entre la resistencia y la integración | Revista Crisis
perón fijo / v de oveja negra / juan carlos schmid
entre la resistencia y la integración
Un sindicalista gravitante que piensa los primeros tres meses del gobierno menos peronista de la democracia como si tuviera un cubo rubik entre las manos: los colores se combinan pero la figura no termina de armarse. Organización popular, restricción eterna y una vaporosa prudencia, en los umbrales de la conflictividad por venir.
Fotografía: Leo Vaca
03 de Abril de 2016
crisis #24

S chmid dirige un gremio joven y pequeño, pero conduce la estratégica Confederación Argentina de los Trabajadores del Transporte (CATT). Durante la última etapa del gobierno kirchnerista su nombre sonó como prenda de reunificación de los tres sectores que dividen a la CGT. Compañero de ruta de Moyano desde la época del menemato, aunque con vuelo y criterio propio, fue hasta hace poco el indicado para aposentarse en el sillón de Azopardo. Sin embargo, luego del repentino cambio de escenario su perfil se contrajo. ¿Cálculo político o desorientación en la coyuntura?

Esta entrevista inicia de manera frontal y sin preámbulos.

¿Cómo se explica el proceso que va desde el acto de la CGT en River en 2010, cuando Moyano dice delante de Cristina que sería importante que un trabajador llegue a la Presidencia, al virtual apoyo por parte del camionero al empresario Macri?

-Se puede pensar como el quiebre de una alianza de gobierno que en su momento privilegió el interés de los trabajadores y que a partir de la segunda presidencia de Cristina Fernández pegó un viraje hacia posiciones más conservadoras. La deriva después de esos acontecimientos y de una larga espera sin ningún contacto institucional con el gobierno nacional no implica  el apoyo a la candidatura de Macri, yo no lo pondría así. Sí explica la postura de Moyano cuando dice “nosotros sabemos a quiénes no tenemos que votar”. De hecho, yo voté en blanco en el ballotage.

Sin embargo, cuando Moyano plantea esa postura en un acto el 17 de noviembre de 2015, en la semana decisiva desde el punto de vista electoral, muchos de los asistentes abandonan la concentración en señal de desacuerdo, incluyendo a una parte de tu sindicato.

-Sí, ese día muchos compañeros nuestros hicieron críticas sobre el contenido o la dirección que tenía el discurso. En esa oportunidad se realizó una arriesgada exhortación al trabajador para que no siguiera acompañando a un gobierno que le había negado toda participación a la parte del sindicalismo que más fuertemente apuntaló los primeros años del kirchnerismo. Cuando a mí me preguntan desde dónde hago la crítica, yo respondo que la hago desde ese compromiso inicial. Yo estuve en las rutas, estuve en las primeras líneas cuando se discutía la Ley de Medios. Fui un ferviente defensor de la política exterior del país, de los procesos de integración latinoamericanos. En varias ocasiones integré la comitiva presidencial que iba a discutir al G20. De modo tal que la crítica la hago desde ese lugar de pertenencia. Por eso reitero que en la segunda etapa de Cristina Fernández hubo una evolución hacia posiciones conservadoras. Por caso: ley de accidentes, hecha a la medida del sector empresarial; ley antiterrorista, que bien puede ser utilizada en esta nueva etapa con consecuencias desastrosas; ley de blanqueo de capitales, mientras escalaba el conflicto por el impuesto a las ganancias. Y obviamente una presión tributaria que llega hasta nuestros días y que directamente responde a un sistema tributario que es hijo de la dictadura militar.

¿No te parece que el remedio es peor que la enfermedad?

-Mirá, este es un proceso en el que fuimos perdiendo competitividad en la economía, como consecuencia de la mala gestión de la última etapa. Kicillof  nos quiso vender la ilusión de que estaba todo bien, hasta el disparate de que no contamos los pobres porque eso es estigmatizarlos. Efectivamente, la devaluación en nuestro país termina afectando a los sectores de menores ingresos. En otros lugares no sucede lo mismo, donde se devalúa para ganar competitividad y no por eso terminan complicando a los más desprotegidos. Eso de alguna manera explica la falta de capacidad de los economistas para resolver una crisis que hoy azota la globalización internacional. Este me parece que es el cuadro de situación.

la noche de los proletarios

Juan Carlos Schmid tiene el aspecto de un obrero de Carpani. Cirscunspecto, maciso, formateado por los cánones ideológicos del siglo XX. Más novel y menos gordo que la mayoría de los jerarcas del gremialismo, en su despacho de la calle Piedras (a la vuelta de Clarín) no abundan los bustos y retratos de Evita o Perón, pero puede hallarse un pisapapeles de Mao. “Me lo regalaron cuando fui a China, en una comitiva que tenía la misión de evaluar la compra de material para mejorar los transportes. Después salieron a comprar vagones en la urgencia, porque hubieron varios accidentes”. Difícil no retrotaer el diálogo, una y otra vez, al “fracaso kirchnerista”.

La militancia de Schmid se remonta a los primeros setenta, cuando ingresa al Ministerio de Obras Públicas, en la Dirección Nacional de Puertos. Por ese entonces los obreros de Dragado y Balizamiento crean su primera herramienta gremial, la seccional 381 de UPCN. “Para mí fue un momento maravilloso. Creamos un sindicato de la nada. No había libro de actas, ni edificios, ni oficinas. El compromiso era parecido al viejo estilo anarquista”.

Durante la dictadura protagonizan una riesgosa medida de fuerza, como integrantes de la Coordinadora de Gremios Estatales. El experimento terminó con la tripulación completa de una draga secuestrada en una dependencia militar de San Nicolás, y con gran parte de la conducción del sindicato en prisión. Schmid, quien fue exonerado entre 1978 y 1983, muchos años más tarde lo recuerda así: “Tuvimos una visión errónea en ese momento. Pensábamos que era un golpe de estado más y organizamos la resistencia de la misma manera que en la década del cincuenta.”

En junio de 1984 nace el Sindicato propio, SIPEDyB, con Schmid como Secretario de Interior de la primera Comisión Directiva. Desde entonces trabaja en la sede central del gremio y todos los fines de semana viaja a Rosario, donde vive en el barrio Belgrano. En 1993 llega a ser Secretario General, cargo que mantiene hasta hoy. Le tocó la peor época. Durante el menemismo termina por moldearse el estilo propio de “los embarcados” (como ellos mismos se autodenominan): “un gremio pequeño en número pero sólido como una roca en sus ideales, encargado de salvaguardar el funcionamiento soberano del sistema portuario fluvial y marítimo”.  Esa combatividad se expresaría a través del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), desde donde junto a Moyano deciden fracturar la CGT cómplice de la desregulación y las privatizaciones. Pero quizás Schmid haya llegado ya a la madurez, donde lo que prima es la cautela.

¿Vos no creés que existe una “burocracia sindical”? Un sector del gremialismo que se independiza de los trabajadores y tiene intereses propios.

-No, no creo en el término burocracia sindical. Ese es un invento ideológico. Había burocracia en el viejo Partido Comunista. El desafío está en los millones de trabajadores que ingresaron nuevos a los sindicatos en este último tramo. Hemos observado cambios importantes en algunos procesos eleccionarios que han ocurrido en varios lugares. Esos nuevos protagonistas van a pedir su lugar y sería absolutamente infeliz que nosotros no nos demos cuenta de que hay un escenario distinto.

¿Y por qué el sindicalismo no consigue nunca, aunque se lo propone, construir una proyección política propia de los trabajadores?

-El problema es que las búsquedas que se han hecho quieren resultados inmediatos. Yo me inclino a pensar que hay que tener una estrategia en el tiempo. Creo que hay que comenzar de menor a mayor, parecido a lo que hizo Lula y otras experiencias, e ir escalonando posiciones. En ese sentido hay que alentar a los compañeros más jóvenes que tenemos en los sindicatos a que transiten el terreno político, porque son ellos los que van a llegar. Ahora, si armamos una lista para que al otro día pongamos dos diputados… Y bueno, eso mucho no sirve. Desde mi punto de vista no sirve para nada.

¿Es una crítica a los últimos movimientos de Facundo Moyano, por ejemplo?

-No, yo creo que Facundo tiene muchas posibilidades en la medida que vaya formando un espacio más amplio.

cómodas cuotas de prudencia

El referente de “los embarcados” conoció rápidamente a los nuevos funcionarios amarillos. Al ministro de Trabajo, Triaca Jr, le dijo que el método utilizado para despedir trabajadores del estado era horrible. A Guillermo Dietrich, el de Transporte, le puso distancia con una frase: “ustedes son dueños de sus éxitos pero también de sus fracasos”. Schmid participó además de la publicitada reunión de los capitostes sindicales con el presidente Mauricio. “El único que no estaba con saco era yo”, cuenta divertido.

Ese día “los gordos” salieron exultantes de la Casa Rosada, con la promesa de un anuncio vespertino sobre el impuesto a las ganancias, reclamo largamente postergado por el kirchnerismo. En la foto difundida por el servicio de prensa oficial se los ve a Macri y a Peña, junto a Moyano, Barrionuevo, Venegas, Martínez, Cavalieri y Caló, mirando a cámara con alborozo. Schmid es el único, camisa a cuadros y chaleco cazador, que parece arisco. Horas más tarde la sonrisa de los cabecillas se transformaría en mueca de incredulidad, al constatar la insuficiencia del decreto presidencial.

¿Cómo evaluarías esta primera etapa del gobierno de Macri?

-Veo velocidad máxima para resolver los problemas de los sectores más concentrados y gradualismo para resolver los problemas sociales y económicos. En la composición del gabinete veo hombres y mujeres que vienen de los sectores trasnacionales que tienen fuerte influencia en la Argentina. Y obviamente veo un sesgo distinto al que se venía teniendo con anterioridad en cuanto a la mirada sobre el Estado, sobre las relaciones exteriores y sobre los actores económicos. Pero van cien días.

Sin embargo, la orientación es clara, ¿por qué el sindicalismo no reacciona?

-El sindicalismo va a actuar, en primera instancia, al interior del congreso. Vamos a proponer la discusión por el impuesto a las ganancias y la declaración de la emergencia ocupacional, con el objetivo de impedir los despidos masivos y exigiendo compensaciones. Necesitamos crear instrumentos que eviten que haya una sangría de esas características. Esta iniciativa surge desde el campo sindical, en una reunión de diez diputados y dos senadores que provienen de los gremios. Lo novedoso es que son hombres y mujeres que vienen de distintas extracciones partidarias. Luego, llegará la hora de las movilizaciones. No olvides que el sindicalismo está dividido, lo cual implica dificultades para responder de forma inmediata. Por otra parte, somos una Confederación, una entidad de tercer grado, y hay que ir recogiendo la presión y la información de cada uno de los sindicatos de base o federaciones, para que llegado el momento se haga una síntesis y aparezca el conflicto de forma general, que no es un conflicto por reivindicaciones ni por pérdida sino uno de naturaleza política.

¿No te parece que los sindicatos, cuando llegan a un nivel alto de integración en el sistema político, tienden a regirse por un interés más corporativo? En ese sentido, ¿puede ser que ustedes hayan subestimado lo que podía significar un retroceso histórico para el conjunto de los trabajadores en pos de tener más influencia en este gobierno que en el anterior?

-Yo puedo aceptar que el campo sindical tiene que introducir cambios, pero esos cambios nunca pueden debilitar la fortaleza de la estructura. Porque estamos enfrentando una globalización muy fuerte: todos los días hay megafusiones en el campo del capitalismo, en los bloques económicos, y no veo por qué nosotros tenemos que recorrer el camino inverso. Eso sería facilitarle la tarea al capitalismo. La historia demuestra que cuando el gobierno no es peronista hay una mayor facilidad para unificarse. Sin embargo, en estos primeros tres meses se ha impuesto una cuota de prudencia. Algunos sostienen que las dificultades han empezado cuando llegó este gobierno y otros aseguran que el fango actual viene de lluvias anteriores. Yo creo que lo importante es que el movimiento sindical llegue a esa unidad lo más pronto posible y que con los elementos de juicio en la mano, fije una posición en defensa a los intereses populares. Ahora bien, yo suelo reiterar algo que dijo Putin: “El que quiere restaurar el comunismo no tiene cabeza; el que no lo eche de menos no tiene corazón”. Pienso exactamente lo mismo respecto al kirchnerismo.

poner las balizas

La frase atribuida al líder ruso figura como epígrafe de Limónov, gran libro del escritor francés Emmanuel Carrére. En verdad allí se consigna una versión ligeramente modificada: “el que no reconoce lo hecho por la Unión Soviética es un ingrato, el que quiere que vuelva el comunismo no tiene cerebro”. Le pregunto a Schmid si lo leyó, pero no es el caso. Curiosa coincidencia entre ficción y realidad, entre ideología y política.

Es hora de rematar la conversación.

Bueno, Juan Carlos, a nosotros ahora nos interesa hablar más del macrismo y menos del kirchnerismo. ¿Vos prevés un escenario de crisis y aumento del conflicto social, a partir de la tendencia de este gobierno a ajustar la capacidad de consumo popular y su apuesta al endeudamiento externo?

-Yo creo que si la inflación no llega a encausarse hay un horizonte de conflicto. Es inevitable, más allá de las posturas de los sindicatos. La inflación desemboca en una crisis política y esa crisis desborda por todos lados. Pero yo no sé si está tan definida la caracterización que hacés del gobierno. A mí me da la impresión de que cualquier gestión que viniera debía reconectarse con la normalidad financiera internacional. Una cosa es tomar crédito y endeudarse para construir infraestructura que nos permita ingresar al comercio del siglo XXI, y otra cosa es creer que por arreglar con los buitres van a llover las inversiones a los lugares que nosotros necesitamos.

Para vos el endeudamiento es un hecho inevitable.

-Sí, es inevitable. El país no cuenta con los recursos para hacer puentes, desarrollar los ferrocarriles, para conseguir el sustento energético. Las inversiones tienen que venir de afuera, eso lo dicen todos los economistas. La idea de que tenemos que vivir únicamente con el mercado interno tiene luces y sombras. Si vos no te desarrollás no hay mercado interno. Por ejemplo, nosotros somos uno de los países que más consumen celulares y el noventa por ciento de sus componentes son importados. Cada vez que nosotros cambiamos un celular estamos profundizando la restricción externa, que es el talón de Aquiles de la economía argentina.

¿Pero no te parece que es una historia repetida? Cada vez que se llega a un tope del crecimiento y la distribución, producto de los límites de la estructura productiva nacional, vienen los sectores dominantes a ofrecer la salida endeudadora a cambio de ceder soberanía.

-Si miro la experiencia reciente, lo que veo es un fracaso en que esto no ocurra. No he querido centrar este reportaje en lo que nos ha ocurrido en nuestro sector (el transporte marítimo y fluvial), porque entre la fantasía de la isla Demarchi y habernos mandado al fondo del océano hubo un camino muy corto por estar en la oposición. Yo comparto con vos: siempre hemos llegado a ese límite y después se cae. Pero resulta que siempre llegamos al techo luego de haber desaprovechado los procesos de crecimiento y de disponibilidad de recursos que hubiesen posibilitado que sentáramos las bases para hacer otra cosa distinta. Y ya no sé si ahí intervinieron tanto las conspiraciones o es nuestra propia incapacidad. A mí me parece que hay una manifiesta incapacidad en armar la coalición y no desarmarla por cuestiones menores. Es muy probable que haya sido un error de ambas partes. Pero si sabés conducir no armás un quilombo antes de que termine el mandato para consolidarlo. El buen pastor se lleva todo, a la oveja negra también. Yo veo la historia como un proceso mucho más extenso que las coyunturas electorales. Ahora estamos en un período de retroceso. Indudablemente, si la situación sigue empeorando el conflicto va a trepar por afuera de cualquier estructura. No porque yo me crea la famosa alquimia del empoderamiento, ¿qué empoderamiento puede tener el 35 por ciento de hombres y mujeres precarizados? Sin sindicato, sin vacaciones, sin horas extras, sin derecho: ¡no tienen ningún poder! Eso es simplemente una consigna vacía de contenido. Tal vez haya una parte de responsabilidad nuestra, por no organizar a ese enorme grupo de compatriotas, a quienes deberíamos tener adentro. Pero con la estampida de precios y todo lo demás, este gobierno tiene niveles de aceptación muy altos: es incomprensible. También hay un llamado de atención sobre el comportamiento de la sociedad. Esto lo votó la sociedad.

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