslabón es la poesía de Cesario Verde, en quien el vapuleado léxico del romanticismo pierde de una buena vez toda su vigencia para ceder a la configuración de un estilo que es síntoma indeleble de una nueva manera de pensar y sentir. La obra de Verde se complace en el diseño de la realidad ciudadana finisecular, en el retrato vigoroso de sus aspectos cotidianos, optando siempre por modalidades descriptivas consecuentes con una marcada fascinación por la objetividad. Sus versos trasparentan el deleite y la premura de quien logró zafarse de un turbio pasado inmediato, obstinado en la manifestación de un sentimentalismo sin freno, para reencontrar el diáfano perfil de cada cosa. No es el suyo, empero, un realismo ingenuo ni se agota su intención en la reproducción festiva del mundo circundante. Hay en la novedosa energía de su idioma una tensión ontológica y un ahondamiento en la visualización de lo social, que son indicadores precisos de la voluntad reflexiva que alentaba en Verde, como también de una intención estética muy consciente de sus propósitos renovadores. De ambas se valió el poeta para introducir a su lector en el panorama global de aquella Lisboa en la que iba agotándose el siglo XIX. Nos brindó así evidencias de algunas de las transiciones que por entonces afectaban al pueblo portugués: formación de un proletariado urbano, vestigios iniciales de la era Industrial.

Con Cesario Verde, entre otros, aprendió Pessoa a soslayar los excesos del romanticismo en la interpretación de la naturaleza, afianzando la palabra poética en el terreno de una expresión recatada, mucho más interesada en la modulación de un tono afectivo preñado de riqueza conceptual que en la exteriorización de un apasionamiento hiperbólico.

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