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sandra la tuitera
El último conflicto en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) ubicó a la investigadora y tuitera full-time Sandra Pitta como una voz capaz de representar por igual a sectores de derecha e izquierda contra el gobierno nacional. Aliada mediática del macrismo, la especialista en “producción vegetal” germina con éxito en el vivero ideológico de los 280 caracteres.
Ilustraciones: Brenda Greco
11 de Agosto de 2020

Una de las promesas de campaña del macrismo fue “más que duplicar” la inversión pública y privada en Ciencia, Tecnología e Innovación. Pero las corridas cambiarias de 2018 y 2019, junto al evidente desinterés por el desarrollo científico local, impuso un ajuste permanente en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), lo que obligó al equipo de creativos de Cambiemos a idear alternativas para retener, al menos, a un porcentaje de los votantes que formaban parte de ese diminuto sustrato electoral. En ese contexto, ocurrió un episodio que impulsó la fama de Sandra Pitta en las redes. Doctora en biotecnología, investigadora del Conicet y macrista convencida: “Sé que, si ganan los Fernández, de alguna manera me van a echar del Conicet”, escribió en su cuenta de Twitter el martes 30 de julio de 2019.

El tuit se viralizó y recibió una respuesta del entonces candidato a presidente Alberto Fernández durante un acto llevado a cabo con científicos en la Facultad de Ciencias Exactas: "A ningún investigador nunca le voy a preguntar cómo piensa ni a quién vota. Así que, Sandra Pitta, no tengas miedo, te prometo que te voy a cuidar como a todos ellos, porque vos valés mucho igual que todos ellos". La mención motivó ásperos intercambios digitales, donde se entremezclaban la discusión política genuina con la metralla del fantasmagórico troll-center de Marcos Peña. De una u otra manera, Sandra Pitta quedó bautizada como la portavoz adecuada para llevar las discusiones al territorio donde el equipo de Cambiemos se sentía más cómodo: el de la polarización con la variante más dura del kirchnerismo, en ese entonces asociado en las redes con el stalinismo o el chavismo. El recurso fue efectivo, pero no alcanzó.

En ese mismo período apareció también la sobria bióloga Marina Simian, cuya participación en el programa televisivo ¿Quién quiere ser un millonario? con el objetivo de conseguir fondos para su trabajo en un Conicet desfinanciado, resultó finalmente en una extraña campaña en apoyo a la reelección de Mauricio Macri, su ajustador. “A nada le tienen más miedo que a personas como vos diciendo que me van a votar”, tuiteaba el ex presidente en uno de sus desesperados intentos por alcanzar el ballotage. El mensaje se volvería todavía más explícito: “No se necesitan argumentos, no es necesario dar explicaciones. Es tu autoridad, tu confianza, tu credibilidad, la que tus relaciones valoran para acompañarte en tu decisión”. La campaña, esta vez, eludía promesas de escasa credibilidad y apelaba a la identificación de los votantes con valores que se mostraban como antagónicos al peronismo.

Sandra Pitta quedó bautizada como la portavoz adecuada para llevar las discusiones al territorio donde el equipo de Cambiemos se sentía más cómodo: el de la polarización con la variante más dura del kirchnerismo.

 

guerras de becarios

Entonces, ¿por qué el último conflicto en el Conicet volvió a encontrar en personajes como Sandra Pitta a una de sus voceras más fervorosas?

Detrás de esta pregunta se ubica una de las tantas paradojas ideológicas que anida en el corazón de esta institución estatal: aquella que considera que la ciencia o, mejor aún, los científicos y los técnicos que la llevan adelante cada día, son entes neutrales cuyos conflictos a la hora de distribuir recursos (presupuestos, becas, salarios y un largo etcétera vinculado a asuntos jerárquicos, burocráticos y pecuniarios) solo se resuelven entre interlocutores neutrales que buscan soluciones neutrales. Lejos de esta pulcritud, lo cierto es que al hacerse pública la finalización de las becas doctorales para más de mil beneficiarios, las distintas facciones políticas, ideológicas y gremiales en puja dentro del Conicet formatearon la discusión según sus respectivas prioridades. Lo que para las corrientes más lejanas al gobierno nacional se interpretaba como ola de “despidos”, ya que los becarios afectados quedarían en la calle después de dos prórrogas durante la pandemia, para las corrientes más cercanas al gobierno, en cambio, se trataba de “discontinuidades”. En su versión más virulenta la disputa salpicó incluso a la esposa de Axel Kicillof, la investigadora Soledad Quereilhac, acusada por un sitio de noticias “de extracción radical”, según una de las facciones en guerra, de haber sido contratada en medio de los despidos con un “jugoso salario” para “estudiar ocultismo”.

La ironía es que, en medio de estas guerras de becarios, Sandra Pitta haya tuiteado en favor de los afectados desde el primer momento. Y esta vez coincidió tanto con las sensibilidades de los científicos e investigadores de izquierda como con las más afines sensibilidades de los científicos e investigadores de derecha. La coautora del término “infectadura” funcionó como su voz más caudalosa.

Por otro lado, el escenario ideológico no podía ser más conveniente: a pesar de las políticas de ajuste del macrismo, en un contexto de pandemia tan particular como el actual, algo “que dificulta o imposibilita el desarrollo de nuestras tareas de investigación” como dice la Asamblea Nacional de Becaries, la voz de esta investigadora con más de 50 mil seguidores digitales resultó una aliada tan insólita como genuina, justo cuando la sociedad mira con expectativa a los científicos con la esperanza de una vacuna contra el COVID-19.

 

la vida secreta de las plantas

En el plano científico, quienes trabajan junto a Pitta señalan que a diferencia de otras figuras de alto perfil público como Alberto Kornblihtt, sus investigaciones enfocadas en el campo de la “producción vegetal” con el objetivo de “producir metabolitos de alto valor industrial”, en realidad no se destacan demasiado. A la hora de contabilizar la publicación de hallazgos relevantes en revistas del universo científico (el modo en que los científicos se miden entre sí), según sus colegas ni los Simposios de Ficología y los Congresos Latinoamericanos de Fisiología Vegetal por los que circulan sus trabajos ameritan ni la mitad del entusiasmo que Pitta muestra en Twitter. “No es una investigadora que destaque por sus papers, por eso es llamativa la construcción mediática hecha a su alrededor”, explica un reconocido divulgador de asuntos científicos.

Nada de esto significa que Sandra Pitta sea la única científica en el Conicet con ideas y opiniones como las suyas. Siempre envuelta en una discusión interna acerca de los matices entre el fanatismo y la libertad de expresión, estas posiciones conviven dentro de un mosaico en el que los debates nunca son simples. “Con el cambio de gobierno se implementaron algunas medidas que permiten avanzar en una jerarquización de la producción científica y en una revalorización de quienes la llevan adelante”, cuenta Victoria García, investigadora asistente y también delegada de Géneros y Derechos Humanos de ATE Conicet. Aunque el aumento de los cupos para el ingreso a la carrera de investigación (recortados abruptamente por el macrismo en 2016) y la recomposición salarial para becarios doctorales y postdoctorales son signos favorables, siguen existiendo numerosas deudas para con el sector científico. “En el caso de los becarios, continúan careciendo de derechos laborales básicos como el aguinaldo, los aportes jubilatorios y la obra social para el grupo familiar”, explica García.

 

la derecha científica

Pero para entender la manera en que estos reclamos circulan dentro de la propia comunidad científica, es importante saber que el Conicet es un organismo con tantas camarillas, internas y conflictos como cualquier otra institución humana. En este sentido, lo que durante los años del macrismo servía para aglomerar detrás de una causa de reclamo común a sectores tanto de izquierda como kirchneristas, con el nuevo gobierno la política oficial disuelve el tenor de algunas voces y radicaliza a otras.

Para la Asamblea Becarios UBA y Jóvenes Científicos Precarizados, dos agrupaciones que operan de manera conjunta y se conforman con una base de científicos “independientes y militantes de distintos partidos que se basan en la concepción común de que lo que hacen los graduados es un trabajo”, este es un escenario delicado: las posibilidades de negociación están siendo minadas desde distintos sectores, y, a su vez, cada una depende de las áreas de investigación, las universidades en las que se realizan y el ánimo de participación particular de quienes orbitan alrededor del Conicet. Los sindicatos como ATE y UPCN se combinan con diversas organizaciones de becarios vinculados, a su vez, a distintas facciones políticas, como la Asamblea Nacional de Becaries, Ciencia Argentina y Jóvenes Científicos Precarizados (“los troskos”, como lo llaman dentro del Conicet).

“Nos causa muchísima gracia que personajes como Sandra Pitta se presenten como supuestos paladines de nuestros reclamos cuando bancaron la gestión de Juntos por el Cambio, un gobierno nefasto para la educación, la ciencia y la salud. También la UCR forma parte de estas camarillas no solo en Conicet sino en la UBA, donde todavía no han dado respuesta a la prórroga para las becas que dependen de ella”, cuenta una investigadora con participación en Asamblea Becario UBA.

Pero, ¿qué significa exactamente ser de derecha en el Conicet? Durante los últimos años, a partir del crecimiento de su planta de investigadores y becarios, lo que se constituyó es una institución menos elitista. Esto motivó que el renovado “campo progresista” fuera disputado por sectores de izquierda y sectores identificados con las distintas versiones del peronismo. En oposición a ambas fracciones, existe un grupo de técnicos y científicos cuya reivindicación consiste en sostener un elitismo que, aún en retroceso, persiste dentro de la estructura y está validado por estatutos que sostienen una lógica burocrática altamente jerarquizada.

Otro factor de peso es lo que, desde el Conicet, describen como una “actitud neoliberal”, que remite al Directorio de la institución, de la cual forman parte las cámaras patronales agrarias e industriales. Una “herencia” del menemismo que el kirchnerismo nunca modificó y que define el destino de los más estratégicos trabajos de investigación que se realizan. En este puente entre lo público y lo privado, algunos no dudan en tomar partido por los intereses de jugadores ubicados en el mercado. El caso de Sandra Pitta, siempre según quienes mejor conocen las internas del organismo, representa a un “neoliberalismo zombie” que, anclado en el antiperonismo, no parece tener un proyecto político o ideológico claro ni para el Conicet ni para el país. En tal caso, es suficiente para que comunicadores como Eduardo Feinmann denuncien “ajustes” o Alfredo Leuco hable de “científicos fanáticos”, en perfecta sintonía con Pitta.

Un investigador del Conicet que prefiere mantener su nombre en reserva, explica que la apertura grande del Conicet empieza en 2003, en la presidencia de Néstor Kirchner. Ahí entran masivamente los becarios, se abre la carrera a investigador, cerrada casi por completo durante el menemismo, y se duplican los pagos a becarios e investigadores: “Ya en 2011, el modelo del Conicet kirchnerista cruje. Ese año se arma el primer gran cuello de botella para los becarios y quedan muchos afuera. No se reduce el número de ingresos a planta permanente pero son demasiados los flamantes doctores que cumplimentan las becas y quedan afuera del sistema público de ciencia. Macri directamente lo destroza, lo desfinancia y ningunea. Y ahora Alberto Fernández hizo en Conicet lo mismo que con las jubilaciones: acható la pirámide. Les aumentó fuerte los estipendios a los becarios y congeló el salario de los investigadores. Esto significa romper con el orden meritocrático al interior de una institución muy vertical, lo que genera un malestar muy extendido entre los investigadores”.

la posición de sandra pitta, que tuiteó en favor de los becarios afectados desde el primer momento, esta vez coincidió tanto con las sensibilidades de los científicos e investigadores de izquierda como con las sensibilidades de los científicos e investigadores de derecha

 

¿doctora jeckyll o mrs. hyde?

Ante las vidas solitarias de los investigadores, el reconocimiento narcisista de las redes sociales a veces ofrece un remedio con tiempos más inmediatos que una revista científica con referato. Ahí es donde Twitter activa la gratificación de una presencia que irrumpe en medio del silencio y moldea al ego. Sandra Pitta, sin embargo, es conocida en el Conicet desde antes de mantener un cruce con Alberto Fernández, a raíz de su actividad como delegada sindical de UPCN. Sus arranques ya habían generado alguna polémica a comienzos de 2019, cuando planteó en Twitter que los Montoneros y el ERP tuvieron parte de la responsabilidad por el golpe cívico-militar de 1976. “Odio fue lanzar las piedras contra el Congreso (y adentro). Odio fue perseguir a la hija de Macri, siendo menor. Odio quizá tengan ellos”, tuiteó en una oportunidad. Con respecto a Macri: “No, no es un gran académico. No, no es un gran orador. Pero es una persona que defiende los valores republicanos que yo defiendo”.

Distintas fuentes dentro del Conicet coinciden en señalar que su desempeño como delegada sindical nunca fue malo ni inadecuado, o que al menos estaba exento del fanatismo que exhibe en las redes. El desliz se produce cuando Pitta abandona los temas gremiales y se mete en disputas más generales. Un investigador la caracteriza de manera lapidaria: “Disfruta del odio ajeno. No se comporta como se espera que se comporte un científico”. Un sociólogo, investigador adjunto del Conicet, lo explica así: “El problema con este tipo de figuras no es tanto si son de derecha o son de izquierda, aunque evidentemente Pitta es una reaccionaria. El malentendido se origina cuando los investigadores de Conicet participan en los medios de comunicación, o en las redes, porque parece como si siempre hablaran a partir de una investigación que los respalda. Casi como si el título de doctora de Sandra Pitta, o que sea investigadora de Conicet, le diera validez científica a sus opiniones, cuando su principal fuente de opinión son las redes sociales”.

Hoy en día, la sola mención del nombre de Sandra Pitta despierta agrias discusiones en un nutrido grupo de Facebook del cual ella no participa, al punto de que los administradores prohibieron nombrarla: si alguien lo hace, su posteo es eliminado inmediatamente. Para que el juego de la paranoia esté completo, circula el rumor de que Pitta merodea por el grupo como un espectro, con identidades falsas. Algunos, incluso, sostienen que agita las discusiones desde cuentas fraguadas, como si ya no fuera posible distinguir a la persona de la función de troll. En Twitter, unas horas después de cerrarse el acuerdo de renegociación de la deuda, Pitta también difundió un mensaje sobre “el medioevo y la pandemia” luego de que Alberto Fernández mencionara la intervención espiritual del Papa Francisco en esa historia. Como para no olvidar sus profundas raíces científicas.

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