Cuando se preparaba el estreno de Avengers: Infinity Wars, la película de Marvel Studios que hasta el momento lleva recaudados 1.800 millones de dólares en todo el planeta, en un oscuro kiosko de Recoleta apareció una “action figure” de Wolverine en una versión barata y contrahecha, elaborada con materiales de una desvergonzada mala calidad. El detalle es que Wolverine —y esto es importante para lo que sigue— es el más famoso mutante de los X-Men, y por eso sus películas, inspiradas en el personaje de cómics de Marvel y protagonizadas por Hugh Jackman, llevan recaudados por sí solas más de 1.400 millones de dólares. Aún así, el packaging de esta “action figure”, una pieza perfecta de “capitalismo Shanzhai”, anunciaba dos cosas: primero, que Wolverine era uno de los Avengers; segundo, que este juguete había sido fabricado e importado desde China (como cualquier iPhone producido a precio vil por Hon Hai Precision Industry Co. Ltd., más conocida como Foxconn). El hecho es que, improvisada en alguna fábrica de la provincia de Yiwu, que a 400 kilómetros de Shanghái concentra a la siniestra industria juguetera china, esta “resolución” oportunista acerca de la identidad y la pertenencia de los personajes del Universo Cinemático Marvel (UCM) no podía llegar en mejor momento.
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Al otro lado del mundo, en el interior del corazón del capitalismo occidental, The Walt Disney Company, poseedora de un patrimonio activo de 95.789 millones de dólares, acababa de comprar a la 21st Century Fox por unos 65.000 millones. Al hacerlo, Walt Disney Company adquiría la propiedad de Los Simpsons y de Avatar —la película de James Cameron que busca expandirse como secuela y videojuego—, pero también la propiedad cinematográfica de todos los X-Men (incluyendo a Deadpool), los personajes de Marvel cuyas películas, producidas hasta ahora por el estudio 20th Century Fox, llevan recaudadas en conjunto unos 2.785 millones de dólares desde el año 2000. Sobre la sosegada obscenidad de estas cifras, por supuesto, habrá que volver más adelante; mientras tanto, mejor avanzar un poco más sobre la anatomía económica y cultural de uno de los mayores conglomerados de la industria del entretenimiento en la historia de la Humanidad.
Con la adquisición de los X-Men, The Walt Disney Company lograba así cerrar el círculo de franquicias alrededor de los cómics de Marvel con los que creció una de sus propiedades más rentables, Marvel Studios —en manos de Disney desde 1993—, el nodo cinematográfico en el cual conviven desde 2008 las películas de Iron Man, Capitán América, Spiderman, Hulk, Thor, Doctor Strange, Black Panther, Guardians of the Galaxy y Ant-Man, además de las películas en las que todos estos superhéroes se mezclan, como la saga de los Avengers. Apenas en términos de entradas de cine, es decir, sin contar la venta de merchandising ni ediciones en otros formatos, el trabajo de Marvel Studios ha reportado ganancias por 17.814 millones de dólares. Entonces, ¿qué podría pasar con la adquisición de la 21st Century Fox? No solo las cifras del negocio podrían multiplicarse de manera pornográfica, sino que las posibilidades abiertas para el UCM, al fin bajo un único control creativo, podrían reproducir todas las batallas épicas y los crossovers que solo eran posibles en los cómics. Y como intuyó algún anónimo gerente de producción en la provincia china de Yiwu, incluso Wolverine podría ser finalmente uno de los Avengers.
damas y caballeros, con ustedes Kevin Feige
Que Wolverine ya es desde hace tiempo uno de los Avengers es algo que cualquier lector de cómics conoce (al igual que lo que pasará con Thanos y su “Guantelete del Infinito” en la próxima Avengers). Sin embargo, las implicancias de estos megaeventos económicos todavía resuenan en las mesas de negocios que van desde los Estados Unidos hasta China. Hace unas semanas, de hecho, la empresa de telecomunicaciones Comcast —la TELCO más grande del planeta Tierra, con un patrimonio de 186.949 millones de dólares—, intervino en esta conversación al presentar una oferta para disputarle a The Walt Disney Company la adquisición de la 21st Century Fox. ¿Pero qué es la 21st Century Fox para Disney o para Comcast? En pocas palabras, otra unidad de negocios con la cual afianzar la guerra por el mercado audiovisual contra Netflix, la plataforma online de 19.013 millones de dólares en la que, por otro lado, a través de Marvel Television y ABC Studios, The Walt Disney Company ya ha producido series con superhéroes de Marvel como Agentes de S.H.I.E.L.D., Luke Cage, Punisher, Jessica Jones, Daredevil y The Defenders, entre otros.
La batalla entre las TELCOS que producen, distribuyen y controlan la mayor parte del entretenimiento en internet —con la fusión de 109.000 millones de dólares entre AT&T y Time Warner en primer lugar— está definiendo también el futuro inmediato de “la neutralidad de la red”, por lo que la ubicación imprecisa de la franquicia de los X-Men en el gran mapa del UCM podría tomar una perspectiva menor. Aún así, en términos creativos, uno de los responsables directos de que The Walt Disney Company haya invertido 65.000 millones de dólares en la 21st Century Fox, y de que ahora dispute una batalla más profunda con Comcast, es el productor de cine Kevin Feige. Como presidente de Marvel Studios, fue Feige quien llevó adelante el delicado ajedrez corporativo gracias al cual Disney pudo adquirir entre los años 2000 y 2007 las licencias, los permisos y los derechos necesarios para construir la exitosa galería de personajes del UCM. Desde ya, Kevin Feige es, además, un fan de los cómics de Marvel. Y por eso sus movimientos no solo cambiaron para siempre lo que hoy se entiende por una película de superhéroes, sino que, en el proceso, pulverizaron a DC Films, el estudio de cine con el que Warner Bros. Pictures —propiedad de la TELCO Time Warner— intenta competir con su propio Universo Extendido de DC Comics (UEDC), donde conviven Batman, Superman, la Mujer Maravilla, Flash, Aquaman y el Suicide Squad, y también su saga colectiva, la Justice League, lo cual en conjunto produjo apenas 3.700 millones de dólares.
cómo crear superhéroes rentables
Solo la densa cantidad de abogados, accionistas, guionistas, gerentes de marketing, dibujantes, contadores, productores de cine y CEOs involucrados en la burocracia del UCM debería ser suficiente para ubicar a Kevin Feige en un podio reservado a los más grandes capitanes de la industria del entretenimiento. Gerenciados por Marvel Comics desde la época de Stan Lee y Jack Kirby, hasta la llegada de Feige a Marvel Studios, los derechos cinematográficos de los personajes de cómics de Marvel estaban repartidos entre firmas tan diversas como 20th Century Fox, Columbia Pictures, Universal Studios, New Line Cinema, Lions Gate Entertainment y Sony. Una vez vendidos, los derechos a veces se convertían en películas olvidables, otras veces se coagulaban entre proyectos anémicos y en algunas oportunidades terminaban directamente devueltos a Marvel sin uso (como pasó con Black Panther en 2005, cuya película recaudó el año pasado 1.344 millones de dólares). Describir el modo en que Feige recolectó con cheques, canjes y acuerdos a cada uno de los personajes del UCM, desde los importantes como Hulk o Spiderman hasta los menores como Elektra y Namor, es casi comparable al modo en que Thanos recolectó las Gemas del Infinito en Avengers: Infinity Wars, solo que en una dimensión terriblemente aburrida. En última instancia, se trata del tipo de tarea que solo un verdadero fan de los cómics de Marvel, hoy adorado por las Comic Con, podría haber logrado.
Lo que la megafusión entre The Walt Disney Company y la 21st Century Fox también vislumbra, por último, es cierta inquietud acerca de cómo va a gestionarse realmente este nuevo UCM con un único propietario. En especial a partir de la penosa experiencia con Lucasfilm Ltd., el estudio de cine fundado por George Lucas que The Walt Disney Company compró por 2.200 millones de dólares en 2012, luego de lo cual se inició la rápida transformación de la franquicia Star Wars en un insípido producto teen, donde los castings multiculturales y las diversidades sexuales son premisas más fundamentales que una buena trama. En todo caso, ¿permitirá Disney una película con el humor, la sexualidad y la violencia de Deadpool 2, o las “libertades experimentales” de Ryan Reynolds habrán llegado a su fin? ¿Y es imaginable otra película R-rated como Logan, más allá de los 619 millones de dólares que produjo para la 20th Century Fox? La única certeza es que cuando el año que viene se estrene la última parte de los Avengers, Marvel Studios ya tendrá un nuevo plan de negocios: la renovación generacional de sus superhéroes. Mientras tanto, y anticipando como de costumbre los latidos del capital, en el mismo kiosko oscuro de Recoleta ya se vende una extraña “action-figure” de Batman. Y el packaging chino asegura que el viejo personaje insignia de DC también se unió a los Avengers.