Espesos cielos
pardos de noviembre; un ardiente frío muerde
mi pecho como un yaguar en celo,
Camino sin prisa por entre ramas doradas
a la vera del Marnixkade
Sintiendo que mi cuerpo /paso a paso va
dejando en los huecos de las sombras
la humilde paz de sus días;
Estas calles: piedra sobre arena gruesa y las arenas
apenas cubriendo el agua / cerca muy
cerca el quejido de un náufrago olvidado/ el
glok-glok de las olas
sin tiempo y la vieja canción que se alza
desde un lecho de algas
en este mar donde antes
navegaba el barco
ahora el marinero
arrastra su caballo.
Estas casas de ladrillos y maderas
crecidas en el aire
como una enredadera de milagros,
Rojas y desnudas, las casas,
frente a una lluvia de plata colada
que eterna va
y viene y la boardilla en lo alto
para esconder el sollozo del extranjero
que perdida su patria rasga
a dentelladas la máscara
que lo ahoga.
Mientras sube desde el fondo de la nueva tierra
la vieja canción
en este mar donde antes
navegaba el barco
ahora el marinero
arrastra su caballo
Me asombra tu silencio
Me abrigo en tu misterio
Tiembla mi figura en los hilos de tu gran canal
junto a las ramas dolidas de los olmos,
Vaarwel Amsterdam / Hasta siempre ciudad de
las dos orillas que recorren el sceler
de punta a punta los cien organitos,
Ciudad de los 700 años y del cielo de
entera gasa
donde la diadema
de la dama de la noche crece
más que hierba salvaje
muy de prisa;
Que haya una buena despedida entre nosotros /amorosa
¿por qué no? / con media luz
de lámparas rosadas / con impromptus de ab
Schubert y acordeones del Jordaan surgiendo
tras ventanas embellecidas por vecinas celestes
que toman copitas de vino dulce
y tejen crochet en la espera
de un hada que cierre
con suavidad sus ojos;
Nos separamos por mi culpa cierto / pero
No olvides que bailan en mi corazón
ancestros latinos
capaces de amores melodiosos
Aun cuando soplan los vientos turbios del desierto
que queman las vides
y alteran el vuelo del colibrí
redondo
sobre las flores, redondo;
¿No has visto Amsterdam que mi espalda
es ancha
como la de esa gente de lengua extraña que
baja a la bodega de tus barcos?
Voy a cargar mis muertos sin entierro
ni corona de calas
Que esperan cansados ya
de tanta luna amarga;
Vuelvo a la mía
ciudad sureña (7 años entremuerta)
Un cuerpo que cede, sin deleites,
en busca de resurrección y sus despojos
como noche vieja, llevados;
¿Dónde está la mecedora de caña
para escuchar en el patio callado
el viento?
¿Qué fue del cuaderno inocente
con los sonetos de amor?
¿Y del alma ensimismada
que los escribió de prisa?
¿Ya no suenan las músicas
para el vals de los 15
que no bailé con mis hijas
bajo la osa mayor?
¿Quién sentó la tristeza en mis rodillas?
¿Cómo se secó la alegría entre blancas nubes
y nubes negras?
¿Habrá una mano que abrirá la puerta
cuando vuelva?
¿O apenas veré la sombra que me arrojará los perros,
y los dioses ajenos como siempre,
furtivos como sólo ellos?
Oh voces, todas las voces en mi cabeza que arde
Breve de fuego
Sin más luz que la muerte, derramada;
Pongamos Amsterdam el corazón sin miedo
sobre la mesa
En cualquiera de tus cafés marrones
Con piso de aserrín
Con humo grueso de invierno
Verás que no oculto ningún as y los fantasmas
afuera, en el umbral, temblando, esperan
Cargo fama de loco y prontuario de guerra
Es propio de un poeta de estos tiempos
Haya tempestad
O luna en el río de noviembre, plena
Pero ni el mayor enemigo me acusó jamás
de esquivar el bulto
o compartir una copa mientras reluce el odio
Sin tonto orgullo te digo que supe cuidar el alma
en los instantes delicados, cuando
la sentencia es breve, la línea de
la vida, frágil
y los cisnes en su lago sin viento,
vencidos,
quedan;
Toca ahora lo más difícil: envejecer
de buena manera
¿Para qué celos y disputas?
Nos hemos llevado bien ciudad pequeña
de los cuatro canales circulares
y del mercado de pulgas
y del mercado de diamantes y del parque
del poeta Vondel
donde se adora al sol
de junio
y se elevan fogatas de hachís
¿No me has visto bicicleteando los domingos
junto a la muchacha que vino de Oegstgeest
con sus ojos transparentes?
El punto negro han sido mis borracheras
de solitario. Que te pongas oscura
a las dos de la tarde
es duro de llevar,
Soy un hombre nacido bajo claridad feroz
Y mariposas y moras
en el bañado cercano; Albas,
ay, aquellas albas...
No quiero cargarte de melancolías -oigo llegar
a rajacincha los caballos-
Pero si tus compañeros en la vida se silencian
en un zanjón,
púrpuras las aguas, de pronto, teñidas,
Ya no habrá alegrías inocentes
Cada paso que das pide permiso
al otro
Y la sábana donde haces el amor
huele como sudario;
Aleja de mí la visión que oprime y deja
que te desvista esta noche,
mi doncella,
Nunca quité a Gardel de mis oídos
Y sin embargo me entregué a vos,
entero y fiel,
Urbe de las lluvias más dulces del orbe
Y de la calma religiosa que poco alteran
los músicos y los tranvías
que se reúnen por enjambre
en las mil esquinas de Leidseplein
bajo la nieve que me besa;
en este mar donde antes
navegaba el barco
ahora el marinero
arrastra su caballo
¿Llegaré a ser Amsterdam el hijo cariñoso,
pródigo tal vez, que viajará hasta las costas
de crímenes gigantes
y hojas de aquí y de allá, al azar,
movidas,
hojas crujiendo, pálidas-viejas,
sin memoria,
día tras día, cabeza baja?
Cuando me preguntes por vos, ciudad de reinas
Diré que has sido mi única en Europa
de toda maravilla
Más que Florencia o que Venecia las muy soberbias
de su pasado
Más que Brujas con su muro de niebla
para pasiones de adultos
Más que París que resultó hostil
a pesar de su Gare du Nord y las otras
estaciones de trenes que me embriagan
Más que Lund de Suecia a la que pocos llegan
y donde crecen las rosas
sobre el hielo;
Pero los nuestros Amsterdam son asuntos
más íntimos
¿Recuerdas la casa en la calle del árbol?
Allí vivía mi muchacha a la que amé
desde que vi posarse una gota de lluvia en su nariz
Todo sucedió tan simplemente como una estrella fugaz
Yo recién llegaba escapando de la muerte
Ella me guió hasta el Tropen Museum
para que leyera mis poemas
Pasando primero por la Centraal Station
con deseos de comprar papas fritas y cigarrillos
y de besarnos;
A las pocas noches compartimos la pieza / y la cocina
donde también nos bañábamos / helados como joyas
"Duerme a mi lado en la alborada", recitaba,
después de cabalgar alrededor del mundo
con la ventana abierta,
Nunca me he cansado de mirarla
Y lejos, en lo alto, un cielo de rojo sobre rojos,
quizás incendiado;
Yo le contaba historias severas, tristes como
las fugas,
"Destapa mis ojos, para que mire" -Salmo-,
le pedía,
"mis sueños perdidos",
Ella me acariciaba la cabeza como si fuera
un niño
que por cuestiones de sueños
se lastimó demasiado,
Yo llené las paredes con libros de poemas
donde mis amigos vuelven a ser jóvenes
eternos que se burlan de la parca
impía que ahora los retiene
Ella traía todas las mañanas
alegres ramos de margaritas blancas
-sin olvidar sus arenques y mi pan
de centeno-
Juntos construimos la mesa / la cama / y una
ducha en el placard
-amarilla pastel, pintada, como una
playa virgen
del océano grande (donde se emparejan las ballenas
y la espuma, frenética, se alza en catedrales)
Nuestra mayor riqueza eran los campos de trigo
de Van Gogh, sus soles varios
empecinados en destruir las negruras y los azules
plateados de Vermeer (la cuerda para escalar los cielos)
que rastreábamos palmo a palmo
por tiendas de segunda mano,
Ella tocaba seriamente con su violín
estudios de Bach
y romanzas de Scarlatti y su rostro
parecía más que nunca
una madona del norte
Yo le enseñé a bailar el tango y a cantar
en las horas terribles Los mareados
Grandes fiestas con mi cuerpo pesado y con su
cuerpo frágil
Grandes silencios para escuchar su alma
de cajita de música
y mi alma de pesadillas,
Con nuestras furias crujía la casa
Un león y una pantera en acecho
listos para despedazarse
Pero volvía el amor -siempre volvía, con pasos de danza-
y nos embarcábamos en el ferry que cruza el puerto
con ilusión de viajeros rumbo al llamado
del paraíso
En verano recorríamos las orillas del Amstel y
levantábamos campamento en los lagos
cercanos con piso de guijarros
Lo mejor después de tanta marcha
era vaciar la botella de vino
bajo la vieja luz de las estrellas
y después abrazarnos con mucho cuidado
en la carpa estrecha
En invierno veíamos películas italianas
o españolas en el Movie
previo mi vaso de ginebra y su chocolate caliente
escuchando jazz en un vestíbulo
donde entre gatos dormita
la belleza
Hicimos libros a mano con la misma pasión de Gutenberg.
Vendimos empanadas por las plazas en el día
de la reina
y en las fiestas barriales
con el pudor a nuestro lado
como un perro faldero
¿Donde fue que no fuimos contando yo, a bocanadas yo,
lo que pasaba en el país que está de olvido
y siempre gris
y leyendo mis poemas
que ella traducía con infinita paciencia
al neerlandés?
Nunca vi una mujer tan hábil con las máquinas
que armaba y desarmaba y la grasa curiosamente
colgada de su mentón
como el zarcillo de una reina africana
(Yo aprovechaba el momento para soplarle la nuca)
Claro que también tejía
Ropas y tapices con grandes mariposas
generalmente verdes / que podían volar
y que volaban-alrededor de la lámpara, pronto
en la floresta-
Le quité miedos / me quitó prejuicios
Mi placer era verla desnuda
saliendo del agua
igual que una venus de Boticelli
Ella se dormía feliz sobre mi pecho
y soñaba en voz alta
en su lengua natal, áspera como la bruma;
En septiembre del 82 en la calle del árbol
En nuestra pieza de blanco que ciega (purísima ave)
Mi muchacha que vino de Oegstgeest, su pelo es de
oro viejo, un gato en la leche
su sonrisa,
La ayudé bajo la ducha para que
hiciera fuerza y
Mojados / gozosos / temblando vi
cómo mi hermosa muchacha
se abría corola de nácar
para otra vida
Que puso en mis manos
ay de mí, esa vida / la vida que arde
(La pieza de la calle del árbol fue aquella tarde
una fiesta de dioses
en el extenuado girar de la Tierra,
Guitarra y bandoneón, flores, brindis sin derrota y
los amigos pasándose la botella
rápidos como alazanes); .
en este mar donde antes
navegaba el barco
ahora el marinero
arrastra su caballo
Es el último domingo en Amsterdam
Escribo mirando el lento caer de las hojas
El movimiento de esa agua oscura
que mañana será hielo
Osada una gaviota se acerca a la ventana
Regine y la dulce Aimée duermen sobre una manta
junto a la estufa de fierro
Todo lo que teníamos fue enviado por barco
Aquí pronto reinará el silencio y nosotros
seremos el pasado
Me voy ciudad de las tres cruces y del pasadizo sin
fin de Anne Frank y del tiempo que pesó
Spinoza con su balanza alada
Ciudad donde viví el exilio
con el rostro socorrido en tu regazo;
Cuentan que en la Torre de las Lágrimas despedían
al que marchaba mar afuera
Eran flechas lanzadas al destino
¿Me despedirás tú a mí ciudad?
¿Buen augurio para el poeta que se embarca
hacia la noche profunda -la patria no se explica-
con pasaje de ida en el bolsillo
y sin rama de laurel?
La única derrota es un corazón desnudo
Vaarwel Amsterdam
Me llevo a la muchacha de la gota de lluvia
Y a la niña que nació con galas de otoño
Te dejo el poema de la partida y los otros
que escribí desde que pisé tu orilla
Sé que hubo buen trato entre nosotros
Sin sombras de usura
Juego a cara o cruz la moneda de la vida
como era de esperar
Mientras la noche extiende su terciopelo
en la pequeña ciudad del paralelo 52
al norte del planeta.
Amsterdam, noviembre de 1983, en la partida.
(Revisado en el invierno de 1986, en Buenos Aires)