noche de amor y de guerras | Revista Crisis
crisis abierta / intimidad política / curar heridas
noche de amor y de guerras
La presentación del #52 de Crisis desbordó el bar de La Tribu y fue la excusa para una vibrante conversación entre el fotoreportero Rodrigo Abd, el colectivo editorial de la revista Crisis y la comunidad de lectorxs y escritorxs.
Fotografía: Gala Abramovich
16 de Junio de 2022
crisis #52

 

¿Qué puede contarse cuando ya todo ha sucedido? Cuando ante nuestros ojos se revela, apenas, lo que ha quedado como testimonio inerte de algo que no sabemos cómo llegó hasta ahí. ¿Cómo contamos, qué contamos, qué nos cuentan? ¿Cómo desarmamos esa mirada anestesiada (la propia, la ajena)?

Estas preguntas sobrevuelan el inicio de una noche diferente en el bar de La Tribu, en la Ciudad de Buenos Aires, durante la presentación del #52, el reciente número publicado por crisis. Son interrogantes que apuntan a desentrañar la urgente tarea de la investigación y el análisis político. Entre otras cosas.

 

Natalia Gelós nos da la bienvenida e introduce los temas del encuentro. Hay una pantalla gigante que muestra en loop algunas imágenes que el fotógrafo Rodrigo Abd trajo de Ucrania. Una de ellas está en la portada de esta edición, varias figuran en el ensayo fotográfico, pero hay muchas que vemos por primera vez y que, en conjunto, construyen el retrato crudo de la guerra que ahora mismo se despliega en Europa: un soldado muerto en un campo, fundido en el follaje y la devastación; una mujer que camina con una caja de cartón entre sus manos por una calle negra de árboles muertos y tanques explotados; la escena imposible de un par de técnicos sentados frente a frente, arreglando la conexión a internet justo en medio de las ruinas de un bombardeo reciente.

En La Tribu no hay escenario, no hay ceremonial, protocolo ni formalidades. Las mesas están llenas y hay gente sentada en los escalones y de pie en el pasillo, delante de la barra. Jazmín Tesone, editora de fotografías de la revista, inicia la charla y Rodrigo Abd dice cosas: que en Ucrania eran al menos 4 mil les periodistas acreditades, que existe algo que se llama “tour de prensa” organizado por el gobierno de Ucrania, que es difícil tener una visión personal porque no hay acceso libre a los espacios, que –a fin de cuentas– no hay que hacerle caso al fixer. Y habla de otra guerra que subyace a la bélica impiadosa: la guerra por la imagen. Ahí donde todos cuentan lo mismo: ¿Cómo voltear entonces la mirada para mostrar lo que el tour oficial no quieren mostrar? ¿De dónde sacar las fuerzas y la lucidez para desplegar una autocrítica hacia un oficio encorsetado en este mundo ansioso de imágenes en tiempo real?

 

Lo que dice Abd tiene que ver, también, con otras guerras que se desarrollan en Latinoamérica. Ahí es cuando la palabra comienza a circular y el debate gira hacia el informe sobre la madre de todas las rentas, elaborado por dos colectivos de investigación que demuestran cómo el mismo día en que Rusia decidió invadir Ucrania los exportadores del agro argentino –más conocidos como traficantes de granos- decidieron declarar ventas extraordinarias, amparados por un decreto de la dictadura militar, con el objetivo de capturar la renta inesperada. La guerra no es algo que quede allá lejos sino también es el trasfondo de nuestro anodino cotidiano. La pregunta es qué tipo de soberanía es posible cuando el área estratégica de nuestra economía –agroexportadora– está bajo control privado y extranjero. Dice Juan Manuel Villulla: “Nos cagan con la Ley de Granos, que en realidad es un decreto firmado por Videla y Martínez de Hoz; con esa norma nos cagan de forma legal”. Se escuchan risas, aunque el trasfondo no sea feliz y aunque solo este ítem podría seguir por horas, la discusión toma otro rumbo.

Ahora, en la pantalla gigante, hay un hombre de unos 40 años, de barba prolija y cejas perfiladas que mira directo a la cámara junto a una pizarra con fórmulas complejas y la palabra “mal” subrayada tres veces. Es Emmanuel Álvarez Agis, el economista de moda cuyo perfil construyó Juan Pablo Hudson, otro de los editores de crisis. Dice que es el candidato eterno a reemplazar a Martín Guzmán en el Ministerio de Economía, un cuadro nacido del riñón del axelismo, quien ya supo ser viceministro de esa cartera, secundando al actual gobernador de Buenos Aires, en la previa a la gran derrota de 2015. Pero que, sin embargo, decidió no volver a la función pública en 2019 como sí lo hicieron sus excompañeros bajo la conducción política de Kicillof y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. La pregunta que sobrevuela en torno a esta decisión de mantenerse al frente de su consultora de moda es: ¿Dónde está el poder real en la Argentina?

 

Pero la ronda vuelva a girar y habla Agustín Valle, autor de la crónica sobre TikTok. A esta altura de la noche ya se siente el aroma a comida recién hecha y algunos van y vienen con sopa paraguaya, tortillas de papas y bebidas espirituosas. Valle dice que hace tiempo sentía curiosidad por entender la proliferación de los bailecitos y que aunque se descargó la aplicación todavía no logró comprender del todo esa adoración por lo abstracto de bailar frente a un celular. Solo le quedó una certeza: la eternidad simbólica de esos segunditos que duran los videitos que se publican en esta aplicación que ya tiene mil millones de usuaries.

Desde ese mundo de pantallas maníacas, el micrófono se traslada a Luis Verdina que llegó desde Baradero y es uno de los entrevistados de la crónica sobre personas que buscan su identidad de origen sin que la pérdida de las familias biológicas esté vinculada con la última dictadura militar. Dice que desde 1998 sabe que no es quien pensaba que era, que una partera de Villa Devoto -que tenía un expendio de bebés- lo entregó a su familia de crianza. Tira números, estadísticas, localidades que son fábricas de niñes para tráfico en el país. Su relato es desolador pero también el testimonio de lucha y politización de las ausencias.

 

Y desde esa dureza de lo incierto, la palabra vuelve a la mesa de editorxs y Mario Santucho habla de la necesidad de politizar el dolor y del llamado de alerta ante las recientes violencias en espacios políticos. La palabra circula ahora entre algunes lectores y amigues cómplices. Sebastián Scolnik introduce las consecuencias que la dureza de este presente bélico (nuestras guerras cotidianas) le impone a los movimientos sociales que luchan por la emancipación y afirma sin ambigüedades que no solemos estar a la altura de nuestras rupturas políticas y que allí anida un desafío fundamental: elaborar nuestras crisis sin contemplaciones, un desafío que incluye a la vez que trasciende a los protagonistas de los conflictos. Para finalizar recuerda que en pocas días se van a cumplir veinte años de la Masacre de Puente Pueyrredón, cuando asesinaron a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, un momento bisagra en esa multitudinaria y callejera apertura del siglo veintiuno en la Argentina y cuyo aniversario llega en un momento político clave para reabrirlo en múltiples sentidos.

Las preguntas, interpelaciones, reflexiones y comentarios de varios participantes recorren las dos horas de este encuentro que no alcanza para repasar todas las historias del #52 y que, acaso, tampoco busca ser exhaustivo o cronológico. Lo que allí se produce es un debate político, con tono de asamblea, en torno a las guerras que desafían nuestra realidad, un intercambio que busca convertir algo de la insatisfacción democrática del momento que nos atraviesa en pulsión de lucha.

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