El lanzamiento de este año fue largamente promocionado por la pantalla de América, la prensa gráfica y las redes sociales: después de su habitual receso estival, Animales Sueltos volvía con elenco renovado. A algunos de los habituales participantes de la mesa (Javier Calvo, Romina Manguel, Gustavo Marangoni, Mariano Cúneo Libarona) se sumaron figuras nuevas (Jonatan Viale, Ignacio Ortelli y una opacada Beatriz Sarlo, que participó de la primera emisión y estuvo ausente en las siguientes), y también se promocionó el regreso de Jorge Asís, que había renunciado sorpresivamente al programa a mediados del año pasado. La novedad más grande, sin embargo, fue el reemplazo de su conductor, Alejandro Fantino, por Luis Novaresio, una de las estrellas más recientes del establishment periodístico.
El cambio lo anunció el propio Fantino en el último diciembre. Animales Sueltos fue conducido por él durante diez años, desde aquel lejano 2009, cuando las estrellas a su lado no eran Asís, Pablo Rossi ni Rosendo Fraga, sino Eber Ludueña, “Coco” Sily y “Toti” Ciliberto, entre otras figuras que desfilaron por el estudio de América TV a la medianoche. El ciclo evolucionó hasta transformarse, en 2016, en uno de los programas de referencia en materia de política televisiva. Esa “SIDE a cielo abierto”, tal como lo describió Martín Rodríguez, funcionó a toda máquina durante los cuatro años que duró el macrismo. Por la mesa pasaron Eduardo Feinmann, Gerardo “Tato” Young y Daniel Santoro, cuya salida del programa se produjo a comienzos de 2019 a raíz de las revelaciones del “Caso D´Alessio”, de donde surgió -entre otras cuestiones que lo vinculaban a la supuesta extorsión de empresarios y exfuncionarios- que el periodista de Clarín espiaba a dos de sus propios compañeros, Fantino y Manguel. El programa, sin embargo, siguió adelante durante el resto del año con una agenda acaparada por las elecciones nacionales y en un estilo más equilibrado que el que caracterizó a sus temporadas anteriores.
Aún así, a pesar de las buenas marcas de rating, Fantino anunció su retiro no solo de Animales Sueltos sino del periodismo político, aunque el lunes 24 de marzo regresó inesperadamente a la pantalla vespertina de América, en el horario del programa de Moria Casán (actualmente en cuarentena). El productor del nuevo envío es Juan Cruz Avila, el mismo que había estado (y sigue estando) detrás de Animales Sueltos.“Sentí la necesidad de estar acá”, explicó al aire Fantino, en estos tiempos extraños de aislamiento y coronavirus. Pero, ¿por qué se había ido?
la cancha política
Desde el kirchnerismo, se apuntaba al programa –y a otros similares– como uno de los vértices necesarios del lawfare, la conspiración jurídico-político-mediática que acosó y llevó a la cárcel a funcionarios del gobierno de Cristina Fernández y que, a la vez, sirvió al macrismo para imponer su agenda y correr el foco mediático de las medidas económicas que precipitaron la crisis. Por su lado, el alejamiento de Fantino del periodismo político se produjo en el contexto del cambio de época que supone el final del gobierno de Macri. La explicación del conductor es más sencilla, casi candorosa, pero no es incompatible con esta lectura:
“Fui haciendo aprendizajes en mi carrera. Hice la primaria con Mar de fondo. Fue el inicio de la escuela, porque aprendí la relación con el futbolista, que a veces se enoja y no te quiere dar una nota, es complicado… Después pasé a la secundaria, que fue hacer espectáculos, cuando hacíamos Animales Sueltos con el “Coco” Sily. También tenía sus bemoles ese tipo de conducción de televisión. Y el terciario, para mí, fue hacer cuatro años de periodismo político. Pero no solamente por el programa en sí, sino por la gente con la que interactuás. Si vos mirás a tu derecha y tenés sentados a esos periodistas, o a los invitados que teníamos… te obligaba, incluso con la lectura diaria, a prepararte para hacer el programa. Bueno, básicamente, como soy conductor de televisión, sentí que ya era el momento de dejar vivo a un programa, que es algo muy difícil. Ese programa sobrevivió a la partida del “Coco” Sily y sobrevive a mi partida. Con 48 años que tengo, yo necesitaba volver a hacer conducción de televisión: estar más parado, moverme de un lado a otro por la escenografía, hacer otros temas que no hacía en Animales Sueltos. Coincide también con que firmé con ESPN Disney y vuelvo al deporte. Podría haber seguido, no me voy enojado con nadie, es una cuestión de carrera. Decido cambiar y volver otra vez al ruedo”.
La cuestión trasciende a Fantino y podría hacerse extensiva a todo el “periodismo mainstream”, habituado a sostener con su estructura a las voces más conservadoras del statu quo. Hasta las PASO de agosto del año pasado, la economía tenía un espacio marginal en la agenda mediática, donde predominaban los temas judiciales. Las valijas de José López primero y la causa de los cuadernos después, con sus permanentes derivas hacia la infructuosa búsqueda de supuestos tesoros de la corrupción kirchnerista escondidos en el suelo patagónico, en tótems o en iglesias, monopolizaron la mesa de Animales Sueltos, mientras del otro lado, más silencioso y real, avanzaba el endeudamiento con los bonistas privados y con el Fondo Monetario Internacional, un escenario que Maximiliano Montenegro, el especialista en economía del programa, relató con voz monocorde durante el último año del ciclo. Sin embargo, el resultado de las elecciones primarias, en las que la fórmula Fernández-Fernández sacó más de 15 puntos de ventaja a Macri-Pichetto, fue un resultado que no anticiparon ni las encuestas que más favorecían a la fórmula del Frente de Todos. Hasta entonces, desde los medios de comunicación se había instalado la idea que Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto perderían “por poco” las primarias pero que tenían grandes chances de revertir el resultado en la segunda vuelta.
El cimbronazo fue doble: por un lado, sacudió al gobierno, porque en el equipo de Marcos Peña todavía existía la real convicción de que se iban a cumplir las predicciones, y por otro golpeó a los comunicadores que las transmitían con fervor, porque después de haber llevado adelante durante cuatro años una agenda de temas judiciales adversos al kirchnerismo, les costaba explicar que esta fuerza política volviera al poder. “Los periodistas desconocemos la mea culpa, la autocrítica, el 'Che, la verdad que pifié, deberíamos...'. Ni siquiera hay un código de ética al que uno pueda someterse, algunas cuestiones que nos permitan decir, a groso modo, esto sí y esto no”, reconoce –con cierto cinismo– Luis Novaresio, el sucesor de Fantino, en una entrevista reciente. Pero la explicación de Fantino es diferente: “Estábamos muy metidos en temas casi de agenda de medios, ni siquiera de microclima. Era lo que vos escuchabas si empezabas a la mañana con radio Mitre, después ponías La Red, C5N, ibas a TN, ponías A24, leías los diarios… esa era la agenda nuestra. Hubo un tiempo donde el error fue mío, porque finalmente ese sesgo, de hacerlos tocar en do menor o en re, era responsabilidad mía. Vos tocás en el piano la primera melodía en re menor y Calvo toca en re menor, Manguel toca en re menor, son todos pianistas de jazz de primer nivel. Yo no sabía sacarlos del microclima. Eran cosas que nos calentaban a los periodistas… Yo no soy periodista, soy conductor, pero creo que el periodismo es un oficio y lo fui aprendiendo”.
¿es o se hace?
La aparente liviandad de las respuestas de Fantino, cuyo carisma es inapelable, contrasta con la imagen de Animales Sueltos como un programa en el que se llevaban a cabo (¿y se llevan?) alguna de las operaciones políticas más escandalosas de la prensa televisiva argentina. De hecho, uno de sus más notorios participantes -–Daniel Santoro, el periodista de investigación “estrella” de Clarín– se encuentra actualmente procesado por el juez Alejo Ramos Padilla, que investiga su relación con los servicios de inteligencia, un submundo en el que medios y periodistas, incluso aunque lo ignoren, son útiles a la hora de traficar información interesada o ensamblar acusaciones judiciales rentables. ¿Es Fantino, entonces, un operador implacable? ¿O es un ingenuo (pero muy eficiente) conductor televisivo que quedó atrapado en la maquinaria del “mainstream periodístico”? ¿Cuáles son las verdaderas razones que lo llevaron a abandonar un éxito televisivo que él mismo construyó?
En la segunda semana de la nueva etapa de Animales Sueltos, Luis Novaresio y su nueva mesa asediaron al reconocido infectólogo Pedro Cahn, que respaldó la actuación del ministro de Salud Ginés González García. La línea del programa, sin embargo, era otra:
-Yo siento aprecio por el ministro –dijo Novaresio–, pero creo que este asunto se le fue de las manos.
-No, para nada –respondió el médico.
El desacuerdo produjo una discusión entre los periodistas y Cahn acerca del manejo de la crisis durante la internación de un paciente en el Hospital Argerich. El especialista consideraba que se habían respetado los protocolos, mientras que Novaresio, Ignacio Ortelli y Jonatan Viale insistían en que eso no era cierto. “Parecía el vocero de González García”, comentó Novaresio al día siguiente, durante su editorial, en respuesta a las críticas por su entrevista al renombrado infectólogo, que además es titular de la Fundación Huésped.
El estilo de conducción de Fantino era más entretenido, pero sin duda dio lugar a escenas tanto o más polémicas, como aquella emisión de 2016 durante la cual Luis Barrionuevo “confesó”, entre risas y como si estuviera en una mesa de amigos, que había retenido en su casa al financista Federico Elaskar y lo había influenciado para hablar frente a las cámaras del programa de Jorge Lanata en el marco de lo que se llamó “la ruta del dinero K”.
-Mirá que estamos al aire, Luis –advirtió Fantino, sin contener las carcajadas.
También fueron célebres las embestidas de Daniel Santoro contra ciertos empresarios vinculados a la obra pública. Desde las redes sociales, una zona donde Animales Sueltos siempre marcó un rating aparte, se criticó con dureza algunas entrevistas llevadas adelante por el propio Fantino, como aquella que le realizó a María Eugenia Vidal en la base militar de Morón poco antes de las PASO de 2019.
-Si no afanás, no te hacés rico –decía una histriónica Vidal en una muy publicitada secuencia de su encuentro con Fantino.
“Me criticaron mucho por esa entrevista”, dice el propio Fantino a la distancia. “Me dijeron que no le pregunté lo que le tenía que preguntar. Nunca vas a convencer a nadie. Esa es una de las cosas en las que tenés que volar por encima del enojo del que nunca convencés, porque si no te volvés loco. A la semana lo fui a entrevistar a Axel Kicillof. Me cita en Marcos Paz, en el pueblo, y me dice: ‘Vamos a un centro de jubilados, vení conmigo así me hacés la nota ahí’. Y vamos al centro de jubilados, yo tengo una gran relación con los jubilados, con los abuelos… pero había mil personas del palo de Axel. Dije: ‘Alguno me va a putear’. Pero ya curtido por ir a la cancha de River a relatar a Boca… esto es así: cuando te putea uno, nunca enojarte, jamás. Bancatela, te das vuelta, te reís, tratás de hablar. Y nadie me agredió. Ahora voy caminando por la lleca y no recibo agresiones. Y voy a lugares supuestamente kirchneristas, centros culturales, en la facultad misma, cuando me tocó ir a hacer trabajos a lugares donde no querían a Macri porque tenía que presentar un trabajo práctico, y fui solito, me puse la gorra, caminé tranquilo y nadie me puteó, no recibo mala onda”.
La trampa está a la vista. Pero, aún así, resulta difícil no creerle. Para varios de los comunicadores que de manera voluntaria o involuntaria quedaron asociados a los cuatro años de gestión macrista, el equívoco alrededor de lo que representan tras el cambio de gobierno acecha. Basta ver los carteles publicitarios donde Santiago del Moro, el antiguo conductor de Intratables, otro altavoz preferencial de la “revolución de la alegría”, invita a hacerse millonario debajo de una gorrita de Shell, la petrolera en la que hizo carrera el exministro Juan José Aranguren. Fantino se desenvuelve con soltura en el bar donde tiene lugar la entrevista. Algunos se quedan mirando, otros lo saludan con amabilidad. A la hora de explicar su oficio como conductor de televisión, Fantino apela a su pasado como relator de la campaña de Boca en los 90, aquella que tantas satisfacciones le diera al club cuyo destino estaba en manos de Mauricio Macri.
“Yo viajaba como un jugador más de Boca, con todos los jugadores, no en el micro, pero en el avión… Nos quedábamos hablando con Bianchi hasta tarde y yo anotaba todo lo que él me decía. Él no lo sabía, pero me sirvió. Carlos sostenía que siempre estaba el grupo por encima del 10 del equipo. Si bien tenía un especial respaldo para Riquelme, que era la figura y jugaba siempre de titular, cuando tuvo que sacar a Barros Schelotto de una final y ponerlo a Delgado, lo hizo. Y eso me dio a entender a mí que, si se luce todo el equipo, es imposible que no ganes. Animales Sueltos es un equipo de figuras. Es como ser el 10 del Real Madrid. Yo siempre le decía a Javier Calvo: ‘Me siento Modric en el Real Madrid’. Es difícil que juegue mal un equipo como el Real Madrid. Solamente jugaría mal si el que los hace jugar no le da a cada uno la pelota y se te pelean los jugadores. Y eso es lo que siempre intenté con Animales Sueltos. Es lo que intento en todos lados. Necesito que todos a mi alrededor crezcan. Yo estoy seguro de mi juego y de cómo conduzco. Hace 22 años que trabajo en esto. Debo tener algo para permanecer 22 años y pasar de ámbito en ámbito. Ese es mi secreto. Yo quiero que todos alrededor mío jueguen mejor que yo. Porque después ganamos todos. Firmamos todos el contrato de renovación, el canal nos va a querer a todos. Había muchas noches en que yo tenía ganas de decir algo sobre un tema. Estudiaba, me preparaba, intentaba, decía: ‘Hoy editorializo’. Y abría para Romina, o para Calvo, o para Edi, y los flacos decían algo que a mí me hacían pensar: ‘La puta madre, jugaron mejor que yo’. Una voz interna me decía: ‘Pero decí lo tuyo’. No, yo no podía salir a editorializar cuando lo estaban haciendo ellos, son muy buenos. Y me callaba, y el programa crecía. Ese fue para mí el éxito de Animales Sueltos. Un poco traído de mi función de relator de fútbol. Otro poco de lo que le robé a tipos como Carlos Bianchi y otro poco de la dinámica de los equipos de fútbol, que es diferente a todo, con lo bueno y con lo malo”.
operativo fantino
Javier Calvo, director del diario Perfil y uno de los participantes habituales de la mesa, tiene su propia lectura: “Fantino es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de cuándo se tiene que hacer el boludo, cuándo tiene que aparecer naif, desconectado, desentendido, como que no entiende nada. Hay una parte donde efectivamente él no está todo el tiempo conectado con las noticias, con lo que pasa; es cierto, hay una parte donde él no funciona como periodista, sino como conductor. Y puede conducir, como hizo, un reality de maridos y esposas en Colombia, y puede conducir un programa deportivo, ser un gran entrevistador y coordinar una mesa política sin ser político. Ahora, estuvo en una mesa importante con periodistas políticos durante los últimos cinco, seis años. Estuvo con Feinmann, con Berensztein, con Asís, con economistas… No es ingenuo. Para mí, hay un equilibrio donde es y se hace. Y ese es uno de los logros de su rol como conductor”.
El escándalo que involucró a Daniel Santoro y Marcelo D´Alessio se desató a fines de febrero de 2019, un año electoral, pocos días después del comienzo de la temporada clave de Animales Sueltos. La historia parecía salida de una mala novela policial. El periodista de Clarín, que integraba la mesa del programa desde comienzos de 2018, había quedado implicado en la causa por haber extorsionado al empresario agropecuario Pedro Etchebest en nombre –presuntamente– del fiscal Carlos Stornelli. Pero el dato que haría detonar la mesa de Animales Sueltos se conoció poco después: entre los archivos de D´Alessio –quien había participado varias veces del programa de Fantino como un fantasmal y elogiado “especialista en narcotráfico”–, aparecían conversaciones entre el presunto espía y Santoro, de las cuales se desprendía que el hombre de Clarín pasaba “informes” sobre las actividades de sus compañeros de mesa. En particular, de Manguel y Fantino.
“Yo me banco que Maximiliano Montenegro labure para Sergio Massa y que Romina Manguel sea empleada de Javier (Fernández), pero después de lo que me confesó Ale (Fantino), ya no tengo más ganas. La conchuda (sic) de Manguel hizo de puente para que Javier le siente a Cristina al propio Ale (Fantino). Estuvieron 4 horas reunidos y le lavaron la cabeza a este pelotudo (sic). No lo puedo creer, Marce". Estas palabras eran atribuidas por Marcelo D´Alessio al propio Santoro, que se refería así a una reunión que Fantino mantuvo a mediados de 2018 con Cristina Fernández de Kirchner en el Instituto Patria. Él la cuenta a su manera: “Eduardo Valdés, amablemente, tuvo un gran gesto. Vino a Animales Sueltos y yo tenía ganas de conocer a Cristina, charlar con ella. Había conocido a muchísima gente y no la había conocido a ella. Y Eduardo me propuso presentármela. Yo fui y tuve la posibilidad de estar un rato charlando. Le conté de mí, de dónde venía, de mi familia, mis cosas, porque no tiene por qué saberlo. Conocí un poco más de ella, de su historia política, de su vida, fue un encuentro como los que se puede tener, el famoso off the record que podés tener con muchísima gente importante. Eduardo lo contó y me pareció bien, porque fue su gesto de abrirme esa puerta. Fue la única vez que estuve con ella, me pareció interesantísimo conversar cara a cara, personalmente”.
Sobre la versión de Santoro, en cambio, Fantino prefiere no hablar: “No quiero conectar cosas ni elucubrar. Yo te cuento lo que viví. Yo se lo pedí a Eduardo y él fue un caballero en darme esa posibilidad de conocer a Cristina”. La visita resulta, al menos, significativa para el conductor de un programa que desde 2016 en adelante se transformaba en uno de los centros desde los cuales el macrismo difundía su agenda de persecución judicial contra el gobierno anterior. Manguel tiene su propia versión: “Fantino fue por el interés periodístico que habría generado en cualquiera de nosotros ir a una reunión con Cristina. Ahí me involucró porque dijo que la gestión la había hecho yo, cuando en realidad la hizo Valdés. Nos contó después y todos nos quedamos sorprendidos porque nos pareció bueno, una forma de conocer más a los personajes de la política. Cuando CFK presentó su libro en la Rural a mí me invitaron y fui. Y eso en un programa de ʽsesgo macristaʾ, como dicen, no habría sido posible. De hecho, estaba también Daniel Vila (presidente del Grupo América, propietario del canal que transmite Animales Sueltos), que apareció en cámara mientras Feinmann denostaba a los invitados desde su programa. A mí me invitaron y yo fui, y fui en representación del canal, grabé, transmití y salió al aire”.
curvas peligrosas
“Lo que pasó con Santoro podría haber pasado con cualquiera, no tiene que ver con la formación de Alejandro”, dice también Romina Manguel. “Hace muchos años que Fantino no es más un conductor de entretenimiento, para nada, está mucho más empapado y tiene más agudizada la lectura política que muchos que los que se dicen periodistas. Si un tipo te infiltra a un ʽserviceʾ como D´Alessio es muy difícil controlar lo que se dice en la mesa como mensaje, así que no tiene nada que ver el origen profesional de Alejandro. ¿Cómo se controla con quién habla cada uno y qué tiene que ver cada uno con el oficio? Yo recuerdo haber estado en un solo programa con él, donde hablaba sin asidero sobre el G20. El problema de D´Alessio es lo que hacía cuando no estaba en cámara: eso es lo que no se puede controlar. Dos veces Santoro se equivocó, para decirlo de una manera benévola, al hablar de un departamento de Lula da Silva y nombrar una empresa del sur. ¿Pero cómo se controla ese ‘error’? Son mensajes que solo entienden quienes lo tienen que entender, para los demás pasan desapercibidos, incluso para mí que estaba en la mesa. Son errores en vivo que no hacen pensar que se relacionen con un mensaje particular infiltrado con otro interés”.
A la distancia, es imposible pensar que el episodio Santoro no haya tenido alguna influencia en el alejamiento de Fantino de Animales Sueltos. A diferencia de aquella experiencia nocturna, su programa de la tarde en tiempos de pandemia parece más focalizado en la vida cotidiana de los televidentes. En la “microeconomía”, como a él le gusta repetir. ¿Ese volantazo estuvo ligado con el final del macrismo en el gobierno? Manguel opina que no: “Yo no quiero hacer un programa donde el conductor tiene que cambiar porque cambia el gobierno y entonces si el programa era macrista y ya no puede seguir siéndolo, el conductor tiene que irse. Esa es una forma demasiado maniquea de verlo, y por eso sigo en el programa, porque no es así. Muchos de los que cuestionamos la gestión de Macri no habríamos estado si eso fuera así. Lo interesante del programa estaba en que Fantino dejaba jugar y lo encaraba desde un lugar muy honesto, que permite preguntar de manera que los periodistas no se animan sin sentirse avergonzados”.
Calvo, por su lado, lo explica en otros términos: “Creo que lo que le pasó a Ale es el desgaste del empedrado. El periodismo político en Argentina es como ir por el empedrado. Vas, pero los amortiguadores sufren, no podés acelerar mucho sin riesgo de irte contra un árbol… Me parece que Alejandro, desde ese punto de vista, sintió el desgaste de estos años tan intensos del programa y de la política argentina. Nosotros lo perdemos de vista porque somos de alguna manera protagonistas y estamos un poco dentro de ese rollo. Pero yo creo que él se encontró, particularmente con el escándalo Santoro y D´Alessio, en una aceleración del desgaste. Empezás a tener presiones de los políticos, que te llaman, que se enojan, que te putean, que te piden explicaciones, que le piden explicaciones al canal, al productor…”.
Esta metáfora automovilística es compartida por el propio Fantino, que también reflexiona sobre lo que significaron para él estos últimos años: “Si algún día vuelvo a hacer periodismo político, sé cómo tomar las curvas. No las podés tomar a 260, y si las tomás a 260, tenés que tener el cinturón bien abrochado. Porque la política es complicada. Y más en televisión. En un diario, en prensa gráfica, vos escribís, borrás, elegís las palabras. En la tele estás en vivo, con una cámara enchufada a los ojos y el tipo en su casa cenando con la familia, la mujer al lado, dos hijos; vos estás hablando, la mujer le dice: ‘Mirá lo que está diciendo este’, y te metés en terrenos difíciles. Eso es lo que tiene la política. No sabés con quién te estás metiendo”.