los casinitos narcos en rosario | Revista Crisis
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los casinitos narcos en rosario
Esta segunda nota sobre la gobernanza narco en Rosario pone el foco de atención en los casinitos, unas apps fascinantes capaces de generar miles de deudores diarios, pero también miles de acreedores que trabajan a destajo para generar ingresos propios mientras hacen circular y agigantan los capitales ilegales en los barrios populares. Al mismo tiempo, la ciudad se sacude con un recambio de las estructuras que lideran el comercio ilegal de drogas.
Ilustraciones: Nicolás Daniluk
03 de Octubre de 2025
crisis #69

 

“En el barrio no existen las redes sociales, existen los estados de WhatsApp. Un día un vecino publica ‘¡amo a mi hija, cómo te quiero!’ y le festeja el cumpleaños. Y al otro día publica ‘pagame o te rompo la cabeza’. Y atrás la publicidad del préstamo: ‘Te presto hasta 1 millón’. Y cuando tomás el préstamo, empezás a deber por día. Yo te pido plata: 500 mil pesos. Y arreglo con él que la próxima semana le devuelvo 100 y de acá a diez semanas le pago el resto. Llega la otra semana y vos no tenés los 100, entonces el tipo agarra y te dice ‘yo te hago la cuentita: por día el recargo son 20 mil y los fines de semana 40 mil por día’. Vos vendés todo lo que tenés, todo. Y ya cuando no te queda nada entregás directamente la casa”.

Así resume Nenu Venturi, militante de la organización Territorios Saludables, en la zona sur de Rosario, lo que en una nota previa nombrábamos como el hacer plata con plata en las zonas más empobrecidas. En Villa Moreno, según cuentan los vecinos, se acumulan las casas alquiladas por narcos que se las quedaron para cobrarse deudas.

Las diferentes actividades que surgen a partir de los capitales ilegales se organizan a través de una red de intermediarios que se expanden, como verdaderas mamushkas, combinando territorialidad con digitalización. Una telaraña que va desde un capo narco que pone a circular el capital, un transero que lo distribuye en el territorio, una mujer que guarda pequeños paquetitos, un adolescente que vende, una joven que levanta juego clandestino a través de absorbentes plataformas virtuales, muchachos que viabilizan préstamos entre sus seres más cercanos, mujeres que organizan con dinero ilícito compras en tiendas de ropa deportiva y venden en cuotas.

El gobierno narco en las periferias es integral. Pero no lo piensen como tradicionalmente lo entendíamos. Sáquense esa imagen de la cabeza: no es solo una banda armada controlando las esquinas, ciertas calles o incluso barrios enteros en complicidad con la policía. Entramos en otra etapa. Se trata de una gobernanza mucho más compleja e intensiva gestada a partir de la circulación infernal del dinero y la masiva incorporación de vecinos a los negocios. Si con la venta de drogas era poca gente vendiendo a una vastedad de consumidores, hoy es una vastedad de personas intermediando para hacer circular y agigantar a mayor velocidad esos capitales.

Las tarjetas de la AUH o el DNI no solo las utilizan —para asegurar los pagos— los comercios oficiales, como empezó a ocurrir en el auge del consumo kirchnerista. Ahora te la retiene un vecino, un hermano, un amigo, una conocida de un conocido de una conocida en un barrio popular. Ya la figura protagónica no es solo el deudor sino los acreedores a mansalva. Allí radica el punto de inflexión: miles y miles de vecinos de barrios populares devenidos en pequeños acreedores que integran esquemas piramidales enrevesados —tan torpes como efectivos— que atenúan los riesgos para las terminales narcos y exponen, a la vez que les permiten sobrevivir (no solo económicamente), a una mayoría en esos territorios.

 

los tragamonedas
 

Los casinitos son aplicaciones virtuales ilegales creadas en espejo con las páginas de los casinos oficiales. Los softwares son casi idénticos. Allí se puede jugar a slots (tragamonedas), ruleta, bingo, póker, blackjack y hacer apuestas deportivas. La gran diferencia es que los casinitos no permiten registrarse en forma autónoma ni permanente. Requieren, cada vez, de una intermediaria, denominada cajera, que es quien te otorga un usuario y una contraseña por un tiempo perecedero. Son ellas las que te cobran y pagan y no la aplicación. Una investigación judicial incluye el testimonio de una persona muy ligada a uno de los grandes gerentes actuales del narco rosarino que indica la existencia de más de 5 mil cajeras. Cada casinito está activo un tiempo, luego se lo da de baja y se crea uno nuevo. Hay una apabullante movilidad de apps, cajeras, usuarios y contraseñas, apostadores, deudores, acreedores, cobrantes.

Malena vive en un asentamiento en Empalme Graneros. Tiene 21 años. Suele jugar montos mínimos que a veces se le acumularon con peligro. En algún momento pretendió convertirse en cajera, pero un episodio la amedrentó: “Mi hermana trabajó y la sacaron porque tenía que estar todo el día. O sea, si ella no contestaba un mensaje, ya se enojaban y le decían que tenga responsabilidad y eso. Hasta que un día ella no tenía el celular a mano porque estaba la nena enferma y la sacaron del grupo. Le dijeron que no le cargaban más. Porque ellos hacen grupos en donde están las que te cargan las fichas. Tenés que trabajar full con eso, a toda hora, a la noche, a la madrugada, todo. Te dan el 30% de cada carga que hacés. A mi hermana le cargaban 10 mil pesos y ella se dejaba 3 mil para empezar”.

A diferencia de las apps legales, en los casinitos se puede jugar sin pagar en el momento. No todas las cajeras lo admiten, pero es una modalidad extendida. El juego prioritario son los slots: se aprieta un botón que hace correr despavoridas filas y columnas con figuras hasta que se detienen automáticamente o de manera manual. Las apuestas son por montos ínfimos (10, 20, 50, 100, 150 pesos) hasta llegar a 2000, que suele ser el tope. “Yo llegué a ganar 600 mil pesos con los payasitos. Le aposté 500 pesos, bastante esa vez. Y me dio el bonus. Si te salen los cinco payasitos o las payasitas ya te paga lo máximo. Y si te sale el bonus te dan tiradas gratis. Ponele cinco, diez o quince. Y bueno, si vos sos ágil y los parás bien, te da”, me cuenta Cristina, de 65 años, una entrañable compañera de un comedor popular de la zona noroeste. Luego me relata múltiples casos de cajeras cercanas y de vecinos fuertemente endeudados. Ramona, otra compañera, la interrumpe para relatar su experiencia: “Hace diez días gané 110 mil pesos. Había cargado 5 mil. Yo con 5 mil juego dos o tres días. Si vos lo pagás al momento, te lo pagan al momento. Si es fiado, te lo pagan a la semana. Igual me sentí culpable porque yo voy a la iglesia y sé que está mal, pero me decía a mí misma ‘hoy no tengo un peso’. Y era verdad porque solo tenía esos 5 mil en el teléfono y decía ‘ay, diosito, perdoname, estoy desesperada’”.

Pero no es la desesperación económica la única motivación para jugar. Así me lo explica la propia Cristina: “Yo juego por amor al arte, cuando estoy aburrida y hay alguien que carga”. Y también Malena: “Anoche estábamos al pedo y cargamos [con su novio] con el celular de mi vecino porque el mío está roto y el otro anda mal. Perdimos como 2 mil pesos. Eran las 11 de la noche, queríamos probar suerte”.

 

me mata limón
 

Matías Gazzani, líder de la banda Los Menores, en alianza con Lisandro “Limón” Contreras, orquestaron, en noviembre de 2024, el asesinato de Andrés “el Pillín” Bracamonte, jefe histórico de la barra de Rosario Central. El André cayó en un contexto que excede los negocios del fútbol. Se trata del desembarco de una nueva estructura de poder que se propone hegemonizar el comercio de drogas vernáculo y sus negocios derivados. Gazzani y Contreras supieron nutrirse de excuadros jerárquicos de Los Monos, banda legendaria pero tributaria de otra etapa criminal y política de la provincia; y también se asociaron con hombres del círculo íntimo de Esteban Lindor Alvarado, otro protagonista de la vieja guardia narco.

Los Monos, analiza un integrante del Poder Judicial, siempre desembarcaron en los territorios del mismo modo: desatando una guerra sin cuartel hasta matar a los referentes del lugar y quedarse con sus puntos de venta y el control monopólico del comercio. Para eso supieron contar con armas, soldados suficientes y sectores policiales afines. El cambio de autoridades en la provincia consolidó una mutación que ya venía en curso: el ascenso de figuras nuevas como Gazzani y Contreras, que operan en un contubernio que tiene profusas patas policiales, institucionales y empresariales. Los Monos, por su parte, padecen internas voraces y conflictos por la inorganicidad de sus nuevas camadas. Ya habían sido encarcelados sus principales cuadros, pero en el nuevo escenario provincial se desgarran a base de allanamientos, cooptación de jefes y asesinatos varios, incluido el de Pillín, que permitió el copamiento de la barra canalla.

 

La gran diferencia entre los casinitos y las apps de los casinos oficiales es que los casinitos no permiten registrarse en forma autónoma ni permanente. Requieren, cada vez, de una intermediaria, denominada cajera, que es quien te otorga un usuario y una contraseña por un tiempo perecedero. Son ellas las que te cobran y pagan, y no la aplicación.

 

Así lo explica el funcionario judicial: “Los Monos están presos con razón, los operativos en su contra han sido fundados, pero la información venía del bando contrario. Gazzani [prófugo de la Justicia], con Los Menores como fuerza de choque, opera diferente a ellos. Usa la violencia extrema, desde luego, pero no es su único recurso. También tejen alianzas estratégicas con las personas que ya estaban en el negocio y que a lo mejor tenían un enfrentamiento inicial con Los Monos para asegurarse lealtades. No destruyen las estructuras de cada organización barrial a través de la guerra sino que se proponen cogestionar el territorio de una manera más estratégica, como pequeñas empresas. Esto no les asegura el control total porque no están solos, pero cuando necesitan algo en ese lugar recurren a esa figura que ya está autorizada. Es un estilo que entusiasma al nuevo poder político”.

La pregunta insistente es por qué Limón Contreras, Gazzani y sus Menores provocaron semejante golpe de Estado en Central. Otro funcionario judicial arremete: “Yo entiendo que ellos han querido negociar pero Pillín no quiso ser su empleado. Pillín fue un hombre muy poderoso y era un tremendo tirano que manejaba las cosas a los golpes delante de todos y se quedaba con los beneficios económicos. Era su modo de aleccionar, pero ya no le daba miedo a nadie. Yo hablé con él cuando lo balearon en agosto de 2024 [tres meses antes de su asesinato], estaba re acelerado y me repetía: ‘El que me quiso matar fue Limón porque le pegué a uno de su grupo’. Yo atiné a responderle: ‘¿Limón Contreras?’. Ahí Pillín se enojó mucho y me gritó: ‘¿Y vos cómo mierda lo conocés?’”.

Aquella noche, previa a un viaje para presenciar un partido en Brasil, Pillín le pegó a un amigo de Limón Contreras y también a un encumbrado miembro de la barra, cercano a Gazzani y Los Menores: Alejandro “el Cani” Zamudio, actualmente detenido. Del domicilio de Zamudio partió el comando armado que fusiló meses más tarde a Bracamonte junto a su principal ladero. En esa misma casa, ubicada en el límite entre Fisherton y el barrio 7 de Septiembre, feudo de Los Menores, se realizó una fiesta que duró 24 horas para festejar el éxito del operativo.

En agosto pasado fue detenido Lautaro “el Laucha” Ghiselli, un personaje reconocido pero menor al interior de la barra, sin ninguna jerarquía, sin antecedentes penales, quien fue estratégicamente designado por Gazzani y la estructura de poder que lo rodea como nuevo líder. “Es que Pillín no estaba interiorizado respecto de todo lo que estaba pasando. Él estaba muy cerrado, se referenciaba con las personas que le eran leales pero que ya no tenían el poder real”, asegura el funcionario judicial. La mayor muestra de que ignoraba el verdadero tenor de las mutaciones criminales y políticas en Santa Fe fue cuando Pillín declaró, poco antes de su homicidio, lo siguiente: “Si me matan, la ciudad se incendia”. Lo mataron y nada de eso pasó.

Otro integrante jerárquico de la barra (el número 3), de íntima amistad con Bracamonte y ligazón orgánica con Los Monos, aunque todo indica en tránsito hacia Los Menores, es el sinuoso Leopoldo “Pitito” Martínez, quien está detenido por esta causa y pasó los primeros tiempos en un penal ranchando con Limón Contreras.

 

La población en las periferias se sustrae del Estado. Ya no tiene ninguna expectativa. No esperan nada de los gobiernos. Si se abre una oportunidad (planes, ayuda alimentaria, subsidios) la aprovechan, pero la relación es con la gobernanza narco y su maraña de negocios y oportunidades coyunturales.

 

El 31 de mayo pasado Limón Contreras, socio habitual de Gazzani, fue imputado junto a Leandro “el Gordo” Vilches, Rodolfo “Eric” Massini y Pablo Nicolás Caminos, tres excapos de Los Monos, no por el asesinato de Pillín sino por ser considerados jefes de una asociación ilícita que cometía diversos hechos delictivos. En el caso de Limón, entre muchos otros, se le adjudica la organización de “apuestas y juegos clandestinos”, lo que certifica que detrás de los casinitos está el capital narco.

 

las cajeritas
 

Ornella Dipietri es la exmujer de Limón Contreras y acaba de ser condenada a tres años de prisión por su participación en una red de casinitos cuyo referente era Fernando “el Colo” Capelletti, un hombre pesado, con frondosos antecedentes en el juego clandestino, recientemente detenido. El Colo encabezaba al menos cinco casinitos en coordinación con Limón Contreras: Rojo23, Bet32, Jugalodos, Pulpo y Casinozeus, este último radicado en Curaçao.

Dipietri operaba como vínculo entre Capelletti y determinadas cajeras dando inicio a un intrincado esquema piramidal. Ella le compraba fichas y luego las revendía. El Colo aportaba, cada vez, los usuarios y las contraseñas correspondientes y un link de uso exclusivo para las cajeras. La investigación contabiliza entre 800 y 1000 intermediarias en este nodo especifico de casinitos. En una de las conversaciones entre Dipietri y Capelletti, ella le transmite un conflicto habitual: “Hola colo como andas? no sabes si hay otra página porque me dice esta piba [cajera] que se está volviendo loca […] con los premios, dice que está pagando un montón la página, que no se puede acomodar una semana que la otra ya enseguida le vuelve a largar un montón de premios”.

Malena lo cuenta desde el llano: “Las cajeras son conocidas y otras son las que me pasan mis amigas. Hubo muchos casos que estafaron a una banda de chicas. Por ejemplo, ellas ganaban 100 mil pesos o más y le mandaban captura de pantalla pero las cajeras no le pagaban. Porque vos tenés que mandarle al toque una captura de pantalla que demuestre que ganaste porque, si no, no te lo pueden dar. A algunas cajeras las escrachaban en WhatsApp o por Facebook para que otras no jueguen más y eso. Ponían fotos, todo, porque no pagaban. Eso pasaba sobre todo a lo primero: ganaban y no les pagaban a las chicas. Ahora empezaron a pagar mejor, pero siempre hay mucho quilombo”. Ricardo, su novio, advierte sobre los riesgos: “Cuando [los apostadores] ganan, también le descuentan a la cajera. Si uno gana grande, ponele medio millón, vos no cobrás un par de días. Tenés que trabajar gratis. Están las cajeras que mandan que son las que eligen a las cajeritas y las cajeritas después pueden agarrar a dos o tres más cada una”.

Los conflictos por falta de pago se desatan en todas las direcciones posibles: de las cajeras con las intermediarias, de las cajeritas con las cajeras y, por supuesto, el sinfín de deudas de los apostadores. Así lo cuenta Germán Sozzi, militante de Territorios Saludables: “Me acuerdo de un pibe de una familia cercana que nos decía que el hijo no tenía vicios pero el pibe juega y la están pasando re mal. Todas las semanas van con los fierros porque te la van a cobrar sí o sí a esa deuda. Lo loco es que viene un pibe que vos ni te imaginabas que te puede venir a apretar. Antes estaba mucho más marcado quién podía ser un soldado. Ahora aparece un pibe conocido con un fierro y vos decís ‘¡no, no puede ser!’. Cambió la lógica, son muchos menores. Te vienen a apretar pibes de 12 o 13 años”.

 

con la recaudación no se juega
 

El 21 de septiembre de 2020, en el marco de las restricciones por la pandemia, Omar Perotti, el entonces gobernador de Santa Fe (2019/2023), emitió el decreto 998 que autorizaba la modalidad online para los tres casinos provinciales. El Tribunal de Cuentas de Santa Fe impugnó semejante medida alegando que existía una ley provincial que prohibía el juego virtual. Acto seguido, el por entonces diputado provincial, Maximiliano Pullaro, presentó una demanda contra Perotti por considerar que la modalidad online no equivalía a una actividad complementaria al juego presencial sino que se trataba de una actividad distinta que requería de un llamado a licitación y no de una adjudicación directa. Nadie pudo voltear el decreto.

Tres años más tarde, a cuatro días de haber asumido Pullaro la gobernación, la cámara de senadores de Santa Fe aprobó una ley que habilita el juego virtual a partir de un proyecto presentado justamente por la bancada radical que integraba y lidera el flamante primer mandatario. El decreto de Perotti había sido convertido repentinamente en ley sin llamado a licitación (se respetó el monopolio de los casinos) aunque con dos novedades: se sumaron también las apuestas deportivas y se aumentó el canon recaudatorio del 10 al 15%.

Para entonces, los casinitos ya se expandían, como hidras indómitas, en los barrios populares. Así lo explica Nenu Venturi: “A partir de la pandemia se da una exagerada horizontalización del negocio narco: más puntos de venta, incluso llegando a existir uno por cuadra; después de la pandemia se normaliza un poco, se estabiliza y disminuyen los que venden, pero se multiplicaron los puntos de almacenamiento. Se fragmentó muchísimo eso, son montones de familias guardando poquita cantidad. Y se masificaron los préstamos y el juego virtual. Para todos esos negocios se necesitan de intermediarios. En síntesis: se terceriza todo cada vez más después de la pandemia. Yo no sé si fue una definición original desde arriba o si se fueron adaptando al territorio y entonces aparecen estos intermediarios porque así construye el narcotráfico, con un nivel de facilidad que no tiene ningún otro negocio”.

Érica Pereyra es una querida militante del Bodegón Cultural Casa de Pocho, agrupación de Ludueña, en el noroeste. Ella reniega de las lecturas en términos de ludopatía por omitir el componente de clase: “Si lo pensamos en clave de padecimiento, sí, los casinitos tienen el mismo nivel de implicancia que la ludopatía más general porque afecta la salud mental de los pibes. Pero para mí es mucho más amplio porque está vinculado con el entramado de violencia y los circuitos criminales. O sea, podemos trabajar el juego como un consumo problemático, pero esto lo excede porque tiene que ver con el entramado de las economías regionales que se están instaurando en los territorios”.

Nadie que me haya relatado su experiencia jugando en los casinitos lo hizo de manera lúgubre. La intensidad de esa experiencia se reflejó en los tonos de voz altivos, las risas, los chistes. El cambio de ánimo apareció con los relatos sobre las consecuencias del endeudamiento. Gonzalo, de un barrio en el norte, me cuenta sobre un compañero de trabajo: “Él le debía a la señora del préstamo. Dice que le pidió 20. No laburó y no pudo pagar. Un cobrante llegó y no le pudo pagar. ‘Bueno, vos me pediste 20, me debías 40, ahora me debés 40, así que me tenés que pagar 80 el viernes’. Llegó el viernes y mi compañero le dice: ‘Aguantame unos días más’. El cobrante sacó el celular y le dice ‘mirá’. En la pantalla había un loco [al] que lo estaban picaneando. ‘¿Vas a pagar?’ [le gritaba]. Y lo pusieron a hacer trabajo de albañilería en la casa de la señora que le dio el préstamo”.

 

El 31 de mayo pasado Limón Contreras fue imputado junto a Leandro “el Gordo” Vilches, Rodolfo “Eric” Massini y Pablo Nicolás Caminos, tres excapos de Los Monos, por ser considerados jefes de una asociación ilícita que cometía diversos hechos delictivos. A Limón se le adjudica la organización de una red de casinitos, lo que certifica que detrás de esta maquinaria está el capital narco.

 

La captura de jóvenes que tienen deudas —por los casinitos, por los préstamos o por la venta de drogas— para torturarlos en búnkeres o para someterlos a trabajos forzados es habitual. Se suman —como decíamos— las usurpaciones de casas. En barrios como Flammarion, según relatan militantes de la zona, se han quedado con la mayor parte de las casas, incluso con las que habían sido entregadas por el Servicio Público de la Vivienda.

 

nada que esperar
 

La población en las periferias no tiene mayores expectativas en el Estado ni en el mercado formal para incluirse. Si se abre una oportunidad (planes, ayuda alimentaria, subsidios) la aprovechan, pero la relación es cada vez más intensa con la gobernanza narco y su maraña de negocios y oportunidades coyunturales.

Malena y su novio Ricardo se muestran ya aburridos con mis preguntas insistentes y mi solemnidad ante sus relatos descarnados. Tenemos confianza. Conozco mucho a Ricardo. “Una cajera es una chica que está tratando de laburar, lo mismo que un pibe. Es tratar de encontrar la moneda porque capaz no puede salir a laburar porque tiene hijos chicos y eso lo puede hacer en la casa con el teléfono”, me repite con sequedad Malena.

Les pregunto sobre la retención de tarjetas de la AUH o de los planes sociales y Ricardo ya se harta: “Más vale que te la retienen y van al cajero y sacan lo que debés. Pero cuando salió la aplicación del BNA [Banco Nación] los clavaron a los que te llevaban el plástico. Los pibes les vaciaban la cuenta a los que les sacaban la tarjeta. Ya sabían que a las 5 de la mañana estaba el depósito y ahí re pillos se pasaban la plata a otra cuenta con el celu y chau picho”. Los tres nos reímos. “A una chica que vende ropa le dejaron como veinte tarjetas de la Asignación, pero se transfirieron la plata y no le pagaron nunca más. Igual en el barrio siempre hay uno que viene con un revólver y te la hace re corta”.

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