En 2021, un periodista nos pide que no figure su nombre ni tampoco el medio para el que trabaja en Córdoba. Lo que relata no implica la revelación de un grave delito de corrupción o un caso de malversación de fondos públicos, no es el Garganta Profunda de Bernstein & Woodward ni tiene los cuadernos de Centeno. Carga con una historia habitual: la paritaria de prensa acá es un desastre, en la edición papel somos cada vez menos haciendo lo que antes hacían dos o tres personas, todos en la redacción estamos con un laburo extra para llegar a fin de mes, no me gusta el nivel de lo que estamos produciendo.
Cuenta todo eso pero pide que no demos referencias porque es el mejor medio de la provincia para ejercer el oficio. Y al que habla lo marcan o lo echan.
En crisis #46 (marzo 2021), publicamos un artículo para describir la situación del rubro periodístico en los principales medios de tirada nacional. En este texto repetimos precauciones: las fuentes no tienen nombre y el borrador previo a la publicación fue revisado por ellas y ellos.
Cada 7 de junio se celebra en Argentina el Día del Periodista, en conmemoración de la fundación en 1810 de La Gazeta de Buenos Ayres, primer medio nacional. Su fundador, Mariano Moreno, abre la primera edición con una clásica cita a Tácito: “Tiempos de rara felicidad son aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo”. Para esa fecha de este año, el Foro de Periodistas Argentinos (Fopea) lanzó una web llamada desiertosinformativos.fopea.org. Al ingresar encontramos un mapa interactivo de Argentina salpicado en tonos marrones, beiges, amarillentos y verdes, que dividen cada provincia en departamentos.
Al usar el zoom, vemos que hasta los barrios de la Ciudad de Buenos Aires tienen esos colores. Corresponden a una medición de “ecosistemas informativos”: desiertos, semidesiertos, semibosques y bosques. El estudio censó la cantidad de medios radicados en cada localidad así como los “periodistas detectados”. La cuenta dio 2464 medios de los que participan 13.597 personas que se perciben periodistas “aunque no dispongan de un certificado académico que lo valide”.
El resultado destacado por la investigación es que un 48% del territorio nacional corresponde a un desierto informativo, “ámbitos donde no hay medios de comunicación o donde los que existen exhiben una dependencia extrema del poder −en sus diferentes manifestaciones−, o gran precariedad, y, por lo tanto, no hay condiciones para el ejercicio del periodismo local o este es sumamente débil”. El mapa arroja informaciones algo extrañas, como que el barrio de Chacarita, en CABA, y el departamento de Corpen Aike, en el sur de Santa Cruz, comparten el mismo tipo de desertificación noticiosa.
Estos datos confieren supuestas bases científicas a la visibilización de los peligros que amenazan a los medios y a los periodistas situados fuera de los núcleos más desarrollados del país. La investigación incluye justificaciones de todo tipo: por qué se eligieron esos colores, cuál es el método de cálculo, cómo señalar errores a sus creadores.
Carla Gaudensi, secretaria general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren), recorre la web de Desiertos informativos y nos dice: “Fopea, presentada como una entidad independiente, respaldó activamente la gestión de Macri mientras se llevaba adelante uno de los ataques más grandes que haya sufrido nuestra actividad.” Según relevamientos de Fatpren, en los últimos cinco años 4500 trabajadores de prensa perdieron su trabajo y la caída del salario real alcanza el 40%.
¿Quiénes son, en este escenario, esos “periodistas detectados” como si de cóndores o yaguaretés se tratara? ¿Dónde está la fauna nativa de los desiertos mediáticos argentinos? ¿Y cómo es esa vida en peligro de extinción?
más allá de la frontera
No es lo mismo ser periodista de gráfica en Río Negro, Neuquén, Tucumán, Santa Fe, Mendoza o Entre Ríos: si algo impera en las charlas con ellas y ellos es la heterogeneidad de los problemas que enfrentan.
“Vaca Muerta es un martirio para todo aquel que no trabaje en la industria petrolera. El costo de vida subió muchísimo, la especulación inmobiliaria en la zona es terrible”. El diario Río Negro es una institución clave del periodismo patagónico, pero sus trabajadores vienen organizados en asamblea hace rato para lograr que se les reconozca un ítem clave: zona desfavorable. “En una de las reuniones que tuvimos el editor general nos reconoció que los sueldos en el diario no eran buenos, pero que a comparación de su hija, a quien mandó a estudiar en Córdoba, acá no era tan caro vivir”.
“La verdad que no son malos los sueldos acá. En La Gaceta allá por los años sesenta hubo algún acuerdo tácito de pagar dos aguinaldos, 14 sueldos al año. Julio y agosto, enero y febrero. El miedo ahora está en que, como por convenio no figura en ningún lado eso, lo puedan volar.” Además, trabajadores del principal medio de Tucumán −que tiene su edición en Salta− aseguran que año tras año la gráfica va perdiendo gente que migra hacia otras extensiones de la empresa controlada por varias familias ilustres de la provincia, como los García Hamilton y los Aráoz. La Gaceta tiene programas en el cable local, y esos nuevos formatos se nutren de profesionales de la redacción, pero ahí los puestos quedan vacíos y sin reponerse.
“La Capital es históricamente el diario que mejor paga en Rosario. Pero se vinieron a pique los sueldos. Un compañero que entró hace un tiempo, muy talentoso, está cobrando 54.000 pesos en el diario. Sé que es más que lo que pagan en Infobae o Clarín, pero igual no alcanza si tenés hijos. Así que sigue laburando a la par como administrativo, haciendo malabares con los horarios”.
“Siendo corresponsal en CABA para La Voz del Interior, me enojé el año pasado porque nos liquidaban el sueldo bajo la paritaria de la Utpba −Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires−, que es un gremio entreguista que solo se sienta con los dueños de los diarios para ver cuál es el peor número que pueden dar a los periodistas. Colegas nuestros cobraban bajo el estatuto del periodista de Córdoba que tenían una mejor paritaria. Escribimos páginas enteras para allá, también para el diario Los Andes de Mendoza, porque los dos medios son parte del Grupo Clarín. Me hice marcar por la empresa, por supuesto, pero al final logré que nos dieran una tarjeta de Cencosud, porque tienen acuerdos comerciales en todos lados. Fue un equivalente, cinco lucas. Pero si no armaba ese quilombo no nos daban nada. Y somos cuatro boludos como corresponsales, no veinte”.
Los conflictos salariales son solo una parte del problema. En las redacciones perciben un cruce entre la declinación del mercado del diario en papel, la desigual pelea con los clics en sus webs contra los medios de alcance nacional y una falta total de iniciativa por parte de las empresas periodísticas para imaginar nuevas maneras de sostener el negocio.
“En 2018 contrataron un consultor brasileño que no sé cuánto habrá cobrado por asesorar a los dueños del diario. Después, trajeron un gerente de El Cronista Comercial. Están tan lejos de la redacción que un consultor fue contratado solo para averiguar cuáles eran nuestras funciones. Y así llegamos a la situación en que hicimos un paro y todas las tareas que hacíamos las tuvieron que hacer nuestros jefes. No sabían ni cómo subir la foto en la portada, discutían entre ellos para ver cómo resolvían lo que nosotros tenemos incorporado. Fue hermoso ese reconocimiento involuntario a nuestro trabajo”.
“En un momento tenía margen para cubrir lo que me tocaba en la sección y luego ir a un comedor en un barrio, que la gente me tuviera confianza y lograr el vínculo para contar otras historias. Pero con la llegada de la tele los editores fueron pasando para ahí y se me amontonaron las funciones: escribía, editaba mi nota y capaz la de mis jefes, las ponía en página, todo el proceso. Eso te desgasta y el diario sale peor”.
“Muchos periodistas, no me excluyo, tendemos a pensar que todo esto nuevo que se nos propone de trabajo digital viene a romper con un modelo exitoso. Es una trampa pensarlo así, pero creemos que estamos haciendo un buen diario en papel. Y la verdad que no es así. No hacemos e Guardian. Hacemos diarios con ediciones cada vez más reducidas por problemas de provisión de papel. Diarios con contenidos desactualizados respecto de la expectativa de los públicos, porque hay pocos estudios hechos del mercado. Así nuestra posición se convierte en una resistencia, una queja que es emocionalmente comprensible porque no vemos un futuro en este escenario de precarización del trabajo.”
el obelisco que tapa el bosque
Este texto tiene un problema insalvable: otra vez dos porteños escribiendo sobre lo que pasa en el interior del país. ¿Qué diferencia hay con los desiertos informativos de Fopea?
Y es que repetimos lo que consumimos. Hoy, el universo de medios argentino está totalmente concentrado en CABA y a lo sumo el conurbano bonaerense. Hace poco, Ezequiel Rossi compuso un mapa detallado de las empresas que producen información en cualquiera de sus formatos en el país: el interior aparece en pequeños sectores, casi siempre con accionistas mayoritarios en grupos como Vila-Manzano o Grupo Clarín.
Quizás la mejor descripción de la actualidad la hizo el periodista Juan Pascual, de Periódico Pausa en la ciudad de Santa Fe, a través de un artículo fascinante llamado, sin mucha metáfora, “Hartos de pagar para ver las noticias de los porteños”. Allí plantea una cuestión central: los medios de alcance nacional son solo de Buenos Aires, centran su agenda ahí y se desentienden del resto del país, construyendo su capital simbólico con esas imágenes del Obelisco al tiempo que operan bajo la lógica eterna de que dios atiende en Capital.
En otro artículo en esta línea, publicado por Adrián Gerber en La Capital de Rosario bajo el título “#Urgente: el periodismo porteño tiene atrapada a la Argentina en su burbuja”, afirma que “un accidente de tránsito en la avenida 9 de Julio tiene más importancia (...) que un paro de colectivos durante semanas en cualquier ciudad del interior.” Taxistas tucumanos que escuchan todo el día Radio Mitre y saben todo sobre el tránsito en la General Paz, salteños enterados de las demoras en la línea E de subte.
A su vez, ¿cuáles son las noticias que rompen la dirección de la corriente, que por una vez van hacia el puerto y no desde él? “Tucumán: empeñaron el DNI a los transas y no pudieron votar”. “Rosario: habitantes de una villa comen gatos”. Ejemplos sobran. Dice Juan Pascual en su artículo de Pausa:
“A veces, se expone como noticia algo que sucede en los ranchos. Tiene que ser de una magnitud devastadora o bien debe satisfacer algún interés político puntual de tirios o troyanos. Entonces, vemos a los movileros cruzar la frontera y actuar como Lucio V. Mansilla aventurándose entre los ranqueles. No pegan nunca una, regularmente desconocen en qué lugar están y hasta en sus caras dejan ver el malestar que les produce el viaje. Cuando no, llaman por teléfono a algún periodista local y lo hacen trabajar gratis a cambio de la zanahoria de salir para todo el país. Desde caducas epistemologías, observan siempre un telúrico atraso cultural que suelen compadecer desde su iluminada urbanidad a través de vagas ideas como la de autenticidad o conceptos más atávicos, folklóricos. Allá se come pescado, allá andan en alpargatas, allá no saben votar.”
“No es que somos solo rehenes o pobres víctimas de los conglomerados porteños. Hay una lógica de negocios”, comenta otro colega rosarino. Los cableoperadores de las provincias suelen comprar paquetes en los que vienen TN, C5N, América 24, La Nación + e IP porque son más baratos que producir contenidos locales.
la pauta es del otro
Uno de los problemas de fondo para los medios provinciales del presente es el casi nulo acceso a publicidad oficial del gobierno nacional. Para ponerlo en números y siguiendo el artículo citado de Pausa, en 2020 el estado transfirió a medios radicados en CABA el equivalente a 953 pesos por habitante. En Santa Fe solo fueron 31. En Entre Ríos, 16. Y en la provincia de Buenos Aires, 10.
Si se afina el cálculo, más de mil medios con sedes en Ciudad y provincia de Buenos Aires reciben pauta oficial; en el desierto informativo descrito por Fopea en Catamarca, solo 17. Si el Grupo Clarín fuera una provincia, sería la segunda que más pauta recibe en el país, superada por la localidad donde tiene domicilio, sobre la calle Tacuarí. Esto sin contar la Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) distribuido por Nación a todos los medios durante 2020. Se hace evidente que en Argentina, más que desiertos informativos, pareciera haber una muy desigual distribución del agua.
Ahí es donde entra a jugar la pauta publicitaria de las gobernaciones y los municipios. En 2019, Julián Maradeo publicaba en Chequeado un informe sobre la falta de regulación en la distribución de pauta provincial. Sin dudas, la mayoría de los medios tradicionales han sido siempre oficialistas, pasara quien pasase por la gobernación. Pero el juego en ese sentido no es tan sencillo ni lineal.
El Diario de Paraná, Entre Ríos, tiene más de 100 años y perteneció hasta hace poco a los Etchevehere, apellido célebre por el último secretario de Agricultura del macrismo. Fue en 2010 cuando el gobernador Sergio Urribarri lo compra indirectamente a través de Walter Grenón, empresario santafesino. Transformado de súbito en un medio ultra oficialista, el medio fue perdiendo credibilidad y por lo tanto ingresos. A la vez, la edición entrerriana de UNO, medio del grupo Vila Manzano, nunca terminó de crecer. En 2018, El Diario despidió a 80 empleados, muchos de ellos periodistas que comenzaron a abrir medios digitales propios bajo una lógica de nichos: quienes estaban en judiciales, abrieron Página Judicial, otros de corte más generalista abrieron medios como Entre Ríos Ahora. Así se armó un ecosistema de pequeñas cooperativas periodísticas que se reparten públicos y, casi en su totalidad, viven de pautas estatales. El Diario y UNO siguen recibiendo el mayor caudal, pero pierden lectores y le salen demasiado caros al gobierno de Gustavo Bordet. “Lo que pasa ahora es que cuando tenés medios que llevan adelante tres o cuatro periodistas con una lista de lectores interesante, el gobierno no te puede apretar, sos muy chico. Pero si tenés un diario con una estructura más grande, el conflicto y las presiones son mucho peores: tenés 70 personas a tu cargo”.
¿Qué otras opciones les quedan a los medios provinciales para sostener sus ingresos? A principios de 2020, y en medio de las nuevas regulaciones europeas sobre los grandes jugadores de internet, Google lanzó News Showcase, un programa de licenciamiento de contenidos de los medios digitales. En otras palabras, Google selecciona y ofrece a sus usuarios noticias y paga por ellas una cantidad especial a los medios. A su llegada a la Argentina, todos los grandes jugadores se sumaron: Clarín, La Nación, Perfil, Página/12. También los referentes provinciales: La Gaceta, El Territorio de Misiones, El Litoral, El Día de La Plata, etc. Pero esta iniciativa apenas si reporta ganancias y, como siempre en internet, se paga por clics, donde los medios provinciales pierden por goleada.
“Por supuesto que sería importante avanzar en una redistribución de la pauta oficial o instrumentar un impuesto a las grandes plataformas como Google y Facebook que permitan darle otro impulso a la actividad, −señala al respecto Gaudensi de Fatpren− pero muchas de estas empresas han recibido numerosos beneficios de distinto tipo. Apuestan por un periodismo de precarización en vez de fomentar un periodismo de calidad con trabajadores bien pagados.”
una cartografía abierta
Es probable que este tiempo del periodismo sea la bisagra entre un modelo de negocios y otro. Las empresas de medios evidencian una gran desorientación sobre el camino a seguir y el automatismo suele ser, como sabemos, ajustar a las personas. Una pregunta muy incómoda, impuesta a la fuerza, se instala: ¿cómo pasó que esto que sé hacer, que es mi oficio, vale cada vez menos?
Mientras el capital se retuerce en sus nuevas coordenadas, las y los periodistas en Argentina reman entre las variantes que se abren. La enorme cantidad de despidos de 2018 coincide con una migración hacia las tareas de prensa para diferentes organismos estatales, figuras políticas y empresas. Es cada vez más extendida la incorporación de profesionales de audiovisuales con experiencia en medios, a los equipos de difusión de la política provincial. En muchos casos, quienes hacen prensa siguen generando contenidos pero en medios especializados, donde hay más espacio y menos presiones de línea editorial. El problema es que se trata de una solución individual y donde las condiciones de trabajo están mucho más desreguladas.
También la resistencia rinde sus frutos. Los sindicatos periodísticos de Neuquén y Río Negro obtuvieron, tras un proceso extendido de lucha, la incorporación del ítem zona desfavorable a sus recibos de sueldo. Era un reclamo de más de diez años en las redacciones. De esta manera, solo resta que La Pampa sea incorporada, como ya estaban Tierra del Fuego, Santa Cruz y Chubut. A la par, Fatpren por estos días sostiene una serie de medidas de fuerza coordinadas con los gremios de las provincias para forzar una revisión de los porcentajes que ofrecen las empresas de medios nucleadas en la Asociación de Diarios del Interior de la República Argentina.
Desde lejos, el desierto siempre parece vacío. En las frías estadísticas, las especies en peligro de extinción son números, cantidades. Pero quienes habitan el desierto saben de sus razones, de sus manantiales y de sus distancias. Trazar un mapa implica recorrer el territorio, conocer sus parajes y, en lo posible, hacerse uno con el paisaje. Cualquier otra cosa es hacer vagos dibujos en el aire.