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más allá de las tomas: viaje a los centros de estudiantes argentinos
Las tomas en los colegios porteños, además de persecución política, despertaron la certeza de que las juventudes tienen un interés por la política que sigue latente cuando algo les convoca. Pero ¿qué pasa más allá de la General Paz? Con esa pregunta, este informe busca encontrar respuestas en el conurbano bonaerense y algunas provincias ¿Cómo activan y militan los centros de estudiantes de las escuelas secundarias argentinas?
Ilustraciones: Panchopepe
17 de Noviembre de 2022

 

La toma de 26 escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires a comienzos de octubre volvió a poner en escena el lugar de la juventud en la política. Ante la desazón que a muchos les genera el ascenso de los movimientos radicales de derecha en gran parte del mundo, que en Argentina se expresa en el apoyo nada despreciable que tiene Javier Milei, este nuevo hecho político aporta un aire renovado para pensar el lugar que tienen los más jóvenes en el debate público. Sin embargo, ¿qué sucede con el movimiento estudiantil en otros puntos del país? ¿La toma de las instituciones porteñas es apenas un hecho aislado sin eco federal?

Las primeras experiencias de formación de Centros de Estudiantes (CDE) se realizaron a pesar de las autoridades y, en muchos casos, representaron conflictos al interior de las escuelas. Estos hechos pueden rastrearse, por ejemplo, en las instituciones de gestión estatal más antiguas y prestigiosas de la Ciudad de Buenos Aires y de La Plata. Sin embargo, el conurbano bonaerense muestra un panorama muy distinto: la creación de CDE, en gran medida, fue promovida por la propia gestión del estado provincial. Otras jurisdicciones comienzan a transitar también ese mismo camino. La provincia de Santa Fe, tal como había hecho la provincia de Buenos Aires en 2013 mediante la Ley Nº 14.581, sancionó, en 2014, la Ley Nº 13.392, ajustada a la Ley Nacional Nº 26.877 de CDE, sancionada en 2013. Otras provincias, si bien no sancionaron nuevas leyes, comenzaron recientemente a trabajar en la promoción de CDE a nivel provincial o municipal de acuerdo con los lineamientos de la normativa nacional, que, básicamente, indica que cada jurisdicción debe disponer las medidas necesarias para fomentar la creación de CDE en todas las escuelas. Este tipo de organizaciones, según comparten las leyes sancionadas después de 2013, son la herramienta natural para la defensa de los derechos estudiantiles y resultan de interés para la incorporación de principios y prácticas democráticas.    

 

Copar espacios 

Según datos de la Dirección de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, los CDE pasaron de 57, en 2007, a unos 1.600, en 2014, sobre un total de 3.000 escuelas secundarias. Luego del impacto de la pandemia de covid-19, la situación actual es similar a la de 2014. Entre una gran porción de los equipos de inspectores e inspectoras se impuso el empeño por la promoción de la participación de estudiantes, sumado a que, en 2011, se estableció que todos los 16 de septiembre (Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios) se llevarían a cabo las elecciones de CDE. 

Ya a comienzos de la década pasada, el investigador Pedro Núñez, doctor en Ciencias Sociales y especialista en políticas de juventud, había alertado –en su libro La política y la escuela- sobre el riesgo de reducir los modos de participación estudiantil a los modelos históricos de las escuelas medias porteñas. Así, en primer lugar, insistió en que la ausencia de CDE no implica necesariamente la ausencia de política. Por otra parte, en las escuelas, se registran distintas configuraciones y prácticas de los CDE: desde los que están más alineados a estructuras partidarias hasta los más “independientes”; desde los que están más enfocados en resolver problemas de cada institución hasta los que están dispuestos a poner en discusión la política educativa jurisdiccional o nacional. ¿Qué realidades se expresan en los CDE de los distintos puntos del país?

Las últimas tomas en las escuelas porteñas divulgaron tres problemas principales: el deterioro de la infraestructura, la mala calidad de las viandas y la poca o nula pertinencia formativa de las actividades de aproximación al mundo del trabajo (ACAP) que realizan estudiantes del último año del nivel secundario. “La ministra Soledad Acuña no va a juntarse a hablar con los CDE. Solo está habiendo reuniones con funcionarios de segunda línea del área donde funciona cada escuela. No existe una mesa de diálogo donde todos los CDE podamos hacer nuestros planteo”, reclama Florencia Avilés Bernat, coordinadora del CDE y estudiante de 5º año de la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano”. Desde su punto de vista, las autoridades porteñas desconocen la posibilidad de que los centros estudiantiles puedan reunirse en federaciones jurisdiccionales, tal como lo estipula la Ley Nacional 26877. “La carta con el pedido de reunión la presentamos en nombre de la Coordinadora de Centros de Estudiantes de Base (CEB), pero nos desconocen y solo nos nombran como CED individuales”. 

La estudiante realiza un balance de la medida de lucha: “Fue importante que pudimos poner nuestra discusión a la vista de la sociedad. Antes de eso, no nos prestaban demasiada atención. Tomar los colegios nos dio la posibilidad de que los medios de comunicación hegemónicos nos escucharan y nos dieran notas. Logramos llegar a otro público con nuestras demandas”. No obstante, parece difícil que el Gobierno porteño haga alguna concesión a las demandas estudiantiles y sigue adelante con las denuncias judiciales a los padres y madres de quienes protagonizaron las tomas. 

Avilés Bernat reflexiona sobre el rol de los CDE: “Entiendo que haya algunos que estén más enfocados en las problemáticas propias de sus colegios, pero también tenemos derecho a que nos dejen pensar nuestra educación”. Y concluye: “Es momento de que haya una mesa en la que estemos los CDE, que por algo estamos nucleados en una coordinadora, nos reunimos todos los sábados y salimos a hacer marchas por la educación que queremos”.

En cuanto a la relación entre CDE y organizaciones partidarias, dice: “Mi centro de estudiantes es horizontal, no responde a un partido político. Pero los pibes militan por fuera de la escuela y no está mal que lo hagan. La verdad es que las personas que militamos solemos ser las que movemos nuestros centros”. También rescata a la legisladora porteña Ofelia Fernández –expresidenta del Centro de Estudiantes del Carlos Pellegrini- como una referencia para el movimiento estudiantil, aunque aclara que “como Ofelia, tiene que haber muchísimas más” y que “hay que copar espacios y cambiar nuestro presente para mejorar nuestro futuro”. Por último, si bien no desconoce que hay partidarios de Milei entre sectores juveniles, señala que los medios hegemónicos le atribuyen mayor influencia de la que realmente tiene: “Con el atentado a Cristina, la juventud salió a la calle a defender la democracia y tiene claro que nunca más es nunca más”. 

Daniela Pace, directora de la Escuela Secundaria Nº 19 de Hurlingham, al oeste del primer cordón del conurbano bonaerense, cuenta que, el año pasado, fueron los propios estudiantes organizados quienes habían conseguido el material deportivo que necesitaban para las clases de Educación Física. “Sus pedidos tienen otro peso –afirma–. Yo había pedido material deportivo por todos los canales formales y terminaron consiguiéndolo ellos con su reclamo a las autoridades”.

En esa misma institución, hace muy poco tiempo ganó las elecciones de CDE la lista encabezada por la estudiante de sexto año Lourdes Altamirano. “Nuestra propuesta –dice– se basó en la educación sexual integral (ESI). Las ESI es lo que creemos que más necesita el colegio. No necesariamente porque muchos profesores no están preparados, sino, sobre todo, porque a los chicos les interesa más tener un igual que les explique ciertos temas que quizá son incómodos o tabú”. Durante el 2022, junto con un grupo de compañeras y compañeros, pasaron por los cursos para brindar talleres sobre métodos anticonceptivos, bullying, acoso y abuso. Así, la ESI sigue apareciendo como un derecho que el estudiantado se empeña en defender desde la irrupción de la marea verde, en 2015.

Si bien Altamirano está al tanto de lo que sucedió en las escuelas porteñas a principios de octubre y defiende las tomas como recurso legítimo de participación democrática cuando las demandas no son atendidas, su experiencia militante, hasta ahora, parece vincularse más estrechamente con las necesidades propias de su escuela más que con los lineamientos más generales de política educativa. Por otra parte, en su recorrido parece haber encontrado mayor respuesta de las autoridades con quienes debió tratar: “Los CDE no solamente sirven para acompañar a los estudiantes, sino también para mediar entre los directivos y el Estado. Con la municipalidad, por ejemplo”. Y luego relata: “Faltaba mejorar la infraestructura, pero se mandó un petitorio al municipio y ya se aprobó el presupuesto. Ya se inició la obra. Una vez terminada, la secundaria va a funcionar en un edificio propio (sin compartirlo con la primaria) y en un mismo turno”. Por el momento, hasta tercer año se cursa por la mañana y, de cuarto a sexto año, por la tarde.  

En el discurso de la estudiante se esboza, sin embargo, el intento de tender puentes con otras expresiones del movimiento estudiantil y reconoce demandas que van más allá de las necesidades de la Escuela Secundaria Nº 19 de Hurlingham. “En el comedor –propone–, debería haber más variedad de alimentos. Hace poco descubrí que soy celíaca y me cuesta comer en el colegio. No está contemplada esa situación. Eso pasa en muchos lados y tendría que ser un reclamo nacional”. Por otro lado, rescata el trabajo con la Federación de Estudiantes Secundarios (FES) de Hurlingham, que fomenta la creación de CDE y explica cómo llevarla adelante. “A mediados de este año, también nos ayudaron a pintar el colegio”, dice Altamirano. Con relación a la política partidaria, observa que “cada persona tiene un partido al que apoya y que eso se ve reflejado en la manera en que cada quien se expresa en su CDE”.    

“Los CDE son el nexo entre estudiantes, directivos y el afuera de la escuela”, expresa Macarena Duarte, estudiante de sexto año del Instituto Provincial de Enseñanza Media (IPEM) Nº 16 “María Saleme de Burnichon”, de Córdoba Capital. Hasta hace un mes fue secretaria de Género e Igualdad del CDE y también integra la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de su provincia. “Buscamos representar a los estudiantes de la mejor forma posible y brindarles todo lo que puede ayudar a una estadía mejor y menos monótona en la escuela”, agrega.

De acuerdo con Duarte, en las intervenciones del CDE del IPEM Nº 16 se evidencia una marcada preocupación por las cuestiones pedagógicas: “El sexto año del turno tarde apadrina a un primer año. Los ayuda con las materias básicas y a mejorar la oralidad. Los chicos de primer año terminaron la primaria en pandemia y, muchas veces, no tuvieron el aprendizaje necesario”. La estudiante también señala que no se aplica correctamente la Ley de ESI en la jurisdicción (debería tener presencia en cada una de las materias) y que faltan recursos profesionales y capacitación para hacer frente a los picos de violencia entre jóvenes. “Los docentes a veces nos plantean que no tienen ocho manos para resolver todo. En mi escuela, falta capacitación docente para acompañar a personas que pasan por una situación difícil y también faltan psicólogos y psicólogas”.

 

desde mi centro 

Duarte siguió de cerca las tomas de las 26 escuelas porteñas: “Sus pedidos no fueron realmente escuchados y, en cambio, decidieron juzgar si hablaban de tal o cual manera o cómo estaban vestidas las estudiantes. Juzgaron más las apariencias que lo que el fondo de lo que estaban diciendo”. Además, considera que la toma es una medida legítima cuando las autoridades no atienden los reclamos: “¿Cómo podemos quedarnos tranquilos si no se nos escucha? Las medidas de CABA me parecen correctas. Se pierden solo unos días de clase. A comparación del tiempo que puede pasarse en escuelas en malas condiciones no es nada”. Además, recuerda que, hace solo unos meses, la IPEM Nº 18 de Córdoba Capital, cercana a su institución, estuvo tomada porque el Gobierno provincial retiró los adicionales policiales de las puertas de las escuelas. “A la semana y media de la toma repusieron los adicionales de policías –afirma–. Habíamos resuelto una sentada para apoyar el reclamo, pero el conflicto se resolvió antes. Estuvimos más de dos meses sin policía, y robaban a docentes y estudiantes cuando salían de la escuela. Más allá de que muchas veces la policía no ejerza de forma correcta su tarea, por lo menos nos da algo de seguridad”.    

Con respecto a la relación entre militancia en las escuelas y estructuras partidarias, opina que los CDE “representan a todos los estudiantes y no a partidos”. Y suma: “No creo que todo un colegio pueda verse identificado por un solo partido. Nuestro CDE no está vinculado a ninguna organización partidaria”. Y sobre Milei, plantea: “No lo sigo ni me gusta su forma de ver las cosas. Reiteradas veces demostró ir contra los derechos de las mujeres”.

En la Escuela Normal Nº 202 “Manuel Leiva” de Casilda, Provincia de Santa Fe, parece existir un trabajo colaborativo entre el equipo directivo y el estudiantado. “Hace ya un tiempo, el CDE tiene un acuerdo por el cual se encarga del kiosco de la escuela el primer mes y medio del año. Así se hace una buena recaudación de fondos, que fue nuestro principal sustento para conseguir cosas que necesitamos. La directora nos apoya mucho”, asegura Ignacio López, estudiante de 5º año y vicepresidente del CDE.

Una de las acciones que los estudiantes de Casilda llevaron adelante este año había sido una promesa de campaña. “Siempre tuvimos problemas con el papel higiénico o no lo podíamos dejar en el baño porque se robaba o malgastaba. Decidimos poner botiquines en todos los salones”, cuenta López. Además, al igual que en la escuela de Córdoba, está presente el involucramiento con aspectos pedagógicos: “Hicimos charlas para los chicos de segundo año, que en tercero tienen que elegir modalidades del ciclo orientado. Profesores y alumnos pudieron contar cómo es cada orientación”. El estudiante, por otro lado, llama la atención sobre un problema que atraviesa a todo el sistema educativo del país: “Después de la pandemia, muchos chicos quedaron muy atrasados respecto a los conocimientos que deberían tener. Esto es un problema para seguir estudios superiores”.

Según López, los CDE también deben atender imprevistos: “Sufrimos dos actos de vandalismo. Hubo una entrada a la escuela y se la dejó manchada con polvo de un extintor. A los pocos días, tiraron un balde de pintura en la puerta”. Y sigue: “Nos reunimos con la directora y organizamos una sentada para toda la escuela. Vinieron muchos medios y, gracias a eso, pusieron una cámara de seguridad en la esquina”. Finalmente, este estudiante es parte de los esfuerzos para que los CDE de su provincia crezcan en número: “En Casilda, nos hemos reunido con los chicos de otras escuelas que no tenían CDE o que estaban algo paralizados. Es un proyecto que fomentó la Municipalidad”.

López dice que el CDE de su escuela no tiene vinculación con ningún partido político: “Lo nuestro es un poco más específico y solamente buscamos el bien para la institución”. Sobre Ofelia Fernández, considera que “es un ejemplo de la masividad que puede tener la política estudiantil”. Y en cuanto a Milei, afirma: “A partir de sus discursos con mucho fervor e, incluso, insultos, a los jóvenes les atrae mucho. Yo no comparto ni de cerca las ideas que plantea”.

 

resistencias

Con menor tradición de organización estudiantil, desde distintos niveles gubernamentales de Santiago del Estero parece promoverse la creación de CDE. Sin embargo, sus estudiantes dan cuenta de mayores dificultades para hacerlo. El gran obstáculo es la resistencia de muchos equipos directivos de las escuelas de nivel medio. “Tuvimos muchísimos problemas con las autoridades del colegio. Se toma como una rebelión nuestra intención de crear un CDE. Desde el año pasado estamos con esto y nos pusieron muchísimas trabas”, relata Milagros Toledo, estudiante de 4º año del Colegio Secundario Huaico Hondo de Santiago del Estero Capital. Para la estudiante, la relación con partidos políticos puede ser conveniente para acceder al apoyo de instituciones externas, pero puede afectar el nivel de representatividad entre estudiantes. Y sobre Milei, no ve que las personas jóvenes que la rodean sientan alguna simpatía por él: “Es una amenaza para muchos de nuestros derechos”, expresa.

“Santiago del Estero debe ser una de las provincias que menos CDE tiene en el país. De las trece escuelas de la provincia que en octubre asistimos al Congreso Federal de CDE del Norte Grande, solo cuatro tienen CDE. El resto está en proceso de formación”, observa Manuel Amura, estudiante de 5º año de la Escuela Normal Superior “General Manuel Belgrano”, de Santiago del Estero Capital, y presidente de un CDE que es el único de la provincia que funciona de manera ininterrumpida desde el retorno de la democracia. La creación de nuevos CDE, de acuerdo con Amura, está siendo fomentada por dos iniciativas de talleres en las escuelas: una a cargo de la Municipalidad de la ciudad capital; y otra, de la cartera educativa de la provincia.  

“Hay muchísimos problemas que tienen que ver con temas de género –puntualiza Toledo–. Muchas veces, los colegios no tienen luz, no tienen agua. En Santiago del Estero, hay meses de mucho calor y no hay aire acondicionado o andan mal. Los chicos se cocinan en las aulas con 40 grados de calor”. La pobre implementación de la Ley de ESI en la provincia alarma a la estudiante: “Tuvimos un problema con una autoridad de la escuela en una Fiesta de la Primavera, donde se hacen unas competencias de belleza solo entre mujeres. Se vota a la reina y todo eso. A las chicas se las deja ir de vestido. A una de ellas, un hombre le tomó fotos a escondidas. Nuestra autoridad, en lugar de movilizarse para denunciar al hombre, acusó a la estudiante de que parecía que trabajaba en un burdel”.

Amura coincide con su compañera en que urge implementar la ESI en la provincia: “Hemos tenido que hablar con el Ministerio de Educación para que haya un poco de presión en la escuela y dejen entrar a profesionales a dar charlas y talleres. Es una preocupación compartida en todas las provincias del norte grande”. El estudiante es vehemente cuando describe que “en las escuelas no dejan entregar folletería de ESI o preservativos”; o “se mide el largo de los guardapolvos de las chicas antes de que entren a clase”. Aunque Amura cree que “en Santiago nunca se ha tomado una escuela”, apoya la lucha que a principios de octubre llevaron adelante varios CDE de la Ciudad de Buenos Aires. “Hay ciertas cosas que los alumnos no podemos seguir aguantando”, dice.

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