la lenta agonía de la argentina progresista | Revista Crisis
diálogo honesto / balance de un año libertario / entrevista a Pablo Gerchunof
la lenta agonía de la argentina progresista
Es economista e historiador, con una trayectoria notable, una bibliografía sólida y la experiencia de haber sido funcionario. Sin embargo, Pablo Gerchunoff no duda al decir que el último año lo tiene, simplemente, estupefacto. Una conversación sin clichés, mientras no sabemos si después de la noche habrá amanecer.
03 de Diciembre de 2024
crisis #65

 

Había una vez algo llamado honestidad intelectual. Siempre fue un atributo escaso, pero en la era de las redes sociales puede considerarse un incunable. Uno de esos valores tradicionales que parecen obsoletos, aunque para una mirada menos snob relucen hoy con especial brillo. Básicamente, se trata de mantener cierta fidelidad con cuestiones que no sean el aplauso, la vanidad o lo políticamente correcto. Asumir cuando uno está perplejo y desorientado, sin caretearla. Porque volver a empezar, a los ochenta años redondos, puede ser un desafío fascinante.

Pablo Gerchunoff aceptó conversar con crisis a la primera de cambio. Impuntual, llegó a la cita 15 minutos antes, como si anduviera ansioso por conspirar. Respondió siempre con entusiasmo contagioso, con un gesto que decía más o menos lo siguiente: “Mientras más difícil se pone la realidad, más deseo de pensar, de analizar, más desenfado y necesidad de sospechar”. Salimos de la entrevista con las pilas cargadas. Y con una radiografía del primer año de Milei en la Casa Rosada.

A mí me parece que es extraordinariamente temprano para saber qué es Milei -dice el economista que usa lentes de historiador-. En cierto modo siempre ha sido así. Cuando Alfonsín terminó su primer año era muy difícil saber qué iba a pasar con su gobierno, para tomar desde 1983 en adelante. Con Menem lo mismo, en julio de 1990 muchos decían que iba a tener que hacer una alianza con Angeloz para poder gobernar. Dejemos a un lado presidencias menores, o más cortas, como las de Duhalde o De la Rúa, pero a Kirchner al cabo del primer año todavía le decían Chirolita. Entonces, lo primero que me digo cuando lo miro a Milei es: ‘No te dejes ganar por el título del diario de ese día, ni siquiera por los últimos tres meses’. Milei es sin duda una novedad política extraordinaria, pero paradójicamente es una novedad que nos normaliza en perspectiva internacional. Cuando yo iba a un seminario cualquiera hace diez años, la primera pregunta era: ¿qué cosa es el peronismo? Ahora hay una curiosidad por saber quién es Milei, pero es identificable como una corriente política internacional a la que pertenece, a diferencia del peronismo, que es una singularidad argentina. Enseguida se lo enmarca junto a Trump, Meloni u Orban, que son los hijos de Reagan y Thatcher, muy actualizados en el lenguaje político y mucho más radicalizados en la retórica de lo que yo llamaría su revolución. Y quiero subrayar la palabra revolución, porque creo que es una experiencia que intenta ser (por lo menos retóricamente) revolucionaria”.

 

¿Cómo definirías su naturaleza revolucionaria?

Empecemos por el principio. Para entender a Milei hay que tratar de descubrir qué vacío está llenando, porque cuando surgen este tipo de fenómenos es porque apareció un hueco en la historia, un vacío que la política siempre tiende a llenar.

 

O una crisis, quizás, para hacerle honor a la revista.

Efectivamente, el vacío en términos de procesos sociales es una crisis. Y me parece que estamos ante el vacío o la crisis del liberalismo, pero no del neoliberalismo que es un término que alude a lo económico, sino más específicamente de la socialdemocracia, que es la forma actual del liberalismo. La crisis de la socialdemocracia empezó en los setenta, aunque no nos dimos cuenta. Y lo que no vio la socialdemocracia en las últimas décadas es que esa sociedad a la que querían representar estaba dejando de existir. Yo creo que con Thatcher en Inglaterra comenzó a declinar. Hay un intento con Tony Blair de llenar ese vacío con un socioliberalismo, Clinton intenta una diagonal similar, pero eso falla. En las elecciones de Estados Unidos se vio muy claro cómo el Partido Demócrata terminó convirtiéndose en agregador de demandas identitarias y perdió de vista un proyecto para la nación. Trasladado todo eso a la Argentina, me parece que el peronismo también dejó de comprender los cambios en la sociedad. Cuando Cristina trata de suturar, como dice Juan Carlos Torres, la diferencia que hay entre la clase obrera formal y esa informalidad que no terminamos de entender todavía, ella intuye que algo cambió pero no pudo capturar la naturaleza de lo que estaba pasando. Y a diferencia de Macri, que era un neoliberal, Milei es un plebeyo, tiene una mirada plebeya sobre la sociedad, y por eso creo que la cruza de un modo muy transversal.

 

¿Vos considerás que este proyecto político de ultraderecha podrá llenar ese vacío y dotarse de un horizonte propio? ¿O es un paréntesis que se explica por la crisis?

Nunca me atrevería a decir que algo es un paréntesis. Sería demasiado optimista de mi parte considerar a Milei algo pasajero. En todo caso, diría que todos somos un paréntesis, todo ciclo político algún día se acaba. Pero yo creo que Milei va a dejar una marca en la sociedad argentina. Puede fracasar, quizás no renueve su mandato en 2027, pero sería un error no entender por qué existió, por qué existe.

 

La pregunta es si vos ves que se está abriendo un nuevo ciclo capitalista. Por ejemplo, cuando Menem hizo su giro neoliberal enganchó con algo que lo trascendía, una espíritu de época.

Me interesa la comparación con Menem. El mundo que vivió Menem era muy nítido: se cayó el socialismo real y emergió un gran optimismo sobre la globalización. Era como una autopista iluminada, por donde se hacía muy fácil transitar. Lo de Milei es una construcción ideológica extraordinaria, no una respuesta pragmática a un cambio en el mundo. Menem transitó con su estilo particular por ese camino que estaba señalado, pero Fernando Henrique Cardoso, a quien yo estimo especialmente, transitó con otro estilo ese mismo camino. El mundo entero tomó ese sendero.

 

 

Fin de la historia.

Exacto. Por eso haría una diferencia importante entre Milei y Macri. Macri expresa las últimas estribaciones del neoliberalismo globalista de los noventa. Fijate que cree más en la gestión que puede traer el mundo empresario que en una novedad ideológica. Apuesta más por la eficiencia que por la revolución. Me parece un personaje mucho menos interesante. Y así como te digo que Milei no es Macri, en algún sentido Milei es más parecido a Cristina. Porque la ideología importa, la narrativa importa, la voluntad importa, no importa solo la gestión.

 

Pero ¿no te parece que Milei, a diferencia de Cristina, quiere una ruptura? Siguiendo tu esquema, tal vez Cristina sea más parecida a Cardoso mientras que Macri se asemeja a Menem, con Milei como algo heterogéneo.

Está bien, estás moderando a Cristina. Y yo acepto esa moderación. Tengo una mirada sobre Cristina quizás concesiva, tolerante, la entiendo. Tengo que dejar de lado toda esta historia de la corrupción, que me parece importante, pero honestamente no sé qué decir sobre eso.

 

“Y así como te digo que Milei no es Macri, en algún sentido Milei es más parecido a Cristina. Porque la ideología importa, la narrativa importa, la voluntad importa, no importa solo la gestión”.

 

¿Cristina no sería un buen ejemplo de ese vínculo entre peronismo y socialdemocracia?

Cristina le dio efectivamente ese tinte progresista al peronismo, y ahí te tengo que dar la razón: eso no es revolucionario. Y lo de Milei es un intento revolucionario. Aunque la pregunta que yo siempre hago es la siguiente: ¿Milei va a cambiar a la Argentina como promete o la Argentina lo va a cambiar a él? Siguiendo con el contraste entre la autopista de Menem y el mundo incierto que rodea a Milei, hay algo que me parece muy importante que es China como desafío al capitalismo occidental. Ahí aparece la guerra, que no existía en los noventa. Estas condiciones le dan a Milei el mandato de colocarse en el concierto del mundo de una manera desmesurada: Israel, Estados Unidos y yo. No tengo idea de cómo le irá, pero sé que es una novedad, que me deja estupefacto.

 

¿No te parece que un realismo periférico hoy aconsejaría a un gobierno de Sudamérica ir en el sentido de quien va ganando la carrera de la productividad, que pareciera ser China?

No estoy convencido de que sea así. Todavía hay que seguir leyendo a Tocqueville en La democracia en América, porque Estados Unidos es una potencia a la que resulta muy difícil desafiar de verdad. Yo me acuerdo de cuando era chico que la idea de una Unión Soviética de Stalin superando a los Estados Unidos era un lugar común en mi familia comunista. Cuando se lanzó el Sputnik, mi abuela dijo: “Acá está la prueba de la superioridad”. Después, hubo un momento en que nadie dudaba de que Japón los iba a superar. Hoy eso parece ridículo. La novedad en Milei es que se juega activamente con una corriente mundial y no mira solamente a la Argentina. Eso es muy interesante, pero puede ser efímero.

 

la moneda cayó hace rato
 

Economista egresado de la Universidad de Buenos Aires, Gerchunoff tiene en la Di Tella un ámbito de discusión y pertenencia, de erudita conspiración. Criado en el seno de una familia comunista, se hizo socialdemócrata en la década del ochenta, cautivado por Alfonsín. Fue parte del dream team que pasó una amarga temporada en el quinto piso, con Sourrouille. Y luego reincidió con Machinea, para vivir otra experiencia de fracaso radical en la gestión económica. Desde entonces observa, investiga, escribe y comenta la siempre irreverente coyuntura nacional. “A veces pienso que estoy mirando la realidad argentina como detrás de un vidrio esmerilado, lo cual me impide verla con alguna nitidez”. No se la cree, luego piensa.

 

En diciembre de 2023 dijiste lo siguiente: “Vamos a ver cómo y cuánto dura el Milei conceptual frente a la realidad argentina. Todo presidente que llega al poder debería decir, secretamente, olvídense de todo lo que dije y de todo lo que escribí porque ahora empieza para mí la realidad”. ¿Te confirmó Milei la hipótesis?

No, creo que transó un poco con la realidad, pero mucho menos de lo que hubiera pensado. Creí que iba a hacer una transacción con la historia y la situación argentina más intensa, pero en cambio embistió revolucionariamente, por supuesto con un paso atrás y dos adelante. Y en el primer año, tengo que reconocer que no le salió tan mal. Aunque bastante peor de lo que dicen muchos colegas economistas, porque creo que tiene varios problemas por delante.

 

La ultraderecha cuenta con el apoyo convencido de un sector empresarial de avanzada: el capital tecnológico. La militancia de Musk por Trump así lo indica, o la simpatía de Galperin por Milei. ¿Te dice algo este hecho?

Sí, y se entiende que sean ellos los que se acerquen a Milei. Desde el mundo tecnológico, la idea de transformar radicalmente al Estado es mucho más palpable que desde cualquier otro lugar del mundo empresario. En realidad, uno podría hasta decir que la misión principal de la innovación tecnológica es cambiar de fondo al Estado. Y quizá tengan un poco de razón. Es temerario, pero razonable para su punto de vista. Hay una coalición muy fuerte, entre un líder ideológico con componentes fanáticos que tiene como soporte al núcleo más innovador del capitalismo mundial.

 

 

“Yo estoy en una alerta permanente con Milei, porque la idea libertaria se toca casi espontáneamente con lo antidemocrático. Por lo tanto, no estoy seguro de si Milei es más peligroso si le va bien o si le va mal”.

 

En los intercambios que tuvimos con personas que uno podría ubicar en la tradición liberal percibimos una especie de disonancia perceptiva: no ven en Milei a un peligro para la democracia. Quienes acuerdan con su orientación económica no se fijan demasiado en la violencia que despliega o en la posibilidad de una disrupción institucional.

Yo estoy en una alerta permanente con Milei, porque la idea libertaria se toca casi espontáneamente con lo antidemocrático. Por lo tanto, no estoy seguro de si Milei es más peligroso si le va bien o si le va mal. Cuando él dice que los últimos cien años han sido de decadencia, está refiriéndose a la democracia. Y te diré algo más: Alberdi, a quien considera su prócer preferido, es básicamente el referente de la postergación democrática. Vamos a llegar a la República verdadera cuando hayamos elevado al pueblo al nivel que se requiere para implementar esa forma de gobierno democrática. Quiere decir que ahora no es el momento, no sabemos cuándo va a ser y puede tardar mucho. Vamos a concederle un punto: él descubre los problemas de la democracia, que sin dudas los tiene. Cuando hace un tiempo ese muchacho Gordo Dan levantaba el teléfono y decía “esta es nuestra arma”, lo que estaba indicando es que piensan en una experiencia de democracia directa.

 

No hay más mediaciones.

Exactamente, que no hay mediaciones quiere decir que se derrumbó la representación. Yo creo que eso implica una desconfianza profunda con la democracia representativa.

 

¿Y por qué hay gente que se siente demócrata y no ve este riesgo?

Mi respuesta es: Fujimori. Están tan focalizados en la idea de que Milei está encontrando una solución económica para la Argentina que todo lo demás no les importa. Son capaces de abandonar la democracia, en pos de conseguir una solución económica. Hay mucho de eso y hay también un nivel de voluntarismo que incluso les permite perdonar los problemas que tiene el mismo esquema económico. Va a salir bien, porque tienen fe en que sale bien. Por eso dije Fujimori: si hay que cerrar el Congreso para estabilizar la economía, hagamos la vista gorda.

 

¿Vos considerás que Milei y Trump son el enemigo?

Yo tengo un problema con la palabra enemigo, porque nos lleva a lugares indeseables. Y a mi edad ya no tengo fuerzas como para hacer algo de verdad enérgico. Pero sí, creo que son una amenaza, un problema, es todo lo que no quiero para mi país, ni para el mundo. Si querés llamar a eso enemigo, llamalo enemigo.

 

la revolución se volvió de derecha
 

Los libros que escribió Pablo Gerchunoff tienen como hilo conductor el propósito de comprender la naturaleza profundamente política de la economía argentina, sumida desde hace ya varias décadas en un interminable ciclo de ilusión y desencanto. Entre ellos, un texto resume el conflicto estructural que impide el desarrollo de la patria, cuya autoría comparte con Martín Rapetti: se trata de un diferendo distributivo salvaje, cuya variable de verificación imbatible es el tipo de cambio y que impacta en todos los precios habidos y por haber. “A ver: yo no creo que nosotros los economistas entendamos cómo se genera la inflación, porque se trata de un fenómeno cuyo origen es sociopolítico. Por lo tanto, su cura es el autoritarismo o el pacto político. Hubo pacto político en la estabilización brasileña, en la israelí, incluso en la estabilización boliviana que fue muy de derecha y muy dura. Pero en cambio hubo estabilización autoritaria en Perú, con Fujimori”.

 

Milei en su primer año consiguió hacer un fenomenal ajuste y bajó la inflación. ¿Está teniendo éxito su plan de estabilización?

El ajuste lo logró, la desinflación tengo mis dudas. El Plan Austral que nosotros implementamos en 1985 nació en junio y en octubre la inflación era 1,9. Con la convertibilidad de Menem en 1991, al cuarto mes la inflación empezaba con 0. Esos fueron planes de estabilización, porque rompieron la inercia inflacionaria, que es un fenómeno social. Si no rompés la inercia no hay de verdad plan de estabilización. Y este gobierno no rompió la inercia, porque no hubo pacto. La única manera de seguir bajando la inflación en estas condiciones es volver a la moneda cada vez más fuerte, lo cual es inconsistente con tu nivel de productividad, que es lo que está ocurriendo. Pero esto es a corto plazo. Y Milei tiene una ventaja extraordinaria: él es un mini mini Roca. Julio Argentino Roca fue un general con una enorme astucia política que en un momento dado se cruzó con dos innovaciones tecnológicas que le permitieron explotar al máximo la pampa fértil: el buque frigorífico, para exportar carne más cara, y el ferrocarril, que redujo dramáticamente los costos de transporte interno, y con ello afloró la agricultura. Roca se dio cuenta de esa oportunidad e impuso la paz con sangre, que fue la federalización de Buenos Aires.

 

Y la Conquista del Desierto.

Sí, pero a los efectos de producir el trigo era menos relevante porque eran campos de otro tipo. ¿Por qué Milei sería un mini mini Roca? Vaca Muerta es notable. Desde la Revolución de Mayo muchos han tenido un sueño minero como este, que es un verdadero horizonte productivo. Palabras mayores. Si trajéramos el 2030 al día de hoy, las exportaciones argentinas crecerían un 35% por esta novedad. Y eso en un orden económico más o menos estable significa poder crecer. ¿A la Roca? No, porque aquello fue inmenso, sino a la mini mini Roca. Después de doce años de estancamiento y caída del producto per cápita, podemos crecer al 3% anual. Entonces, Milei tiene una visión muy tosca y primitiva de lo que es un plan de estabilización, y sin embargo posee un horizonte productivo que hace mucho que no teníamos.

 

“Están tan focalizados en la idea de que Milei está encontrando una solución económica para la Argentina, que todo lo demás no les importa. Son capaces de abandonar la democracia, en pos de conseguir una solución económica”.

 

¿El Gobierno está yendo hacia la dolarización?

Yo creo que podría retomar la idea de dolarización como respuesta a una crisis. Es decir, si se le complica puede redoblar la apuesta. Quizás no tenga una crisis de su programa de estabilización porque logra juntar el corto plazo con el horizonte productivo. Es decir, no hay un plan de estabilización propiamente dicho, porque entre otras cosas el atraso cambiario no puede quedar en este nivel. Salvo que el nuevo patrón productivo que está llegando le permita a la Argentina subsistir a este tipo de cambio produciendo cosas nuevas. Entonces, gracias a Vaca Muerta puede ocurrir que la Argentina tenga un horizonte de crecimiento basado en nuevas materias primas con un tipo de cambio muy bajo.

 

Con Martín Rapetti plantearon que la economía argentina tiene un conflicto estructural distributivo, por el cual los niveles de ingresos que la sociedad exige no son compatibles con la sostenibilidad de las cuentas externas. Y en los últimos años parece haber un consenso en el sistema político de que la solución pasa por disminuir las exigencias democráticas de la población. Si esto es cierto, ¿no te parece que tiene mucho sentido que gane Milei?

Hay una segunda forma de salir de ese dilema: que tengas un boom productivo que no necesite de un tipo de cambio alto, por lo tanto los salarios pueden mantenerse arriba, y te permita desplegar un plan de estabilización sin bajarlos. Si vos descubrís la pampa húmeda y la ponés en producción te juro que los salarios son el triple que los italianos, que es lo sucedió en la época de Roca.

 

Pero entonces no depende de una estrategia política, sino que viene del cielo.

Es un azar. Cuando hablamos de política, decimos: hay que bajarles el salario a los trabajadores. Cuando hablamos de que puede haber nuevos horizontes productivos, estamos en el plano de la fe. Solo que hoy estamos cerca de encontrar el puente financiero para llegar a que Vaca Muerta produzca a pleno. Milei le va a pedir plata a Trump, para tirar hasta que el RIGI empiece a funcionar. Si lo logra, entonces el súper peso termina siendo consistente y duradero, los salarios van a ser altos en dólares, aunque la sociedad va a estar más fragmentada porque el Gran Buenos Aires no tiene una solución en ese esquema.

 

Pero esa hipótesis supone que no es un presidente revolucionario, que va a seguir en los cánones que conocimos hasta ahora, que no viene a romper con este orden de cosas. Y me parece que no es el caso.

En cierto modo, desde el comienzo estamos discutiendo lo siguiente: si es un revolucionario que finalmente transa, y yo tiendo a creer eso, o si es un revolucionario que no está dispuesto a transar, que sería lo que pensás vos. Te hago una pregunta, por ejemplo: ¿dónde está la reforma laboral?

 

El mundo del trabajo ya cambió y él tiene un diálogo privilegiado con las nuevas subjetividades laborales. Entonces, no sé si se precisa una reforma laboral desde el punto de vista normativo.

Está bien, acuerdo con vos, la reforma laboral es de facto.

 

Más allá de cómo le vaya finalmente a Milei, la pelota vuelve hacia nuestro campo. Si tomamos el modo en que vos planteás el dilema estructural argentino, que está muy bien: ¿por qué no se puede pensar un cambio revolucionario desde el punto de vista democrático? Es decir, modificar la estructura para que ese anhelo de bienestar popular pueda desplegarse. ¿Es impensable esa salida?

Yo quiero un cambio, pero ustedes saben bien cómo piensa un viejo socialdemócrata que cree que hay pactos posibles para construir una salida moderada. No me pidas que la defina porque no tengo idea. Y es obvio que nada hay más en decadencia hoy que lo que yo represento. A mí me han colocado, como reformista social, en el mismo nivel de utopía que a los que quieren una revolución. Porque en el pasado yo podía decir “vos sos pura utopía, yo con dos pactos políticos arreglo la cuestión”. Hoy eso es un delirio.

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