Carlos Eduardo Rovira no es candidato, no da entrevistas, casi no aparece en actos públicos. Pero este domingo 8 de junio Misiones volverá a votar bajo el sistema que él diseñó. La maquinaria que lleva su sello le otorgará, salvo sorpresa histórica, un resultado que lo confirme una vez más como el gran arquitecto del poder en la tierra colorada. Es que, más allá de los cargos en juego –se renovarán 20 de las 40 bancas de la Legislatura provincial y también se elegirán concejales en diez municipios– lo que se pone a prueba es la estabilidad de un régimen.
El 56% de los votos alcanzados por Javier Milei en la provincia en 2023 encendió una luz de alarma en el laboratorio del oficialismo. Hoy el aire que se respira está enrarecido, aunque en el fondo todo gire alrededor de un orden que muy pocos se atreven a discutir. Desde hace más de dos décadas, Rovira estructura la política provincial como un campo magnético: atrae, ordena, disciplina. A diferencia de otros líderes locales que se aferran al cargo como garantía de poder, él decidió soltar. No por modestia, sino por cálculo. Fue gobernador entre 1999 y 2007 y presidió la Cámara de Representantes de manera ininterrumpida por 16 años. Hoy es, formalmente, apenas un diputado provincial.
Parado sobre un régimen híbrido, en donde la gestión estatal se funde con el mando político férreo, el líder misionero ahora rebautizó su fuerza: Frente Renovador NEO. Cada candidato que emerge y cada funcionario que asciende lleva su firma. En ese sistema, los partidos políticos son descartables, los cuadros intermedios se desdibujan y la política se vuelve administración del presente.
Este formato –tecnocrático, verticalista, silencioso– comenzó a construirse a partir del golpe que le significó la derrota del referéndum reeleccionista en 2006, cuando Rovira comprendió que para sostener el poder no hacía falta ganar todos los cargos, sino construir un sistema que hiciera impensable su reemplazo. Desde entonces, la política misionera funciona como una maquinaria sin fricciones. La Ley de Lemas como lubricante, la fragmentación como defensa y la previsibilidad como doctrina.
el lema de arreglar
En 2011, cuando el kirchnerismo dominaba el tablero, Rovira se mantuvo cerca de Cristina Kirchner, como había hecho antes con Néstor. En 2015, cuando cambió el signo en Balcarce 50, mantuvo la autonomía y ofreció a Mauricio Macri gobernabilidad a cambio de gobernabilidad. Y en 2023, cuando llegó Milei no se opuso ni se subordinó: se mimetizó. El avance libertario, que en otras provincias descolocó a oficialismos consolidados, obligó a la Renovación a reformular sus reflejos. No porque el peligro de una derrota sea inminente, sino porque incluso una hegemonía sin rivales necesita también inventarse su propio enemigo para sobrevivir.
Como en cada elección provincial, el sistema electoral hará su parte: una ley de lemas que funciona como garantía estructural del statu quo. En Misiones, en la categoría a concejales no gana necesariamente el candidato más votado. Gana el lema que más votos sume entre sus múltiples listas internas (la Renovación, solo en Posadas, presentó 17). La competencia, así, se transforma en acumulación. Y la fragmentación, en una ventaja para quien domina la cancha.
El Frente Renovador de la Concordia compite con 33 sellos partidarios (sic) y una red de sublemas que se extiende hasta el último paraje. No es una coalición en términos ideológicos ni programáticos, sino una maquinaria de recolección. Cada lista aporta lo suyo, cada microestructura territorial hace su parte. Lo que parece dispersión es, en verdad, estrategia.
Esa dinámica es la que permite, por ejemplo, que el oficialismo ponga en juego 11 bancas con relativa tranquilidad. No porque no haya oposición, sino porque esa oposición llega dividida, sin recursos comparables, sin una narrativa unificada. Así y todo, el escenario, según sondeos de opinión que circularon en las últimas semanas, parece tender a la polarización entre la Renovación y la lista de La Libertad Avanza (LLA).
infiltración programada
A diferencia de Chaco, donde el radical Leandro Zdero selló una alianza abierta con Javier Milei, en Misiones Rovira eligió otro camino: absorber la ola violeta sin ceder el control. En vez de acordar formalmente con los libertarios, los fabricó. Les dio lugar en su propia boleta y les construyó la narrativa. Una estrategia de mimetización forzada, cada vez más explícita, que muchos dentro y fuera del oficialismo describen como una “infiltración programada”. En el mapa discursivo local, hay momentos en los que parece que el mandamás provincial dijera: “Milei soy yo”.
En un guiño marquetinero a la cultura del café gourmet o al rubro del vino, “Blend” es el nombre que el oficialismo eligió para agrupar a los candidatos “libertarios” que integran su propia boleta legislativa. Una mezcla de perfiles técnicos y jóvenes que dicen admirar a Milei pero militan bajo el paraguas de Rovira. No son outsiders: son insiders disfrazados de novedad. Tres nombres sintetizan esta operación. La abogada de 26 años especializada en Ciberdelitos, Aryhatne Bahr; el empresario Juan Manuel Rodríguez; y la influencer Victoria Cáceres. Todos dicen defender “las ideas de la libertad” y están en la boleta oficialista que encabeza el titular de Vialidad Provincial, Sebastián Macías.
La apuesta de Rovira es simple: si los libertarios vienen por afuera, que no sorprendan. Si vienen por dentro, que sumen novedad a esa lógica camaleónica. En ese esquema sobresale la figura de Micaela Gacek, actual subsecretaria de Coordinación General de Gabinete del gobernador Hugo Passalacqua. Aunque no compite en estas elecciones, la abogada ya suena como número puesto para integrar la lista de diputados nacionales en octubre. Gacek mezcla retórica liberal con obediencia renovadora y fue promovida como principal puente entre el modelo misionero y el clima de época.
Se trata de una maniobra que busca confundir a través de la proximidad. Pero en política, incluso el camuflaje tiene sus límites. Hace dos semanas, luego del faltazo de Karina Milei a una recorrida pactada en Iguazú, el gobierno desplegó una ofensiva para sembrar dudas sobre la autenticidad del armado libertario puro. El problema es que el gesto no duró mucho. Pocos días después, Karina aterrizó junto a Martín Menem en Oberá, encabezó caminatas, posó para las fotos y cerró un acto con Diego Hartfield, el candidato libertario, a su derecha. La recorrida se repitió en Posadas, ya con Patricia Bullrich en la comitiva.
acuerdo limpito
Durante meses, el proyecto de Ficha Limpia fue promovido con fuerza por sectores vinculados al PRO que buscaban convertirlo en un símbolo de renovación institucional en tiempos de antipolítica. En la Casa Rosada se lo impulsó sin demasiado entusiasmo, como parte de una agenda compartida con sus aliados. Pero cuando llegó el momento de votar en el Senado, la sorpresa fue total: Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, senadores misioneros, rechazaron el proyecto. Lo hicieron sin rodeos, sin excusas técnicas y la ley se cayó.
Nadie imaginaba que Misiones iba a ser el epicentro del tropiezo. Los votos en contra podían venir del kirchnerismo o de algún caudillo reacio, pero no del espacio que siempre ha votado en línea con los intereses de la ultraderecha. Por esa razón, las dudas comenzaron a aflorar. ¿Se había tratado, en realidad, de una expresión retorcida del pacto de gobernabilidad entre Milei y Rovira?
La escena que siguió fue más grotesca que aclaratoria. En una entrevista televisiva, Milei intentó despegarse del costo político con una sobreactuación en vivo. Frente a las cámaras, le tendió su celular a una periodista y le dijo: “Decime si hay un llamado a Rovira”. Pero en los pasillos del Congreso nadie le creyó.
Días antes, el propio Rovira había blanqueado su postura. Frente a su tropa, en una reunión privada habló de “pedido directo” desde la Casa Rosada. Y deslizó que el voto negativo había sido acordado para evitar una victoria parlamentaria del PRO que pudiera capitalizar la diputada Silvia Lospennato. En voz baja, un funcionario misionero lo resumió sin vueltas: “No vamos a votar nada que le sirva a Macri”.
La victoria posterior de Manuel Adorni y la derrota del PRO en su bastión histórico, reforzó la idea de que la jugada había sido correcta. En redes sociales, mientras tanto, todos los funcionarios del oficialismo misionero celebraron con el hashtag #RoviraTeníaRazón.
El episodio dejó al descubierto lo que hasta entonces se insinuaba: que entre Rovira y la administración Milei hay un acuerdo de convivencia que excede lo partidario.
oposición rota
Las boletas de este 8 de junio estarán saturadas de nombres. Pero la mayoría no compite entre sí: compite por sobrevivir al margen del diseño oficial. Si hay algo que la Renovación aprendió en estos veinte años de hegemonía es que la mejor oposición es la que se fragmenta sola. Y si no lo hace, se la divide. Esa es la lógica de la ley de lemas, pero también del sistema de poder que Rovira montó con precisión quirúrgica: una maquinaria donde los rivales terminan corriendo la carrera con los zapatos que él les prestó.
Por eso, desde Buenos Aires se mira el mapa electoral misionero con asombro por la cantidad de candidaturas libertarias, peronistas o independientes que se presentan dentro de la oferta de la Renovación para la categoría concejales. Muchas de esas ofertas terminan jugando, directa o indirectamente, a favor del oficialismo provincial. Algunas por afinidad, otras por diseño.
Por fuera de ese esquema, la oferta libertaria más visible es la lista oficial de LLA, encabezada por el extenista y actual trader Diego Hartfield. La segunda en la boleta es Samantha Stekler, mientras que en tercer lugar aparece el referente local Adrián Núñez, abogado tributario con pasado en la gestión municipal posadeña que cuenta con denuncias internas por supuestos pedidos de diezmos. Esta es la lista bendecida por Karina Milei, la única que recibió su respaldo explícito en su reciente visita a la provincia.
El problema es que no está sola. Una vez más el gobierno nacional no logra imponer la unidad. Por otro lado compiten otras dos listas que se reivindican libertarias. Una es la del diputado nacional Martín Arjol, que tras ser expulsado de la UCR armó un espacio propio con el sello del Partido Libertario. Aunque se autodefine como un “radical peluca”, su estrategia parece más centrada en marcar territorio que en sumar volumen. La otra, más disruptiva, es la de Ramón Amarilla, el suboficial retirado que fue detenido por sedición tras liderar la protesta policial del año pasado. Su candidatura desde la cárcel, al frente del espacio Por la Vida y los Valores, funciona como gesto de denuncia y acto de resistencia: si supera los 25.000 votos, podría asumir una banca y obtener la libertad.
También participa el frente Unidos por el Futuro, que agrupa a los restos del PRO y la UCR, retazo de lo que alguna vez fue Juntos por el Cambio. Encabezado por el radical Santiago Koch, ni la marca ni sus nombres arrastran volumen suficiente como para inquietar al oficialismo. En paralelo, el espacio Activar, que hasta hace poco representaba la esperanza blanca del recambio liberal en clave provincial quedó completamente fuera de juego. Pedro Puerta –hijo del exgobernador Ramón Puerta– no presentó lista tras el escándalo que envolvió a su exsocio y diputado provincial Germán Kiczka, hoy preso por distribución y consumo de material de abuso sexual infantil. La caída fue más que política: fue generacional. Para Rovira se trató de una revancha silenciosa. Ver diluirse al hijo de su viejo rival sin necesidad de mover una ficha.
A la izquierda del mapa, se agrupa Confluencia Popular por la Patria, el frente encabezado por la sindicalista docente Mónica Gurina. Es la única oferta que se posiciona de manera frontal contra el ajuste libertario. Incluye a Unidad Popular, Encuentro Ciudadano y sectores de La Cámpora Misiones. Aunque el Partido Justicialista no se inscribió formalmente, los interventores designados por Cristina Kirchner —Gustavo Arrieta y Máximo Rodríguez— bendijeron el armado.
El peronismo, sin embargo, llega herido: la retirada del Partido Agrario y Social (PAyS), conducido por el exdiputado nacional Héctor “Cacho” Bárbaro, fracturó la posibilidad de una candidatura de mayor peso opositor desde el antimileísmo. Bárbaro decidió competir con una lista propia, luego de un enfrentamiento público con Cristina Brítez, diputada nacional y jefa de La Cámpora en la provincia. Las diferencias eran conocidas, pero el portazo fue simbólico: rompió el único intento serio de unidad y dejó al kirchnerismo sin territorio consolidado.
la anomalía Amarilla
Ramón Amarilla no era dirigente, ni militante, ni outsider con plan. Era un suboficial retirado, casi anónimo, que irrumpió en el centro de la política misionera durante la protesta policial de mayo de 2024. Lo que empezó como un reclamo salarial liderado por docentes y trabajadores de la salud, se convirtió en un punto de inflexión cuando los uniformados se plegaron a la demanda con fuerza inusitada. Amarilla emergió entonces como su vocero más visible: hablaba con crudeza, encarnaba la precariedad del escalafón bajo y transmitía una legitimidad callejera que descolocó al rovirismo.
La protesta desbordó los márgenes habituales del reclamo sindical: hubo acampe frente al Comando Radioeléctrico, movilizaciones masivas y tensión en las inmediaciones de la mansión de Rovira. Por primera vez en años, el oficialismo tuvo que negociar desde atrás. Cerró un acuerdo en la madrugada del 29 de mayo, que incluyó una suba del 60% y amnistía para los participantes. Pero el gesto fue breve: en septiembre, Amarilla y otros siete policías fueron arrestados por los delitos de coacción, sedición y conspiración.
Desde entonces permanece detenido en la Unidad Penal VIII de Cerro Azul. Su figura, lejos de diluirse, creció. La cárcel le dio estatura simbólica: pasó de vocero ocasional a ícono de una revuelta sin representación. Su candidatura a diputado provincial, inscripta desde la celda, desafía el código genético del régimen. No fue diseñada en un despacho ni bendecida por ninguna mesa chica. No viene de la política tradicional, sino del conflicto real.
Compite con un sello menor, Por la Vida y los Valores, que lo lleva como cabeza de lista. Pero incluso esa estructura está atravesada por sospechas: la segunda en la boleta, Rita Flores, es tildada de agente del rovirismo por sus vínculos con sectores del “Blend”, la estrategia de la Renovación para infiltrar identidades libertarias. Amarilla la desconoce públicamente como compañera de fórmula.
protegerse del espejo
Hace un año que en Misiones algo cambió. La Renovación dejó de ser solo una ingeniería de poder y empezó a parecerse, también, a un sistema en defensa. Se creó una Fiscalía Especializada en Ciberdelitos con potestad para allanar domicilios por fake news. Se multiplicaron los episodios de hostigamiento a voces disidentes: la enfermera Florencia Belén Aguirre, el tiktoker Ramiro “Quito” Barrionuevo y el referente vecinal Cristian Cabral denunciaron persecuciones, allanamientos y secuestros de celulares tras expresarse críticamente. El mensaje fue directo: meterse con el poder puede tener consecuencias, incluso si se hace desde el plano virtual.
Pero el episodio que más puso en evidencia el giro autoritario del sistema fue el intento de exclusión, decidida por el Tribunal Electoral, de todos los policías y fuerzas de seguridad del padrón electoral. Amparándose en una cláusula de la Constitución provincial de 1958 –el artículo 48 inciso 10–, el Tribunal resolvió que los uniformados en actividad no podrían votar el 8 de junio. El efecto político fue inmediato: la candidatura de Ramón Amarilla, símbolo de la protesta policial, quedaba en jaque. Sin sus pares, su base electoral se achicaba drásticamente.
Desde la oposición se denunció la maniobra como un intento de proscripción encubierta. La tensión creció en paralelo a los repudios, hasta que, finalmente, se produjo el giro. A instancias del gobernador Passalacqua, intervino el fiscal de Estado. El procurador Carlos Giménez revisó la decisión del Tribunal Electoral, emitió una recomendación al Superior Tribunal de Justicia y propuso lo que se terminará oficializando: habilitar el voto de las fuerzas de seguridad. La medida, que contradice el texto constitucional, se apoya en antecedentes recientes que permiten una interpretación más laxa del artículo. En la letra, la norma sigue siendo válida. En la práctica, ya no.
La marcha atrás dejó expuesta una doble operación: primero, una decisión que funcionó como cerrojo; luego, su desactivación en manos del propio oficialismo, que prefirió ceder antes que instalar un nuevo frente de conflicto. No fue una concesión a Amarilla: fue un movimiento de contención.
El episodio resume lo que 2024 le hizo a Rovira. Lo volvió más reactivo, más cerrado, más sensible al riesgo. Un viejo dirigente renovador lo dijo sin vueltas: “Carlos está dispuesto a hacer lo que tenga que hacer para conservar su poder. Ya no le importa parecer sutil. Está cada vez más parecido a Gildo”. La referencia a Insfrán no es caprichosa: alude a un tipo de longevidad que empieza a cobrar otro precio. Más control, menos flexibilidad. Más blindaje, menos juego.
A pesar de ese clima de tensión, todo parece dispuesto para que el Frente Renovador de la Concordia, ahora en su versión NEO, vuelva a ganar en Misiones. Rovira ya está pensando en la conformación de la Legislatura a partir del 10 de diciembre. Pero el terreno social sobre el que construyó su edificio hegemónico ya no es el mismo. El mundo que lo rodeaba cambió. Y cuando un poder empieza a blindarse desde adentro, ya no se gobierna con comodidad: se protege del espejo.