El africano Aziz | Revista Crisis
diálogo geopolítico / la hora del sur global / los insubordinados de la tierra
El africano Aziz
El intelectual senegalés Aziz Salmone Fall vino a Buenos Aires y nos juntamos a conversar sobre el presente africano. Gratamente sorprendidos por su confianza en el porvenir, a pesar de todo, le preguntamos por los gobiernos antimperialistas del Sahel, los debates en el movimiento panafricano contemporáneo y qué significa la creciente influencia de China y Rusia en el continente donde la humanidad se originó. Una entrevista cargada de simbolismos.
Fotografía: Guille Llamos
17 de Mayo de 2025

 

Es la primera vez en la Argentina y le tocó un verdadero diluvio. Las inundaciones urbanas obligaron incluso a cambiar el sitio donde el viernes a la tarde dictó su conferencia magistral, en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Sin embargo, este sengalés esbelto que viste camisa africana luce radiante y se mueve con soltura. Como si el ambiente hostil no le afectara.

Desde la habitación del hotel que le reservaron los anfitriones académicos en la Recoleta, la vista da al cementerio aristocrático de Buenos Aires: "una ilustración de la plutocracia que continúa”, dice con sonrisa pícara. Cuenta también que salió a caminar y a escasos cien metros se topó con un busto en homenaje a Agostinho Neto, líder de la independencia angoleña. No lo podía creer.

Aziz Salmone Fall es intelectual, militante e integra el Grupo de Investigación e Iniciativa para la Liberación de África (GRILA). No espera nuestra pregunta y se lanza a hablar en francés: “Lo importante para nosotros ahora es que el sur global pueda participar de la definición del universalismo que viene. Para eso es fundamental tener en cuenta el homeomorfismo, concepto del filósofo hindú-catalán Raimon Panikkar, que apunta a detectar las correspondencias profundas entre palabras y conceptos pertenecientes a religiones o culturas diferentes, yendo más allá de la simple analogía. Un equivalente funcional, que tiende puentes entre culturas sin que una de ellas le imponga el sentido a las demás. Por ejemplo, Dios, los derechos humanos, el desarrollo o la democracia significan cosas distintas en diferentes contextos, porque hay varios epistemes que no son reconocidos debido a un malentendido de la modernidad. Es la complacencia moderna lo que hace que los humanos de hoy sean incapaces de hacer fuego con dos piedras. Todo el mundo usa un encendedor, fósforos o un microondas, pero la enorme mayoría de las personas no pueden explicar el fenómeno, ni fabricarlo. Eso demuestra que nos estamos apoyando sobre las espaldas de otros que hicieron estos inventos”. 

 

¿Y cuántas epistemes o concepciones del mundo existen? 

— Yo veo tres grandes concepciones. La africana es una filosofía optimista, no tiene miedo al futuro y está basada en el ritmo no en la acumulación, lo que supone otra concepción del espacio y el tiempo. La oriental que incluye a China, lo persa, lo hindú y lo árabe también, perspectivas que se han fusionado mucho, poseen una noción de la espiritualidad basada en la elevación, la idea del Nirvana, un mundo más allá donde se encuentra lo importante. Y la concepción arriana u occidental, donde hay idea de la posesión que está en el corazón de la colonialidad y del patriarcado, el rechazo de las formas matrilineales, la propiedad de la tierra.

 

horizontes panafricanos

 

Aziz piensa que estamos en un momento muy complejo de la humanidad. Propone una comparación tremenda, sin anestesia: “Vivimos una época que se parece a 1936, cuando los republicanos españoles y también muchos internacionalistas del mundo no lograron contraatacar y no se pudo bloquear la ola fascista”. Y agrega: “La diferencia está en que hoy el fenómeno no es sólo europeo”. El resurgimiento de los oscurantismos religiosos, la instrumentalización del yihadismo, el miedo a China, conflictos de baja intensidad como Ucrania o África Central, lo que sucede en Palestina, expresiones de un imperialismo colectivo cuyas cabezas conforman una tríada, Estados Unidos, Japón y Europa, que sin embargo perdieron la supremacía. 

Pero estamos también en un punto de inflexión histórico, cargado de simbolismos. El africano enhebra efemérides: 80 años del sugrimiento de las Naciones Unidas y del fin de la Segunda Guerra Mundial; 70 de la Conferencia de Bandung, donde se gestaron los No Alineados; 50 de la liberación de Vietnam; y el centenario del nacimiento de tres grandes revolucionarios negros, Frantz Fanon, Patrice Lumumba y Malcom X, que mañana lunes hubiera cumplido 100 años.

 

¿Cuál es la vitalidad del movimiento panafricano hoy?

— En mi película “Africom, go home”, que recoge la campaña que hicimos contra las bases militares en África, mostramos cómo estamos ante la continuidad de la doctrina Monroe, con las contradicciones de los neoconservadores norteamericanos y la instrumentalización del yihadismo, lo cual provocará una situación de grandes contradicciones. Por ejemplo, en el Sahel tenemos gobiernos militares sobre bases populistas y soberanistas que de un lado apoyan el panafricanismo y del otro lo dividen. Los panafricanistas hoy están divididos en tres sectores: los del Sahel, los del Magreb y el África Central. Y al mismo tiempo el panafricanismo resurge y se relanza gracias a una energía que el imperialismo amplifica. Todo el mundo teme a los Estados Unidos de África y vamos a ganar, porque los pueblos han comprendido lo que está pasando.

 

¿En qué línea del panafricanismo te ubicás vos? 

— Propongo el panafricentrismo. Una mezcla de unidad panafricana y desarrollo autocentrado. Un posicionamiento internacionalista que supone ir más allá del estado nación, hacia un espacio supranacional desconectado del mercado mundial de forma selectiva. Para industrializar África hay que darle prioridad a la articulación con el sur global. Es un sueño, pero posible. Los europeos lo hicieron y tenían más divisiones que nosotros. Podemos tener una moneda continental, una armada continental, una política extranjera continental, un solo idioma continental, por ejemplo el suajili. Todo eso está al alcance de una generación. Pero esto presupone controlar los recursos naturales, la tecnología, la moneda, reorganizar de manera justa el vínculo entre el campo y las ciudades, entre las generaciones y entre los géneros. 

 

 

¿Estás pensando en un solo estado continental, algo así como los Estados Unidos Africanos, o más bien en un ente supranacional al estilo de la Unión Europea? 

— En una unión de los pueblos africanos, que sobrepasa la concepción del estado nacional. En la mayoría de los países africanos el estado precedió a la nación. Y aunque hubo un principio de cristalización hace unas seis décadas, es posible sobre-pasarlo para ir hacia otra etapa.

 

¿Existe algún gobierno hoy en África que se identifique con este tipo de perspectiva? 

— La experiencia de Thomas Sankara es lo más cercano. Actualmente la Alianza de Estados del Sahel (AES) tiene un discurso y una aspiración similar, pero no está claro que sean progresistas. Por ahora cuentan con el pretexto de la guerra contra el yihadismo, entonces toca esperar y ver. Es una situación de transición de naturaleza autocrática justificada por el conflicto bélico. Sin la guerra quizás no tendrían legitimidad histórica para estar en el poder. 

 

¿Y los otros panafricanismos?

— Hay un panafricanismo que considera que solo el África subsahariana es protagonista, porque pone en el centro la condición negra. También está el hecho de que muchos magrebinos no se consideran africanos sino más bien árabes. Esta situación puede complejizarse con la forma institucional, como pasó con el grupo Monrovia y el grupo Casablanca, facciones de la Organización de la Unidad Africana (OUA) que se formó en 1961. Los que abogaban por una ruptura y un Estado confederal, o los que querían micronaciones y un proceso institucional. Estas formas de fragmentación continuaron y se perpetúan hoy. Hay también disputas sobre las formas de desarrollo posible. Todos estos elementos imponen la división, pero en realidad pueden superarse fácilmente. De hecho, creo que nuestro panafricanismo es más fuerte que el horizonte panasiático y que el panamericanismo. Este último siempre fue un ideal y conoció un resurgimiento a partir de iniciativas recientes como el Alba o Unasur, pero las oligarquías latinoamericanas lo rechazan y estas élites son más unidas entre sí que los pueblos.     

 

la quinta internacional del sur global

 

En marzo de 2016, a tres meses de la toma de posesión de Mauricio Macri, un sobrino de Aziz fue asesinado en Buenos Aires. Se llamaba Massar Ba y era un referente de la comunidad senegalesa. Dice que no sabe nada sobre el hecho y que su familiar dejó una hija con quien no ha logrado contactar. Pocas horas después de la entrevista, el intelectual se reunió con integrantes de la comunidad afrodescendiente y hablaron largamente sobre el crímen que quedó impune.

Aziz cuenta también que uno de sus hijos se llama Che, en homenaje al revolucionario argentino que tanto influyó en Sankara. Sin embargo, eso no le impide soltar un dardo envenenado contra cualquier atisbo de nacionalismo rioplatense: “puedo entender por qué Guevara se fue a hacer la revolución a otra parte”. Volvamos a cruzar el atlántico, le proponemos.

 

Y en este en este resurgir del panafricanismo, ¿cómo juegan China y Rusia? ¿Son aliados fundamentales o hay preocupación por una posible dinámica neocolonial?

— Tuvimos relaciones con China antes que con Europa. Hubo oro africano en China y teníamos seda de oriente desde antes de que supiéramos que existían los europeos. En cuanto a las relaciones con la Unión Soviética, fueron un eslabón clave de la lucha por la descolonización. Fue gracias a los aviones Antonov rusos que los cubanos pudieron ayudar al ejército angoleño en su lucha contra los militares sudafricanos. 

 

Pero ni la Rusia actual es la Unión Soviética, ni la China actual es una promotora del socialismo. 

— No. En 1917 Rusia se retiró de la primera guerra mundial y eso aceleró el armisticio. Pero los países que ganaron la guerra, incluyendo a los Estados Unidos, atacaron a Rusia. Siempre hubo en Europa, desde los tártaros a Napoléon, y de Hitler hasta hoy, una voluntad de tomar este país que tiene varios husos horarios. La palabra eslavo está en el origen de la palabra esclavo. Por eso los rusos nunca han olvidado y no olvidarán. Incluso, cuando en 1989 tenían esperanzas en acercarse a los europeos gracias a un Yeltsin condescendiente, la condición era el desmantelamiento de la OTAN. Pero sin dudas es una Rusia diferente a la Unión Soviética. Se trata ahora de una forma de capitalismo de estado, dirigido por la KGB y el Frente Popular panruso, que es nacionalista. También hay una oligarquía. En el caso de China es más o menos la misma historia. El desconocimiento de la historia china nos lleva al libro Re-orientar, de Gunder Frank, donde muestra que China era más desarrollada que toda Europa en el siglo XIII y que fue frenada por los tratados injustos o ilegales establecidos entre europeos y japoneses. Luego de su liberación entre  1949 y 1973, cuando pudo controlar su desarrollo y fundarlo sobre sus propias fuerzas, entonces reconectó con la globalización y hoy lidera el mundo aunque Occidente no lo reconoce. Esto explica por qué en apenas veinte años África se ha convertido en el primer socio de China. Algo que sucedió sobre las ruinas del sistema neocolonial. Un socialismo de mercado, que depende de los vínculos entre su burguesía y el partido-estado. Si esta alianza se rompe no será solamente el fin de China sino quizás también del mundo. Porque el boomerang de las fuerzas reaccionarias va a ser imparable. Y lograrían desmontar la ruta de la seda, que no solo es económica sino también ideológica.  

 

¿La alianza entre el partido y el estado es el núcleo para vos del potencial chino?

— Sí, hay una forma de democracia china que inventó el socialismo de mercado. De todas formas, no hay ninguna experiencia socialista en el mundo que pueda servir de modelo, por lo que no tiene sentido decirle a los chinos que lo que están haciendo no es socialismo. Las experiencias preexistentes como Vietnam o Cuba son también expresiones singulares. No existe un modelo ideal o empírico de socialismo. Es por eso que hacía referencia a los equivalentes homeomorfos, para ilustrar que una realidad puede existir bajo diferentes formas y hay que comprenderla en su matriz cultural, no desde afuera.

 

¿Rusia también sería parte del sur global?

— Rusia objetivamente, por el hecho de haber sido invadida por las fuerzas imperialistas, por haber padecido el complejo de superioridad occidental e interiorizar el complejo de inferioridad, comparte mucho con el sur global, del cual fue solidario, más que todas las fuerzas europeas reunidas. 

 

 

Brasil se debate hoy entre una posición geopolítica más bien neutral, para beneficiarse de las peleas interimperiales, y un alineamiento claro con las potencias del sur global. ¿Qué pensas de esa disyuntiva?

— Brasil va a ser huésped de la cumbre de los BRICS en julio. Hay que tener cuidado con esta cuestión del no alineamiento, que no es neutralidad, aunque el orden internacional quisiera presentarlo así por la bipolarización. Lo que defiendo ente mis camaradas brasileños es que la era del no alineamiento ha terminado, está vetusta. Debemos alinearnos contra el imperialismo. La prueba es que cuando Sukarno, el presidente de Indonesia luego de su independencia en 1965, reiteró esa posición, la respuesta de las fuerzas imperialistas fue asesinar a más de 800 mil indonesios. Uno de los grandes genocidios de la historia. Lo cual explica la dispersión del no alineamiento y el fracaso del grupo de los 77 en construir un nuevo orden internacional, que llevó a la cooptación de las fuerzas del sur por el G20. Entonces Brasil, que lucha dentro de sus fronteras contra fuerzas oligárquicas y fascistas, debe encarnar un proyecto que cristalice las aspiraciones del sur global. Esta reunión de los BRICS es estratégica. Hay que avanzar hacia una quinta internacional, inspirada en el espíritu de Bandung, pero ahora asumiendo la unidad de los países del sur en vez del no alineamiento.

 

La mirada geopolítica pone en primer plano las coordenadas territoriales y cierta idea de alianzas entre entre espacios geográficos. Pero una mirada más internacionalista podría poner en el centro a la cuestión negra y la diáspora, por ejemplo en Brasil, el Caribe y en Estados Unidos.

— Tengo una lectura muy diferente, basada en el origen monogenético de la humanidad, que es afrodescendiente guste o no. El hecho de que haya personas de ojos verdes o azules es sólo una adaptación fenotípica a la geografía. Los pueblos que se han vuelto autónomos y tienen la melanina más oscura, fueron deportados durante tres siglos. Por resiliencia, resistieron. El vitalismo africano es otro nombre para la ecología. Llegamos aquí antes que Cristobal Colón. Los Olmecas tienen dioses africanos. Sospecho que en el origen, las sociedades que se ignoraban se frecuentaban. Había tabaco americano en las momias egipcias y no existía el tabaco en África. Cuando mirás con esta perspectiva la historia de la diáspora, la perspectiva cambia. Hay que mirarlas con universalismo, porque el mundo es mestizaje. Lo que significa que el culturalismo, la persistencia de culturas inamovibles, nostálgicas, son en realidad peligros para la humanidad. Hay una sola humanidad, no existen las razas. Hay que luchar por un universalismo que incorpore los valores progresistas de cada cultura.

A la hora de la despedida, Aziz hojea el ejemplar de la revista que le obsequiamos. Y observa: “La palabra crisis viene del término krinen, en griego antiguo. Los griegos tomaban los pájaros migratorios y abrían sus entrañas para leer el porvenir. Porque hay crisis cuando se cruzan los caminos y tenés que decidir a dónde ir. La situación actual de transición, como demostró Gramsci, es muy compleja. Los monstruos que aparecen, y tomaron el poder en varios lugares, son parte de esa transición y son un síntoma de la crisis. No hay que poner la atención en ellos sino en el camino. Porque si nos paralizamos y dejamos de caminar, los caminos se cierran”.

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