Carolina llega a una cárcel después de cuatro horas de viaje para conocer a una detenida en la leonera del penal de Florencio Varela. Es Marina Fierro, una chica acusada de matar a su ex pareja. “El tipo vendía drogas. Fue a la casa a buscarla. Tuvieron una discusión. En realidad, el cuchillo lo había llevado él y cuando lo sacó empezaron a forcejear. Ella se lo clavó en la rodilla y lamentablemente le tocó una vena que hizo que se desangrara y muriera. Hace dos años que está presa”, explica Carolina. El día anterior a esa visita, Marina se quiso ahorcar. Transita su reclusión en un cuarto de celda sin vidrio y con barrotes en otoño, invierno, primavera y verano. Tiene una letrina y está lleno de garrapatas, orugas, piojos, gusanos, y ratas que muerden a la noche porque las atrae la comida. “Me tocó ese día, cuando estaba ahí, presenciar lo que le pasó a una chica que estaba castigada. Le tocaba ver a la familia. La visita tenía que ser de tres horas pero se la redujeron a una hora y media, y todo lo que le habían traído se lo volcaron en el piso y se lo patearon. Reclamó por eso y fue impresionante la golpiza que le dieron. No me voy a olvidar nunca los gritos”.
Unos días después, Carla viaja a Europa, como parte de un plan de encuentros en solidaridad con las mujeres kurdas. Participa de la movilización que se realiza en Berlín, en las puertas de Brandemburgo. Va al Encuentro Nacional de Mujeres en París y, luego, encabeza una charla en la cátedra de Español de la Universidad de Potsdam: “En la charla, también mostramos la película Pañuelos para la historia, donde se pueden ver a las Madres de los Sábados de Diyarbakir –ciudad del Kurdistán turco– que se inspiraron en las Madres de Plaza de Mayo para llevar adelante el pedido de justicia por el asesinato de sus hijos luchadores.”
Carolina Abregú vive en Tortuguitas, partido de Malvinas Argentinas. Carla Gómez es de Villa La Cava, San Isidro. Ambas son docentes e impulsaron, hace unos años, las Defensorías de Género en el conurbano. No les interesa actuar desde el mansplaining ni desde el yo feminista-pop de los medios de comunicación o las redes sociales. Se meten en el barro, en las cárceles, en las villas, dejando de lado la individualidad para luchar por una causa mayor.
autodefensa y acción directa
En el año 2015, Carolina Abregú decidió formar, junto con su hermana Karina, la Defensoría de Género en el Partido de Malvinas Argentinas, Provincia de Buenos Aires. A Karina su marido la había prendido fuego. La falta de respuesta por parte de la policía y del poder judicial hizo que ambas se organizaran, movilizaran y lograran, en el año 2016, meter preso y hacer cumplir una condena de 11 años de prisión a Gustavo Javier Albornoz. En el juicio, la jueza encargada le preguntó a Karina: “¿Estás segura de que no te prendiste fuego vos?”.
Durante el 2015, Carolina conoció a Carla Gómez, que realizaba reuniones con mujeres víctimas de violencia en una ONG en Villa La Cava. Pronto, Carla se sumó a la iniciativa, fundó la segunda Defensoría en esa villa y acompañó a Karina durante el juicio. Casi sin experiencia en aquel momento comenzaron a asesorarse, aprendieron sobre derecho y el funcionamiento de los organismos. Así formaron un pequeño grupo de base territorial que, por su lugar de acción y clase social, se identificaron como “mujeres pobres luchando por y para mujeres pobres”. Entienden que estas mujeres están desamparadas porque no cuentan con abogados gratuitos, no son escuchadas a la hora de hacer una denuncia y no tienen refugios a donde ir luego de denunciar o cuando quieren escapar de los agresores.
A partir del 25 de abril del 2016, después de la resolución del caso de Karina y de que tuviera una gran repercusión en los medios de comunicación, se acercaron a ellas más mujeres que padecen violencia o familiares que fueron creando otras Defensorías. Desde este lugar, la consigna colectiva “Si tocan a una, respondemos todas” se fue haciendo efectiva y tangible; se respondía en el territorio, en el barrio, a partir de la asistencia y el acompañamiento.
Debido al rotundo fracaso de las mediaciones institucionales a la hora de resolver los problemas de violencia, tomaron como lema y método de trabajo la autodefensa y acción directa, y comenzaron con escraches en las casas de los agresores. Aún siendo un grupo pequeño, se metían en las calles de tierra, prendían fuego gomas y se manifestaban con carteles y banderas que tenían el nombre y el apellido del golpeador. Muchas veces se enfrentaron a la policía que protegía a los violentos. Los agresores estaban libres a pesar de haber sido denunciados varias veces y de haber violado las restricciones perimetrales.
Al escrache barrial y popular le siguió el de las redes sociales. Los reclamos se hacían virales y recibían amenazas: “Las voy a prender fuego a todas”, le dijeron a Carolina en un mensaje de texto. Al mismo tiempo, se seguían sumando otras personas que querían colaborar y organizarse en reclamo de justicia. Los miembros de las distintas Defensorías se encargaban de ir al juzgado, de pensar nuevas acciones, de asesorar y brindar apoyo. En la actualidad, aunque divididas en dos grupos -Furia Femenina y las Defensorías- siguen aplicando sus métodos.
Carla Gómez define a las defensorías como herramientas al servicio del crecimiento y del movimiento en la Argentina y el mundo. Desde allí luchan contra un sistema patriarcal e incluyen a los hombres en el colectivo de lucha. Esto las diferencia de otros movimientos feministas, “el feminismo pequeño burgués”, como lo llama Carla, que no entiende la situación de las mujeres pobres y, además, excluye al hombre en tanto hombre. Su base ideológica es ver al feminismo como una cuestión de clase no de género: “Hay un macho que tiene las ideas patriarcales que este sistema le impone a él y a nosotras. Ese hombre, ese macho, es responsable directo. Consideramos que existen ideas políticas y económicas que establecen una división. Tanto mujeres como hombres estamos siendo vulneradas y vulnerados por el sistema, somos oprimidos por el sistema.”
Carolina Abregú, hoy desde su espacio Furia Feminista, formado colectivamente desde la diversidad, comprende que la lucha tiene que ver con una cuestión de género. Entiende que hay causas injustas y propone que los sujetos de género conformen un espacio genuino “más allá del partido político partidario o de clase de cada persona”.
dicen que me gusta hacer quilombo
Corre el 15 de marzo del 2017. Se ve en Facebook: “Necesitamos que nos carguen crédito. Tomamos el Consejo Nacional de la Mujer”. Hay una foto de las mujeres de la Defensoría con la bandera detrás en las noticias de casi todos los diarios. Son 15 mujeres que toman el Consejo Nacional de la Mujer ante la falta de respuesta de Fabiana Túñez, su directora, que le prometió asistencia económica y médica a Karina y le dio tres tarjetas de débito, con 500 pesos cada una. El problema surgió no solo por el incumplimiento de lo pactado sino porque, cuando el hijo de Karina tuvo que utilizar una de las tarjetas en un supermercado adherido para comprar alimentos, fue demorado por la seguridad. Decían que las tarjetas no eran válidas. Antes de la toma, Karina había pedido entrevista con alguna responsable. La citaban y luego le cambiaban la fecha.
El día de la toma, Karina llega al consejo para no recibir respuestas. Pronto aparece un video en las redes sociales.
– ¡Vamos compañeras, vamos!
– Es culpa de Fabiana Túñez.
– ¡No pueden entrar!
– Vamos, compañeras sigamos. Queremos una respuesta. ¡Correte!
– ¡No se puede pasar por acá!
– ¡Dale, correte, che! ¡Vamos, compañeras, sigamos!
Encabeza la toma Karina. Un policía le pega. Ellas suben las escaleras en grupo y permanecen en una sala toda la noche. Reclaman la solución al problema que padecen tanto ella como otras mujeres: falta de asistencia de medicamentos, económica, psicológica, entre otras. Al día siguiente, la solución llega parcialmente: “Me llevo un 45 por ciento de lo prometido. Todavía espero la asistencia en medicamentos. Dejamos el edificio en forma pacífica y no como se estuvo diciendo que hemos violentado la puerta y tomado gente de rehén. Acá estamos con las compañeras con las que entramos y salimos juntas en forma pacífica”, dice Karina.
La toma del Consejo tiene que ver con la autodefensa, entendida como una concepción política. “No es para nosotras andar repartiendo piñas”, dice Carla, “pero sí se relaciona con el concepto político de cuidarnos entre nosotras, es decir, la vida nuestra vale igual que la de la compañera que estamos asistiendo e invitando a luchar. Desde ese punto de vista, la autodefensa es estar preparadas para defendernos y defender a la persona en términos de poner el cuerpo. Si bien autodefensa y acción directa son palabras escuchadas por parte del feminismo, en este momento no son llevadas a la práctica”.
El colectivo entiende que porque el Estado no acciona, ellas intervienen en los territorios: “Si el Consejo Nacional de la Mujer no da respuestas, nosotras hacemos permanencia en la institución.”, agrega Carla.
Así, en octubre del 2016 y siendo todavía miembro de la Defensoría, Carolina conoció a Eva Higui de Jesús, atacada por varios hombres debido a su condición de lesbiana. En aquel entonces, Higui se encontraba presa por matar a uno agresores en defensa propia. Carolina difundió el caso por las redes sociales, se paró con un megáfono en la plaza de San Miguel, partido de la provincia de Buenos Aires, para leer la carta que Higui le había escrito desde la cárcel, golpeó varias puertas sin respuesta alguna hasta que, finalmente, pudo llegar a Vilma Ripoll, quien asignó a la abogada Raquel Hermida Leyenda y lograron la excarcelación de Higui. Abregú afirma: “Costó mucho que el caso de Higui lo tomara alguien. Al principio, era rogar que compartieran sobre Higui en Facebook u otras redes sociales. Después, algunas personas se empezaron a sumar y otra gente no se sumó hasta que vieron que el caso tenía la repercusión que tenía”.
Unos meses después, la Defensoría se enteraba del grupo de las mujeres de apellido José que tuvieron un problema familiar: “La abuela de la nena fue a buscar a su nieta a la casa de su hija, que estaba borracha. Se la lleva. Al rato cayó la policía y se cargó presa a la abuela y a las dos tías de la criatura por retención de una menor. Esto está mal porque la madre de la nena sabía dónde estaba y con quién. No la había secuestrado ni nada. Es decir, por una cuestión familiar no resuelta, tres mujeres terminaron presas en una comisaría hasta tener la posibilidad del juicio. Estas mujeres no son un peligro para nadie. No les otorgaron el derecho a un abogado”. El día de la audiencia, las Defensorías organizaron un escrache, llamaron a los medios y manifestaron que estas tres mujeres fueron detenidas injustamente, sin medios económicos como para defenderse. Carolina las visitó y las acompañó. Presionaron. Escracharon por las redes sociales. Consiguieron un abogado. Hoy las mujeres José están libres.
¿Y ahora cómo siguen?
Carla continúa militando con la bandera de la Defensoría de Género. En la actualidad, hay quince Defensorías que se ocupan de Género e Infancia. También, el grupo está implementando las Defensorías Barriales que discuten problemáticas de los barrios: gatillo fácil, abuso policial, despidos, entre otros. Las Defensorías están apoyando las luchas obreras y estudiantiles actuales. “Estamos jugando un papel un poco más amplio organizando a los barrios”, dice Carla. Las Defensorías son parte de acciones políticas que no solo se relacionan con violencia de género sino con otros grupos vulnerados. Carla forma parte de Convergencia Socialista.
Carolina se separó de la Defensoría en marzo de este año y creó Furia Feminista. Decidió quedarse en el campo de la violencia de género y no luchar desde la política partidaria. El logo tiene los colores de la diversidad porque son un colectivo cuya acción tiene que ver con casos de violencia que se dan tanto en mujeres como en los colectivos LGTTBI. Son sujetos de género con “diversidad de situaciones, diversidad de personas y de pensamientos”, afirma Carolina. Las acompaña Sai Sacayán, hermana de Diana Sacayán, referente trans asesinada en octubre de 2015.
El grupo tiene como núcleo la palabra “furia” debido al nombre que le dieron los romanos a las Euménides, seres mitológicos que buscaban el castigo de los crímenes humanos y perseguían a aquellos que salían impunes de algún delito. El espacio Furia Feminista está actualmente en Ezeiza, Zona Sur, Cañuelas, Malvinas Argentinas (partido), Ciudad de Buenos Aires, La Plata y La Matanza.
Tanto las Furias como las Defensorías siguen utilizando los métodos de autodefensa, acción directa y el escrache. También continúan trabajando en los territorios y lugares marginales por la falta de respuesta de las autoridades. Otras organizaciones feministas les cuestionan los métodos, las acusan de provocar más violencia, pero a ellas no les importa, discuten abiertamente y acusan a las referentes de ocupar un escritorio sin entender la situación de vulnerabilidad y desventaja de las mujeres pobres. Ellas conforman un nuevo actor social, que cruje, que molesta, que juega en el territorio, que defiende la igualdad desde la política y la organización. Sacan a las mujeres del lugar de víctimas y las transforman en sujetos de luchas, sujetos políticos, miembros activos de un espacio particular.