la tocaron a cristina | Revista Crisis
manifiesto / crónica de una proscripción anunciada
la tocaron a cristina
El fallo de la Corte Suprema de Justicia anunciado ayer es un punto de inflexión en la coyuntura política argentina. Estos apuntes escritos en la urgencia son un intento por entrever las coordenadas del tiempo que viene.
Fotografía: Lucía Prieto, Fotografía: Tadeo Bourbon, Fotografía: Juan Valeiro
11 de Junio de 2025

 

La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner finalmente irá a la cárcel y deberá cumplir una pena de seis años de prisión. Además, quedó inhabilitada para ser funcionaria pública por el resto de sus días. Se trata de la dirigenta más importante de la oposición al gobierno de ultraderecha y actual secretaria general del Partido Justicialista. Los mercados financieros festejaron de inmediato y en el gobierno libertario, contra lo que dicen los analistas políticos que solo piensan en la rosca, bailan en una pata. Por ahora, todo marcha acorde al plan que supone la transformación radical del status quo. Después, qué importa ya el después.

Para la inmensa mayoría del movimiento peronista, y no solo, se trata de una lisa y llana proscripción. Existen sobradas razones para creerlo. Ahora lo esencial consiste en comprender los desafíos de la etapa que se abre. Sin embargo, no está de más hacerse una y otra vez la pregunta: ¿cómo llegamos hasta acá? Impacta la carencia absoluta de previsión por parte de una dirigencia que anda a los tumbos, recibiendo sopapos sin capacidad de reacción. 

Hace pocos días hablamos con uno de los más conspicuos exponentes de la derecha vernácula, ferviente antikirchnerista pero defensor a ultranza de la casta, quien lo dijo con tono de hartazgo: “Se la pasaron denunciando lawfare y cuando llegaron al gobierno, en lugar de firmar un indulto el día uno, dejaron la resolución en sede judicial. Pero si sabían que el proceso estaba amañado, ¿por qué no toman el toro por las astas?”. No lo hizo el timorato presidente Alberto Fernández. Tampoco lo quiso la vicepresidenta, ya condenada. Como en tantos otros ítems, el avance de la ultraderecha es directamente proporcional a la falta de audacia de sus adversarios.

Quienes estuvimos ayer martes frente a la sede del Partido Justicialista, donde CFK aguardó el fallo de la Corte Suprema rodeada de sus afectos y de la militancia, constatamos la falta de orientaciones sobre qué hacer. La escena del 1 de septiembre de 2022 vuelve como un déjà vu, evidenciando una carencia total de conducción táctica. Aquel atentado fue sorpresivo y puso de manifiesto la escasez de reflejos. Tres años más tarde constatamos el mismo pasmo e idéntica perplejidad, ante un acontecimiento largamente esperado. Ya no hay atenuantes.

Los caminos se cierran. La caja de herramientas está oxidada. El cierre de ciclo no solo afecta al período de la gobernabilidad progresista abierto en 2001, sino que se extiende más allá y amenaza incluso con poner en suspenso las pautas mínimas del consenso democrático inaugurado en 1983. La única manera de salir de la impotencia es asumir que entramos a una dimensión desconocida. Seguir actuando por inercia, como si no nos hubieran declarado la guerra, es aceptar la condena mansamente. Como corderos atados.

 

realista es resistir
 

La última frase del discurso de Cristina Fernández luego de sellado su destino, ofrece pistas sobre lo que vendrá: “A militar, a organizarse, a estar junto a la gente que lo necesita, junto a todos esos colectivos sociales que hoy están siendo agredidos por estas políticas, a profundizar el acercamiento y la empatía con la gente. Es fundamental que vean una dirigencia política y social comprometida con los problemas de la gente y no con los problemas que tienen las dirigencias entre ellos. Dejemos de lado eso y dediquémonos todos con mucha fuerza y convicción a ayudar a los que necesitan ser ayudados y organizados”. La idea de que lo importante está en volver a conectar con las bases, en reconstruir un pueblo agredido y fragmentado, y dejar de pelear por arriba en torno a candidaturas y liderazgos estallados, es un primer registro de la situación que se abre. 

“¿El peronismo debe participar de las próximas elecciones si Cristina está presa?”, le preguntó el streamer Pedro Rosemblat a Juan Grabois ayer a la tarde. El ex candidato a presidente respondió: “Mirá, tengo mis serias dudas. Quizás haya que hacer una resistencia a través de la técnica que usó el radicalismo mucho tiempo, que es abstenerse, y que usó también el peronismo. Yo personalmente lo estuve pensando en estos días y me parece una opción válida”. De difícil concreción por la intemperie que significaría para el aparato burocrático del peronismo, o por lo gravoso que sería abandonar las instituciones en un momento como el que vivimos, el solo hecho de que la hipótesis haya entrado en el campo de lo posible es indicador del dramatismo del momento. La situación exige decisiones disruptivas.

CFK dejó en su alocución otro concepto clave: “En realidad, este cepo al voto popular no lo pone este triunvirato de impresentables que funge como una ficción de la Corte Suprema. No se confundan, son tres monigotes que responden a mandos naturales muy por arriba de ellos. Que nadie se confunda porque lo peor, tampoco es el oficialismo. Es el poder económico concentrado de la República Argentina, mis queridos compañeros y compañeras”. El señalamiento de un poder no democrático que opera por detrás del tinglado institucional cual titiritero repone el horizonte de un antagonismo que complejiza el juego político e inocula una desconfianza profunda en el sistema institucional. La imagen de farsa vuelve a emerger. La sensación de que estamos jugando en una cancha cada vez más inclinada. De que estuvimos imbuidos en una ilusión de la que va siendo hora de despertar.

Cuando el presente se trastoca, hay intuiciones del pasado que recobran inusitada actualidad. Conviene desempolvar, por ejemplo, a John William Cooke en su célebre Apuntes para la militancia: “Porque es un error creer que lo realista es el juego político, cuando para un movimiento de este tipo es hacer una política de principios, una gran política de línea revolucionaria, que no significa ni el bochinche, ni el desorden, ni el delirio terrorista, no. Significa una estrategia, en la cual están coordinados todos los movimientos y en la cual ningún medio de lucha es descartado, pero donde no ocurra como ahora, que el movimiento está todo volcado al electoralismo y cuando llegue el golpe de estado sobre la mesa, se acuerdan que hay política de reemplazo”.

La proscripción de CFK no es un hecho aislado, ni el punto de llegada de la prepotencia reaccionaria. Esto recién comienza y todo parece indicar que los poderosos están decididos a ir a fondo. ¿Y nosotros?

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