guernica: la toma de posición | Revista Crisis
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guernica: la toma de posición
Luego del naufragio de las negociaciones el domingo, los habitantes de La Toma de Guernica presentaron una propuesta técnica y jurídicamente consistente que, si el Estado la considera con seriedad, puede abrir el sendero para una solución de fondo al problema de las 2200 familias sin techo. Pero el tiempo apremia y quedan menos de 48 horas para el día D, de desalojo. Desde los barrizales donde la gente sueña con trocar su carpa en casa, esta crónica te cuenta cómo se viven las tensas horas previas a la definición. Hablan Miguel, Orlanda, José y Gastón, mientras las ranas y los teros cantan.
Fotografía: Gala Abramovich
29 de Septiembre de 2020

 

Antes de los barriales, las calles no estaban marcadas. Lo único que delimitaba el verde pampeano, con algo de teatralidad artificiosa, eran los piolines blancos. Pero la lluvia de este fin de semana hizo su parte y de tanto dir y venir, como decía Yupanqui, la huella de los tres mil habitantes de la toma quedó marcada con la claridad de un camino de barro.

 

¿Donde vivís, Miguel?

—Acá en La Toma. En el triángulo de La Lucha.

Qué pregunta la mía. Quise decir donde vivías antes de vivir en La Toma.

—En Varela. Alquilaba una casa y tenía mi taller pero lo tuve que cerrar por la pandemia.

Taller de qué.

—De carpintería. Y antes de eso, durante el macrismo, trabajaba en una empresa de limpieza. Pero me echaron y me quedé en la calle. Y ahí a remar con la carpintería hasta que la pandemia me dejó culo p’arriba, hablando mal y pronto.

¿Y te indemnizaron cuando te echaron?

—No, porque se me metió una partícula de vidrio en un ojo, se me infectó el lagrimal y me dejó la córnea desviada. Un accidente laboral que les iba a salir un montón de plata y me hicieron una cama: me dieron una planilla trucha para firmar el presente y después me acusaron de abandono de tareas.

 

Una acumulación de tragedias. Las historias de los habitantes de La Toma de Guernica son casi calcadas. La pandemia fue solamente una trompada final. Como el caso de Orlanda, más conocida como Mili, que camina por el borde del barro con Zoe en el aguayo.

—Me llamo Orlanda pero me dicen Milagros, porque mi abuela se llama Milagros y yo me parecía mucho a ella y entonces me le quedé con el nombre. Antes de la cuarentena trabajaba por horas. Con mi hija me iba todos los días hasta Capital, pero con la cuarentena la señora me dijo que ya no vaya más. Año pasado me quedé en la calle porque el padre de mi hija era violento y tuve muchos problemas con él, pero gracias a Dios ya está lejos. Me vi sola con mi hija en la calle y tuve una conocida que me hizo lugar en su casa en Guernica, me dio un cuartito chiquito. Ella se enteró de la toma y me dijo andá que por ahí te dan un pedazo de tierra, porque ella también me dijo que tenía que salir de la casa, ya pronto. No tengo familiares aquí, nunca había estado en una situación así. Aguanté frío, tormenta, heladas, todo por mi hija, para que tenga alguna vez un techo, porque no es bueno, tampoco, que ande de aquí para allá. Si no estuviera ella, yo estuviera en otro lado haciendo mi vida sola, pero aquí estoy. Me sé en qué manzana se hace la comida cada día y allí me voy con ella. Vendo la ropa que ya no usa ella y no uso yo y con eso voy separando para que a ella no le falte nada. Mi hija nació delicada, tiene un tumor, en Capital la estaban tratando pero por la cuarentena ya no y aquí no me la quieren tratar. Pero gracias a Dios ya está mejor, el tumor tenía una úlcera que ya se está cerrando. No cobro la IFE ni el ANSeS, porque como tenía trabajo, pensaba que las ayudas que da el gobierno eran para quienes lo necesitan realmente.

 

El 20 de julio los diarios anunciaban la fecha de inicio de la temporada catorce mil de Bailando por un Sueño. También informaban que un 70% de la población aprobaba las medidas oficiales de aislamiento y que crecían las puteadas contra Edesur. Nadie podía saber todavía que, ese mismo día, un grupo de personas se decidiría a ocupar unos terrenos que hacía años, muchísimos años, estaban abandonados. Permanece la incógnita sobre quiénes fueron los pioneros y qué datos de los titulares de la tierra tenían, pero no es difícil imaginar que, en medio de la pobreza creciente, la tentación estaba servida. A diferencia de lo que sucede en muchas ocupaciones, en las que los antiguos habitantes de los barrios cercanos se enferman de odio hacia los nuevos ocupantes, muchos vecinos del barrio lindero Numancia tienen parientes o conocidos en La Toma: ellos mismos los alertaron de la movida. De hecho, en los alrededores hay otros terrenos vacíos cuyo abandono sorprende a la luz de los hechos.

El lugar queda en una zona que cualquier habitante de Capital Federal denominaría “el campo”. Es en el borde del conurbano bonaerense, una zona semirural a unos seis kilómetros de la estación Guernica del Ferrocarril Roca. Un ramal que los domingos llega solamente hasta Burzaco, con lo cual los habitantes de Longchamps, Glew, Guernica y Alejandro Korn, directamente, no pueden viajar. Para llegar a lo que ahora se conoce como La Toma no hay colectivos desde el centro de Guernica.

 

¿dónde me pongo?

En enero de 2019, cuando ni los más iluminados adivinos podían imaginar que Cristina sería candidata a vice, el triunviro de la CGT Carlos Acuña decía que los que apostaban por la ex presidenta le allanaban el camino a Macri. Acuña, titular del sindicato de Obreros y Empleados de Estaciones de Servicios, apoyaba con palabras y con recursos la campaña imposible de Sergio Massa. Su esposa, Blanca Cantero, era todavía diputada provincial por el Frente Renovador. Pero a mediados de ese mismo año y con la candidatura de Alberto Fernandez como mascarón de proa, Massa se tomó un café con Fernández y se sumó al proyecto que ganaría las elecciones.

Blanca Cantero compitió y ganó las PASO del Frente de Todos de Presidente Perón (cuya cabecera es Guernica), quebrando la hegemonía del cuatro veces intendente Aníbal Regueiro. Quizás por eso el actual titular de la Cámara de Diputados fue el primer dirigente político del orden nacional que salió a cruzar las tomas de tierra y a exigir que el Estado desaloje. Quizás también para conservar el delicado equilibrio del Frente de Todos, el gobierno de la provincia de Buenos Aires se alineó desde el primer momento con la idea del desalojo, aunque exigió a la Justicia que el procedimiento se hiciera a la luz del día y con todas las garantías constitucionales. Pero, indudablemente, las tensiones en el oficialismo provincial no están saldadas y las correlaciones de fuerza se mueven permanentemente.

—Yo pienso que el gobierno que tenemos es el mejor que podemos imaginar, pero creo que ni Alberto ni Kicillof tienen buena información sobre lo que nos está pasando –dice José, delegado de una de las manzanas del barrio 20 de Julio, primero en establecerse.

 

Junto con La Lucha, La Unión y San Martín conforma los cuatro barrios que ocupan las casi cien hectáreas de La Toma. José se destaca en las asambleas. Propone medidas eficaces para repartir de manera equitativa las donaciones que llegan y es uno de los organizadores de las vigilias, guardias nocturnas que tuvieron que improvisar para evitar que manos desconocidas entren al barrio durante las noches a prender fuego las carpas más desprotegidas. José tiene gimnasia de asamblea porque fue obrero de la construcción. De oficio carpintero, trabajó “muy bien” hasta que la cuarentena desmoronó sus sueños. Se separó y dejó la casa donde vivía con su ex esposa y sus hijos. La paralización de la obra en Puerto Madero en la que trabajaba le empezó a generar deuda en el alquiler de una casita en la zona.

—Un día a las once de la noche un vecino vino a pedirme que lo llevara en el auto y yo le dije que sí, pensé que era una urgencia de salud –explica José. Pero en un momento me dice, “dejame por acá”, en medio de la ruta. Yo le digo “¿qué vas a hacer acá?”. Y ahí me explica que estaban tomando unos terrenos, así que lo dejé y me volví a casa a cambiarme la ropa, agarré un bolso y me vine a ver si podía yo también conseguirme un terrenito. No había nadie organizando, estaban marcado los lotes y pregunté a uno que estaba armando su carpa “¿dónde me pongo?”. “Ponete acá”, me dijo. Y acá estoy con mi casita de madera. Si me dejaran entrar material ya la tendría hermosa. Por suerte no tiene goteras ni nada, por eso cuando hubo tormentas fuertes le hice lugar a los vecinos que tienen el rancho a medio armar.

 

los teros y las ranas

Desde que intervinieron la justicia y la intendenta Cantero, la policía custodia las entradas a La Toma para que nadie ingrese materiales de construcción. De paso, les pinchan los bidones de agua y los interrogan como para hostigar. Semanas atrás demoraron a la organización Médicos del Mundo que vino a hacer una inspección de la salud de la comunidad. Uno de los policías que participó del operativo de hostigamiento fue retratado con la campera del sindicato que dirige Carlos Acuña.

Desde la puerta de la casa de José, muy cerca de la entrada a La Toma, todo lo que los ojos alcanzan a ver está dentro del predio ocupado. Es una planicie verde que el abandono había dado un leve aspecto de basural, sin ninguna lomada. Los únicos desniveles son las montañas de tierra que los vecinos sacaron tras cavar las zanjas que los protegen de las entradas de los patrulleros. No hay prácticamente ni un árbol en todo el terreno. Si no los desalojan, el sol del verano les va a hacer recordar con nostalgia las tormentas del invierno. El tendido irregular de la electricidad permite que el canto de los teros y las ranas sea una banda de sonido mucho más frecuente que la música del vecino.

La antropóloga urbana María Cristina Cravino, investigadora del CONICET, estudia desde hace años el proceso de ocupación de tierras. Según las regularidades que observó, desde los años ochenta que las tomas no devienen nunca en villas, uno de los fantasmas más agitados en la televisión por estos días. “Las tomas de tierra se hacen siguiendo los patrones de loteo comercial en el que se trazan calles, se delimitan los lotes en general de manera equitativa y se reservan espacios para plazas y escuelas –dice Cravino. Las villas, con su hacinamiento y sus pasillos, denotan una ocupación improvisada en la que había que aprovechar al máximo el espacio limitado”.

Otra de las regularidades y contrapuntos entre villa y toma contemporánea es la visión de futuro. “Las villas solían pensarse como una vivienda circunstancial, aunque luego con el tiempo apareció la identidad villera y la permanencia. Las tomas, por su parte, son percibidas no como una resolución habitacional transitoria, sino como una mejora a mediano y largo plazo”. Esa percepción aparece en las palabras de todos y cada uno de los habitantes de La Toma. En medio de la crisis pandémica, cuando el repunte de la economía no está en el horizonte y todo indica que la vida tal como la conocíamos no va a volver jamás, los que primero se cayeron del mapa buscan certezas.

—Estoy acá por mi hija –dice Gastón. No quiero que ella viva como vivo yo, abriendo puertas de autos en el microcentro para sacar una moneda.

¿Está acá con vos tu hija?

—No, la dejé en lo de mi vieja. No quiero que chupe frío. Ni que se asuste si nos vienen a desalojar. Yo me voy a aguantar los palos y cuando pueda armar el rancho, la voy a traer y le voy a decir “acá vas a vivir vos”.

 

La extrema fragilidad de ciertos sectores de la población fue constatada en el censo que el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad bonaerense llevó a cabo. Cuando se les preguntó el motivo por el cual habían ocupado el terreno, de 1964 personas consultadas, 1544 contestaron que fue por desocupación o retrasos en el pago de alquiler. 183 personas explicaron que fue por conflictos familiares o hacinamiento y 52 hablaron de violencia de género. Respecto de la pregunta  por la situación laboral, sobre 2644 respuestas 1859 dijeron ser desocupades.

 

en el nombre de guernica

“Propongo finalmente como nombre del nuevo pueblo el de Guernica, en el deseo de perpetuar en este país el recuerdo de un nombre tan significativo para las libertades del país Vasco y el de rendir un homenaje a la patria de los ascendientes de mi familia”. Mathilde Díaz Velez, conocida entre sus amigos con el oligárquicamente gracioso apodo de Patina, no podía saber, en 1935, que apenas dos años después el nombre de Guernica pasaría a significar algo tan distinto de lo que ella quería homenajear.

Patina había heredado de su bisabuelo Eustaquio, prócer de la Revolución de Mayo y combatiente contra las invasiones inglesas, una estancia gigantesca en la zona sur del gran Buenos Aires. Don Eustaquio le había comprado los campos a los herederos del primer usurpador de estas tierras, el conquistador español Francisco García Romero. En 1697, el gobernador Francisco de Céspedes se las había otorgado “en merced” es decir, porque sí, con la autoridad que le emanaba de los ibéricos cojones. En esa época, esta zona era dominio de los querandíes y la única referencia que había era la “reducción” de indígenas que los curas franciscanos habían establecido en la Laguna de San Vicente (entonces conocida por ellos como “Laguna de la Reducción”).

Patina quiso homenajear a Guernica cuya simbología reposa desde el siglo XIV en un roble situado delante de la Casa de Juntas en esa localidad vasca, debajo del cual el señor de Vizcaya juraba respetar la independencia respecto de la corona. Pero dos años después de que Patina fundara el pueblo en el kilómetro 32 del Ferrocarril del Sur en la provincia de Buenos Aires, Francisco Franco y sus aliados fascistas bombardearon la ciudad precisamente por esa simbología. Desde entonces, y con la inmortalidad que le concedió Pablo Picasso al hecho atroz en la obra de arte más famosa del siglo XX, Guernica no simboliza para el mundo las libertades vascas sino la certeza de que las clases dominantes son capaces de bombardear a su población civil, sin importar cuán democrático haya sido su ascenso al poder.

Blanca Cantero se negó, al inicio de la ocupación, a participar de la mesa de diálogo que proponía la Provincia para llegar a una acuerdo no sólo con la Gremial de Abogados y Abogadas, representares de los habitantes de La Toma, sino con otros intendentes del conurbano sur. El Minsterio de Desarrollo de la Comunidad, comandado por Andrés “el cuervo” Larroque, proponía un programa en el que los intendentes vecinos brindaran una solución habitacional a los vecinos de La Toma que declaraban vivir en sus partidos. La presión social, mediática y política obligó a Cantero a abandonar a regañadientes su actitud soberbia pero no a modificar su posición respecto del desalojo.

“No es incorrecto plantear una solución sectorizada en una toma tan grande –dice la antropóloga Cravino– porque hay una gran heterogeneidad de demandas y los distintos programas y dependencias estatales pueden optimizar recursos si trabajan de manera focalizada. El inconveniente que puede surgir está vinculado a los tiempos que se necesitan para ese proyecto y a la confianza mutua de los distintos actores”. Tiempo y confianza, dos elementos que no abundan.  

—Priorizo los dieciocho countries que se van a instalar en la zona –dijo Cantero en la primera reunión a la que asistió, según el testimonio del abogado Eduardo “el Negro” Soares, representante de los vecinos. También, según testimonio de Soares, Cantero confesó que apenas asumió en el distrito, lo primero que hizo fue sacar a los fiscales que había puesto la administración anterior y colocar a los suyos.

Tal como señaló el Equipo de Investigación Política (EdIPo) en su informe El conflicto por la tierra en Guernica, algunos de los supuestos propietarios tienen muchísimos problemas para demostrar su posesión sobre los lotes tomados. Larroque ya pidió al juez la postergación del desalojo, que tiene hora fecha para el próximo jueves 1 de octubre y probablemente se pueda extender hasta el 5 de ese mes.

El fin de semana anterior a la fecha de desalojo, los equipos de Larroque no pudieron ingresar a la Toma porque sus habitantes no lo permitieron. El Ministro atribuyó el hecho a la actividad de “organizaciones políticas”, lo cual es probable que sea cierto. Toda toma de tierras es política, como lo es la fenomenal caída en la pobreza.

Para agregarle adrenalina a la situación, a 48 horas para que se cumpla el plazo otorgado por el juez para el desalojo, dos nuevas presentaciones judiciales piden un nuevo aplazamiento para discutir una propuesta elaborada por les habitantes de La Toma. El pedido, que contiene un considerable respaldo técnico y jurídico, solicita una nueva audiencia para requerir que el predio sea objeto de “intervención estatal para utilidad social, de acuerdo con la función social de la propiedad inmueble, expresada en el artículo 12 de la Ley 14.449”. Además, les abogades aseguran que los vecinos manifestaron en el censo su voluntad de encontrar “instancias de compensación económica con los eventuales reclamantes a través del pago de mensualidades". También demuestran que buena parte de los terrenos en disputa están en “comprobable estado de abandono hace décadas y extremadamente débil es la situación de titularidad dominial por parte de los reclamantes, enmarcándose en la categoría de 'inmueble urbano baldío' del artículo 64 de la Ley 14.449 de Acceso Justo al Hábitat, en el cual se contempla su parcelamiento y/o edificación obligatorios".

Por otro lado, unos veintidós organismos de derechos humanos, encabezados por Madres de Plaza de Mayo, Adolfo Pérez Esquivel y Sergio Maldonado, con la adhesión de diputadxs, referentes y cientos de organizaciones sindicales, políticas y sociales de todo el país, presentaron en la causa un amicus curiae al juez Rizzo.

El amicus señala su “expreso rechazo a la disposición de lanzamiento que tuviera lugar en autos, actualmente previsto a partir del 1 de octubre” y reclama que “deben abrirse instancias de diálogo desde sectores de la administración para encontrar una solución”, como por ejemplo el proyecto de urbanización que proponen les abogados defensores de las familias.

En la vida de Pablo Picasso, Guernica significó no sólo la cumbre de su fama sino también un discurso en favor de la República. Hasta ese momento, el artista vivía en París dedicado a deslumbrar al mundo con su arte vanguardista y muy ajeno a los devenires revolucionarios de su España natal. Pero el bombardeo sobre el pueblo vasco lo conmovió al punto de aceptar el encargo de las autoridades republicanas.

Entre sus múltiples simbologías, Guernica significa, también, una toma de posición.

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