Las jornadas del 13 y 14 de diciembre pueden ser un punto de inflexión para las aspiraciones de la administración cambiemita. Por primera vez en dos años de gobierno el oficialismo sufrió una derrota política en todos los planos. En el Congreso, a la hora de articular mayorías legislativas en base a la sempiterna extorsión del toma y daca. En la opinión pública, que rechaza con claridad una iniciativa previsional regresiva. Y en la calle, donde la salvaje represión no logró intimidar a una multitud heterogénea que comienza a mostrar una combatividad considerable. Todo ello sobre el fondo de un fracaso en la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio que acaba de finalizar con sede en Buenos Aires.
Hay dos novedades relevantes, en el trazo grueso.
De un lado, el plan de reformas oficial puede abortar antes de nacer lo que significaría un duro golpe para el gobierno del Cambio. La amenaza aún latente de firmar un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) no es simplemente una bravuconada, es una muestra de la importancia que posee esta impopular medida en el programa económico. Y un gesto desesperado, que de concretarse podría inaugurar un proceso de disgregación al interior de la propia coalición oficialista. O desembocar en una salida autoritaria, de consecuencias impredecibles.
Por otra parte, la reacción contra la medida dibujó un amplísimo arco opositor que por primera vez pudo coordinarse para atacar y ser eficaz en el plano institucional, mediático y en la calle. A riesgo de caer en el impresionismo, puede decirse que la foto que se viralizó donde diputados y diputadas de muy diversas extracciones fueron captados en actitudes mimosas, se correspondió con el grito más escuchado durante los combates y las movilizaciones callejeras que durante dos días se libraron en los alrededores del Parlamento: “unidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode”. No hay que esperar la emergencia de una alternativa superadora en este variopinto espectro, pero su éxito circunstancial quizás responda a tendencias mas profundas que han comenzado a manifestarse ante nuestros ojos.
desempate hegemónico
Luego de la consolidación electoral en octubre de este año, los principales cuadros del PRO decidieron que era el momento de avanzar en las transformaciones estructurales. Es interesante percibir el alcance de este envión en las extensas entrevistas realizadas por Fontevecchia a dirigentes como Horacio Rodríguez Larreta, Marcos Peña y Federico Pinedo. Allí describen el dispositivo de comunicación política con los términos ya conocidos de “pasión por la cercanía”, “comunicación individual masiva” y “horizontalidad simétrica”, y salpican nociones como “desarrollismo pragmático”, “Estado fuerte” y “sensibilidad social”. También repelen la historia, niegan raíces. ¿Qué antecedente podrían mencionar que expresara el núcleo económico al que aspiran que no cargue a su vez con un reverso autoritario? Pero el dueño de Perfil insiste, porque sospecha que sin un pasado “venerable” nada grande podría ocurrir. Pinedo, acorralado, realiza una reivindicación insólita: Yrigoyen, Perón y Evo Morales. Es cierto que las ideologías no tienen que ser coherentes, pero tampoco la pavada. Pinedo hasta le concede alguna a Néstor, a Cristina no: la pesada herencia en registro monocorde, el único pasado que Cambiemos hace existir.
Sin embargo, hay algo que parecen haber aprendido. Y es que no alcanza solo con la pura coerción, ni con la lógica de los acuerdos entre factores de poder. Como demostró el fracaso de la “Revolución Argentina” de Onganía y Krieger Vasena, a la que el sociólogo Juan Carlos Portantiero definió como “el experimento más coherente y en las mejores condiciones de factibilidad, desplegado por la fracción dominante en la economía, para superar el empate a su favor”. En ese entonces, como ahora, lo que está en juego es el desempate hegemónico. Según el mismo Portantiero, el empate es la dinámica de “fuerzas alter-nativamente capaces de vetar los proyectos de las otras, pero sin recursos suficientes para imponer, de manera perdurable, los propios”. El quiebre de aquel proyecto de ‘modernización’ del capitalismo local se explica porque el empate político en la Argentina, dice el sociólogo, está articulado con el empate social: cierta “capacidad de bloqueo diseminada en la sociedad que provoca un efecto melancólico sobre el Poder”. Es por ese bloqueo social, que ayer vimos desplegarse en las calles, que la negociación con las jerarquías de los poderes reales no alcanza.
el bloqueo social
Las movilizaciones que la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) realizó desde el mediodía del 13 de diciembre, en conjunto con Barrios de Pie y la CCC, fueron organizadas con varios días de antelación. En reuniones que mantuvieron Emilio Pérsico, Luis Cáceres y el Gringo Castro con Juan Carlos Schmid se venían afinando los detalles. La articulación entre sectores de la CGT y la CTEP acumulan varias escenas compartidas que no son inocuas. Pero por primera vez esta recomposición sindical inicipiente se atrevió a enfrentar frontalmente al Gobierno.
En la intensa jornada de ayer, la articulación se extendió a los gremios nucleados en la Corriente Federal y en las dos CTA. Las estructuras gremiales confluyeron de manera casi espontánea con los partidos de la izquierda y el kirchnerismo. Y también pudo verse a una importante cantidad de manifestantes no identificados con ninguna escudería orgánica, que soportaron durante toda la tarde los sistemáticos embates policiales. Sin mediaciones que regulen mínimamente la escalada represiva instrumentada desde el Estado, y con funcionarios nacionales que intensifican de manera irresponsable las acusaciones sobre supuestos grupos violentos, el desafío para los organismos de derechos humanos se torna grave, mientras los fotógrafos y trabajadores de prensa surfean como pueden en el ojo de la tormenta.
La semana que viene se avizora decisiva. Los despachos oficialistas apuntaron el lunes 18 como el día D. O se aprueba la ley o se firma el DNU, avisan. En ese caso, el martes 19 de diciembre habrá Paro General. Y todas las fuerzas entrarán en tensión. Incluso las del mercado: ese mismo martes vencen alrededor de 445.000 millones de pesos de las Letras del Banco Central (Lebacs), lo que equivale a cinco veces la cantidad de dinero que el fisco aspira ahorrar con el ajuste a los jubilados. Y supera a las reservas netas del país.
Al día siguiente se cumplirán 16 años de que el entonces presidente De la Rua se subió al helicóptero Sikorsky S76B. Pero ese episodio ya quedó allá lejos, en el tiempo...