En una zona de casas bajas, cuando nadie lo esperaba, nació un monstruo de dos cabezas. Una bestia inmobiliaria que modificó el barrio de Almagro, hizo cotidianos los embotellamientos y los bocinazos, subió los precios y alteró el paisaje. Entre el Hospital Italiano y el sindicato de Pasteleros la compra de terrenos llega a tal punto que su radio de acción se extendió por varias manzanas. En las cuadras que van de Medrano a Pringles y de Potosí a Corrientes es casi imposible no cruzarse con alguna de sus propiedades. Donde no hay un centro de estudios, está la escuela de pastelería, o una nueva clínica, el instituto universitario, el centro de la mujer, o la mutual.
Pero esta criatura de cemento voraz no salió de un huevo ni de un laboratorio. La década del PRO en la ciudad parece haber sido la incubadora ideal para su crecimiento sostenido. En los últimos años, estas instituciones inauguraron varios edificios, multiplicaron asociados y aliados y renovaron autoridades. Todo ocurrió casi en silencio para la opinión pública, pero no para los vecinos que vieron (y sufrieron los efectos de) cada una de las etapa de estas obras. ¿Quién se beneficia con su aparición? ¿Y de qué se alimenta? Entre otras cosas, del pasado.
ospedale italiano
La primera ayuda del gobierno porteño al Hospital Italiano fue en 1888, cuando colaboró en una colecta gigantesca que buscaba edificar una segunda sede. La primera había funcionado en Caseros y Bolívar, pero había quedado chica. Al año siguiente se colocó la piedra fundamental del nuevo nosocomio en la manzana delimitada por Gascón, Potosí, Perón y Palestina. En 1901 sería inaugurada la entrada por Gascón 450 con la presencia de la primera dama Elisa Funes de Celman. Desde entonces, la relación entre las autoridades del Ospedale y el gobierno porteño se mantienen intactas. En 2015, apenas ganó las elecciones Horacio Rodríguez Larreta, el vicedirector médico de planeamiento estratégico del Hospital Italiano, Fernán Quirós, sonó muy fuerte como posible ministro de Salud. Finalmente, Quirós recaló en la provincia de Buenos Aires como coordinador general de la Red Pública de Salud del Área Metropolitana (AMBA), que prevé construir 54 centros de atención primaria y la remodelación de otros 309.
El perfil de Quirós, especializado en medicina interna e informática, sigue el estilo marcado por el Consejo Directivo presidido por Elio Squillari (también a cargo del Comité Olímpico Italiano en el país) y tiene como vices a Aldo Brunetta (dueño de una constructora) y Franco Livini (presidente de la empresa de neumáticos Pirelli). En 2006, Livini fue candidato a senador y Squillari a diputado por la agrupación “Por Italia en el mundo”, que apoyaba a Mirko Tremaglia, el candidato de Silvio Berlusconi. “No soy político, no tengo ideología, quiero contribuir a que Italia y Argentina estén más cerca”, dijo Livini en su campaña. La declaración voluntarista de un hijo del ámbito privado suena conocida.
El ingreso actual es Perón 4190. Allí, los visitantes se encuentran con ventanillas donde anunciarse, salas de espera, televisores con números, sillas y sillones de respetable tapizado. Hay escaleras mecánicas, ascensores, rampas y gente por todos lados: enfermos, acompañantes, encargados de seguridad, médicos en guardapolvo, asistentes en ambo, casi todos con el teléfono celular en la mano. Los sectores se dividen por colores (amarillo, rosa, azul, violeta, naranja, verde) y no son pocas las personas visiblemente perdidas que rebotan en los pasillos luminosos (gracias a los ventanales que dan a los patios internos). Son más de 15.000 metros cubiertos distribuidos en ocho niveles, prudentemente climatizados y ventilados, con zonas wifi y accesos que comunican las partes nuevas con las históricas. Las instalaciones modernas, el nivel de especialización y de los profesionales colocaron al Hospital Italiano en un plano superior al de la mayoría de sus competidores. El crecimiento de afiliados al Plan de salud se dio en paralelo con el estirón inmobiliario. Y siempre está a punto de dar otro paso. El nuevo Edificio de Procedimientos, también sobre Perón, crece a la vista de todos y a ritmo sostenido.
Esta pata del monstruo es la que atasca la circulación de autos y personas. Los arreglos momentáneos para facilitarle el paso a los peatones son habituales. Los autos están aún más trabados porque en esa cuadra también funciona la guardia, recientemente reacondicionada, y por lo tanto circulan ambulancias. Según sus cifras, por año el hospital recibe 2.381.000 consultas ambulatorias, gestiona 38.900 egresos y realiza 36.600 procedimientos quirúrgicos en sus 30 quirófanos. El equipo de trabajo está calculado en 7800 personas (2700 médicos, 3400 miembros del sta de salud y 1700 de sectores administrativos). Imaginemos el traslado de toda esa gente, más la cantidad de basura que generan, multiplicado por los días de internaciones, dividido en todos los taxis que buscan su oportunidad: el resultado es la larga equis que se forma en el tránsito entre Perón y Gascón cada día, desde que sale el sol hasta pasadas las 19.
Las reformas y construcciones dieron la vuelta a la manzana: sobre Pringles al 500 se inauguraron los accesos para camiones de basura y proveedores. A la vuelta, en Potosí, conviven las distintas sedes del Instituto Universitario, el Instituto de Ortopedia y Traumatología, el Centro de la Mujer y, cruzando Gascón, los consultorios externos. ¿Cuántos miles de metros cuadrados ha ganado el Italiano en los últimos años? Es difícil de medir porque las obras nunca terminan.
El efecto derrame de esta ganancia privada, aunque sea por goteo, puede verse en las inmediaciones del hospital. Los carteles, pegados a mano, con el ofrecimiento de señoras que cuidan internados, son la punta del iceberg. Muchas veces los pacientes vienen de otras provincias o países y sus familias se alojan en alguno de los departamentos de alquiler temporario que han florecido. Ya no son suficientes los antiguos hoteles de pasajeros que estaban en los alrededores. Justo enfrente del hospital apareció Tempora Rent, un edificio nuevo de diez pisos con cascada en el hall y circulación permanente de pasajeros. Sus precios oscilan entre 1700 y 2700 pesos por noche, dependiendo de la cantidad de metros cuadrados y de acompañantes. Hay otros edificios y departamentos particulares, un poco más baratos, aunque tampoco tanto. Este ir y venir de gente atrajo a cadenas (Martínez, Havanna, Bonafide, Carrefour Express) y elevó el precio de las construcciones que brotan luego de la demolición de viejas casas.
En el contrafrente del hospital se dio otro caso extreme makeover urbano. Primero se ocuparon de Mario y Roberto, los dos trapitos, que trabajaban en Pringles al 600, hacía 11 y 8 años respectivamente. La confianza con los vecinos era tan grande que les dejaban las llaves de los autos para que ellos los movieran según el flujo de trabajo de cada día. La policía los echó hace dos años y ya no pudieron volver. Luego apareció el cordón pintado de amarillo, junto con los agentes que les sacan fotos a los infractores y, casi por último, los macetones en las esquinas con unos palos de plástico que invitan a bajar la velocidad al doblar. La larretización de la zona se completó con el puesto de Ecobici en Rawson y Potosí y la bicisenda que va por Potosí y le quita un carril al tráfico automotor. Otro suele estar ocupado con ambulancias, cuando no un taxi con un paciente. Finalmente queda un solo espacio para que circulen los vehículos, incluyendo dos líneas de colectivos (105 y 146). Bocinazos, bicis, personas que cruzan por el medio de la calle, camillas. El paisaje del otro lado del hospital, esta vez modificado por manos públicas, resulta aún más confuso en la comuna porteña con menos espacio verde (0,2 m2) por habitante. Según los datos del gobierno de la ciudad, tanto de día como de noche los niveles de contaminación sonora de esas manzanas están siempre entre arriba y muy arriba de los 55 decibeles, el punto a partir del cual el sonido urbano se considera ruido.
pasteles verdes
A solo 350 metros de la puerta del Italiano, en Sarmiento al 4400, se encuentra la sede del sindicato de Pasteleros, Servicios Rápidos, Confiteros, Heladeros, Pizzeros y Alfajoreros. En esa cuadra, de ambas manos, se concentran varias propiedades del gremio: dos edificios para la mutual 12 de Enero (por el día del pastelero), las sedes de la federación y el sindicato porteño, el centro médico pediátrico, la escuela profesional (incluye bar en la planta baja), un galpón, más dos casas particulares que tienen, igual que otras dos en el pasaje Bogado, un cartel que indica: “Esta propiedad pertenece al sindicato de trabajadores Pasteleros y está siendo monitoreada por circuito cerrado en nuestra central de alarmas”. A la vuelta, sobre Bogado, cerca de Lambaré, hay una playa de estacionamiento y otra sede del sindicato.
Pasteleros parece tener especial interés por mostrar su expansión a cualquiera que pase por ahí. Es por eso que a cada terreno que compra le pone un cartel verde (como la lista oficialista) que dice: “Propiedad adquirida por PASTELEROS. Para un presente y futuro con más y mejores servicios. Luis Hlebowicz - Secretario General”. Con 25 años ininterrumpidos al frente, el color de la esperanza se fue transformando en signo identitario del gremio. La cinta verde, por ejemplo, se mezcla con la argentina en cada inauguración importante y Hlebowicz en persona se encarga de cortarlas. Sucedió en abril de 2018, cuando abrió la Clínica Pasteleros (Corrientes 4180), con la presencia del secretario de Trabajo de la Nación, Horacio Pitrau, y en compañía del padre Martín Bourdieu, que bendijo la sede. El tijeretazo se repitió a fines de octubre, cuando se inauguró Könke (Corrientes 4330), un hotel 4 estrellas que espera la llegada de los pasteleros de todo el país y que está en la misma cuadra que la Casa de la Mujer (Corrientes 4380) y enfrente de la Escuela de Capacitación (Corrientes 4367). Todos edificios espejados, modernos, equipados, recién estrenados. “La idea es que todo conjugue en un solo punto para beneficio de los afiliados, para acceder fácilmente a capacitación, recreación y salud”, explicó la autoridad pastelera. El polo verde seguirá creciendo porque también compró un galpón que antes pertenecía al mercado de flores y que está al lado de la escuela.
Los primeros intentos de sindicalización alrededor del horno y la levadura datan de 1887 con la creación de la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos. La presencia en el país del anarquista italiano Errico Malatesta, que venía escapando de distintas autoridades europeas por haber participado de levantamientos populares (en Suiza, España, Francia, Bélgica, entre otros países), resultó fundamental para la agitación y organización del gremio. En 1888, el mismo año de la colecta para la construcción del segundo Hospital Italiano, se realizó la primera huelga de panaderos en Buenos Aires, en gran medida, gracias a la influencia de Malatesta y de otros inmigrantes también italianos. Nada de ese espíritu revolucionario queda en la actual conducción verde. “Este viaje no es un premio”, dijo Hlebowicz, durante la gira en la que acompañó en marzo de 2018 a España, Alemania y Holanda al entonces ministro de Trabajo, Jorge Triaca, junto a otro cúmulo de sindicalistas. No sería justo enmarcar a la dirigencia pastelera en el macrismo: más bien, hace un cuarto de siglo que sabe permanecer siempre oficialista. Uno de sus principales secretos ha sido no contar con lista opositora. Recién en enero de 2018, la Celeste y Blanca llegó a formalizarse y se autodenominó “la lista de los trabajadores”. Esta agrupación con presencia en las fábricas, principalmente en La Salteña, Bimbo y Molinos Cañuelas, denuncia años de fraude electoral, afiliación bajo presión a la lista verde y un manejo beneficioso para la patronal en un rubro en el que la volatilidad y el trabajo en negro son característicos.
En un año marcado por la devaluación, el parate recesivo y la inflación, Hlebowicz difícilmente olvide los días de gloria que le regaló el 2018, más precisamente entre el segundo y el tercer trimestre. En las elecciones que se realizaron el 27 y 28 de agosto fue reelegido, por cuarto período consecutivo, como secretario general, mientras que el 12 de septiembre recibió el Premio Konex. El triunfo por 5411 votos a 2222 no sorprendió a nadie, ni siquiera a la Celeste y Blanca, que sabía que no tenía chances reales de ganar.
Los dos días electorales, por primera vez con cierta repercusión mediática, se vibraron especialmente en el centro neurálgico pastelero. Fueron 48 horas de despliegue de fuerzas, de un lado y del otro. Celeste y Blanca acampó sobre Pringles, a una cuadra del Italiano, para custodiar las urnas y para fiscalizar cada paso del proceso. Las calles de Almagro se llenaron de patovicas, de agentes de seguridad y también de trabajadores que se acercaban a votar y charlar. Hubo bombos, trompetas, choris, hubo Manaos, corte de calles, política sindical, con movilización genuina, con mano de obra contratada para la ocasión, y también con redes sociales como corresponde a estos tiempos. Pocas horas después del cierre del comicio, se dio a conocer el triunfo oficialista y los fuegos artificiales iluminaron Almagro. El barrio se vio tan alterado que durante la semana siguiente los vecinos recibieron una carta de disculpas de parte de la lista verde, una bolsita con scones y otra con caramelos, a modo de reparación. Pero no hubo demasiado tiempo para festejos porque pasaron cosas. Hlebowicz tuvo que poner la cara en conflictos como el cierre de la fábrica de Freddo, el cese de actividades de tres días en la fábrica de alfajores La Nirva por falta de pagos, o el peligro de extinción en el que estuvieron los locales gastronómicos del Buenos Aires Design.
la guerra del oxígeno
Si nadie vio venir la aparición de esta bestia de dos cabezas, mucho menos podemos anticipar sus próximos pasos. Seguramente ya no se van a ir, ni se van a achicar. Por el contrario, parece bastante probable que fagociten más propiedades de la zona. De hecho, al cierre de esta edición apareció una bandera verde en un baldío de Pringles y Sarmiento. ¿Qué hacen los vecinos que hasta hace diez años vivían más tranquilos, con menos ruidos, menos gente, menos autos, menos estrés? Algunos decidieron agruparse para pedir la creación de un espacio verde, o con goma eva, o lo que se pueda, pero que sirva para estar un rato fuera de casa, en la esquina de Pringles y Rocamora. Allí hay una torre gigantesca, también construida en la última década. A su costado, podría inaugurarse una plaza, incluso Larreta dio luz verde para el proyecto, pero falta terminar de coordinar la cesión con el Automóvil Club Argentino, que es el dueño del terreno. Hasta ahora el reclamo fue más bien liviano, se limitó a una actividad infantil un sábado a la tarde, la pegatina de carteles o la intervención con distintas plantas de los canteros del GCBA. Quizás podría implementarse un sistema similar al del Parque de la Estación (en Gallo y Perón), de reciente inauguración. Allí se abrieron juegos, se plantaron nativas, se pusieron mesas, sillas y aros de básquet justo en esa curva en la que Díaz Vélez se transforma en Gallo, pero eso ocurrió a partir de un movimiento organizado y con un pedido que se sostuvo durante años, muy lejos de esta criatura italiana y pastelera.
Almagro Pasticciere se ha vuelto hostil. No conviene acercarse al monstruo policefálico, solo se recibirá a cambio ruido, embotellamientos y la idea de que todo PH o casa antigua caerá, tarde o temprano, en estas garras, o en algunas similares. Los fines de semana, o los feriados, quedan en cierta soledad cientos de vecinos, los mismos que invaden el Parque Centenario hasta que no quede un centímetro vacío. Pronto será lunes otra vez y, como dice la canción, “una plaza mañana morirá y, muerto el verde, solo hierro crecerá”.