cuando el futuro hace agua | Revista Crisis
ir y ver el humedal / posmodernidad líquida / ciervo de los pantanos
cuando el futuro hace agua
Y un día el líquido que siempre creímos infinito, además de bendito, comenzó a cotizar en la bolsa de valores como un activo financiero más: sucedió en California, costa oeste de los Estados Unidos. ¿Qué significa la privatización del agua? ¿Por qué se convirtió en un bien escaso? Un viaje a los humedales pampeanos que atesoran las principales reservas de agua dulce, para palpar el soberbio avance de la jungla de cemento.
15 de Marzo de 2021
crisis #46

 

Ahí, en ese claro marrón que otros días se ve blanco por la sal pero hoy todavía está húmedo y se hace más oscuro, Sebastián Coll avanza con las botas de goma embarradas y la mirada al suelo para ver si hay huellas. Al cielo abierto lo corta una bandada de cisnes de cuello negro. A lo lejos se escuchan los chajás. “Suelen encontrarse”, dice y todavía busca en la tierra.

Hasta llegar a ese punto, hubo que caminar por una vía, unos bosquecitos de talas, un montículo de basura retirada del arroyo, cosas que la gente tira al agua como si fuera un agujero —un televisor de tubo, un carrito de bebé, botellas varias, un pedazo de heladera— y que la corriente arrastra. Entre suelos encharcados, unos pastizales y ojos de agua que varían según lo decidan las lluvias, este lugar funciona, al igual que otros humedales, como riñón del planeta: filtra el agua, aunque no solo eso. Las huellas no aparecen, pero todos saben que a veces asoma él, que le da nombre a este Parque Nacional: el ciervo de los pantanos. Hablar de agua va más allá de lo que puede ser un chorro, una gota, un coloso líquido guardado en un dique. El agua tiene una dinámica. El agua es algo integral.

En julio de 2020, en plena pandemia, Naciones Unidas hizo público un reporte en el que se daba información para prevenir futuras zoonosis y recordaba ahí que era necesario pensar en términos de “una sola salud”, concepto que fue introducido hace dos décadas, y que pone el acento en la interdependencia entre la salud humana y la sanidad animal en vínculo con los ecosistemas en los que coexisten. Desde esa perspectiva, la cuestión del agua es central.

Apenas unos meses después, a inicios de diciembre, se supo la novedad en Estados Unidos: igual que el oro, el petróleo, el agua entraba en la timba financiera como valor a futuro. Luego de semanas y semanas de fuegos feroces y sequías, el mercado agrícola en California, que forma parte de una de las economías más grandes del planeta, empezó a apostar cuánto valdría más adelante según el índice Nasdaq Veles California Water, que se inició hace dos años y mide el precio promedio por volumen de agua. Quienes justifican la acción dicen que esto permite una especie de cobertura para los grandes consumidores de agua (productores de almendras y empresas eléctricas) ante las variaciones de su precio y como señal además de escasez, en el caso de que se den situaciones particulares. Quienes están en la otra vereda son rotundos: nada puede salir bien cuando el mercado mete la cola. En especial si se entiende, como lo afirmaba en uno de sus documentos el Instituto Tricontinental de Investigación Social, que el agua, “cuya distribución nunca ha sido equitativa”, es un problema de clase: quienes viven en asentamientos, quienes no pueden costear los “beneficios de la urbanidad” sufren antes que nadie las consecuencias de problemas de agua y saneamiento, su falta. En las grandes ciudades atravesadas por la escasez de este recurso, saber quiénes notarán antes su carencia no requiere de demasiada imaginación. Otro dato más que se lee en ese informe “Ciudades sin agua”: la cantidad que se requeriría para que 4700 millones de personas tengan agua en el mínimo diario de la OMS sería de 9500 millones de litros que es lo que se utiliza para regar los campos de golf en el mundo.

Hasta hace un rato, en su oficina, Sebastián, que es intendente del Parque Ciervo de los Pantanos, seguía con el cursor de la computadora el camino que traza el río Luján desde Mercedes hasta llegar a esta zona en la que empieza a hacerle de ladero al Paraná de la Palmas. En el Google Earth, en el trayecto que lo lleva a desembocar en el Río de la Plata, se veían claros prolijos, barrios cerrados que con el correr de los años avanzaron en el terreno. A una hora de Buenos Aires, entre Otamendi y Campana, este es el parque nacional más urbano de todos y en sus contornos asimétricos, llenos de recovecos y límites intrincados, se puede ver con claridad de qué manera el modelo económico da zarpazos en el ambiente. Un avance silencioso, mucho más sutil que la dentellada del fuego, pero sostenido. Si hablamos de huellas, encontramos con facilidad la de la propiedad privada. Alcanza con mirar el mapa en la entrada y ver: el Club Náutico Escobar, del otro lado del arroyo, El Cazador, los barrios privados más allá de la autopista 9, hacia el suroeste, las fábricas más hacia el noroeste, y del otro lado, el Río Paraná de Las Palmas, transitado por buques.

 

el mercado que arrasa

José Seoane es sociólogo, integrante del Tricontinental, donde la dimensión política del agua es estudiada desde distintos ángulos. Sobre su financiarización en los mercados del norte dice: “Es un paso más en las transformaciones neoliberales que empezaron en la década de los noventa. Frente a ese proceso, los pueblos y los movimientos populares desplegaron una larga resistencia y defensa del agua como derecho humano. Es una intensificación de las políticas y las dinámicas empresariales en relación a la apropiación privada de las fuentes de agua con los consecuentes despojo y alteración de las condiciones de vida de las poblaciones y otras formas de vida en esos territorios. Y es particularmente grave en la pandemia ya que el acceso al agua es uno de los elementos centrales en las políticas sanitarias. No hace más que enmarcar que en este contexto de crisis civilizatoria la agenda neoliberal intenta potenciarse con su programa de reformas y contrarreformas”.

En nuestro país, pandemia y necesidad de agua potable quedaron resumidas en la historia de Ramona Medina, la referente de La Poderosa, que durante los días de la cuarentena fase 1, en la Villa 31, pedía agua o alguna solución porque cómo podían pretender que se quedara en casa si de la canilla solo salía un ruido seco. Ramona se contagió de Covid 19 y murió. Los problemas siguieron. La discusión del Estado como garante de acceso al agua siguió también por unos días. Pero hablar de agua es hablar de un sistema, de algo que trasciende la potabilización, el saneamiento. Hay que ir a las entrañas. El agua es parte del ambiente. Solo el 10% se utiliza para consumo, el resto es para riego, producción, energía.

Seoane advierte: “La incorporación del agua en cotización seguramente será un ejemplo seguido por otras bolsas que trabajan mercados de materias primas en otras partes del mundo: es mercantilización y financiarización del precio porque implica participación de fondos financieros, de inversión, en la determinación del valor de esas materias, y el precio como bien común de la naturaleza deja de estar vinculado con la demanda efectiva y pasa a estar relacionado con la especulación de los grandes capitales”. La salida posible a esa situación Seoane la ubica en formas de soberanía popular respecto de lo que se llama “bienes comunes de la naturaleza”.

Es que sequías e inundaciones son los ramalazos de un vínculo que se lleva al límite. Ambas, consecuencia de los modos de explotación de los recursos. Un encadenamiento, porque nada acá se entiende solo. Naciones Unidas dice en otro de sus informes: “Hay suficiente agua potable en el planeta para abastecer a los 7000 millones de personas que lo habitamos, pero esta está distribuida de forma irregular, se desperdicia, está contaminada y se gestiona de forma insostenible”.

Es que sequías e inundaciones son los ramalazos de un vínculo que se lleva al límite. Ambas, consecuencia de los modos de explotación de los recursos. Un encadenamiento, porque nada acá se entiende solo.

 

En Asia, por ejemplo, donde casi la mitad de la población vive en las cuencas de solo diez ríos, los especialistas calculan que cuatro de ellos se secarán en las próximas cinco décadas. En ese continente, un país lleva la punta en sequía y la antorcha de las propuestas para su solución: Singapur. Enrique Calderón es bioquímico, ha sido asesor científico para Aysa, y ha realizado informes para la ONU. En uno de sus tantos viajes para hablar del tema, pudo integrar una mesa de especialistas en ese país que muchos llaman la Suiza de Asia. Para mostrar hasta dónde pueden llegar las soluciones si se tiene el dinero para solventarlas, alguien ofreció beber el agua residual potabilizada para mostrar su calidad con orgullo: la NEWater, así la llaman. Hace años que ese país enfrenta una crisis hídrica y entre otras maneras de abastecer a la población, también compra agua a la vecina Malasia. Poderío económico traducido en herramientas para potabilizar, comprar, resolver la falta. “Toda actividad humana afecta la calidad del agua —dice Calderón, que es referente en el tema—. Cuidar el recurso es la inversión más barata para el día de mañana. Las empresas deberían reconocer la importancia de contribuir a la vigilancia de la calidad del agua de las fuentes y de las actividades contaminantes en cada cuenca, para garantizar en forma eficiente la calidad del agua de consumo. Históricamente el tema no ha sido visto de manera integral”. Para él, esta mercantilización es una trampa: “Es un juego del mercado. El agua va a tener un valor y jugamos a cuál va a ser a partir de lo que fija un grupo y se hacen apuestas a futuro. Si hay un proceso que altera ese valor, como una sequía, el tipo que apostó, gana. Eso va a dar lugar a la especulación y ahí recién comienza la discusión sobre el riesgo de que las intervenciones para garantizar la cantidad y calidad de los recursos hídricos sean manipuladas”. “Mi percepción es que cuando el mercado se mete, a la larga hay consecuencias —sigue— ¿Qué pasa cuando ese valor puede ser influido? Porque se puede construir una represa o manejar sus caudales, bombardear las nubes, como se hace en China para que llueva, o especular con contaminarla”.

Michael Burry es famoso por ser un crack en inversiones. La película The Big Short cuenta su historia. Hace años ya que este prodigio de las finanzas piensa en el recurso y hasta la forma de no entrar en disputas con los gobiernos: “Agua, fresca y potable es algo que todos damos por sentado que habrá en abundancia pero no está garantizado. El agua es un bien político. Transportar agua a gran escala no es práctico. Bien por razones políticas bien por razones físicas, por lo que comprar derechos sobre manantiales no tiene mucho sentido para mí. La conclusión a la que he llegado es que si quiero invertir en agua la mejor forma de hacerlo es invirtiendo en comida. Es decir comprar terrenos agrícolas en zonas con abundante agua para así poder transportar esa comida hacía zonas geográficas donde tienen poca”. El mercado es una fiera con sed y se las ingenia.

Argentina no tiene problemas de escasez de agua como Australia. Tiene sí otras batallas vinculadas al cuidado del recurso, a su uso, y a los modos en los que se lo descuida o se lo resguarda.

“La urbanización pone en jaque las áreas naturales”, explica Sebastián, y continúa con el dedo esos 130 kilómetros del río Luján en la computadora: también se ven barrios populares alrededor de los privados, o urbanizaciones que quedaron acurrucadas. Lo que no se ve es lo que pasa cuando el río viene cargado, cuando los sistemas de construcción de los countries hacen su trabajo, evitan la inundación fronteras adentro, y alteran el curso del agua, como en un “tomala vos”, a los vecinos. En Argentina, un 21,5% del territorio corresponde a humedales. En especial, se concentran en la llanura Chaco-pampeana y en la Cuenca del Plata, la reserva acuífera más importante del continente. Los humedales además de alojar agua dulce y de depurarla, regulan las crecidas de los ríos. En las últimas décadas han sido golpeados por proyectos inmobiliarios de barrios, el avance del agronegocio y la contaminación. Y la deforestación se une a la sequía y eso incide en la falta de lluvias y eso en la alimentación de los ríos. De nuevo: todo conectado.

Cuando un animal deja de habitar una región, el mensaje es similar: algo ya no es —ni será— lo que era. Es una especie de medidor ambiental. El ciervo de los pantanos casi no se ve en territorio bonaerense y se nombró así al parque para de alguna manera protegerlo y visibilizarlo. La caza furtiva, la introducción de especies exóticas, las enfermedades transmitidas por el ganado, el ataque de perros, las inundaciones, también hicieron lo suyo para ponerlo en riesgo. Pero este paisaje que cambia, no solo los afecta a ellos y a las personas que históricamente han vivido en la zona y sufren inundaciones también; esa alteración es un hilo que se deshilacha dentro de un tejido mayor: el de los humedales.

 

Mirar esos hilos que unen, esa red invisible, es lo que piden los movimientos ambientalistas, que son diversos, con peleas propias, desde las movilizaciones en Mendoza contra la derogación de la ley 7722, conocida como la “Guardiana del agua”, hasta las de Chubut contra la megaminería, que tienen 18 años de batallas desde aquel 2002 en el que se realizaron las primeras asambleas de la provincia para oponerse a la minería que era amenaza directa del agua, y que por estos días se mantiene en lucha con organización popular para frenar un proyecto extractivo en Gastre y Telsen: “El agua es para el pueblo no para las mineras”, “Chubutaguazo” son las consignas que levantan. Pero las batallas se extienden, diversas y semejantes, por todos los territorios. La defensa del agua trasciende banderas. Si no, miremos la historia de la hondureña Berta Cáceres, asesinada en 2016, luego de años de militar por el ambiente y los pueblos originarios, tras oponerse a la privatización de ríos y a los proyectos de presas hidroeléctricas de inversores internacionales. Tres años después, un informe de Global Witness señalaba una tendencia en alza: 2019 había sido el de mayor cantidad de activistas ambientales asesinados: 212 en total.

Entre las discusiones que se dan en la arena legal argentina figuran los pedidos por reconocer el agua como derecho humano y no público, el reconocimiento del derecho de la naturaleza (con los ojos puestos en la constitución de Ecuador, por ejemplo, que así lo declama), y luego leyes más localizadas para la defensa de territorios, como la Ley de Humedales, que desde hace años viene postergada.

“La historia de la legislación ambiental se va complejizando —explica Andrea Burucúa, que es abogada y especialista en ambiente—. Ahora es casi imposible sacar una normativa que realmente proteja y le meta el dedo en la llaga al modelo de desarrollo”. La ley de Humedales tiene once proyectos y estado parlamentario. Con distintos matices, hay algo que se repite: son un eslabón fundamental del círculo virtuoso del agua. Un enorme abanico de organizaciones se encolumna tras su defensa. Claudia Aboaf, que integra el grupo No hay cultura sin mundo, cuya primera acción fue denunciar el ecocidio durante los incendios de 2020, y que ahora apuntaron a la discusión con otro escrito, “Los mensajes del agua” junto a Pacto Ecosocial del Sur, menciona un detalle: en poco tiempo, cientos de organizaciones de distinto tipo se sumaron a ese comunicado que busca abrir la discusión. Ahí se lee: “Es la emergencia de una nueva gramática política que se opone al despojo de un bien común colectivo” y señalan distintos modos de privatizarla; algunos: embotellamiento, contaminación (fracking, agronegocio), desviación.

Toda actividad humana afecta la calidad del agua –dice Calderón, que es referente en el tema–. Cuidar el recurso es la inversión más barata para el día de mañana.

 

más allá de una tapa

Si tuviéramos que estudiar para una clase, con mapamundi en el pizarrón, habría un manojo de afirmaciones para retener: que solo una pequeña porción de los 1400 millones de km3 de agua es dulce, que el resto es salada, en forma de hielo o vapor; que América del Sur es la región con mayor proporción de recursos hídricos renovables del planeta; que mientras más aumentan la población y los niveles de consumo, mayor es la demanda de agua; que la contaminación que producen los residuos químicos e industriales devasta los recursos de agua dulce; que la mitad de la población de los países en desarrollo está expuesta a fuentes de agua contaminada. Todos son datos de la Unesco. En casi todo el planeta, las leyes entienden el agua como un bien común de dominio público, pero pese a ello es posible otorgar derechos de uso a través de concesiones o licencias. Qué se hace con ese uso, esa es la cuestión. Muchas veces, la trampa. Los peces que flotaban en el río Salado a mediados de enero, con su muerte, hablan: en ellos encontraron agrotóxicos. Fernanda Sandez, autora de La Argentina Fumigada, supo rastrear investigaciones, luchas, que muchas veces miran eso que pocos quieren mirar: el veneno en todas partes, los cuerpos, los alimentos, el agua, y dice: “Lo que se ha perdido acá es el concepto de sistema. No existe eso de que vamos a preservar un territorio prístino y saludable”.

Hay una obra famosísima que se llama La oda del viejo marinero. Tiene un pasaje de esos que se repiten con solemnidad, aprendidos de memoria: “Agua, agua por todas partes, y ni una gota para beber”. Es de Coleridge y tiene fecha de 1797. Habla de unos hombres de mar que matan a un albatros que los siguió todo el camino, lo hacen porque ignoran que es símbolo de buena fortuna. Con esa pieza, el escritor inglés hablaba de la necesidad de integrarse con la naturaleza, de escucharla. El albatros estaba para guiarlos y una vez muerto, los marineros quedaron a la deriva y murieron de sed uno por uno porque el agua de mar no se podía tomar. Un final moralizante, pero que en algún punto mostraba las consecuencias de no entender ciertos mensajes. La integralidad del asunto. Esos versos hoy resultan poco precisos: hoy sí se puede tratar el agua de mar para beber. Israel la potabiliza. Es el país que más recicla su agua, alrededor del 85%, y casi el 50% se utiliza en agricultura. Pero, la pregunta que se abre es ¿Qué países pueden costear esa inversión? Otro dato que muestra que es un negocio rentable: Zhong Shanshan, el hombre más rico de China, se dedica a dos sectores: vacunas y agua embotellada.

Al final del recorrido por el Parque Ciervo de los Pantanos, Alan que trabaja en el vivero de plantas nativas, aparece con una bolsa llena de chauchas de árboles. El objetivo es abrirlas, rescatar las semillas y hacerlas crecer. Luego repartirlas por las cercanías para ser plantadas en los campos vecinos. Sirven para armar lo que llaman corredores biológicos, que permitirán que las especies tengan un alto en el camino durante sus migraciones. Porque parques como islas no funcionan, porque se necesita un alrededor, sanar la cadena, cuidar el eslabón. Más allá de discursos que puedan ser tildados de progres, más allá de que hasta el “cuidemos el agua” salga en la portada de la revista Gente, el tema del cuidado del recurso como derecho humano pone el dedo en la llaga de un sistema que no mide daños si no ganancias. De alguna manera, la discusión empieza a ser dada y de fondo está la idea de la red, del lazo también en el ambiente, la idea, como dicen otros versos célebres, esta vez de Jonh Donne, de que ninguna persona es una isla.

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