Sin distorsionar los hechos es posible afirmar que la historia de las inversiones extranjeras en Argentina -desde los lejanos tiempos de la Baring Brothers- es la historia del saqueo sistemático de nuestra economía, en exclusivo beneficio de las metrópolis imperialistas. O más concretamente: la historia paradojal de cómo un aporte insignificante -apoyado por sutiles estrategias legales o por maniobras sorprendentemente burdas- puede convertirse en la llave maestra de un enorme y desbordante poder económico, cuya influencia distorsionante se extiende a todas las esferas del quehacer nacional. Porque el papel del capital extranjero en nuestro país no se circunscribe a lo exclusivamente cuantitativo o económico. De manera más compleja la presencia de las inversiones extranjeras ha tenido y sigue manteniendo una particular incidencia no sólo sobre los aspectos específicamente económicos, sino también sobre un campo más amplio que concierne a lo social, político, militar, cultural, educacional, etc.
En los años posteriores a la Segunda Guerra mundial las inversiones extranjeras disminuyeron notablemente en nuestro país, como directa consecuencia de las nacionalizaciones efectuadas en sectores como ferrocarriles, teléfonos, seguros, etc. Es así que el monto de capitales extranjeros que en 1940 había llegado a los 3.264 millones de dólares-, descendió en 1955 a los 1.547 millones, para volver a repuntar a partir de 1957, año en que se anota para este rubro un volumen de 1.743 millones de dólares.
En ese momento comienza a articularse una importante campaña sicológica que trata de captar al pueblo argentino con el añejo argumento que postulaba que la colaboración del capital extranjero permitiría el desarrollo prácticamente ilimitado de la economía nacional y pondría fin a todos los males que padecíamos.
Puede admitirse que a partir de 1958, con el advenimiento al poder del "desarrollismo" frondizista, las puertas de la Nación se reabren a las inversiones del capital foráneo, quizá con mayor liberalidad que en otros tramos de nuestra historia. A partir de ese punto dichos capitales aguzarán el ingenio e incorporarán formas operativas más sofisticadas para lograr el cumplimiento cabal de un viejo objetivo, que no era ciertamente ignorado por los arcaicos traficantes del Mediterráneo clásico: obtener los mayores beneficios con el mínimo de inversión y riesgo.
Un dato sumamente expresivo nos revela la entraña más íntima de este incómodo capitalismo que "venía a salvarnos": en el número 1/2 de la Revista del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires (enero/junio 1972) el doctor Ernesto D. Aracama Zorraquín, basado en las estadísticas del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, informa que "el flujo neto de capitales norteamericanos en el período 1950/1967 ha sido de 3.936 millones de dólares, mientras que los beneficios repatriados han llegado a los 12.817 millones", lo que equivale a decir que entre esas fechas la repatriación de utilidades generadas en América Latina representa tres veces el valor de las inversiones efectuadas por las empresas de los Estados Unidos.
la lluvia que no llegó
Fue durante el gobierno del Dr. Frondizi, en efecto, que comenzó a instrumentarse una legislación que permitiría, y fomentaría, la entrada irrestricta e incondicional de las inversiones foráneas. En este marco, precisamente, se promulga la Ley 14.780, que se transforma en la piedra de toque mediante la cual el "desarrollismo" llevará a cabo sus planes en íntima y estrecha colaboración con el capital extranjero. La creación de un clima propicio para las inversiones posibilitaría "recibir una lluvia de dólares" que permitiría -según sostenían los ideólogos de la corriente- la instalación de las industrias básicas y la liberación definitiva del país.
La ley mencionada disponía que la inversión podría realizarse en divisas, maquinarias, equipos, elementos industriales diversos o materias primas, y daba preferencia a toda inversión externa que se destinara a la producción de materias primas o bienes de cambio, a la vez que permitía la transferencia de utilidades sin limitaciones de ninguna naturaleza. El Poder Ejecutivo podía acordar las franquicias aduaneras o impositivas que juzgara convenientes para la radicación respectiva. En muchos casos la "inversión" extranjera era solamente la radicación de materias primas o elementos importados a los que se desgravaba de impuestos y del pago de los derechos y recargos aduaneros. Con la venta de dichos productos se obtenían utilidades abundantes, con las que se podía montar, en última instancia, la planta que presumiblemente fabricaría los elementos en el país. En muchos casos se trataba de plantas obsoletas, y en otros especialmente en la industria automotriz de simples talleres de ensamblado de partes importadas.
Con una asombrosa generosidad -tan asombrosa como selectiva- se disponía la libre introducción de maquinarias y equipos, mientras que los empresarios nacionales debían afrontar el pago puntual e irrecusable de todos los gravámenes en el caso de tener que efectuar importaciones de los mismos elementos.
Pero más que los aspectos jurídicos de la ley, es importante analizar las consecuencias económicas que trajo aparejada su aplicación. Ante todo digamos que el slogan engañoso de la abundancia de dólares fue apenas un mecanismo publicitario. La Dirección de Fabricaciones Militares efectuó un estudio (Síntesis estadística de radicaciones de capitales extranjeros al 30/6/1964, 2 ed.) según el cual el monto total de inversiones extranjeras autorizadas al 30 de junio de 1964 -desde el año 1958- alcanzó a 450 millones de dólares. Pero de dicha suma, lo efectivamente radicado alcanzó a sólo 175,3 millones, de los cuales un porcentaje del orden de los 42,3 millones lo fueron en divisas, o sea en moneda líquida, y 132 millones en bienes, insumos, maquinarias y know how o tecnología.
Una visión más clara de lo antedicho nos la puede brindar el siguiente cuadro, elaborado en basea los datos de la fuente mencionada:
Se puede señalar, en conclusión, que los 175,3 millones de dólares radicados en industrias claves provocaron un incremento de la importación del orden de los 559,5 millones de dólares, al mismo tiempo que se remesaban al exterior utilidades por 113,6 millones, con lo cual la pretendida política de ahorro de divisas quedaba desvirtuada y en posición harto sospechosa.
autos y petróleo: la gran tentación
Conviene recordar que en su momento fue tan ferviente el deseo de utilizar las prebendas concedidas que se produjo una verdadera invasión de "fábricas" de automóviles, a punto tal que Argentina -para regocijo de ilusos- llegó a contar con 25 "plantas", muchas más que las necesarias y que las que existían contemporáneamente en cualquier país desarrollado. En Bases para un Programa Peronista de acción de Gobierno N 1/Industria, publicación editada por el Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Peronista, se informaba hacia mayo de 1973 que "la industria automotriz ha vendido en sus 13 años de existencia vehículos por 9 mil millones de dólares, habiendo repartido utilidades por 540 millones a las que se deben sumar amortizaciones de capital por 450 millones de Igual moneda, siendo el total de las inversiones en el sector terminal de sólo u$s 537 millones. Si a esto se suma el hecho de que durante 13 años la industria importó partes de sus casas centrales por valor de 700 millones de dólares, podemos ver que la rama ha sido desarrollada con el ahorro interno y que ha Implicado el envío al exterior de más de 1.200 millones de dólares". Cabe agregar a este cuadro el hecho de que las más importantes firmas fabricantes de partes se encuentran en manos de empresas multinacionales, y debe añadirse, asimismo, que la implantación irracional de la industria automotriz trajo un vuelco sumamente importante en el manejo financiero de la economía nacional. Está de más señalar que mientras ocurría el proceso de facilitar por todos los medios el accionar de las multinacionales automotrices, se restringía la actividad de la empresa estatal Industrias Mecánicas del Estado (IME), que podía -y aún puede haberse constituido en la empresa que liderara la industria del sector con una tecnología enteramente nacional y adecuada a nuestras reales necesidades.
No se mencionan en el trabajo de Fabricaciones Militares las Inversiones realizadas en el período 1958-64 en materia petrolera. Los efectos negativos que dichas inversiones ejercieron sobre la economía nacional son demasiado conocidos y aún los estamos soportando y... pagando. Es notorio que se entregaron las mejores áreas petrolíferas, descubiertas y cubicadas por Y.P.F., y que en la práctica se donaron millones de dólares a las denominadas "contratistas", a costa del patrimonio de la empresa estatal y de un programa auténticamente nacional de recuperación del petróleo. La inversión extranjera en este rubro fue muy poco significativa y sus beneficios, en cambio, fueron y son indudablemente cuantiosos. Al respecto Lisandro Barry y Héctor Amadeo sostienen en Dependencia y estructura del sistema financiero argentino (v. Cuadernos Nacionales, N 1, enero/marzo 1974, Departamento de Publicaciones de la Facultad de Derecho, UNBA) que "la inversión de 72 millones de dólares realizada en la Argentina por cinco compañías petroleras entre 1959 y 1962 se financió del siguiente modo: u$s 18 millones de inversión propia; u$s 30 millones por colocación de debentures en el país (esto es, uso del ahorro interno) y los u$s 24 millones restantes fueron provistos por instituciones financieras locales (uso del ahorro nacional) y las agencias financieras del gobierno de los EE. UU. La fuente de estos datos es, creemos, insospechable: J. Mc. Lean, 'Financing Overseas Expansion' (Financiamiento de la Expansión en Ultramar), Harvard Business Review, marzo/abril de 1963, página 64".
a la caza de empresas nacionales
Durante el gobierno militar del general Onganía se dictó la Ley 19.151, que en los hechos perfecciona el espíritu de la 14.780 para facilitar la penetración del capital extranjero. Con el agravante, en este caso, de que por primera vez se introduce en la legislación argentina una autorización expresa para efectuar transferencias de capital a partir del cierre del primer ejercicio. La ley, por otra parte, favorecía el joint venture, es decir: la asociación con el capital nacional que en muchos casos encubría la absorción lisa y llana de empresas nacionales por el capital extranjero.
Por imperio de la ley mencionada, a la que se sumaba la asfixia financiera impuesta a las empresas nacionales por la aplicación de la política económica de Krieger Vasena, se desnacionalizar no sólo importantes empresas argentinas, sino que sectores industriales enteros pasaron a ser patrimonio del capital extranjero. Es bueno recordar en estos momentos, como caso elocuente, que la industria tabacalera pasó íntegramente a manos de los capitalistas foráneos, sin que estos intereses aportaran prácti camente capital alguno. Simplemente con el uso de las marcas y del conocimiento técnico pudieron hacer fácil presa de viejas empresas con arraigada tradición en nuestro medio. Decenas de firmas industriales y bancarias fueron transferidas del patrimonio nacional al extranjero. En la Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones (agosto de 1972) el doctor Héctor C. Sauret cita un estudio efectuado por James W. Vaupel y Joan P. Curhan, de la Escuela de Graduados en Administración de Empresas de la Universidad de Harvard, quienes han estudiado la evolución operada por 187 corporaciones norteamericanas representativas del 80% del total de las inversiones internacionales hechas por los EE. UU. a partir de 1945. En dicho trabajo se señala que los establecimientos de propiedad de dichas corporaciones, localizados en América La tina, evolucionaron del siguiente modo: en 1945 eran 452; en 1960: 1.341, en 1968 llegaban ya a 1.924, para alcanzar en 1971 a los 2.000. Se aclara que "una de las características más relevantes de la forma de operación de las corporaciones transnacionales estriba en que al iniciar sus operaciones en un país extranjero no siempre lo hacen estableciendo una nueva empresa, sino que es frecuente que adquieran empresas ya existentes o fracciones, en varias empresas, la que originariamente fue una sola subsidiaria. Al adquirir una empresa ya existente, la Inversión de la corporación transnacional no sólo no significa una adición neta al acervo nacional del país receptor sino que desplaza al capital nacional. Al fraccionar empresas, por lo general se persiguen ventajas tributarias. De las subsidiarias norteamericanas en América Latina (1968) que llegaban a las 1.924, 424 de ellas, o sea el 22%, se habían integrado mediante la adquisición de empresas existentes, y 375, o sea el 19,5%, mediante el fraccionamiento de otras subsidiarias. De este modo puede concluirse que, en cerca de la mitad de los casos, la apertura de una nueva subsidiaria de una corporación transnacional no significa un aporte neto al acervo de capital del país receptor o encubre una maniobra para eludir impuestos".
las claves de la concentración industrial
Desde su etapa más incipiente el desarrollo Industrial argentino estuvo signado por la presencia deformadora de los capitales extranjeros y de la oligarquía tradicional. Esta funesta combinación de intereses gravitó para que desde un principio se desalentara la creación de la industria pesada.
Las plantas que se instalaban dependían fundamentalmente de partes o insumos que se importaban de las casas matrices europeas o norteamericanas, de modo tal que las empresas instaladas quedaban vinculadas permanentemente con las corporaciones. No se trataba solamente de un factor decisivo de dominio y extranjerización de la industria, sino también de una fuente de cuantiosos beneficios adicionales para las firmas del exterior, ya que en forma simultánea se incrementaba -de manera artificial- el volumen de las importaciones y se tendía a facturar a precios comparativamente más elevados que los previsibles.
En la práctica no existe ninguna rama de la industria local que no dependa, directa o indirectamente, de ciertos insumos o partes provistos desde el exterior, especialmente por la falta de integración de la industria en su conjunto y por el escaso desarrollo de la industria básica, asediada, como hemos dicho, por el juego letal de estos mismos factores de distorsión y dependencia.
Esa insoslayable situación de dependencia implica que a cada período de incremento de la producción le corresponda, en forma casi correlativa, un ciclo simétrico de incremento de la corriente de importaciones, que concluye por gravitar de manera funesta en el balance de pagos y por agudizar -en un clásico círculo vicioso- el endeudamiento con el exterior.
Una de las características más negativas de la industria en nuestro país es su elevado grado de concentración, debido fundamentalmente a la ampliación sistemática del peso específico del capital extranjero. Es así que un puñado de empresas, muchas de ellas ligadas entre sí y la mayoría subsidiarias de corporaciones extranjeras, maneja a su entera comodidad los sectores fundamentales de la producción industrial.
De acuerdo con los datos procesados por el CONADE en La concentración de la industria argentina en 1964 se puede señalar que mientras en las ramas de mayor grado de concentración el 0,2% de las empresas genera la enorme masa del 24,6 % del valor de la producción, en el otro polo esto es, en el grupo más competitivo el 54,8 % de las empresas genera solamente un 15,5 % de dicho valor. Y como es bien sabido con la política de Krieger Vasena mediante desde el año 1964 hasta la fecha el proceso de concentración se ha incrementado a un ritmo notoriamente acelerado.
Concentración y participación creciente del capital extranjero son fenómenos paralelos, y no es casual que las ramas industriales con mayor grado de concentración son precisamente aquellas donde el capital extranjero tiene una mayor gravitación.
las inversiones extranjeras y la utilidad real aparente
A efectos de clarificar lo que estamos señalando se ofrece una lista (ver cuadro 2) de las principales empresas extranjeras, o con mayoría de capital foráneo, con una división sectorial de las ramas en que operan. Dicha lista no agota, por supuesto, las firmas de gravitación en la industria manufacturera pertenecientes a los capitales extranjeros, pero entendemos que es suficiente y razonablemente demostrativa. Hemos incluido en la nómina los nombres de las casas matrices y los casos en que diferentes capitales son los principales accionistas. En el cuadro mencionado se dan las ventas y las utilidades con datos extraídos de los balances de las empresas y correspondientes al año 1973. Hemos convertido las cifras a dólares, tomando como base que en dicho año un dólar era equivalente a $9,98, y como la diferencia a $10 es casi insignificante, hemos redondeado el cómputo en $10 por dólar norteamericano. Si bien el criterio no es muy riguroso, creemos que por ser tan pequeña la diferencia conviene unificar los valores y brindar cifras que se puedan cuantificar al margen del proceso inflacionario. Con respecto a las utilidades, es menester destacar que hemos incluido en el cálculo de los beneficios a las regalías que se giran al exterior y que de acuerdo con sentencia de la Corte Suprema de Justicia no deben deducirse de las utilidades. Además hemos integrado también los giros que realizan las empresas en concepto de Honorarios y Servicios, pues entendemos que son formas disimuladas de ocultar beneficios. A estos tres ítems (utilidad declarada + regalías + honorarios por servicios) los hemos sumado y lo denominamos Utilidad Real Aparente. Esta denominación tiene por objeto demostrar que si bien es más aproximada a las utilidades o pérdidas que declaran las empresas, todavía no es la real. Es voz corriente que en cada empresa se llevan dos contabilidades paralelas. Una, la real, y otra, la que se condimenta especialmente para consumo de la Dirección General Impositiva. Ultimamente habría que agregar en tercer lugar aquella contabilidad que registra el movimiento "en negro". Todos saben que desde la implantación de la política de congelamiento de precios impuesta por la administración Gelbard, las empresas -y muy especialmente las de capital extranjero- respondieron con el "mercado negro", que obviamente implicaba obtener una diferencia generalmente jugosa a favor sobre los precios fijados. De tal modo que a los giros "negros" tradicionales, se agregó en el último tramo un movimiento excepcional al margen del control fiscal, que al decir de las empresas era una forma viable de "defender costos". Lo cierto es que la masa de capital "negro" ha llegado a tal volumen que el señor Gómez Morales declaró, en su oportunidad, que igualaba a la masa de capital normal.
Entendemos, en síntesis, que emplear la denominación Utilidad Real Aparente es una de las formas de señalar al lector que la utilidad que se menciona es la que la propia empresa declara y a la que hemos sumado los rubros ya mencionados.
¡pero ellos hablan de rentabilidad negativa!
Observemos un dato que ilustra cabalmente el grado de poderío de estas empresas: 114 firmas han facturado en 1973 la cantidad de 5.396, 3 millones de dólares. Para tener una idea de la magnitud de esta cifra digamos que el Producto Bruto Interno de 1973 fue de aproximadamente 32.000 millones de dólares. Es decir que un puñado de firmas extranjeras produjo en dicho año un 16% de todo lo que produjo la Nación en el mismo lapso.
La situación se torna más dramática si comparamos los datos precedentes con la Producción Bruta Industrial, que alcanzó, en pesos del 73, a 169.633 millones de pesos ley. Siguiendo con el criterio de convertir la cifra a dólares ($10 igual a 1 dólar) tendremos que el Producto Bruto Industrial llegó a 16.963 millones de dólares. Tendremos entonces que 114 firmas, extranjeras, han efectuado una producción por un equivalente al 31,4 % de todo el Producto Bruto Industrial. Tal grado de concentración económica resulta a todas luces inconveniente para un desarrollo independiente, y demuestra también, lamentablemente, el grado de dependencia a que se nos ha conducido en forma deliberada.
Deducidos los montos de las empresas que tuvieron pérdidas. las utilidades del conjunto llegaron a los 287,2 millones de dólares, a pesar de lo cual siguen planteando en el tono más lacrimatorio y melodramático posible que obtienen una rentabilidad negativa.
Pero aquí no termina el grado de penetración y el papel distorsionador de las empresas. Cada una de ellas, por regla general, posee un grupo de firmas controladas o vinculadas, con las que puede eludir más fácilmente el acoso impositivo. Y sobre todo completar el ciclo para obtener mejores utilidades, ya que dichas firmas son concesionarias de ventas, compradoras o elaboradoras de insumos que coadyuvan a la política general de la principal. De esta manera tienen, asimismo, mayores facilidades para establecer los precios que más convengan a sus intereses y que son los que rigen férreamente en el mercado, independientemente de la llamada competencia.
el capital se forma en casa
Hemos señalado que el capital extranjero no sólo ha obtenido las mejores oportunidades y los mejores negocios y que, en realidad, su aporte real es de poca significación. Entendemos que todavía resulta necesario aportar otros elementos de juicio para clarificar la cuestión.
Según el Estudio Económico de la CEPAL (1970) tenemos que en el Continente el financiamiento de las nuevas Inversiones de empresas extranjeras, especialmente norteamericanas, se realizó en el período 1957/1965 de la siguiente manera: un 59% fue provisto con fondos propios de las filiales, un 24% con fondos de préstamos conseguidos en el país receptor, y sólo un 17% con fondos provenientes de los Estados Unidos.
En un reportaje efectuado a Aldo Ferrer por la revista Panorama (26/10/1972) éste decía: "Tomemos el caso de las filiales de empresas norteamericanas. En años recientes, del total de sus inversiones en América Latina financiaron con recursos traídos de los EE. UU. el 6%, mientras que el 94% fue financiado con recursos generados internamente por las propias filiales o créditos locales y de terceros países. Por otro lado, alrededor del 80% de las utilidades de las filiales son remitidas a los EE. UU.".
En una palabra, el capital se forma "en casa", con nuestro propio y vilipendiado esfuerzo, y actúa como una fuente impresionante de beneficios que son girados, en su mayoría, a las metrópolis captadoras de riqueza.
De acuerdo con los datos proporcionados por los balances de pagos del Banco Central podemos ofrecer el siguiente cuadro, expresado en millones de dólares:
La lectura del cuadro 3 demuestra en forma elocuente de qué manera, con una inversión realmente insignificante, se esquilma la economía nacional. En el período que se analiza -1966/ 1973 el ingreso procedente de inversiones directas llega a sólo 76,6 millones de dólares, mientras que en el mismo lapso la salida por diferentes conceptos se acrecienta año a año, hasta totalizar los 3.159 millones de dólares.
Debemos aclarar que el rubro Intereses contempla tanto los intereses provenientes de deudas públicas como del sector privado, y aquí conviene mencionar que en los años considerados el sector público representa un monto del orden del 60% de la deuda externa. Por lo tanto se le debe imputar a dicho sector un importe similar en lo que a los intereses se refiere. Sin embargo, ello no sería del todo correcto, pues es sabido que para las deudas estatales se conviene un interés mucho más bajo que para el sector privado. De modo que mediante una estimación aproximada podríamos decir que el 50% de las erogaciones efectuadas por el país en concepto de intereses corresponde al sector privado, que está representado en lo fundamental por las corporaciones multinacionales.
Frente a este panorama cabe preguntarse si dichos intereses son reales, si corresponde legítimamente que se abonen, o si, por el contrario, sólo se trata de una de las tantas formas en que subrepticiamente se generan fondos para las casas matrices.
la astucia de los préstamos: el "travestismo" económico
Las multinacionales tienen un verdadero arsenal de métodos. para expoliar a las naciones donde ejercen su accionar. Uno de ellos es el atinente a los falsos préstamos. Normalmente la filial tiene un capital suscrito y realizado que resulta sumamente exiguo, y por lo tanto aparecen a su debido tiempo los inevitables y clásicos créditos de la casa matriz, con los que se obtiene una serie de notorias ventajas.
En primer lugar tales préstamos sustituyen el aporte directo de capital, y en segundo lugar generan intereses, que se giran a la casa matriz, lo que significa beneficios adicionales para la central y un "achicamiento" de las utilidades de la subsidiaria. Por lo tanto ésta aparece ganando menos y consecuentemente con menos impuestos a pagar.
Examinaremos algunos ejemplos concretos de lo que venimos señalando. De los balances de 1973 y de las empresas que hemos mencionado anteriormente hemos obtenido los datos que conforman el cuadro 4. Cada empresa tiene una cuenta especial que se denomina Activo y Pasivo en Moneda Extranjera y que representa lo que la firma tiene a cobrar y a pagar en divisas. Hemos tomado el Pasivo en moneda extranjera y le hemos restado el Activo, para que la cifra resulte depurada, y efectuamos la comparación con el capital suscripto y realizado de la empresa. Estos son los ejemplos, con cifras en millones de pesos ley:
Uno de los casos más conspicuos de lo que estamos señalando estaría dado por la firma Amoco Oil Co., con un capital asignado a la sucursal de Argentina de $ 30.000 y un pasivo en moneda extranjera a "compañías asociadas" de más de 492 millones de pesos.
Es obvio que no todos los casos de un pasivo en moneda extranjera implican falsos préstamos, pues hay operaciones genuinas de importación de insumos, pero la mayoría de los casos convalida la observación que planteamos. En su libro Dependencia y empresas multinacionales el doctor Salvador María Lozada señala -al referirse a los préstamos simulados o reales- que "estos verdaderos 'travestis' económicos reemplazan a los aportes de capital para aprovechar las ventajas de orden fiscal y, cambiario que los miembros de la clase herodiana, redactores de las leyes impositivas, le dispensan a los 'acreedores'; y también para prevenir eventuales pérdidas de capital derivadas de las contingencias de los negocios".
La legislación argentina ha incorporado la experiencia recogida con estas formas simuladas de remitir utilidades. Es así, por ejem- plo, que la Ley 20.557 sobre radicaciones de capitales extranjeros -tan activamente cuestionada por los personeros de las multina- cionales establece en su artículo 26 que para las contratos de crédito externo que obliguen como deudores a personas físicas o jurídicas de derecho público o privado domiciliadas en el país, con acreedores domiciliados en el exterior, la tasa de interés efectiva anual no podrá exceder en más de 2 puntos la de los valores de primera clase vigentes en el financiero del país de origen.... y más adelante agrega: "No se comprenden en este artículo las relaciones entre filiales o sucursales y sus casas matrices o entre aquéllas, como tampoco cuando exista relación orgánica de dependencia entre la empresa local y la del exterior, en cuyo caso las contribuciones financieras, tecnológicas o de otra índole entre las mismas, cualquiera sea su calificación jurídica, se regirán por las reglas que regulan los aportes y las utilidades según fuera el caso".
Por su parte la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el caso seguido contra la Ford Motor Argentina S.A., de fecha 2 de mayo de 1974, sostiene que "las sumas pagadas a la beneficiaria del exterior no revisten el carácter de intereses, sino el de un pago o remesa de utilidades propias de la entidad local, en beneficio de la extranjera".
Si volvemos a analizar el cuadro precedente (cuadro 3), podemos efectuar un cálculo estimativo del giro efectuado por intereses -o, como queda demostrado, por utilidades disimuladas- y comprobar que en el periodo 1966/73 alcanzó a una astronómica cifra del orden de los 800 millones de dólares.
la lección de los recursos legales e ilegales
Sí, como afirmamos, los intereses por préstamos simulados alcanzaron a unos 800 millones de dólares y dicha cifra la restamos del Total General del cuadro 3, tenemos la abultada cifra de 2.359,7 millones de dólares. Con nuevas inversiones de 76,6 millones de esa moneda las corporaciones se llevan "legalmente" 2.359,7 millones en billetes estadounidenses. Y las empresas siguen generando beneficios, imponiéndonos su política y manejando a su arbitrio los resortes fundamentales de la economía nacional.
Este cuadro, Indudablemente, es la demostración más palpable del estado de dependencia y sometimiento económico a que deliberadamente se nos ha conducido, del estado de postración en que se encuentra la economía argentina.
Decíamos que los montos citados son los que las empresas extranjeras se llevan "legalmente". Faltaría demostrar, o señalar, todo lo que se llevan en forma clandestina, mediante el aceitado juego de sus astucias y modus operandi.
A través del manejo de nuestras importaciones y exportaciones, en principio, las empresas obtienen jugosas utilidades "negras", mediante el conocido método de sobrefacturar las importaciones y subfacturar las exportaciones. En 1973 el Intercambio comercial (exportaciones + importaciones) alcanzó en números redondos los 5.140 millones de dólares. Con un modesto 15 % de evasión tendríamos nada más y nada menos que 770 millones de dólares. Y las empresas extranjeras, por su misma naturaleza, no se conforman con migajas. Destacados economistas han calculado cifras muy superiores. Pero nos limitamos aquí a dar una idea tentativa, en la esperanza de que las autoridades competentes, con todos los medios a su alcance puedan detectar los verdaderos montos y exigir la restitución de las divisas sustraídas al país.
El contrabando de exportaciones es otra de las formas utilizadas para saquear la riqueza nacional. Según cálculos efectuados por José Gelbard y luego por el doctor Gómez Morales, y recogidos más tarde por el ex ministro Celestino Rodrigo, sólo en 1973 se efectuó un contrabando por valor de 700 millones de dólares.
Quedan por cuantificarse los robos que se verifican sistemáticamente por vía del mercado "negro" local; o los negociados, de los que salen a la luz solamente algunos pocos casos. La lista, en verdad, sería muy larga, por lo que preferimos efectuar una pequeña estimación para el año 1973. En este marco tenemos (en números redondos) la suma de 412 millones de dólares como salidas de capitales en forma "legal", pues le hemos restado -por los motivos expuestos anteriormente- el 50% de lo salido por "intereses", a lo que hay que sumarle los 770 millones de sobre y subfacturación y los 700 millones de contrabando. Total: 11.882 millones de dólares!
Se podrá objetar que el contrabando, los negociados y las sobre y subfacturaciones no son "especialidades" de las empresas extranjeras, o las extranjeras asociadas con el capital nacional. Correcto, en líneas generales, porque también realizan esas maniobras grandes empresas nacionales. Pero acotemos también que lo que no está investigado es cuántas de estas empresas nacionales están directa o indirectamente vinculadas al capital extranjero.
De todos modos las cifras señaladas no agotan las formas ni los montos de las exacciones que se realizan, y sí debemos remarcar que lo determinante de dichos montos corresponde a las empresas extranjeras. Lo que, por otra parte, no exime la grave. responsabilidad de las firmas nacionales en el saqueo a nuestra economía.
variaciones sobre un mismo tema
Con la aplicación de las medidas elaboradas por el ex ministro Rodrigo, el mercado financiero se ha visto hondamente conmovido. La hiperinflación desatada genera una aguda iliquidez. Son innumerables las empresas que se encuentran al borde de la cesación de pagos. Los bancos, pese a las reiteradas promesas oficiales, no tratan de solucionar los graves problemas. Al contrario, dificultan aún más la concesión de créditos, sobre todo para las empresas pequeñas y medianas. ¡Y por supuesto con intereses indexados!
Las corporaciones multinacionales recurren entonces a lo que se denomina operaciones de pase, consistentes en la toma de préstamos en divisas, a 180 días de plazo, que se entregan al Banco Central a cambio de los pesos correspondientes, para recuperar al vencimiento las divisas al mismo tipo de cambio. Se toma el seguro de cambio correspondiente y considerando los intereses que perciben las casas matrices el costo del pase puede llegar a un 33% anual, considerablemente inferior al costo del dinero en la plaza argentina. Según estimaciones oficiales se calcula que por vía de pases el país asumió compromisos que llegaron a principios de setiembre al orden de los 900 millones de dólares. En Clarín del 28 de julio de 1975 se indica: "Las autoridades económicas alientan la realización de pases, pues representan un medio de lograr divisas para afrontar los próximos vencimientos de la deuda externa. Como el mercado local soporta una grave iliquidez, las subsidiarias extranjeras se ven empujadas a lograr afuera sus préstamos.
Esta salida no está disponible, sin embargo, para las empresas nacionales, sobre todo las pequeñas y medianas que no tienen vínculos fuera del país". Contraviniendo expresas disposiciones legales, las multinacionales siguen efectuando la maniobra de "prestarse" a sí mismas, ahora por intermedio del BCRA, pagando intereses en divisas caros y contando con liquidez financiera, lo que les permite copar con mayor facilidad el mercado nacional e imponer su política económica. Y el Banco Central se manifiesta satisfecho con los pases, pues sigue con la política suicida de cumplir con las amortizaciones de la deuda externa. Aunque corresponde preguntarse qué pasará después.... cuando haya que devolver las divisas recibidas más los intereses, cuando se complete una nueva vuelta de carrousel. Los 900 millones de dólares mencionados significan al cambio promedio -setiembre- unos 400 billones de pesos moneda nacional. Tal masa de dinero en manos de un puñado de empresas multinacionales no sólo servirá para que efectúen excelentes operaciones financieras, sino que les permitirá la compra, por pocos pesos de empresas nacionales que atraviesan graves situaciones financieras. Y como si todo fuera poco, recientemente el Banco Central ha dispuesto que por cada dólar que las multinacionales traigan como swaps, se les otorgue un 50% adicional de crédito a bajo interés.